Sergio Gaiteri: “Para un narrador el estilo define no sólo el modo cómo se cuenta sino lo que se cuenta”
Por Walter Lezcano / Fotos de Jesica Giacobbe

Desde Córdoba el escritor analiza su estilo -definido por la austeridad y cierta sobriedad-, su proceso de escritura y su trabajo como docente literario.

Por Walter Lezcano
Fotos de Jesica Giacobbe

 

El escritor cordobés Sergio Gaiteri (1970) acaba de publicar sus dos últimos libros por la editorial Alto Pogo, de Buenos Aires. Para alguien que sitúa sus historias en el corazón de ciudades pequeñas de Córdoba, parece la confirmación de que los buenos textos encuentran a sus lectores en cualquier lado. Con un estilo cuidado al extremo, desde la sutileza y el gesto que nunca se desborda, Gaiteri pone el ojo en lo que siempre debe ser la literatura: lo que está por debajo de los radares de la obviedad, el lugar común y lo reconocible como hegemónico. La literatura siempre es la búsqueda de esa otredad (cercana o lejana) que solo pueden visibilizar y poner en valor quienes escriben.

Los cuentos de Nadie extrañaba la luz (2018) encuentran una continuidad en la novela Tus amigos quieren que vuelvas (2022): la búsqueda que permita reconocer el corazón de una historia y despojarse del resto. Gaiteri busca ir al hueso, sin desvíos ni atajos. Hay algo radical ahí, y es algo de lo que siempre se puede aprender. En diálogo con ArteZeta, vía mail y desde Córdoba, el autor se explaya sobre todos estos temas.

AZ: ¿Qué relación tenés con Buenos Aires, en el sentido y aspecto que lo quieras analizar?

Sergio Gaiteri: Mi últimos dos libros pertenecen al catálogo de Alto Pogo, una editorial de Buenos Aires. Eso y algunos amigos que viven allá me mantienen en contacto con esa ciudad. Me gustaría estar ahí para escuchar más jazz en vivo. Y no sólo jazz. Franco Battiato hace unos años tocó en Buenos Aires y no fui a escucharlo. El año pasado murió en su Catania natal. No me lo perdono.

AZ: Sos docente de Letras. ¿Cómo conviven en vos la teoría y la práctica de la literatura?

SG: Justamente, soy profesor de Teoría Literaria. Diría que conviven contradictoriamente. Soy consciente de muchos mecanismos narrativos, de sus artilugios, sus trucos; lo cual, supongo, me otorgaría una ventaja y me impediría caer en reduccionismos o ingenuidades, pero a su vez me hace sumamente crítico de lo que voy elaborando, y se podría entender que eso hace menos intuitivo y fluido su desarrollo. Asumo esa contradicción, pero tengo como premisa, para lidiar con ella, tender siempre a algo así como un principio de simplificación. Lo cual, a su vez, es paradójicamente una de las tareas más complejas y laboriosas de llevar a cabo en el arte contemporáneo.

AZ: ¿Sabés rápidamente si una idea es para cuento, nouvelle o novela?

SG: En principio no, pero por la forma en que les voy dando vueltas a las ideas termina por decantar en uno de eso formatos. Generalmente tengo una imagen, a la cual, a partir de ciertas premisas, le voy anexando otras imágenes y circunstancias; pero todo se da de un modo entre lúdico y necesario, casi naturalmente. No me importa cuánto tiempo tienen que divagar en mis cuadernos y en mi cabeza esas imágenes. Se acomodan, se conectan, discuten. De ese modo, un relato, en su estructura, adquiere su forma, su lógica y, por ende, su extensión.

AZ: Tenés una zona geográfica bien marcada para tus ficciones. ¿Esto es buscado de forma consciente y deliberada?

