Una charla a fondo con Santiago Barrionuevo, cantante de El Mató a un Policía Motorizado, sobre su vida antes de la música, el éxito, las giras y la juventud eterna.
Por Tomás Fox y Lucas Villamil
Fotos de Rodolfo Schmidt
En la barba de Santiago Barrionuevo ya aparecen varias canas, pero su mirada sigue siendo la de un chico. Es el anteúltimo de cinco hermanos, cuatro varones y una mujer, y hoy está dibujando en la casa en la que transcurrió su infancia en Villa Elvira, a las afueras de La Plata, a pocas cuadras de donde él vive. Sus amigos de la banda Bestia Bebé le pidieron el arte de tapa para su próximo disco y está bocetando a los miembros de la banda transformados en Karate Kid y Van Damme.
“Yo en el primario era el que dibujaba bien de la clase y ya se entendía que tenía que ir al Bellas Artes, ésa era mi gracia. Hacía historietas con mis compañeros que estaban buenas, pero yo un día las odié y las tiré todas. Me acuerdo una que había lección y estaba la profesora que era un monstruo horrible -en la historieta, pero en la vida real seguro que también-. Eran graciosas”, dice.
Fue en esos días de comienzos de los noventa cuando se sembró la semilla de lo que hoy es el principal proyecto de Santiago: El Mató a un Policía Motorizado. “Durante la primaria empecé a hacer un ciclo para ingresar al secundario, y ahí lo conocí a Willy. Después, cuando empecé Bellas Artes, me anoté en plástica, no en música, y los chicos de música habían armado una banda. Un día, iban a grabar un video y el chico que cantaba no estaba y entonces canté yo, fue divertido y a partir de ahí me quedé en la banda”, recuerda.
AZ: ¿Cuáles eran tus principales influencias en aquel momento?
S: Una influencia fue la de mi hermano más grande, que me lleva diez años y es dibujante. Me copaba que dibujaba bien y era un personaje divertido. En un momento abandoné el dibujo por la música y él me decía que hacía mal, que tenía que desarrollar mi talento para el dibujo porque música hacía todo el mundo, y dibujar, pocos.
En la cocina de la casa, preparando café para nosotros está el Chango, padre de Santiago, de quién heredó el apodo y algo más: “Mi viejo es ingeniero en construcción y dibujaba planos, cosas aburridas, y cuando yo le pedía que me dibujara algo me dibujaba autos, y eso me copaba. El toca la guitarra y canta tangos, folclore. Siempre antes de cenar se encerraba arriba en la pieza, apagaba la luz y se ponía a tocar, y con mi hermano chiquito nos colábamos a escucharlo” recuerda.
AZ: ¿Cómo tomaste la decisión de ser músico?
S: A los 20 años era un estudiante vago en la facultad de Bellas Artes, estábamos todo el día en la casa del abuelo de un amigo justo en el centro de la Plata. Yo siempre tenía una actitud más pasiva, si no me invitaban a una banda yo no hacía nada, no hacía canciones. Me di cuenta que tenía que cambiar mi actitud, estar más activo. Ahí me hice amigo de Manu y decidimos juntarnos a hacer una banda. Hice las primeras canciones, se las mostré y vi que a él le gustaron, le tocaron una fibra, y eso me dio tranquilidad.
AZ: ¿Tuviste otro trabajo antes de dedicarte a esto?
S: Yo era docente de plástica en una escuela primaria. Tenía buen vínculo con los pibes, y era increíble porque todos tenían historias marginales, feas. Los pibes eran ultra salvajes y con una energía extraña, pero son nenitos. Es muy loco, muy intenso. Yo creo que era un buen profesor, a veces extraño un poco eso porque los nenes son muy cariñosos, añoro mucho la infancia y me gusta ver cómo juegan los nenes, me hace acordar a cuando era chico. En esta escuela eran muy salvajes, hacían mucho quilombo y cuando yo daba en el clavo con algo estaban todos calladitos dibujando y venían los maestros de otros grados a ver qué pasaba, era una revolución científica. La maestra del grado se quería suicidar porque ella iba todos los días y eso era un caos, y cuando veía mi clase me preguntaba cómo hacía, y yo decía nada, les gusta dibujar. Y después yo llegaba y ella les estaba dando la misma clase que yo para tranquilizar a los nenes.
