El ex The Verve habla de todo antes de presentarse esta noche en el Teatro Gran Rex: su regreso, el éxito, la paternidad, el odio de la sociedad inglesa, la política y cómo sobrevivir a las adicciones.
Por Agustín Argento
“Londres es así, gris. Pero me dijeron que para el fin de semana el clima se pone lindo. Caminé por La Boca, jugué al fútbol y me llevaron a algunos barrios chetos de la ciudad. Tengo muchos fans y me siento muy conectado con esta maravillosa ciudad”. Esa estrella arrogante, que se declaró como uno de los mejores cantantes del mundo, parece un pan de Dios sentado en un sillón victoriano de un pituco hotel de Recoleta para este reportaje con AZ en un día lluvioso. Su espigado metro ochenta, que culmina en una cabeza rapada y ojos saltones, distingue a uno de los hacedores de algunas de las canciones más hermosas de los últimos treinta años de la música inglesa.
Lejos de la falsa humildad, Ashcroft se hace cargo de sus inconfundibles éxitos y de su rol en el brit pop junto a bandas como Oasis o Blur. Oriundo de una familia de clase trabajadora en su Wigan natal, hoy asegura que su esposa Kate y sus dos hijos lo salvaron de las adicciones y que eso, en vez de ser un atributo, es algo que “odian en Inglaterra”. “A mí me querían muerto de sobredosis en un cuarto de hotel a los 28, pero en vez de eso, acá me ves: me casé y hago lo que quiero, sin que nadie me dé órdenes. Y eso es lo que odian. Odian la movilidad social. Admiro mucho a Radiohead, me parece un grupo increíble, pero si Thom Yorke hace un loop de 45 minutos a la crítica le parece genial porque él es como ellos, de la elite, y a mí no me perdonan ser de la clase trabajadora”.
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ArteZeta: Y en medio de eso, ¿cuál es tu lugar dentro de la música británica?
Richard Ashcroft: Ahí, yo soy un outsider. Soy un rebelde, no soy un tipo del mainstream y eso hace que nadie me diga qué hacer, cómo vestirme, cómo sonar o cuánto tienen que durar mis canciones. Mi rol es el de mostrar que se puede ser exitoso siendo como uno quiere ser. Desde hace años se pasa en la radio música que parece cool, que tiene lindas melodías y que uno cree que está buena, pero cuando le prestás atención te das cuenta de que las letras no dicen nada. Así, mi rol es subvertir a través de lindas melodías.
AZ: ¿Cómo le explicás a tus hijos lo que es ser de la clase trabajadora que tanto reivindicás, cuando ellos nacieron en un hogar con un padre que es un músico exitoso?
RA: A veces es difícil mostrarles de dónde vengo. Yo fui a una escuela en mi ciudad y no tenía grandes calificaciones y ahora los veo a ellos, que les va bien y pueden ir a buenas escuelas, y eso me hace sentir bien. Se supone que ese no era ni su destino ni el mío. Se suponía que yo iba a trabajar en una fábrica, como mi padre, o ser desempleado, y que mis hijos iban a hacer lo mismo. Las clases en Inglaterra están bien definidas y cuando uno puede salir de su clase se encuentra con que la sociedad se enfrenta con sus propios miedos y demonios.
AZ: ¿Y qué sucede con esa sociedad?
RA: Mirá, yo salí de un lugar que no era mucho mejor del que salió Diego Maradona y eso es algo que la “parte intelectual” de la cultura rechaza. Les gusta cuando les va bien a The Stone Roses, The Verve o a Oasis, pero sólo por un tiempo. Después dicen: “Ok, ya está, no te creas que sos más inteligente que nosotros”. Ellos deciden qué es lo bueno y lo malo de la cultura, y cuando ellos dicen que vos sos lo malo, te quieren muerto. Por eso, en mi vida no hubo algo que me hiciera traspasar la puerta hacia el éxito, sino que yo sólo me hice el camino. Por un tiempo te chupan las medias y es como vivir en un hotel, donde te abren la puerta y te dicen: “¿Qué tal señor, todo bien? ¿Desea algo? Después de usted, señor, entre al negocio de la música, por favor” (risas). Todo pasa por tener el control de tu propia historia, de escribir tu propio guión y no ser un cliché para morir en el cuarto de un hotel.
AZ: Es decir que para el establishment vos tenías que ser un reventado.
