Imbunche editores reúne en un volumen los cuentos de una de las principales exponentes de la ciencia ficción en Chile.
Por Pablo Concha*
La narrativa de Soledad Véliz (Chile, 1982) se podría definir como “esencialmente especulativa”, en palabras del editor, narrador y crítico cultural Salvador Luis Raggio (Lima, 1978). “Sus relatos no se refieren precisamente al futuro que sucederá, sino que, en términos generales, filosofa y especula acerca de conceptos actuales en escenarios tecnificados y alternativos, y ha encontrado en la estética de la ciencia ficción un espacio estupendo para representarlo”.
La autora, alejada del establecimiento literario tradicional, ha dado a conocer su trabajo a través de revistas especializadas, fanzines y antologías publicadas por editoriales independientes de Latinoamérica, y su nombre ha venido sonando y destacándose entre el nicho de admiradores de estos géneros no miméticos.
“Está muy interesada en la filosofía poshumanista, y esto hace que medite en torno a la concepción habitual de lo humano (mente, soma y psique), y casi siempre fusionándola con lo biotecnológico. A la vez, está su intención de desestabilizar narrativamente la anatomía que conocemos y especular con ella a través de organismos sintéticos y aproximaciones queer”, agrega Raggio, quien editó su trabajo en Lo Sintético: Narraciones sobre robots, seres posthumanos e inteligencias (2019).
“Además, Soledad transita usualmente entre dos géneros del macrogénero de lo insólito: el de lo maravilloso y el de la ciencia ficción. Específicamente, escribe relatos de ciencia ficción vinculados a tres líneas: los subgéneros del cyberpunk, biopunk y el de la distopía. A veces por separado, pero generalmente los mezcla (es posmoderna, no moderna, de ahí la fusión). En cuanto a lo maravilloso, diría que su literatura tiene elementos de la fantasía oscura, donde se mezcla el horror con la fantasía clásica”, afirma Raggio.
La editorial Imbunche se dio a la tarea de reunir sus cuentos y gracias a eso contamos con Teratofilia, una obra que evidencia un marcado interés por criaturas de diversa índole, en ocasiones monstruosas, sintéticas o híbridas, que habitan futuros que serán a veces reconocibles y en otras ajenos a nuestra relación como especie con la tecnología, y en donde se puede apreciar la evolución que ha tenido la escritora en estas décadas.
Véliz, aparte de escribir ciencia ficción y weird, es profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile e investigadora del Centro de Desarrollo de Tecnologías de Inclusión de la Universidad Católica de Chile.
Teratofilia reúne cuentos de más de dos décadas de trayectoria literaria. ¿Qué tanto material había disponible?, ¿cómo decidieron lo que debía incluirse y lo que no?
El libro contiene casi todos los cuentos que escribí entre 2001 y 2020 con un par de excepciones. Cuando Macarena Cortés (editora de Imbunche) me contactó pidiéndome mis cuentos para su tesis de doctorado, le entregué todo lo que había escrito y publicado en fanzines y antologías en esos años. Solo había un par de cuentos que terminaron no siendo incluidos, y escribí uno adicional exclusivamente para el libro llamado “Nuevos lineamientos de psicorobótica”. La decisión fue de mis editores, Macarena Cortés y Gonzalo Pedraza, y me pareció la correcta. Uno de los cuentos que quedó por fuera, “Manos Viejas”, es una historia que se acerca mucho más a lo fantástico, así que creo que en parte el criterio es que fueran cuentos reconocidamente especulativos, aunque la línea no es tan clara para mí.
La palabra teratofilia se refiere a la atracción por los monstruos. ¿Cómo nace ese interés en Soledad Véliz?
Es un interés teórico, es decir, que se lo debo a lecturas posthumanistas y de estudios queer; es gracias a Rosi Braidotti, José Esteban Muñoz y muchos otrxs. Estxs han teorizado el concepto de lo humano como excluyente, como un problema, ya que siempre hay configuraciones de la vida que quedan fuera y exceden el concepto de humano. Esas nuevas y viejas formas de vida desafían el concepto de lo humano y lo tensionan, de modo que muchas veces son clasificadas como monstruosas. Teratofilia trata de referirse a un cariño o amor por aquello que excede nuestras comprensiones actuales de lo humano, una propuesta afectiva alternativa al horror (cósmico) que define muchas veces estos encuentros. Esa atracción, sin embargo, no es incondicional, ni es la fascinación morbosa que está asociada a la explotación, sino que es curiosidad, capacidad de encontrar lazos de conexión y vinculación que nos transformen afirmativamente.