AZ: ¿Cómo fue el momento en que decidiste volcarte de lleno a la banda?
S: Cuando decidí dejar todo y dedicarme a la banda, tuve el apoyo de mi familia y salió más o menos bien. Pero igual el riesgo sigue porque en el mundo artístico uno no llega nunca a un lugar estable como si fuera una oficina. Un mes te va bien, ganás plata, pero en cualquier momento lo que haces pierde interés… Igual yo sé que es así y lo disfruto, la inestabilidad es algo que te mantiene en estado de alerta, y eso es bueno.
AZ: ¿En qué pensas cuando subis a un escenario y ves que hay cada vez más gente?
S: La convocatoria siempre fue gradual. Yo tengo el recuerdo de que el primer recital que hicimos en Capital, en Salón Pueyrredón, había tres personas, y dos habían venido con nosotros. Ni las bandas que tocaban después estaban. En el segundo recital, que fue en Cemento antes de que cierre, había diez. Igual siempre me sorprendo, cuando viene un montón de gente a los recitales, esos días de invierno, pienso que yo no iría ni en pedo a ver a mi banda. Me digo que va a llegar un día que la gente no va a venir más y que puede ser hoy.
AZ: ¿Ya te acostumbraste a convocar a mucha gente?
S: Hay cosas que uno naturaliza pero eso no. Eso me emociona y es muy loco, y lo disfruto un montón.
AZ: ¿Recordás alguna inspiración particular que te haya ayudado a escribir tus primeros temas?
S: Diego, que tocaba en Mazzinger y ahora tiene una banda que se llama Koyi, era amigo mío hace un montón y un día se puso a hacer canciones, y estaban buenísimas, nos volvimos locos. Y salieron de la nada, porque era un chabón que tenía la biblioteca de Messi -un chiste que hace siempre Fabián Casas-. Las letras estaban buenísimas, las melodías, eso fue re inspirador, lo cercano te motiva más, decis “yo también quiero, y puedo”. Si uno piensa en Freddie Mercury, una especie de Dios inalcanzable, es más difícil decir yo también quiero ser así.
AZ: Lo mencionaste a Fabian Casas. ¿El te da consejos de escritura?
S: Cuando Fabián Casas nos hizo la primera nota, estábamos en la casa de Willy y teníamos los bocetos de El Día de los Muertos y se los mostramos y él decía: “esto es genial, es un poeta”. Y te cagas de risa por cómo lo dice. Pero ahora, en los últimos, me parece que bajó el entusiasmo, aunque no me lo dice. Somos amigos, nos podemos decir cualquier cosa. Yo le critiqué algunas cosas de Jauja, la película que escribió y que actúa Viggo Mortensen, y me parece que no le gustó. El siempre me jode que quiere producir el próximo disco de El Mató, pero yo le digo que él no tiene ni idea de música.
AZ: ¿Por qué te parece que bajó su entusiasmo? ¿Te dijo algo?
S: Fabián nos dijo que el artista siempre tiene que ir en contra de su propia facilidad. Que está bien, es una máxima bárbara… Yo igual no creo que si no hacés eso no sos artista, pero sí me inquieta la posibilidad de repetirme, no me gusta. Hay mil cosas que son diferentes y que me gustaría abordar por satisfacción propia. Pero hay ciertas formas que nos gustan a todos y que están ahí dando vueltas y a veces caemos en ellas porque es lo que nos gusta hacer, y yo se que eso pasa en todas las bandas. Por eso tengo mis proyectos solistas. Siempre le digo a Fabián que tengo un proyecto que cuando lo haga le voy a cerrar el orto. Tengo unas canciones que son medio heavy metal y que cuando tenga tiempo lo quiero concretar, un heavy melódico tipo Rata Blanca.
AZ: ¿Tenés miedo de repetirte?
S: Uno cuando está al lado de la obra, las diferencias las ve más grandes que a la lejanía. Yo creo que hay un cambio muy grande de Navidad de Reserva al primer disco, pero cuando digo eso me dicen que son iguales.
AZ: ¿Cómo te llevas con las críticas?
S: Por lo general son buenas las críticas que recibimos, no nos podemos quejar. Me da miedo el día que nos destrocen y tal vez no estemos preparados para tanta maldad. Nosotros somos muy fan de la revista española RockDeluxe, que le da con todo a todos, y eso está buenísimo porque genera un plano de crítica donde vos ya sabés que te van a dar con todo, y cuando hablan bien de vos está buenísimo.
