En el libro de cuentos, Cristian Godoy nos introduce en pequeñas interacciones cotidianas donde la incomodidad del silencio es lo que más ruido hace.

Por Matías Buonfrate

Godoy recorre en sus cuentos el contorno de la figura de aquello que consideramos normal. Los elementos del fondo son la molestia, imperceptibles pero no por eso inexistentes. En los relatos, lo que se dice exige tanta atención como lo que permanece acallado. Como lectores es mejor disponernos a reunir índices y sutilezas del lenguaje y los comportamientos de los personajes.

En “Belleza arruinada”, una pareja avanza hacia su separación. El narrador del cuento y su mundo componen una figura que está en conflicto. Fabián, pareja del narrador y su mundo componen un fondo, en el que el narrador se mueve incómodo. Su sexualidad bucea en el territorio de Fabián, duda si podrá unirla a la figura que compone frente a sus padres. Silencios y negaciones también (de)construyen al protagonista de “La alegría es como el olor a cigarrillo”, un profesor de colegio secundario que recuerda a uno de sus alumnos, fallecido el trimestre anterior.

A lo largo del volumen, Godoy aborda preguntas simples que de tan cercanas se convierten en grandes incertidumbres. Nos recuerda que la moral es una cuestión de todos los días. ¿A dónde nos llevaría ir más allá del “cómo estás” coloquial? ¿Era esto lo que esperábamos del amor? ¿Qué harías con el secreto de un compañero de trabajo? Uno de los cuentos más concisos respecto de esto es “Viaje de estudio”. Un joven narra el campamento que realizó en segundo año del colegio secundario y la incertidumbre que le presentaba su mejor amigo, un interrogante demasiado grande para encarar desde su inmadurez sentimental. “Ruidos molestos” también parte de un interrogante, es un escenario donde el grosor de una medianera puede ser una distancia abrumadora. Una pareja sospecha que los habitantes del departamento contiguo golpean a su hija, dudan, organizan un plan para interceder, el silencio parece seducirlos.

A pesar de la crudeza, Godoy aborda estos temas con humor. En la elección de palabras y acciones crea un ambiente de ironía que puede causar melancolía antes que gracia. El cuento con más gags y malentendidos es el que abre el libro. “Una fecha fácil” nos introduce al monólogo de una docente de primaria. Tiene la urgente tarea de encontrar a un veterano de la guerra de Malvinas para un acto escolar. Entre los prejuicios de la docente y la forma en que resuelve los problemas, se podría componer un sketch televisivo. Sin embargo, son la válvula de escape de en entorno en el que todos prefieren correr la mirada de los hechos históricos, inclusive quienes los protagonizaron. “Flashdance” nos pone en la perspectiva de unos niños aburridos que pasan la tarde mientras observan desde el balcón a una vecina que ha sufrido un accidente en su terraza. Como en “Ruidos molestos”, nos preguntamos cuándo y cómo intervendrán, la respuesta está cargada de humor negro.

Varios de los cuentos transcurren en una escena, de pocas horas de duración, donde el tiempo se amplía a través de flashbacks. Así vemos que el retorno al pasado es constante en el monólogo interior de los personajes. La forma en que viven el presente es a través de la recreación de sus fallidos. En el libro escasean los héroes que se eleven por sobre sus circunstancias y las revelaciones. Los personajes de Godoy ganan profundidad en sus limitaciones, sus dudas y miserias.

En este juego de presente y pasado se organiza “Negocios con japoneses”. Joaquín y Luis, una pareja de amantes, aterrizan en una isla con su avioneta. Ambos viven una doble vida, mienten a todos y a sí mismos. Quizás lo más sincero que Joaquín y Luis logren decirse llegue demasiado tarde. También en “Acapulco” encontramos un joven que reflexiona sobre la vejez al ver al abuelo de una de sus amigas de la infancia. No logra conciliar la imagen que guarda en sus recuerdos con la degradación que la enfermedad causó en el anciano.

Si bien todos los cuentos reúnen silencios, secretos, humor y el pasado en distintas gradaciones, en dos de ellos los encontramos más equilibrados. En “Besos al aire” una pareja se desarma mientras reconstruye su casa. Entre las dificultades para hablar de sus problemas y la imposibilidad para reflexionar sobre su rutina, Paola se tienta con la infidelidad y la parafilia. En “Miss Silvina” una secretaria ejecutiva termina por descubrir el secreto más cuidado de uno de sus compañeros de trabajo.

En cada uno de los cuentos que componen Ruidos molestos, Godoy nos pone de frente, sin golpes bajos ni efectos especiales, con temores e inseguridades próximos. Los que permanecen en silencio en nuestro interior, justo donde hacen más eco.//∆z

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