SG: Hay algo del orden de lo inmediato natural. Esto sería que el tiempo y el espacio, el cronotopo decía Bajtín, se incruste en el texto y produzca sentidos como un elemento más en el relato, sin extrañamientos, sin aislarse, sino formando un todo con los personajes y sus acciones. Y para eso necesito mínimamente conocer y sentir esos espacios. Son mis espacios, mi hábitat. Conozco su luz en un determinado momento del día, sus ritmos, sus olores. Y aunque esto no aparezca directamente en los relatos, se percibe de algún modo en el sustrato de los personajes, en sus dramas, sus existencias.

AZ: ¿Ves una continuidad en el estilo de escritura de Nadie extrañaba la luz y Tus amigos quieren que vuelvas? ¿El estilo es algo que te interesa?

SG: Claro. Es lo más importante. Para un narrador el estilo define no sólo el modo cómo se cuenta sino lo que se cuenta. En mi caso, ese estilo se podría definir por la austeridad, por cierta sobriedad, un ejercicio de maximización de sentidos a partir de la menor cantidad de elementos, una especie de respeto por el silencio, o por lo que se calla más que por lo que se expresa.

AZ: Tus historias parecen manejarse en una zona de desastre inminente. Hay cierto control en las historias. ¿De qué manera nacen y cómo las trabajás?

SG: Por lo general tiendo a estructuras muy básicas de unidad de tiempo y espacio, a cierta perplejidad de los personajes llegado un momento de las relaciones con los otros. Recurro al pasado necesariamente como un modo de dar sentido a esa intemperie, pero trato, y esto es lo más exigente a nivel de composición, que nada suene a justificación o explicación conductista, sino por el contrario, que deje al lector tan confundido como los personajes, o como yo mismo.

AZ: En Tus amigos quieren que vuelvas hay ciertos vacíos (el pasado de Mara y del narrador, por ejemplo) que funcionan como misterios que nunca se resuelven.

SG: Cierto. Y tiene relación con lo expresado anteriormente. Hay una frontera que la narración no traspone. Además, en Tus amigos quieren que vuelvas, el silencio es determinante. Los une ese mutismo. Saben que cada vez que hablan cada uno de ellos se desdibuja para el otro.

AZ: ¿Cómo abordás el proceso de corrección de un texto?

SG: En realidad, en la misma escritura ya está involucrado algo del proceso de corrección: que no sobre nada, que lo accesorio no perturbe lo esencial. Luego, indudablemente, se pasa y repasa desde esa lógica, y se retocan algunas cuestiones de cadencias, de sonidos.

AZ: ¿Qué influencias podés reconocer en tu escritura?

SG: Muchas, algunas implícitas y otras muy evidentes. Entre las primeras, vinculadas más a lo anímico, no escribiría una línea si no me hubiera obsesionado, desde que empecé a leer prácticamente, por la obra de Juan Carlos Onetti, por cada uno de sus cuentos y sus novelas. Luego, lo explícito, entre una lista mucho más grande de escritores norteamericanos: Sherwood Anderson, Richard Yates, Raymond Carver, Charles Bukowski, Grace Paley, Phillip Roth, Tobias Woolf, Lucia Berlin, Richard Ford.

AZ: ¿Tenés un proyecto de obra? ¿Tenés obsesiones sobre las que volvés de forma constante?

SG: Creo que cada relato que escribo trata sobre diversos modos, en nuestra época, en que la gente se relaciona, en las maneras en que se ama y se detesta. El proyecto es ir plasmando de vez en cuando, en algunos relatos, esos sutiles modos de relaciones, mientras yo mismo me modifico cada día y el mundo no deja de moverse.

AZ: En este momento, ¿qué te impulsa a escribir ficción y qué lugar te parece que ocupa la ficción literaria en este mundo post-mortem que dejó la pandemia?

SG: Continúo escribiendo por cierta curiosidad, por seguir sin tener nada en claro. Respecto a la pandemia, esa situación profundizó o expandió algo que era un estado habitual en mi forma de percibir la existencia, lo que algunos psicólogos llaman “sensación de ruina”; no mucho más que eso.