Irlandés trasplantado a Inglaterra, borracho pendenciero, agitador republicano, compositor admirado por Nick Cave y Tom Waits: todas las etiquetas entran en la vida del artista que pateó el tablero del establishment británico a principos de los ’80.
Por Juan Agustín Maraggi
Hablar de Shane MacGowan es complicado. Resulta difícil explicar su importancia de su legado como autor desde este lado del charco. En general, la imagen de alcohólico empedernido que construyó en los últimos cuarenta años reduce los pensamientos sobre su figura y nos invita a escuchar su música en algún antro. Sin soslayar su relación simbiótica con el alcohol y las drogas desde su niñez, en esta nota se intentará ir más allá de la categoría etílica que suele ponerle marco a su nombre.
Entre el racismo de una Gran Bretaña que recibía migraciones masivas, el final de los ‘council housing’ y los cambios que terminaron estructurando el neoliberalismo en la región, MacGowan se convirtió en uno de los pocos escritores que lograron interpretar la voz de la clase obrera británica y plasmarla en detalladas y complejas letras: historias de vida, pubs, el trabajo cuando la plata no alcanza, el amor, las borracheras, la nostalgia y —ante todo— la enajenación y su peso en la vida cotidiana. MacGowan habla de la realidad como pocos pueden. “Supongo que es un tema recurrente en las canciones de folklore —explicó en 2010 a la revista Mojo—, pero es un tema recurrente en la vida en realidad: sexo, pájaros, vida, muerte, sexo, pájaros, vida, muerte”.
Desde sus andanzas en las ‘cloacas’ de Londres hasta su importancia en el inicio del punk con The Nips; desde llevar a The Clash por primera vez a la tapa de un diario a su relación con Joe Strummer; desde que Nick Cave lo considerara “el mejor escritor de letras de nuestra generación” hasta crear la canción navideña más escuchada del siglo XX en el Reino Unido; de ser influencia de artistas tan diferentes como el cineasta Martin McDonagh, Johnny Depp o Dropkick Murphys, hasta ser la música de cabecera de Jimmy McNulty en The Wire, la mítica serie de HBO; desde The Pogues y la reivindicación y transformación de la cultura irlandesa hasta su importancia en la cultura popular: iniciamos este recorrido por la vida y obra de uno de los hombres que cambió (¿o perpetuó?) para siempre el estereotipo irlandés.
Aprender a ser irlandés sobreviviendo a la vida londinense
“Ahora llega el invierno, no puedo soportar el frío /
que viene a las calles en época de Navidad /
Y estoy condenado a la perdición y no tengo un centavo para vagar /
por las calles oscuras de Londres”
“Dark Streets of London” – The Pogues
MacGowan nació en Kent, Inglaterra, durante la navidad del ’57. Su familia, como muchas otras, se exilió desde Irlanda durante la crisis de los años cincuenta. Su madre Therese era una conocida cantante y bailarina de folklore, y su padre, un gran conocedor de la tradición del país: durante su infancia en Tipperary aprendió una canción tradicional por día. Entre ambos le inculcaron de muy joven la lectura. Dickens, Hardy y Edna O’Brien eran sus preferidos; a la edad de seis años ya leía y debatía las complejas novelas de James Joyce.
Su infancia transcurrió entre el barrio de Dagenham en Londres y la casa familiar MacGowan en Irlanda. “La familia de mi madre me crió principalmente en Tipperary porque aunque mis padres tenían trabajo en Inglaterra, eran muy infelices ahí. Querían que yo tuviera la mayor felicidad posible antes de que tuviera que ir a la escuela”, escribió alguna vez Shane en The Guardian. El crecer viajando a Irlanda y la vida en Inglaterra dejaron una marca en él, un sentimiento de desarraigo y nostalgia que caracterizó a gran parte de sus letras.
La familia MacGowan estaba muy interiorizada en la causa irlandesa. “El hogar familiar —contó en esa misma nota de The Guardian— fue una casa segura del antiguo IRA durante la guerra conocida como “Black and Tans”. Mi tío Mick había sido el comandante local y siempre era una casa abierta, la gente iba a cualquier hora, bailaba, jugaba a las cartas, se emborrachaba y cantaba”. En Irlanda a este tipo de casas se las conoce como ‘shebeen’. De allí también viene su relación temprana con el alcohol: sus tíos le regalaron dos botellas de Guinness de manera cotidiana desde los cinco años, y al año siguiente su regalo de cumpleaños fue su primera botella de whisky. “Tomaba, fumaba y apostaba antes de saber hablar”.
