Entrevista con el director del documental Retrato incompleto de la canción infinita, que ofrece algunas pinceladas sobre el prolífico y multifacético Daniel Melero, uno de los músicos esenciales del rock argentino.
Por Pablo Díaz Marenghi
Fotos por Rodrigo Ottaviano
Daniel Melero (1958) no suele ocupar las grandes marquesinas del rock vernáculo. Sin embargo, al hablar con músicos y melómanos de la escena independiente o de la llamada “movida sónica” su nombre se vuelve ineludible. Ya sea como destacado productor, lugarteniente de Gustavo Cerati en Soda Stereo, ladero de Carlos Cutaia o voz de Los Encargados. O tal vez los fanáticos del tecno-pop (subgénero que supo cimentar en la Argentina) también citen discos como Travesti (1994), de su revulsiva y variopinta obra solista.
Es un artista inquieto: canta, compone, actúa, escribe y convierte a la experiencia artística en su propio oxígeno. En declaraciones a la prensa se ha definido como un “no-músico”, porque problematiza y cuestiona con frecuencia el quehacer musical; lo vacía y lo puebla de un nuevo significado. Dice, con descaro, que no sabe tocar ningún instrumento. Lo han llamado, en más de una oportunidad, el “Brian Eno argentino”, debido a su inquebrantable búsqueda artístico/estética. El director Roly Rauwolf retrató las mil y un caras de este artista mutante en un documental que, ya desde su título, reconoce su fracaso a la vez que lo legitima. En lo imposible de la síntesis sobre la personalidad y la obra de Melero radica la virtud de las pinceladas que expone esta obra audiovisual.
El retratado desborda carisma y profundiza en los conceptos más que en la teoría y técnica musical. Brinda ideas que conducen a su manera de tocar y entender la canción, al acto de grabar y componer. A Melero se lo muestra fervoroso, en una sala de ensayo, dando indicaciones puntillosas y extasiado a la hora de darle rienda suelta al acto creativo. Queda en evidencia su obsesión dentro del estudio, donde se mueve con comodidad. A la vez, repasa anécdotas con bandas como Los Brujos o Victoria Mil (a quienes produjo), y afirma: “Jamás he participado de un disco en donde no haya algo que admire”.
El ex Los Encargados es una máquina de tirar frases contundentes: “El gusto se lo aplico a la comida. No pretendo eso de la música”, o “Un disco es una obra inconclusa siempre”. También suelta datos poco conocidos sobre su participación en Oktubre (1986), el segundo disco de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, al que, cuenta, llegó a partir de su noviazgo con Vivi Tellas (quien grababa coros para la banda liderada por Solari/Beilinson). Y afirma: “no me han gustado nunca Los Redonditos”. Otra historia interesante: afirma que Soda Stereo le ofreció producir su primer disco pero que, por exigencias del sello que los había contratado (Sony), les terminaron imponiendo a Federico Moura (con el que, claro, también mantenían una excelente relación). “Eso me terminó beneficiando —admite Melero— ya que Federico propuso que incluyeran “Trátame Suavemente” (canción de Los Encargados) y yo jamás la hubiera incluido”.
La película se estrenó en el marco del BAFICI 2019 y no tiene aún fecha de estreno oficial ya que se encuentra girando por diversos festivales. Su director, en diálogo con ArteZeta, aseguró que en breve se subirán a la web algunos fragmentos y en noviembre se realizará una proyección en la Casa del Bicentenario. A la vez, amplió un poco más este universo incompleto de un artista total.
AZ: ¿Cómo surgió la idea del documental y cómo era tu relación previa con él y su obra?
RR: La idea del documental siempre estuvo en mí. Me interesa el género y me interesan los documentales de música, pero empieza a tomar forma en 2012, que lo entrevisto a Daniel Melero para un programa que estaba haciendo. No tenía ninguna relación previa con él. Iba a ser breve pero teniendo la posibilidad de entrevistarlo me planteé hacerla un poco más extensa pensando en la posibilidad de un documental. Todavía sin forma, en ese momento. Luego lo filmé varias veces más. Era un germen. La obra de Melero llegó temprano a mí, a principios de los noventa, cuando un amigo me presta un cassette de Los Encargados. A partir de ahí siempre estuve atento a lo que hizo musicalmente y siempre me interesó leer sus entrevistas, porque me parece alguien que tiene una relación con lo que hace de preguntarse, de cuestionarse, y me servía a mí de algo. Responde a algo que siempre me interpeló.
AZ: El documental tiene un formato híbrido: reúne material de archivo con la voz del propio Melero recolectada en exclusiva y, también, de varias entrevistas. Más escenas de shows y momentos en el estudio. ¿Cómo decidiste esta estructura y cómo armaste el relato?
RR: El formato fue apareciendo como parte del trabajo de campo. Cuando empiezo a pensar en la idea no recurro a una estructura más clásica (como conseguir a otros entrevistados hablando de la influencia de Melero, cómo llegaron a él). A medida de que me voy introduciendo en el mundo Melero me empiezo a encontrar esta idea, que me empieza a seducir, que es como la de alguien que se está recorriendo a sí mismo. Entonces surge la idea de estructurarlo sobre él nada más. Esa es la apuesta que tiene este formato de documental en particular.
AZ: Así como lo es su música, el documental no se enmarca dentro de un estilo tradicional, clásico. Más bien, profundiza aspectos artísticos; sugiere y muestra más que lo que enuncia en un modo didáctico. ¿Coincidís? ¿Esto lo tuviste en claro desde siempre?
RR: Siempre tuve claro que el documental era, en parte, observacional, y que iba por el lado de la relación de él con la música, con los sonidos, con su mundo creativo y reflexivo. Después, pensando en su trayectoria, esos conceptos tenían que verse reflejados en ciertos lugares. Se fue hilvanando y lo fui organizando de esa manera.
AZ: Al tener una amplísima trayectoria como productor, ¿por qué decidiste mostrar más escenas y momentos del Melero músico que del Melero productor?
RR: Prioricé su relación con la música, entonces prioricé su trayectoria como músico y como creador. También está esbozada un poco la idea como productor, porque hay alguna secuencia, pero sí, no profundiza en esa etapa, te muestra la influencia, los nexos, dónde estuvo, pero es algo que queda en deuda en la película.
AZ: ¿Qué lugar considerás que ocupa Daniel Melero en la historia del rock argentino? ¿Creés que se lo reivindica lo suficiente?
RR: No sabría responderte eso. Qué lugar ocupa en tema de podio. Tampoco si se lo reivindica lo suficiente. Puedo apelar a una idea de él, que está en el documental, que es que como en todo músico de fin de siglo aún está por verse qué es lo que trasciende. Es todo bastante reciente.
AZ: Al final se lee, en los créditos, “primera etapa”. ¿Tenés pensado continuar el documental?
RR: Para mí se relaciona con la pregunta anterior, sobre el momento de su carrera que elegí retratar. El documental funciona de una manera introductoria al planeta Melero. Me quedé con ganas de más. Hay discos de los que no hablamos y cosas de su trayectoria que no están contadas. Es una primera etapa por eso. Veremos cómo sigue. //∆z