Hablamos con la filósofa eslovena sobre su libro Angustia, en el que a través de un análisis por aspectos militares, comunicacionales y afectivos traza un mapa del malestar en la vida contemporánea.

Por Alejo Vivacqua

Fotos por Pablo de las Mercedes

Nacida en Eslovenia en 1962, la filósofa, socióloga y teórica jurídica Renata Salecl es una de las pensadoras surgidas de Europa del Este más importantes de esta época. En Angustia, publicado originalmente en 2004 y traducido al español por Godot en 2018, Salecl entrecruza el psicoanálisis y el estudio de los medios de comunicación y la psicología militar para estudiar las ‘eras de angustia’ a lo largo de las últimas décadas y el cambio en los motivos que generan nuestro malestar, con énfasis en la ilimitada (y ‘tiránica’, en sus palabras) oferta de opciones que pareciera regir nuestras vidas en la actualidad.

Escrito bajo el clima de paranoia post ataque a las Torres Gemelas, en un mundo en el que se empezaba a masificar internet para el consumo hogareño (sin redes sociales hasta entonces) y en el que Estados Unidos desplegaba su arsenal militar sobre Irak y Afganistán, Angustia dedica una buena parte de su espacio no solo a la conducta militar y a las nuevas formas de entender la guerra sino a la infelicidad en los vínculos familiares y la frustración de las personas al no poder generar un efecto en la sociedad.

AZ: Angustia fue publicado en 2004 y el mundo pareció ir cambiando vertiginosamente desde entonces, con una presencia mayor de la tecnología. ¿Qué cosas del libro ves que siguen latentes?

RS: Los principales problemas que discuto en el libro no solo siguen vigentes sino que fueron en aumento. Esto de cómo los individuos se ven angustiados por el contexto social, la ideología y los medios de comunicación y cómo la experiencia de la angustia se vuelve cada vez más personalizada y magnificada por las redes sociales, que fueron creando una opacidad y un mundo oculto en el que no tenemos claro desde dónde llega el mensaje o quién está detrás de él. Con la ayuda de los algoritmos la angustia está siendo focalizada con mayor precisión, porque tenemos empresas como Cambridge Analytica, por ejemplo, que trazan nuestros perfiles y recolectan nuestros datos a través de la big data. Por eso se dice que hoy la big data es el nuevo petróleo.

AZ: Escribiste el libro en un momento posterior al 11 de septiembre de 2001, un hecho que inauguró de forma radical el siglo XXI, y mencionás que es ‘arrogante’ pensar que esta etapa que vive la humanidad es una de las peores. Es una sensación que se repite a lo largo de la historia, en distintas generaciones, pero todas estas cosas ya se han visto…

RS: Al escribir este libro ese fue uno de los “descubrimientos”, por así decirlo. Ver que muchos de los problemas y los planteos que hoy nos hacemos ya fueron debatidos antes: la incertidumbre ante el futuro, la desesperanza… Europa, después de la Primera Guerra Mundial, cayó en el vacío y en la angustia de saber que era probable que los horrores del pasado se volvieran a repetir.

AZ: Pero en el siglo XX aparecieron, entre otras cosas, dos grandes guerras, y en la actualidad no pareciera haber un solo gran evento que aglutinara la causa de nuestra angustia. Es más difuso…

RS: Sí, hay muchos episodios violentos dispersos lo largo del mundo, y la gran crisis económica que explotó en 2008 lleva más de diez años y en muchos países todavía están experimentando las consecuencias y están temiendo por la siguiente. El 11/9 cambió radicalmente las políticas de seguridad y vigilancia y propagó la paranoia y la obsesión por el control social a niveles inimaginables. Es un evento crucial que abrió las puertas para el endurecimiento en las leyes de vigilancia y favoreció a que los estados y las corporaciones trabajaran en conjunto para el seguimiento de los ciudadanos. Esto se fue poniendo cada vez peor.

AZ: Una buena parte de tu libro está orientada a la política militar y a analizar la psicología de los soldados en estas ‘nuevas guerras’. Guerras que se suponen “asépticas”, para usar tus palabras, y en las que en muchos casos el combate se da a la distancia, sin un enemigo visible y a través de drones, a diferencia de las trincheras y la lucha cuerpo a cuerpo.