Pero si el alcohol lo acompaña desde niño, también lo hace la escritura y la lectura. MacGowan solía dejar y retomar las instituciones educativas porque aprendía más en su casa o en la calle. En 2013 contó cómo llegó a ser becado en uno de los colegios más caros y elitistas de Londres: “Mi padre fue a la Universidad, es muy culto, por lo que aprendí a leer de muy joven. Fui considerado un niño superdotado y gané una beca para ir a la escuela de Westminster por mis ensayos. Allí empecé a tomar pastillas, ácido e ir a pubs. No duré mucho, me atraparon fumando porro y me echaron. Mi madre estaba un poco molesta pero mi padre no; consideraba que no estaba sacando ni aprendiendo mucho de esa escuela”.
Un escondite llamado punk
Crecer siendo irlandés en la Inglaterra de los ’70 no fue fácil, como tampoco lo fue para la ola de africanos, jamaiquinos y sudamericanos que llegaba de manera masiva. Parva de textos y análisis ya se han encargado del tema: la influencia de la inmigración en el punk, la unión de la cultura skinhead y la transformación en la forma de encarar la música. El caso de MacGowan no está muy lejos. Por el apoyo popular al IRA, la campaña contra los irlandeses se recrudeció durante la época. Su adolescencia se vio atravesada por ese racismo. Sus días transcurrieron entre libros y bares, y encontró refugio en el naciente movimiento contracultural desde sus inicios.
Conoció a los Sex Pistols en julio del ’76 cuando telonearon a una de las bandas a las que más seguía el joven Shane, los históricos 101’ers. Esa fecha fue fundamental tanto para él como para Joe Strummer: esa misma semana, y gracias al impacto que le causaron en vivo los Pistols, dejó su trabajo y se unió a The Clash. En cuanto a MacGowan, se terminó de convencer y eligió dónde quería estar. Desde los catorce años había estado tomando cotidianamente LSD, y a los diecisiete se había pasado de Valium y había estado varios meses internado en una clínica de desintoxicación. “Salí del manicomio y la primera banda que fui a ver fueron los Sex Pistols”.
Renunció a su trabajo y creó su primer fanzine. Bondage reseñó recitales de los Pistols, Eater, The Jam y Generation X. La experiencia del legendario zine Sniffin’ Glue se ve en cada una de sus páginas. Mientras Sniffin’ salía 10£, el suyo se vendía a 30£ porque había que pagar los viajes a los recitales y las interminables giras. Al final de la última página, la letra amontonada rezaba: “Lo siento, todo está escrito a mano, no tengo máquina de escribir. De todos modos no me gustan los fanzines, son aburridos y poco constructivos, pero es mejor que leer The Sun”.
La historia de Bondage no duraría mucho y pronto MacGowan saltaría a los escenarios.
The Clash a las primeras planas, MacGowan a la fama
El irlandés ya se había hecho cierta fama en la naciente escena del punk y alternaba trabajos en una disquería y en la barra de un pub en el que ensayaban diferentes bandas.
El 23 de octubre del ‘76 The Clash tenía cita para dar el octavo recital de su historia en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres (ICA), un espacio que se encontraba en el ojo del huracán por una performance reciente del colectivo COUM Transmissions, con Throbbing Gristle a la cabeza. “Destructores de la civilización” fue lo mínimo que escribieron los diarios al respecto. Si bien durante esa semana por el ICA habían pasado Billy Idol, Debbie Harry y Siouxsie Sioux, los medios no les dedicaron ni media palabra.
Esa noche de The Clash la abrió Subway Sect y le siguieron los Snatch Sounds. Patti Smith cruzó toda la ciudad para subir al escenario con Strummer y cantar “I’m so bored with the USA”. La canción recién se estrenaba; la letra y el nombre habían cambiado hacía menos de un mes y esta versión enterraba de manera definitiva a la anterior, la de Mick Jones, que se llamaba “I’m so bored with you”.
MacGowan asistió a la velada con su pareja de ese momento, Jane Crockford (luego autodenominada ‘Mad Jane’). Unos años después, Jane fundaría Mo-dettes, banda pionera del post-punk e integrada solamente por mujeres. Ambos estaban en primera fila (según las crónicas, riendo y mordiéndose entre ellos) y Jane no tuvo mejor idea que cortarle la oreja a Shane con una botella rota. La imagen quedó inmortalizada: “Cannibalism at Clash gig”, tituló Barry Miles en la edición de noviembre del New Musical Express (NME). Ese día, The Clash ganó su primera nota en la prensa —una de las primeras sobre el punk: los Sex Pistols habían salido en febrero de ese año— y MacGowan extendió su fama. “Sin los dientes de Mad Jane y el lóbulo de Shane no habríamos salido en los diarios esa semana”, dijo Strummer varios años después.