AZ: Hablemos un poco de canciones. ¿Por qué, en el tema “Terrorismo en la Copa del Mundo”, solo dice “si vienen a buscarme estoy dormida”?
S: Trato de evitar explicar las letras porque cada uno tiene su interpretación y me ha pasado a mí que cuando explican la canción, te la matan. Pero en el tema “Terrorismo en la Copa del Mundo”, primero hicimos la canción y le pusimos esa frase, “si vienen a buscarme estoy dormida”, que era algo medio melancólico de alguien que no quiere salir de la casa, está guardada, y después cuando estábamos poniendo los nombres surgió ese título, pero no tenía nada que ver. Nosotros pensábamos en el terrorismo de ahora, más de extremistas islámicos. Pero después una chica, un 24 de marzo puso en el Facebook una foto de Videla y esa frase, si vienen a buscarme estoy dormida. Le dio un significado distinto, mejor que el que yo había pensado, y ahora cada vez que canto ese tema lo pienso de esa manera y me emociona.
AZ: ¿Por qué en el último tema de cada disco está la palabra fuego?
S: En el primer disco pusimos la canción “Prenderte Fuego” y cuando hicimos el segundo, “Árbol de Fuego” la pusimos última y la canción tenía el mismo espíritu, un cuelgue medio kraut, y nos gustó esa idea de terminar con algo medio cuelgue, y a partir de ahí todas, porque nos divertía, y ahora estamos atrapados en esa idea.
AZ: En el disco El Día de los Muertos, ¿hay un mensaje profético?
S: Cuando armamos El Día de los Muertos estábamos muy copados todos con los temas del Apocalipsis, las profecías Mayas, lo religioso, lo político… todo eso se mezclaba, la fábula y lo real, y eso generaba un combo que estaba bueno, era divertido hablar de eso y usarlo estéticamente para el disco. Me gusta cómo queda el lenguaje religioso en las canciones, y algunas ideas también me gustan en sí, pero a veces jugando, solo con lo estético. Cuando hablábamos del fin del mundo nos copábamos con esa idea del fin del mundo como un cambio, no como una hecatombe en la que no queda nada, sino un momento en que se llega a un punto extremo en donde el hombre está obligado a evolucionar. Es una idea que se puede aplicar a todo, a la vida de uno y a lo que pasa todo el tiempo.
AZ: ¿Vos cómo intentas evolucionar?
S: No sé, es difícil, pero creo que tiene que ver con el desapego del ego, es lo más importante. La mayoría de los problemas pasan por eso. Y las profecías no hablaban de eso pero quizás tienen que ver con eso. Había algo mágico de lo que hablaban con respecto al magnetismo que también estaba bueno. No solo la actitud del hombre frente a esa situación extrema es la que tiene la obligación de evolucionar, sino que también iba a ocurrir un fenómeno natural físico que era un cambio en el magnetismo de la tierra que iba a ayudar a las personas a doblar su energía en cada acto, que cada acto que realizaran iba a ser doblemente bueno o doblemente malo. Ese cambio de magnetismo iba a generar una especie de caos que podía ser para bien, pero que algunos lo iban a utilizar para el mal.
Yo siento que a veces hay que hacer ejercicios de desapego respecto al ego, y uno a veces se siente medio tonto, pero qué va a ser, soy tonto. En ese momento que uno entiende la situación uno piensa que automáticamente la tiene que superar, por el solo hecho de entenderla, pero no es así de fácil.
AZ: ¿El Mató es una banda optimista?
S: La vida tiene optimismo y pesimismo, y nosotros tratamos de jugar con la mezcla de las dos cosas, desde lo musical y desde las letras. La vida es buena, pero el final es malo, nos morimos. Y después, por las dudas, pienso que no pasa nada axial no me decepciono en el cajón. El sentido de que estemos acá es vivir la experiencia de la vida, que es hermoso.
AZ: Por estos meses El Mató está de gira en gira. ¿Eso hace que la vida sea más hermosa?
S: Gracias a El Mató fuimos a Europa y a Estados Unidos y a lugares que nunca íbamos a ir, y tal vez en otra vida también hubiésemos ido, pero de otra manera. Ir a hacer lo que a uno le gusta hacer es una experiencia distinta. Lo más divertido es hacer amigos de lugares lejanos y extraños, y entrar en confianza rápido, hay algo mágico que pasa, y que nos une la música.