RS: Fue muy interesante porque cuando empecé a estudiar el aspecto militar vi lo importante que era la angustia para muchos grupos que, por ejemplo, se forman a través de internet y en los que se genera una especie de “angustia de la paz”. En una sociedad individualista y automatizada, de gente solitaria y de personas menos conectadas entre sí, se pueden crean nuevos grupos en los que se comparten creencias pero también cierto tipo de paranoias y teorías conspirativas. Hablando de las guerras contemporáneas, con el manejo de drones al principio todo pareciera asemejarse a un gran videojuego, aunque después se ve que los soldados, aún con esta percepción de ‘distancia’, siguen experimentando los traumas severos clásicos de cualquier guerra, con el sentimiento de culpa y con un aumento en la cantidad de veteranos adictos y suicidas.

AZ: Incluís el caso de un soldado israelí que tenía la impresión de estar en un videojuego y que ante un evento traumático cambió su percepción por completo…

RS: Sí, esa historia se convirtió después en una película. La encontré leyendo sobre psicología militar israelí. Israel, al ser una sociedad muy militarizada, tiene material muy interesante al respecto.

AZ: Hablabas de lo difícil que es distinguir hoy de dónde viene la información. Por un lado, estamos sobreinformados y eso produce una saturación, y por el otro no está “bien visto” mantenerse aislado y desinformado. ¿Cómo se logra un balance?

RS: Difícil responder eso, porque por un lado el periodismo cambió radicalmente y desafortunadamente el periodismo de investigación y de datos no es debidamente respetado. Y, cuando pasa, termina compitiendo con las fake news, que siempre existieron, igual que la manipulación, pero ahora están en aumento. Se produce mucha más información pero también queda mucho más opacada que antes. Y vemos que la prensa le da gran espacio a negadores del cambio climático o a anti vacunas, por ejemplo, y estamos creando una situación en la que mucha gente cierra los ojos y no combate como debe a estas noticias, que empiezan siendo de nicho pero que van creciendo. Viendo la pantalla uno queda paralizado, angustiado. Yo dejé de ver televisión hace más de veinte años. En Europa del Este, durante el comunismo, teníamos noticias muy aburridas, y las daban de forma tan esquemática que uno pensaba ‘bueno, el mundo sigue su curso’ y seguía con otra cosa. Después nos pusimos a imitar el modo estadounidense, en donde todo pequeño evento era ‘wow, esto está pasando, es increíble’, y la excitación era el tono general. Entonces me cansé y dejé de ver televisión. Por mi salud.

AZ: Habiendo visto el agotamiento de muchas cosas en el siglo XX, con respecto a la prensa… ¿perdimos la inocencia en cuanto a la objetividad?

RS: Sí, pero también desde hace décadas venimos lidiando con las corporaciones que influyen para imponer su mensaje a través de los medios. La industria azucarera, por poner un ejemplo, hace lobby para denostar estudios científicos que prueban lo dañino de las bebidas o de los alimentos azucarados, igual que lo hacen las tabacaleras o los que niegan el cambio climático. Están ganando, lamentablemente. Leí un artículo que contaba que las empresas azucareras del primer mundo, que cayeron un poco en ventas, estudian a la población más pobre de Sudamérica  para venderle sus productos. En las favelas, en Brasil, los habitantes no solo están siendo bombardeados por la publicidad sino que las corporaciones azucareras utilizan intermediarios locales para vender sus productos, y así estos contratados obtienen pequeñas ganancias. Es como el narcotráfico. Son sweet trafickers. Y se están viendo casos de diabetes y obesidad en aumento, en especial en los niños.

AZ: En Argentina hay poco lugar para el periodismo de investigación, por falta de plata, de tiempo, de interés… ¿Qué medios europeos de investigación te interesan?

RS: En Europa está pasando lo mismo. El buen periodismo cuesta, y el respeto por los artículos de investigación cayó mucho. El público se ve amenazado por la falta de una mirada crítica e independiente. Leo The Guardian, en Inglaterra.  También un sitio francés que se llama Mediapart, que hace buen periodismo de investigación.

AZ: ¿En Europa del Este?

RS: No, en Europa del Este es un verdadero problema. Los grandes periódicos están en crisis.

AZ: En Argentina el psicoanálisis sigue en auge, a diferencia de otras partes. ¿Por qué creés?

RS: No lo sé, es una pregunta que me hago también, pero es interesante y quizás tenga que ver con ciertos traumas del pasado que viene arrastrando como país, de los que no estoy tan al tanto como para armar una buena respuesta. Como sea, quizás sea una visión optimista (risas). Que todavía haya gente interesada en resolver sus problemas no solo con la farmacología. ¿Por qué creés vos? ¿Cuál es tu teoría?

AZ: No sé… Quizás somos muy habladores…

RS: (risas) Aunque también se necesita alguien que escuche. Si todos hablan nadie escucha. //∆z