Quince, veinte, cien veces Godard

Durante marzo, el MALBA junto a la Embajada de Francia realizaron una retrospectiva de la obra del mítico cineasta francés. Una gran oportunidad para entrar al universo de Jean-Luc Godard.

Por Ignacio Barragán 

Hay una escena de Los carabineros que retoma Susan Sontag en Sobre la fotografía que es fundamental para entender el cine de Jean-Luc Godard. En ella hay dos soldados que vuelven de la guerra con un cofre lleno de tesoros para sus mujeres. Ellas se ilusionan pensando que sería dinero, joyas y otras riquezas que habían prometido estos muchachos. La desilusión aparece cuando se abre el famoso cofre y lo único que hay adentro son fotografías de todas partes del mundo. Sin embargo, los soldados no se entristecen sino más bien todo lo contrario. Se exaltan, gritan, bailan. Van mostrando una por una las fotos describiendo su contenido con felicidad: el arco del triunfo, las pirámides de Egipto, los puentes de Nueva York. Esas fotografías son un tesoro, las imágenes enriquecen y dan sentido al todo.

Esos dos carabineros son Godard. Aquel hombre que con celuloide en las venas hizo del cine, su vida. Se puede exagerar siempre que se hable él ya que cualquier grandilocuencia le queda chica. Fue un genio con todas las contradicciones y bajezas que implica serlo. Transitó todo un arco narrativo que va desde el cine de vanguardia a la revolución del proletariado sin dejar de lado una búsqueda profunda por los sentidos de la estética. Vivió como quiso y murió de la misma manera: siendo fiel a sus convicciones.

En el mes de marzo el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires en colaboración con la Embajada de Francia le dedicaron una retrospectiva de sus películas por lo demás generosa. No solo por el conjunto de obras seleccionadas sino también porque más de la mitad de ellas fueron proyectadas en fílmico. Estas proyecciones fueron una oportunidad única para iniciados y fanáticos debido a lo difícil que es acceder una película de Godard en 35 mm no solo en Argentina sino en el mundo. Los costos, la preparación y el traslado de las latas son operaciones complejas que el siglo XXI ha encarecido. Por eso la gesta de esta retrospectiva con precios accesibles es digna de festejarse.

La selección de obras no deja nada afuera y para colmo dejan con ganas de ver más. Desde Sin Aliento (1960) hasta Adiós al lenguaje (2014) hay un corolario de películas hermosas y de gestos altruistas que luego de experimentarlas quedan tatuadas en la memoria. Por un lado tenemos lo primero de Godard que puede encuadrarse en filmes como Una mujer es una mujer (1961), Vivir su vida (1962) y Alphaville (1965). Por el otro lado tenemos dos películas icónicas, enormes de la historia del cine: El desprecio (1963) y Pierrot le fou (1965). Por último, la etapa más madura, experimental y revolucionaria que se puede apreciar en La chinoise (1967) y Carmen, pasión y muerte (1983).

Volver a Godard es como volver al amor, al refugio de ternura primogénito. La tristeza de su partida no empaña la alegría de ver una y otra vez sus películas. Más bien todo lo contrario. Engrandece el recuerdo mismo de haberlas visto por primera vez y si tienen suerte, en fílmico.