Por su parte, el herido también habló bastante del tema (más de lo que le gustaría, según expresa): “En esos días ese era el tipo de cosas que solíamos hacer (…) Al final ella exageró un poco, y me cortó con una botella al lado de la oreja, nunca me mordió ahí (…) es como la vieja historia del tipo que atrapa a un pez y él dice que pesa tantos kilos y es así de grande, y dentro de un par de días ya dice que atrapó una ballena”.
A finales de ese año, Shanne Bradley —luego conocida como Dragonella—, bajista involucrada en la vida musical de Damned, decidió armar su propio conjunto. La idea inicial era mezclar los acordes clásicos que el punk empezaba a mostrar con el garage de la década de los ‘60 y el rockabilly. Así creó The Nipple Erectors. El nombre, pensado por la fundadora, fue rápidamente reemplazado por el que los llevó a la fama: The Nips.
MacGowan, que en esos momentos era conocido como Shane O’Hooligan, audicionó para la banda en el departamento de Dragonella: “Él era Iggy Pop rodando y retorciéndose por el suelo, totalmente maníaco. Pensé sí, este es nuestro hombre”, contó ella.
Durante una entrevista en el ‘77, al irlandés le consultaron si la banda tenía alguna ideología política: “Somos antirracistas, pero básicamente todo lo que queremos hacer es ganar tanta plata como sea posible para mandar todo a la mierda”, respondió. Algo que llegaría más rápido de lo que pensaba. Las letras, en su mayoría, fueron armadas en conjunto. La rabia del momento, las imposiciones sociales, las relaciones: todas, en paralelo al proceso del proto/punk de la época.
The Nips obtuvo un gran número de seguidores de manera inmediata. En el ’78, sin tener integrantes fijos salvo Dragonella y O’Hooligan, grabaron su primer single, que incluía las canciones “King of the Bop” y “Nervous Wreck”.
En 1980 grabaron su primera y única placa (luego saldrían dos “póstumos”): Only the end of the beginning fue producido por Paul Weller, de The Jam. El disco salió con nuevos integrantes: John Hasler había dejado las baterías en Madness y aceptó sumarse y tomar también el cargo de mánager, mientras que James Fearnley ocupó la guitarra. Con esta formación, telonearon a The Jam por varios meses.
Un año más tarde, la experiencia de The Nips llegaría a su final. Shanne Bradley decidió tomarse un descanso de las giras, y los otros integrantes estaban pensando en otras cosas.
Craneando The Pogues
“¿Quedarte en tu cama cuando The Pogues están en tu ciudad?
¡Eso es una estupidez!”
Joe Strummer
Shane tenía la idea de volver a las raíces, levantar el guante que había transpirado la histórica banda de folk irlandés The Dubliners y transformarlo en algo aún más subversivo. La premisa era agregarle un poco de punk a la música tradicional de su país: “Esa energía ya estaba allí en la música irlandesa (…) sólo le agregamos un bajo y una batería muy simple con un baterista tocando muy fuerte”, contó en 2002. Por esos años, la batería era un instrumento sacrílego en el folk irlandés; el bodhrán era su reemplazo. Tanto era así que el famoso compositor Noel Hill llamó a The Pogues “aborto de la música”, a lo que, años más tarde, ellos responderían con el instrumental “Planxty Noel Hill’.
Unos años antes, en el baño de un recital de los Ramones, MacGowan había conocido a Peter “Spider” Stacy, que sería otra pieza esencial en The Pogues por su característico uso de la flauta irlandesa (tin whistle). The Millwall Chainsaws se tituló, en los ensayos, la banda que formaron Fearnley, Hasler, Stacy y MacGowan.
Después de un par de garabatos subieron al escenario en un club llamado Nueva York Cabaret Futura. Para ese entonces se presentaron como The New Republicans e interpretaron viejas canciones de los rebeldes irlandeses, con bases punk. El bar estaba rebalsado de reclutas y soldados ingleses, por lo que la experiencia no terminó muy bien. “Un concierto clásico”, reía MacGowan unos años después. El dueño del club —también irlandés— les cortó el sonido llegando a la sexta canción para protegerlos y evitar una batalla campal.
Con esa premisa se presentaron en varios lugares. Stacy se dedicaba a tocar el silbato o la flauta irlandesa y a hacer percusión golpeándose con unas latas de cerveza en la cabeza. Andrew Ranken reemplazó a Hasler y Cait O’Riordan agarró el bajo, y la cosa fue tomando color. ¿Quién podría pensar que esos irlandeses criados en Londres terminarían transformando la música del país?
