Hablan por la Espalda hizo vibrar al Zaguán Sur en la segunda fecha del Festipulenta vol. 13. Tambien agitaron Riki Riki Tave, Los Pakidermos, Prietto viaja al cosmos con Mariano y el interminable Alejandro Medina.
Por Joel Vargas
Fotos de Martín Benavidez
La segunda fecha del festival más importante del under argento nos dejó con calor en el pecho. La clave: el rock and roll de la vieja escuela. Los encargados de abrir la noche fueron Riki Riki Tave, una de las pocas bandas que encajan en la categoría rock setentoso garagero. Después, al toquecito, tocaron Los Pakidermos, unos elefantes glamorosos de la distorsión. Hasta ahí la noche se movía con una cadencia natural, pero la irrupción de Hablan Por la Espalda produjo un arrebato de emociones.
“Hace 15 años que vengo haciendo música con mi hermanos”, dijo Fermín Solana, el frontman, mientras invitaba a todos a acercarse más al escenario.
Los siete uruguayos endiablados arrancaron con “El Ciervo”, Fermín empezó a pelearse con el aire. Los primeros fueguitos fueron tímidos, entre piña y piña todo fue creciendo. En el pogo había llamas, Solana hizo sombra en el escenario y recitó en trance: “no se puede frenar a 140 km por hora, ¡disparó!”.
Un chabón del público, entre patadas y codazos, dijo: “estos pibes viajaron a Brasil y la flashearon con la magia negra. Pensé en “Ya comienza”, y en “los rituales africanos”, que más tarde se iban a hacer presentes.
“Ciro es un mercenario, estos son hermanos”, contestó un pibe de pelo largo a otro de rulos que le había dicho que HPLE tenía algo de los primeros Piojos.
¡Alto Flash! Guerreros, enfundado con su máscara de pollo, violentó su viola y Fermín tejió una telaraña de puñetazos al viento en “De Vagancia”. “Es la primera vez que los veo y me hicieron dar un re viaje”, susurró un loco de barbita candado que me preguntó cómo se llamaba la banda.
El sudor y el baile se intensificó aun más con la percusión tribalista de “Calor en el Pecho”, la “she´s lost control uruguaya”, dijo mi morochita linda mientras bailaba al lado mío. Quizás ella tiene razón, la estructura de las dos canciones son similares: melodías cíclicas; baterías poderosas, repetitivas y oscuridad. La harmónica infernal marcó el comienzo de “Colgado de Aleta”. “La música me llueve”: una sensación compartida por el agite del rock, la música cayendo sobre los cuerpos para hacernos sentir más vivos.
“A nosotros nos gusta celebrar la vida y ahora él nos acompaña desde otro lugar”, dijo Fermín antes de empezar “A Luis”, un hermoso homenaje a “un hermano que se fue”. El toque terminó con una dedicatoria a San Jorge, el protector de la banda y con dos covers de NDI, una de sus grandes influencias. El telón se cerró a puro hardcore con “Debes quitarte el uniforme” y “Patea el slogan”.
El Festipulenta siguió con Prietto viaja al cosmos con Mariano, dos niños-grandes que juegan a hacer canciones voladas como “Av. Corrientes” y “Verano Fatal”. Es muy posible que Maxi Prietto sea el último guitar hero del indie pulenta, su camisa hawaiana y sus yeites hendrixeanos, lo dicen todo. El gran final estuvo a cargo del legendario Alejandro Medina, ex bajista de Manal, y su troupe amante del rock and roll. “Salgan al sol” y “Tontos” fueron algunos de los clásicos que desfilaron por el escenario del ZAS. En ese momento las corrientes de un rock más clásico coincidieron con las aguas jóvenes de artistas emergentes, un revival en un puerto del presente.
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