AZ: ¿Cuáles son sus lugares favoritos?
S: Nos gusta mucho tocar en Estados Unidos, Nueva York no la terminás de conocer nunca. Barcelona también nos encanta, Berlín es una locura. La posta en las giras es alquilar una casa para todos, con AirBnb. En Estados Unidos nos encanta tocar, aunque en ese contacto sos nada, pero nosotros nos criamos escuchando toda esa música. Cuando empezamos teníamos un compilado del sello Matador que estaba Yo La Tengo, Pavement, Guided by Voices, Cat Power, ese casette era la biblia.
AZ: ¿Se encontraron con gente muy admirada por ustedes en esas giras?
S: La primera vez que tocamos en el Primavera Sound nos dijeron que en el público estaban los Yo la Tengo, pero no los vimos. El encuentro más loco que tuvimos fue con Jota, de Los Planetas. Después algunos más cholulos, como sacarnos una foto con los Pixies, pero con Jota fue una locura porque se nos acercó y nos cantaba las canciones, era como un nenito. Me copaba Los Planetas porque sentía que éramos muy parecidos, teníamos las mismas influencias. Jota me decía: “Yo pensaba que se habían acabado las melodías pero llegaron ustedes”. Cosas así, lloras. Lo mismo pasó con Julián, de Embajada Boliviana, una banda punk de La Plata de los 90, que era mi ídolo de la infancia y gracias a él me dieron ganas de hacer música. Me acuerdo el día que me compré el cassette, que era una fotocopia con un casette grabado, y lo puse acá en mi habitación, y me voló la cabeza. Cuando le cuento eso a Julián no le gusta porque es un ensayo que suena como el orto y él lo debe odiar.
AZ: ¿Qué es lo que más te gusta de la ciudad en la que vivís?
S: Lo que más me gusta de La Plata es que haya mucha juventud, creo que el espíritu de esa juventud es lo que le da vida a esta ciudad que sin eso sería un pueblo horrible, conservador. Pero eso lo hace una ciudad hermosa, a mi me gusta mucho, no viviría en otro lado.
AZ: ¿Gimnasia y Esgrima tiene algo que ver?
S: De chico era de River como toda mi familia, después me hice de Boca para llevar la contra en una etapa rebelde, pero no me importaba mucho el fútbol. Después, ya más de grande, por mis compañeros de la escuela, me hice de Gimnasia. Empecé a ir a la cancha, me hice socio. Es el mejor club del mundo, podría justificar, pero no viene al caso. El hincha de Gimnasia nunca salió campeón y está en un estado como de tantra. Ir a la cancha, ahí en el bosque, en otoño, primavera, cualquier época, es lo más lindo que hay. El hincha de gimnasia, las personas, es muy particular. Tengo una familia ahí, hay mil historias únicas.
AZ: ¿En qué crees más: las decisiones o el azar?
S: Las cosas se fueron dando más o menos como yo quería. Por suerte y porque en algún momento me puse las pilas. Las decisiones propias tienen más peso que el azar, espero, si no me volvería loco. Yo se que tuvimos suerte, si existe la suerte. Nos ocurrieron cosas que nos ayudaron y que estaban más allá de nuestro alcance. Pero también estoy contento porque siempre fui medio vago y un día dije “bueno, voy a ponerme las pilas”, y todo ese esfuerzo rindió sus frutos. Yo cuando era chico odiaba ese tipo de comentarios que hacían los adultos, como el que estoy haciendo ahora.
AZ: ¿Te molesta haberte convertido en un adulto?
S: Si, me molesta, ser adulto es lo peor que hay. Pero me gusta ver cómo fui transformando la realidad a mi favor. Me salió bien. Me pone contento eso.
AZ: ¿Qué proyecto tenés para el futuro?
S: Me gustaría hacer cine en algún momento, pero es algo que lleva mucho tiempo y no tengo tiempo. Pero es algo que me apasiona y siempre estoy planeando, escribo cosas y cuando tengo tiempo filmo cositas y edito. Algún día me gustaría hacer algo más grande.
AZ: Y para éste fin de semana, ¿Cuál es el plan?
AZ: Tocamos mañana en el Teatro Vorterix, junto a Koyi. Nos vemos ahí. //∆z