Por aquellos años, Jem Finer, multi instrumentalista y compositor de varios temas, vivía como ‘squatter’ —una suerte de okupa— en el número 32 de Burton Street. Aprendió a tocar el banjo, y su departamento se transformó rápidamente en una sala de ensayos y reuniones. Con la formación establecida, adoptaron el nombre de Pogue Mahone (una adaptación de “bésame el culo” en gaélico irlandés) y empezaron a tocar seguido.
Para el ‘84 la banda ya había obtenido cierta repercusión en pubs y radios locales. John Peel se interesó en su música y los invitó a participar en sus famosos programas de la BBC.
Cuando el periodista explicó el significado del nombre, la emisora decidió prohibir que salieran en sus medios, una censura que duraría —por motivos políticos, luego— hasta casi el nuevo siglo.
La revolución irlandesa
The Pogues se formó en un momento único, y de ahí su trascendencia. En el país se cumplían quince años del conflicto con Irlanda del Norte (conocido como “The Troubles”) y, si bien se vivía una tenue paz, en los ‘70 se había ido recrudeciendo la lucha armada .Los ochenta se iniciaron con los presos políticos irlandeses en huelga de hambre y el fortalecimiento de los separatistas y las huelgas obreras.
¿En dónde entran MacGowan y sus Pogues en todo esto? Desde las esferas británicas conservadoras lo que menos deseaban era una expresión popular irlandesa en la primera plana. Los medios ingleses apuntaron rápidamente los cañones hacia la banda, suponiendo que se complementaria con la campaña de desprestigio anti-irlandesa dominante. La clase obrera irlandesa los adoptó, más pronto que tarde, como banda de cabecera, y los medios ingleses respondieron con una rabiosa campaña en su contra. Es que The Pogues —y sobre todo MacGowan— quedaban encasillados en todos los estereotipos que se temían de la cultura irlandesa: no tenían pelos en la lengua, eran amantes del alcohol, las fiestas, las peleas y la nostalgia, y no tenían inconvenientes en insultar. Y, sobre todo, no se olvidaban de la política. Shane, por su parte, era la viva imagen de este estereotipo irlandés auto impuesto: dentadura podrida (y orgulloso de ella), orejón y con una lengua filosa.
La estrategia conservadora disparó varios tiros por la culata. La banda no solo llegó a Irlanda sino que —a fuerza de las imponentes letras— conquistó a toda Gran Bretaña y sus pubs.
“La vida real es mucho más interesante”’, respondió MacGowan cuando le preguntaron si escribiría alguna novela como su amigo Nick Cave. Letras elaboradas, con historias complejas que se enarbolan, chocan y se desarrollan uniendo armonía y caos de manera incesante. Aquí radica el quid de la cuestión: la prosa que relata la industrialización y la enajenación llenó los oídos de quienes, en principio, se encontraban por fuera de su público inicial. De esa Irlanda cosmopolita que se vendía desde el Gobierno inglés, nació la rebelde. “Siempre me sentí culpable por no dar la vida por Irlanda. Me siento avergonzado de no haber tenido los huevos necesarios para unirme al IRA, así que The Pogues fue la mejor manera que encontré de superar esa culpa”, detalló MacGowan en la biografía publicada por su esposa en 2015.
En 1984 entraron al estudio para grabar su primera placa. Red roses for me lleva su nombre en homenaje al socialista irlandés Sean O’ Casey y al libro donde relata las huelgas obreras y separatistas de 1913.
Red Roses… es un inmaduro adelanto de la propuesta musical, y sin embargo resulta una previsualización muy provechosa. Banjo, acordeón y flauta irlandesa se sumaron a la formación de guitarra, batería, bajo y voz. Tomaron la canción tradicional “Waxie’s Dargle” y la aceleraron; “Streams of Whiskey” se empecina en retratar un sueño donde el cantante comparte un día con uno de los poetas que más lo influenciaron, Brendan Behan (preso durante más de ocho años por su vinculación con el IRA). “Poor Paddy”, por su parte, desarrolla la explotación laboral y es el resultado de una versión libre sobre la vida de un obrero en diferentes trabajos (“my belly was empty, me hands were raw / with working on the railway, the railway / i’m sick to my guts of the railway”).
Que MacGowan es la reencarnación de Behan es un título que lo acompañó durante toda su carrera. “Conocí a todos en su familia excepto a él, y creo que son geniales”, contó en 2004. “Supongo que soy muy similar a él, pero no voy a dispararle a los policías cuando estoy borracho”.
