Artaud es uno de los discos más emblemáticos del rock nacional. Spinetta lo presentó en octubre de 1973 en el Teatro Astral. El cassette de una grabación amateur que registró una de esas dos fechas fue, primero, recuperado por la familia del Flaco y, luego, remasterizado y publicado. Seis claves para viajar a ese momento.
Por Carlos Noro
Luis Alberto Spinetta encontró en Artaud la manera de hacer un disco solista que simbolizó un quiebre: por un lado, la separación de David Lebón, Black Amaya y Carlos Cutaia, que buscaban virar hacia el Rhythm and blues. Por otro, afirmar una idea que íntimamente sostenía “Pescado Rabioso soy yo” mezclada con el imaginario insólito de que su nombre no saliera en la tapa. Finalmente, con la ayuda de su hermano Gustavo Spinetta y sus compañeros de Almendra, Rodolfo García y Emilio del Guercio, grabó lo que muchos consideran el disco fundamental del rock argentino. Una obra rupturista tanto desde su propuesta, pues toma como referente al poeta francés Antonin Artaud sin ser explícito en cuanto a su vida u obra en ningún momento del disco, y en cuanto a su formato, con una tapa de forma irregular.
Spinetta presenta Artaud en dos fechas en el Teatro Astral, sin otra compañía en el escenario que la de su guitarra. Una de ellas fue grabada por Eduardo Avelleira, por ese entonces un joven fanático de Spinetta. A las once de la mañana, síntoma de los tiempos que se vivían, Avelleira fue al teatro con un grabador Phillips monoaural y mantuvo apretado el botón rec durante todo el show. Muchos años más tarde, el cassette reapareció en una mudanza y terminó en manos de la familia de Spinetta. Desde el 26 de junio, y tras un trabajo de remasterización a cargo del ingeniero en sonido Mariano López, esas canciones están disponibles al público.
Allí se percibe un Luis Alberto Spinetta urgente en la manera de expresar sus ideas, consciente de lo que pasaba a su alrededor. Sobrevuela la idea del poder transformador del arte y la de una nueva época. Y, tal vez, la de una generación que soñaba con cambiar el mundo.
No es descabellado imaginar que para Spinetta la composición de Artaud fue un cimbronazo mental acorde a la búsqueda que emprendía. Esto se percibe en el ánimo con que encara la presentación del show. Aquí hay dos gestos que se vislumbran con claridad. Uno, el didáctico, que se evidencia en la paciencia con que en la soledad del escenario menciona la figura de Artaud antes de iniciar el concierto. El otro, el argumentativo, que tiene una dimensión clara: romper la idea de que el artista está en un lugar impoluto e intocable.
“Yo me siento en el mismo lugar y al mismo nivel que ustedes”, dice. “Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar”, remarca, con una necesidad imperiosa de comunicarse. Tal vez simbolice una forma de sentir no solo personal sino también generacional. Consciente de esa interacción con el público, que se anima a gritarle algo o que lo aplaude fervoroso, culmina este primer momento del recital con un manifiesto musical: “Ante la complejidad musical que transforma a la música en bola de ruido, yo quiero tocar con mi guitarra acústica”.
Lo que viene después es una notable versión rockera, blusera y rabiosa de “Me gusta ese tajo”. Como si el mismo Spinetta quisiera decir que para hacer rock no es necesario enchufar una guitarra, una de las conclusiones evidentes del show.
- Una canción inédita: “Ella flota por Mi”
“No sé si esto les gusta” responde un envalentonado Spinetta frente a alguien que le grita algo inentendible. Se genera un pequeño intercambio entre el público que da la pauta de que en algún punto no todos los caminos del Flaco eran percibidos como legítimos. La canción, inédita hasta ahora y escrita junto a David Lebón, es una verdadera joya de psicodelia acústica.
- La aparición de “Barro Tal vez”
Spinetta comienza una defensa del folclore y su relación con el rock: “los músicos de rock verdaderos nunca pudimos eliminar el folclore de nuestra música, haberlo intentado hubiera sido un desmembramiento”. Critica al “folclore de proyección” que se presenta como “una música nueva y de liberación” y, luego, presenta por primera vez esta zamba que compuso a los trece años y que recién se grabaría en el genial Kamikaze de 1983. “Ojo con burlarse de esta zamba”, dice con seriedad y logra un absoluto silencio en todo el teatro.
- El estrenos de dos clásicos: “Todas las hojas son del viento” / “Bajan”
“Lo hice después de una experiencia muy vital”, dice de “Todas…”, y articula una defensa frente a un “tema que suena facilongo” pero que es “fruto de mucho esfuerzo para que quede bien”. Junto a “Bajan” constituyen dos de los momentos altos de un show que en el que las canciones acústicas e íntimas brillan con luz propia.
- La complejidad de “Cristálida”
El mismo Spinetta certifica el contraste entre la simplicidad de las canciones anteriores y la complejidad de esta, incluida en Pescado 2. La interpretación es de un nivel impresionante, que muestra a un Spinetta capaz de sostener la tensión de la canción sin ningún problema.
- El hermoso cierre con “Cantata de Puentes Amarillos”
“Es un tema largo que en vez de ser con módulos iguales como Cristálida es con módulos diferentes” es la manera de presentar una versión muy similar a la que luego fue parte del disco. La intensidad es impresionante, por lo que quizás varios se hayan idos convencidos del nuevo rostro de Spinetta.//∆z