RA: Claro, pero ahora que soy padre tengo empatía con el resto de los padres del mundo y en las entrevistas en Inglaterra me preguntan si eso afectó en forma negativa mi carrera. ¿Cómo pueden pensar eso? Lo piensan porque odian que lo haya conseguido, porque me querían muerto de joven, tal como la historia para ellos lo marcaba. Yo hice cosas de chico cuando era chico y ahora soy un hombre y hago cosas de hombre. Ya no me autodestruyo. Keith Richards e Iggy Pop tuvieron suerte en llegar, pero el noventa por ciento de esos músicos están muertos por seguir los clichés que el establishment marcó.
AZ: Lo que decís suena a alguien que quiere marcar un camino.
RA: Yo no me creo un líder que le dice que la gente lo que tiene que hacer porque yo no sé nada, y odio a ese tipo de personas. Lo único que sé es que estoy envuelto en algo poderoso. No sé por qué esto me toca a mí, pero es así, y mi pequeño rol en esta gran escena es hacer que suceda. Se trata del futuro y de los lugares que cada uno ocupa en el mundo y eso es lo que marcará el futuro, ya sea que vivas en Inglaterra, Rusia, Irán o Argentina. Todo está ahí adelante y si yo logré hacer algo de dinero con la música sin saber de música, bueno, todos tienen que seguir sus sueños e intentar hacer realidad sus deseos sin que dejarse llevar por el qué dirán.
AZ: Hablaste sobre la conexión que sentiste en la calle con el público argentino, pero suena un poco a lugar común eso.
RA: Bueno, es que en realidad todos estamos muy conectados y somos muy parecidos. Las divisiones que existen entre las personas son ficticias y fueron inventadas por personas que nos quieren divididos. En la música no hay divisiones, la música es algo que nos une y fabrica lazos. La razón por la que estoy acá es que durante años he recibido montones de cartas desde Argentina pidiéndome que venga a tocar. No hubo ninguna razón particular por la que no vine, sino que hubo un montón de circunstancias que impidieron que toque en varios países, no sólo acá. Y ahora estoy en un momento particular en mi vida que tengo el control completo de mi carrera. Entonces voy a los lugares que quiero ir. Nadie me invitó ni me dijo de venir, yo pedí tocar en Argentina.
AZ: Y surgieron dos shows. Uno en un festival y otro en solitario.
RA: La primera diferencia será la intimidad. En el show del lunes (hoy) voy a tener más tiempo y tocaré más canciones. Todos van a estar para mí y no habrá gente que diga: “¿Mmm quién es este Richard Ashcroft?” (risas). Ya desde mi casa miraba las fotos del Gran Rex y veía que era el lugar indicado para tocar, así que le pedí a mi manager poder presentarme ahí. No quería viajar desde Inglaterra y hacer un solo show en un festival, porque sé que hay gente que desde hace tiempo espera por un show mío y quería que tengan algo más íntimo. Quiero que mi audiencia se lleve la verdadera impresión de lo que soy en un concierto.
AZ: En el último disco metiste mucha tecnología, pero de fondo siempre hay una guitarra que lleva las canciones.
RA: El rock se inició con guitarras, pero fue evolucionando y luego descubrieron los sintetizadores. En el rock siempre va a haber guitarras, es lo que lo caracteriza. Por ejemplo, “Smells like teen Spirit”, de Nirvana, tiene esa guitarra que te agarra las tripas. Lo mismo pasa con “Johnny B. Good” o “Gimme Shelter”. Pero ahora estamos en 2016 y ¿qué hubieran hecho John Lennon o Brian Wilson hoy? ¿Creés que John Lennon hubiera rechazado la tecnología? Por supuesto que no, él inventó el flanger. Y el rock tiene que reflejar la actualidad. No estamos en 1966 rodeados de hippies. Estamos en 2016 y hay que experimentar.
AZ: Durante estos años sin discos ni presentaciones estuviste experimentado en el sótano de tu casa.
RA: Sí, y tuve tiempo de pensar e investigar sobre la geopolítica por fuera de los grandes medios. Gracias a Internet uno puede leer a periodistas independientes a lo largo del mundo y tener varias opiniones, algo diferente a lo que pasaba antes. El mundo entero está conectado y, por ejemplo, en Inglaterra se pueden enterar que hoy hay una marcha de mujeres, vestidas de negro, que dicen “ya es suficiente, basta de violencia” y que a su vez fue organizada a través de Internet de forma rápida, algo que años atrás hubiera tomado meses. Ahora las cosas suceden así, muy rápido, y hay que adaptarse. Mi contribución a la música y al mundo es ésa, la de dejar un mensaje que diga: “No me sigan, yo no soy un Mesías. No puedo ofrecerles nada porque yo soy imperfecto e inseguro como todos”.//∆z