Pronto Shane dejó la guitarra y apareció Phil Chevron para hacerse cargo de ella. Chevron venía de cofundar la primera banda irlandesa del punk, The Radiators from Space, con la que ofició de telonero de Johnny Thunders y The Undertones. En los años ’70 escribió “Under Clery’s Clock”, transformándose en el primer músico irlandés abiertamente homosexual, en un contexto donde el colectivo LGTBQ era perseguido. Con los años, se convirtió en un comprometido luchador por la abolición de las leyes que prohibían la diversidad sexual en el país (recién derogadas en 1993).
En 1985, un año después de su primer disco, volvieron a estudio para grabar Rum, Sodomy and Lash, que iría ubicando las cosas en su lugar. Producido por Elvis Costello, representó una revolución en el país y fue el primero en entrar al chart del Reino Unido. Las letras de MacGowan son más desarrolladas y detallistas, y las estructuras musicales, con mayores arreglos, toman una nueva complejidad.
“Dirty Old Town” es —tal vez— una de las canciones que más logra reflejar la decadencia de la vida en el capitalismo posterior a las guerras mundiales, una versión profunda que recrea flashes de imágenes mentales: la explotación, las fábricas y sus chimeneas, el intento de vivir en esas condiciones y el amor. Su versión y video se volvieron tan populares que resulta inimaginable pensar que su origen no fuera irlandés: la letra original fue escrita en 1949 por el músico inglés Ewan MacColl, una leyenda del folklore escocés. En su momento fue censurada por el gobierno de la ciudad de Salford porque la mostraba como uan ciudad sucia (¿o fue por la filiación comunista de su autor?). Sea como sea, la canción fue inicialmente compuesta para rellenar el interludio en una obra teatral que MacColl estaba preparando. No será esta la última vez que los caminos de la familia MacColl y The Pogues se crucen.
Cuenta la historia que cuando MacGowan llevó a la sala de ensayo el boceto de lo que luego sería “A pair of Brown Eyes”, el guitarrista “Spider” Stacy terminó a los gritos: “¿qué clase de mente retorcida y jodida viene con letras como esa?”. La canción finalmente salió y se convirtió en la primera de la banda en ingresar al listado de las más escuchadas ese año. En la letra, las historias se entremezclan y no siguen un hilo, pero podría ser un pantallazo perfecto de cualquier bar. “Es una canción sobre un chico que está enojado porque rompió con su novia”, contó en 2012 MacGowan. “También está este chico mayor que se lamenta en un rincón, hay gente cantando (…) hay un poco de Johnny Cash a través de la rocola que pasa “A thing called love” (…) y está ambientada en The Scottish Stores, que es un bar irlandés cerca de Camden, pero puede extrapolarse a cualquier bar (…) Siempre habrá alguien sentado ahí sintiéndose miserable y algún viejo que le preguntará por qué se ve tan malditamente miserable (…) y él le contará sobre la guerra a la que fue. Por supuesto, en Irlanda había una guerra en ese momento, como es costumbre”, resumió.
El disco marcó un antes y un después en la música inglesa y fue pilar para la creación del estilo musical que luego se definiría como “celtic punk” o “irish punk” y una referencia ineludible para el resto. Tom Waits lo eligió como uno de sus discos preferidos: “Shane tiene un don, creo en él. Sabe cómo contar una historia. Son una banda rugiente, estos son los niños sin futuro de verdad. La voz de Shane transmite tanto… tocan como si fueran soldados con licencia. Las canciones son épicas. Son fantásticos, mareantes y sacrílegos”.
Durante esos años MacGowan comenzó a salir con la escritora y periodista Victoria Mary Clarke, con la que —mil idas y vueltas mediante— se casó en 2018. Gracias a su compañera de vida, dice él, todavía no está enterrado.
Un antivillancico para las frías navidades
Llegando a 1987 The Pogues ya eran una tendencia nacional. Fueron invitados a compartir escenario en The Last Show junto a The Dubliners, y cumplieron un sueño. Toda Irlanda estuvo pendiente de esa transmisión que terminó de abrir un camino de ida para los anglo-irlandeses.
En 2015 VICE visitó a MacGowan, y en esa entrevista declaró: “No me gusta la Navidad, es asquerosa”. Curioso comentario: el músico no solo nació en esa fecha sino que co-escribió el villancico navideño más escuchado del siglo XXI en Inglaterra, “Fairytale of New York”.