La literatura especulativa podría considerarse como un campo marginal, ¿quiénes fueron esos escritores o escritoras que te sirvieron de guía?
Comencé a escribir ciencia ficción apoyada por un grupo de hombres que en ese momento eran el equipo detrás del fanzine Fobos. Teníamos un taller de escritura y ahí puedo decir que me nutrí mucho del género. Desde ahí leí a Gibson, Dick, Le Guin, Ballard y vi mucho cine japonés y aumenté mi repertorio de animé. En ese tiempo casi todo el animé era especulativo y muy masculinizante: Akira, Cowboy Bebop, Patlabor, Ghost in the Shell, pero también estaba Sailor Moon, Utena, Lain, Boogeipop Phantom y esa mezcla entre ultra violencia, tecnología durísima, dramas existenciales y niñas mágicas y gays creo que ayudó mucho a entender que los límites del género (en todo sentido) estaban ahí para jugar con ellos. En general, no soy una buena lectora de ciencia ficción. Siento aún mucho apego por Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik, Juan Rulfo y Manuel Rojas. Pero también leo mucha no ficción en línea, foros de discusión de eventos paranormales, casos de abducción extraterrestre, grandes extinciones masivas, cualquier fenómeno como Brockengespenst (espectros de montaña), cosas así. Ahora de grande podría decir que me habría gustado mucho haber leído antes a Angélica Gorodischer, Charlotte Perkins Gilman y Joanna Rus.
¿Se podría hablar de una tradición de ciencia ficción escrita por mujeres en nuestro continente?
Claro que sí, en parte gracias al trabajo de personas que se han interesado por la historia de la ciencia ficción y han reproducido la genealogía de escritoras en este ámbito. Luis Saavedra y Macarena Cortés han hecho el trabajo de posicionar a Elena Aldunate en Chile, pero es un trabajo que debe hacerse en cada región para visibilizar el trabajo de mujeres que han sido marginalizadas históricamente. Es decir, debe haber recursos y personas dispuestas a producir archivos que no existen, a levantar la información desde cero y a registrar adecuadamente la influencia de estas autoras.
Uno de mis cuentos favoritos de Teratofilia es “El vínculo”: corto, misterioso y con elementos de terror que entran en el weird. ¿Recuerdas cómo surgió esta historia?
Hace mucho no escribía un cuento, y “El Vínculo” coincide con un tiempo en mi vida en el que echaba de menos escribir, pero había decidido dejar de hacerlo, principalmente porque estaba trabajando mucho y mi relación con la escritura se había desvitalizado. Llevaba años sin colaborar con la gente de Fobos, con quienes había escrito desde que tenía 20 años, y pensaba que ya no podía hacerlo como antes. Pero justo después de tener a mi primer (y único) hijo, vi una convocatoria de La Gran Belleza y decidí escribir un cuentito. Creo que con esa historia decidí volver a escribir, en cierto modo a “probarme”, es decir, a volver a escribir ya sin una comunidad particular, y quizás me sirvió para comprobar que me gustaba y quería seguir haciéndolo. Eventualmente encontré otra gente con quien escribir, gracias a Macarena y Gonzalo, de Imbunche.
La experiencia del embarazo fue muy body horror para mí, ya que no tengo una relación armoniosa con la feminidad ni con el cuerpo femenino. El embarazo feminiza muchísimo y yo me sentía un poco fuera de sintonía con ese cuerpo. Luego, al nacer mi hijo, se viene un proceso de devenir madre que para mí es muy inquietante, es lo más weird de lo weird, incluso más que el cuerpo embarazado, porque en ese espacio, donde antes no había nada, ahora hay un ser humano, materializado en tú mismo tiempo y espacio, generando una especie de gravedad y su tiempo, al menos al comienzo, está super desfasado del tuyo, entonces te encuentras con este ser nuevo que tiene un tiempo acelerado y ocupa un espacio que no ocupaba antes, simplemente llega a usarlo y eso también tiene un largo período de acomodación. En medio de esas acomodaciones escribí ese cuento.
