La calva alternativa del universo Rock volvió en forma convincente, como si la memoria compositiva hubiese vuelto por arte de magia, aunque en realidad nunca se fue. Billy está prendido fuego. Con su nuevo trabajo Oceania, demuestra que se encuentra nuevamente en forma y con expectativas de seguir rockeando como alguna vez lo supo hacer.

Por Mauro D’Angelo

Hace aproximadamente un mes salió a la luz el nuevo trabajo de una de las bandas más emblemáticas de los hermosos años 90’s. El noveno en más de veinte años de carrera que tuvo altibajos, y que de aquella legendaria formación oriunda de la “Ciudad del Viento” solo queda nuestro amigo calvo. Tras las partidas de D’arcy Wretzky, Jimmy Chamberlin y James Iha ninguno de los puestos se mantuvo estable con relativa continuidad, haciendo de la banda un desfiladero de nombres y caras. Hoy los problemas de rotación ya están resueltos (lo que se ve plasmado en lo realizado) y los seleccionados para dar forma nuevamente a las calabazas más distorsionadas de la granja son: Nicole Fiorentino, defendiendo las cuatro cuerdas  y siguiendo la tradición de chicas lindas y talentosas en control de los graves, Mike Byrne en batería con un estilo muy similar al del virtuoso Jimmy logrando la difícil tarea de suplirlo y finalmente Jeff Shroeder en guitarra, miembro que acompaña a Corgan desde hace ya un tiempo pronunciado, más precisamente desde el disco Zeitgeist, fuertemente bastardeado por los “especialistas”.

Estética y -un tanto- sonoramente, la banda perdió esa impronta oscura y sombría que les dio la fama y trascendencia de haber marcado una generación, pero poco importa si lo que componen tiene consistencia y suenan como un reloj sobre el escenario. Además ya es hora de dejar de lado las añoranzas, seguir avanzando y no esperar de nuevo lo viejo. Para verlos tocar habrá que aguardar (esperemos que sea pronto) pero el disco ya está y realmente es una grata sorpresa. El lanzamiento que cuenta con  trece temas, a su vez es parte de otro proyecto aún más ambicioso. El mismo consistirá de cuarenta y cuatro canciones, se llama/llamará Teargarden by Kaleidyscope.

Oceania nos remite por momentos a las mejores etapas de la banda, sin ser un plagio de lo ya realizado. El disco mantiene una línea original que mezcla psicodelia, sensibilidad y contundencia, sin tratar de repetir a Siamese Dreams o a Mellon Collie And The Infinite Sadness pero que indudablemente comparten el ADN. “Quasar”, “Panopticon”, “The Chimera” o “Inkless son, sin dudas, composiciones de puro rock con guitarras al frente y bases de batería demoledoras del típico estilo SP, desplegando todo el poderío sonoro al que nos tuvieron acostumbrados. El  álbum también atraviesa fragmentos de corte más meloso y tranquilos como: “The Celestials”, “Violet Rays”, “My Love Is Winter” o “Pale Horse donde se despliega el sello distintivo de la voz de Corgan, acompañado de finas estructuras musicales y la dulzura y calidez de los coros femeninos llevados a cabo de manera más que eficaz por Fiorentino. La composición que da nombre al disco es una pieza que en estos días en que la industria discográfica se desplaza pareciese imposible de existir. Durando nueve minutos y rozando lo experimental, pasa por diferentes atmósferas teniendo puntos muy altos. También pueden encontrarse canciones donde los sintetizadores tienen un papel preponderante.  Uno es el caso de “Wildflower”  que  cierra el disco, o el más claro ejemplo de synth pop puro llevado a su máxima expresión de la mano de “One Diamond, One Heart que a decir verdad es el punto más bajo. Tranquilamente podríamos encontrar este tema en un disco de la banda sueca Ace of Base sin parecernos discordante (igualmente quién no habrá coreado junto a las escandinavas “I saw the sign”… en fin).

Claramente existe una correlación entre los temas, pero (en lo personal) la decisión de poner todos los temas de corte más calmo juntos promediando el disco baja un poco el nivel de excitación, porque allí entra en una meseta en donde da la sensación de aletargarse, sin embargo, no es azaroso debido a que tiene como finalidad darle un giro conceptual. Un disco que se mueve por aguas que pasan por varios estadios, desde los más vertiginosos y virulentos, hasta la serenidad que permite hacer la plancha y distenderse, para luego subir nuevamente y terminar calmadamente llegando a la costa como si fuésemos depositados por la correntada de una ola. Una vuelta más que promisoria del pelado que si bien no trajo un continente de música, al menos va por ese camino.//z

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