La historia de su creación llevó dos años de eternos borradores. MacGowan cuenta que todo arrancó como una broma y apuesta con Elvis Costello. El productor había iniciado una relación con Cait O’Riordan, la bajista del grupo, y retó a Shane a escribir una canción con temática navideña para que pudiera cantarla con ella. La idea quedó boyando y, si bien O’Riordan abandonaría The Pogues en el ‘86 para tocar y producir con Costello (con quien luego se casó), el irlandés se tomó muy en serio la creación de un villancico.
El primer demo de la canción fue grabado por Costello y Shane junto a a la bajista. Aquella versión quedó para el olvido; la historia no solo era completamente diferente sino que inicialmente se ubicaba en el Condado de Clare en Irlanda.
Por su parte, Jem Finer —coautor de la canción final— quería escribir sobre un marinero con nostalgia por su tierra. Su esposa le dijo que era demasiado cursi, pero siguió escribiendo ideas. Finer estaba obsesionado con la novela de James Patrick Donleavy (A fairy tale of New York, de 1973). Donleavy cuenta que MacGowan se reunió con él para pedirle permiso para usar el título en su canción, y recién cuando saltó a los primeros puestos de los rankings se enteró de que la canción nada tenía que ver con su obra. “Fairytale of New York” se fue generando entre los borradores que MacGowan y Finer aportaban.
Costello dejó la producción de la banda y el puesto fue para Steve Lillywhite (U2, Rolling Stones, Talking Heads, etc). MacGowan estaba comenzando a cerrar la versión definitiva, y también su objetivo: darle otro sentido al espíritu navideño. La canción busca relatar esa noche desde las tripas mismas de la calle. No hay muérdagos ni esperanza. Kevin no se pierde en el aeropuerto. En “Fairytale…” solo hay sueños rotos.
Lillywhite convocó a Kristy MacColl para hacer las segundas voces (sí, la hija de quien escribió “Dirty old town”). Si bien la banda dudaba de ella, cuando Lillywhite llevó la versión con su voz incorporada no hubo marcha atrás, y se forjó una amistad que duraría hasta la trágica (e irresuelta) muerte de Kristy en México.
Shane escribió los borradores sobre Nueva York sin conocer la ciudad. Recién en el ’86 The Pogues haría su primera gira por Estados Unidos: “Era más parecido a lo que imaginaba que lo que muestran en las películas”, diría luego.
Una vez finalizado y grabado el single, decidieron contratar a Peter Dougherty para la dirección del videoclip. Durante su gira en NY habían conocido a Matt Dillon, un joven actor que gozaba de la explosión de su carrera, que se había vuelto un seguidor de la banda y se acercaba a los camarines después de los shows para hablarles. Así fue como terminó actuando de policía en el videoclip y llevando a cuestas a MacGowan cuando se derrumba borracho en el set. La canción rompió todos los pronósticos, y desde el año 2005 — y de manera ininterrumpida— ingresa el primero de diciembre en las canciones más escuchadas y pedidas en las radios de Inglaterra.
En los últimos años la letra trajo diversas controversias por contener la palabra ‘faggot’ (maricón). Su autor explicó que su inclusión no es un error sino que persigue un propósito claro: “Fue usada por el personaje porque encaja con la forma en la que hablaría y con su carácter; no se supone que sea una buena persona”. Y continuó: “no todos los personajes de las canciones y mis historias son ángeles o, incluso, decentes o respetables, a veces tienen que ser malvados, ofensivos o desagradables para contar la historia con eficacia”, explicó.
Ese mismo año (1987) los Pogues incursionaron en la pantalla grande. Alex Cox (Repoman; Sid and Nancy; Pánico y locura en las Vegas) los llamó para participar en Straight to Hell, la película protagonizada por Joe Strummer, Courtney Love y Sy Richardson, entre otros. De sus experiencias en la película salió “Fiesta” (1988), uno de los últimos hits con MacGowan al volante. La canción no solo retrata su estadía filmando en España, sino que desarrolla innumerables historias: el final de The Clash, España como refugio de Joe Strummer, la feria de Almería que no los dejó dormir durante todo el viaje, la ida de Cait O’Riordan con Elvis Costello, y —como no podía faltar— las borracheras. El video fue filmado por el comediante Adrian Edmonson, que gozaba de gran popularidad por su reciente interpretación de Vyvyan en la serie de culto inglesa The Young Ones.