¿La fuente de inspiración detrás de tus cuentos ha cambiado o evolucionado con el tiempo?
Sí, llevo mucho tiempo escribiendo, desde muy chica, y en cada etapa de la vida una escribe por razones distintas. Yo diría que una fuente de inspiración muy importante es la comunidad, tener una con la cual escribir. En la primera década del siglo XXI, fue el grupo de Fobos, y ahora hay grupos como el de Imaginistas, dirigidas por Donald McLeod y Martín Torres-Zuleta, que están haciendo muchos esfuerzos por reunir una comunidad de escritura por mujeres y disidencias (https://imaginistas.cl/imagi/). Creo que escribir con una comunidad permite encontrarle sentido a la escritura.
¿Cómo es tu método de trabajo? ¿Qué viene primero: la historia, el tema, algún personaje, una imagen?
Primero vienen las imágenes, muchas veces, aunque también trabajo con ideas concretas. Escribo lo que más quiero escribir primero, lo que me genera más placer, y trabajo en párrafos completos, aunque estén inconexos. Una vez que he escrito eso, comienzo a editar. Diría que la mayor cantidad del trabajo es la edición, ya que implica generar conexiones entre los párrafos, ver si es que hay una historia escondida entre los párrafos que ya he escrito, ver dónde está el final, etc.
En la nota final del libro los editores mencionan que tu obra ha permanecido desconocida para un número de lectores debido a tu “escasa vinculación con el campo literario”. ¿Qué tan difícil es lograr la publicación de cuentos de terror, ciencia ficción y weird con las grandes editoriales?
Yo creo que ahora es más fácil, pero solo gracias a las editoriales independientes. Sin ellas, habría sido imposible que mis cuentos se publicaran alguna vez. Son los editores independientes los que están haciendo el trabajo de publicar personas que no tienen conexión con lo literario de forma tradicional, que venimos de otros lados. Y eso es muy común en la ciencia ficción porque es un campo al cual viene a escribir gente de todos lados, que no necesariamente han hecho una carrera literaria, estudiado literatura o asistido a talleres de escritura creativa.
El panorama para este tipo de narrativa extraña es quizá diferente hoy a cuando empezaste a colaborar en fanzines y otras publicaciones independientes a principios de siglo. ¿Cómo ves el estado actual de estos géneros en nuestro idioma?
Yo creo que ha habido una especie de boom del llamado weird latinoamericano, especialmente en Europa y con el éxito de Mariana Enriquez y otras autoras. Creo que es un buen momento a nivel editorial y creativo, al menos en Chile hay muchísimos más autores y publicaciones que veinte años atrás.
¿Qué es lo más importante que debe lograr un cuento de ficción especulativa?
Quizá cuestionar el estado actual de las cosas, lo que hemos dado por sentado, lo que nos parece normal y bueno, incluso, lo que hemos llegado a amar como lo correcto.
¿Cuáles son tus libros de cuentos de ciencia ficción favoritos escritos en nuestra lengua?
No es un libro de cuentos, pero puede funcionar como uno: Kalpa Imperial de Gorodischer. Me gustó mucho también Parásitos Perfectos de Luis Carlos Barragán.
¿Cuáles autoras y autores consideras que más te han influenciado?
Esta pregunta siempre me complica porque me da pudor decir que alguien me ha influenciado, ya que no es que sea capaz de escribir igual que esa persona. Pero en el espíritu de la pregunta, yo diría que Silvina Ocampo, William Burroughs por desgracia, me gustaba mucho como escribía. Y digo por desgracia porque leí Maldito desde la cuna y bueno, no hay que leer ese libro para saber el tipo de persona que era Burroughs, pero igual. También quería escribir como J. G. Ballard, el de Crash especialmente. Aunque yo diría que ahora me gustan más los escritos de Mariana Enriquez y Giovanna Rivero, es lindo no tener que elegir solo algunas autoras y autores.
*Escritor colombiano. Autor de los libros de cuentos Otra Luz y La piel de las pesadillas. Colaborador literario en varios medios culturales.