Luego vino la presentación del single. Philip Chevron no pudo sumarse por una enfermedad que lo dejó en cama por varios meses, por lo que Joe Strummer lo reemplazó durante las giras del ‘87 y ‘88. Esos recitales sumaron al repertorio de The Pogues versiones de “London Calling” y “I Fought the law”. Strummer no se despegó más de la banda y seguiría tocando asiduamente con ellos — en ocasiones, incluso más que su propio cantante—. De aquellos recitales quedó grabada una imperdible versión irlandesa de “London Calling” y una excelente interpretación de “A message to you” con varios integrantes de The Specials, junto a Strummer, Kristy MacColl y varios más en el escenario.
El final de The Pogues
Las constantes giras y el abuso del alcohol y las drogas empezaron a pasarle factura a MacGowan. El ’88 se transformó en el año de mayor fama para The Pogues, y fue también el inicio del quiebre.
El tercer disco, If I should fall from grace with god catapultó definitivamente su fama a nivel internacional. Producido por Lillywhite, fue incluido en los listados de ‘1001 discos que tenes que escuchar antes de morir’ y en ‘top 1000 albums de todos los tiempos’. Bastante alejados de esa rabia punk inicial, If I should… resalta por las letras afiladas y complejas unidas a una calidad de composición impecable.
Con una sola canción dividida en dos partes, “Streets of Sorroy / Birmingham six”, se lanzaron al frente de batalla en la disputa política. En ella detallan las calles irlandesas en guerra y los resultados de la opresión y represión de las fuerzas británicas. “Había seis hombres en Birmingham / en Guildford hay cuatro / fueron levantados, torturados y señalados por la ley (…) por ser irlandés en el lugar equivocado/ y en el momento equivocado”, dice una de sus estrofas. La canción cuenta la historia real de seis irlandeses torturados y privados de su libertad bajo cadena perpetua en un juicio armado. Como era de esperar, la censura llegó de manera inmediata.
Ese año Hot Press visitó a MacGowan en su casa: “Estoy harto de tocar en vivo (…) ya lo hice por mucho tiempo. Durante el último tiempo llegamos a la etapa donde lo hacemos todas las noches, semana tras semana y es demasiado”, contó en esa ocasión. “Las cosas ya están fuera de control, muy fuera de control” aclaró tras la repregunta.
En 1989 NME realizó una entrevista histórica: juntó a Nick Cave, Mark E. Smith (The Fall) y a Shane para una entrevista grupal. La nota, titulada “Los tres jinetes del apocalipsis”, se desarrolla como una conversación libre entre los tres autores, en la que hablan de todo: las drogas, la inspiración, las giras y la actualidad de la música.
Peace and love (1989) y Hell’s Ditch (1990), con producción de Strummer, fueron los dos últimos discos de The Pogues con MacGowan. Ambos fueron acompañados con giras internacionales de inicio a fin de año. El análisis de ambas placas podría ser: buenos como sus antecesores pero no tanto como ellos. En Peace and love Shane solo escribió seis de los catorce temas. Durante su presentación fueron invitados por Bob Dylan para abrir su show en Estados Unidos. MacGowan se desplomó borracho en el aeropuerto y la banda terminó tocando sin él.
MacGowan fue expulsado de The Pogues durante una gira en Japón en 1991, cuando su alcoholismo imposibilitó —una vez más— continuar con la gira. Su relación con las drogas y el alcohol estaba en su grado más intenso, al punto de no poder presentar en vivo el último disco.
Las versiones van cambiando durante los años. Que el despido fue para que entrara en rehabilitación y volviera luego, que era insostenible continuar así, que lo echaron con la excusa de disolver definitivamente la banda. Más allá de la razón exacta, años después Shane explicó que la decisión fue lógica y que habían “tardado mucho” en tomarla.
Por un tiempo, Joe Strummer dejó la guitarra y se hizo cargo de la voz, pero la idea nunca terminó de cerrar y renunció. Spider Stacy pasó a cantar y The Pogues editó dos discos más, hasta su separación final en 1996. Para entonces la mitad de los integrantes originales se había ido.
Carrera solista y The Popes
Para 1992, el ex-lider de The Pogues juntó a Tommy McManamon y “Mad Dog” McGuinness y formó Shane MacGowan and the Popes. A la alineación original se le sumaron Danny Heatly en la bateria —que venía de un breve paso por The Exploited— y colaboradores ocasionales. Si bien hicieron varios temas originales, esa llama inicial se apagó rápidamente: durante esos años The Popes era básicamente Shane tocando lo suyo pero con otros músicos, y The Pogues continuando con la música que habían hecho pero sin su voz principal.
Ese mismo año se juntó con Nick Cave para grabar un EP. “Shane recordará cuándo nos conocimos, tiene una memoria asombrosa. Pasamos mucho tiempo juntos, muchas noches a lo largo de los años. Creo que somos las únicas dos personas que se pueden aguantar el uno al otro”, contó el australiano a The Irish Times.
El EP tiene la particularidad de ser una devolución de gentilezas. Cada uno eligió la canción preferida del otro y la cantó. El lado A consta de una versión del clásico “What a wonderful world”, en dueto. En el lado B, por su parte, Nick Cave eligió “A rainy night in soho”, de The Pogues, y Shane reversionó “Lucy” de Nick Cave and the Bad Seeds.
The Snake, por su parte, salió en 1994 y se transformó en el primer disco de Shane MacGowan y The Popes. En él participaron miembros de The Dubliners, Jem Finer y Spider Stacey, Sinéad O’Connor y Johnny Depp, que toca la guitarra en “That women’s got me drinking” (da apenas unos rasguidos, para ser sinceros). El actor, a su vez, actuó y dirigió el video de esa canción. Al referirse a MacGowan, suele repetir que para él “es uno de los poetas más importantes del siglo XX”.
En el disco se encuentra “Nancy Whiskey”, conocida en nuestro país por el cover de Los Violadores en Bajo un sol feliz. Si bien la canción original es de la tradición folklórica irlandesa, fue la versión en The Snake la que lo popularizó. El tema “Victoria” se transformó en el primero en el que Shane habla directamente de su compañera de vida, Victoria Mary Clarke. Las guitarras que acompañan la canción son de Brian Robertson (Thin Lizzy y Motörhead).
MacGowan escribía y tocaba cada vez menos, sus problemas de adicciones resultaban en giras con The Popes de las que no participaba. Su relación con Clarke iba de corte en corte, por la cantidad de heroína que consumía.
En octubre de 1997 salió The Crock of Gold, el último disco de The Popes con Shane y el último que grabó MacGowan hasta la fecha. El título es una mención al poeta irlandés James Stephens. “Paddy Public Enemy No. 1” lo mete de nuevo al ruedo en la disputa política irlandesa, homenajeando al líder del Ejército de Liberación Nacional Irlandés Dominic McGlinchey, asesinado unos años antes.
El disco fue un éxito comercial y de críticas, pero MacGowan se fue despidiendo lentamente de la banda. No hubo un momento específico de quiebre. Cada uno siguió su camino: The Popes, tocando sin Shane; él, refugiado en los pubs. Para el año siguiente su nombre fue removido de las presentaciones y MacGowan siguió con su vida de adicto.
En 1999 Sinéad O’Connor logró lo que Victoria Clarke —de quien en ese momento se encontraba separado— no había podido: internar a MacGowan por el consumo de heroína. “Fue lo más cercano al infierno en la tierra que he estado, fue como mi propio Irak personal”, contó al recuperarse. “Rompió mi relación con la única mujer que he amado, y eso es lo que importa”.
Cuando MacGowan estuvo recuperado de la adicción a la heroína, el panorama se fue aclarando. En 2001 los Pogues volvieron a tocar juntos, y siguen, hasta la fecha, haciéndolo para ocasiones especiales. El año pasado, por ejemplo, para celebrar el cumpleaños 60 del cantante, se presentaron en compañía de Nick Cave, Bono, Bobby Gillespie (Primal Scream) y el presidente de Irlanda.
Un poeta contra la muerte
Contra todo pronóstico, el músico, poeta y escritor sigue vivo. Luego de que se le cayera su último diente, rehízo su dentadura por completo y se casó con Victoria en 2018. Desde 2015 está en silla de ruedas por una fractura de la pelvis. La recuperación se ve retrasada por los efectos del alcohol y las drogas en su cuerpo, por lo que prácticamente no puede caminar.
Al irlandés lo vienen dando por muerto desde hace muchos años. Todos apuestan cuánto tiempo le queda, pero él sigue yendo a bares y tocando cuando puede y quiere: “Durante los últimos treinta y cinco años dijeron que supuestamente tendría seis meses de vida. Que digan eso te termina dando un incentivo para no morir. Enfrentémoslo, tengo una vida encantada. Soy un bastardo con suerte”, contó en 2015.
Pasaron más de veinte años desde el último disco en el que encontramos una canción de su autoría. Él dice que continúa escribiendo, pero difícilmente volvamos a escuchar algo nuevo. MacGowan, que narró de manera excelsa la nostalgia y los sentimientos de monotonía y opresión, va consumiéndose poco a poco, como las botellas que tomó a lo largo de su vida. Eso sí: lo que no desaparece es su impronta. Su retrato de la vida cotidiana resuena cada vez que fichamos para entrar al trabajo. //∆z