Tres películas y un libro intentan responder un viejo interrogante que es cada vez más actual.
Por Javier Carreira
Asimilamos la realidad en términos ficcionales. Entonces: ¿cuál es la diferencia entre ficción y realidad? Podríamos arriesgar: la ficción es más inmutable que la realidad. El Quijote sigue siendo el mismo que cuando se publicó, hace 400 años, mientras que Cervantes, ahora, en el mejor de los casos, es una pila de huesos. Pero… ¿el Quijote sigue siendo el mismo? ¿Su cambio es menor que el que sufrió Cervantes? Otra pregunta: ¿Para el Quijote, el personaje, había diferencia entre ficción y realidad? ¿Y para Sancho Panza? Para analizar la cuestión, aquí tres películas y un bonus track sobre autores que se meten en sus obras. Al parecer, para estos autores tampoco existe gran diferencia entre ficción y realidad. ¿Por eso decidieron dar el paso? Veamos.
Adaptation (2002), de Spike Jonze, con guion de Charlie KaufmanDespués de escribir el filosófico y lleno de misterio guion de Being John Malkovich (1999), el introvertido Charlie Kaufman se propone adaptar para la pantalla el libro de Susan Orleans: The Orchid Thief (1998). La ambición de Charlie es escribir un guion sobre flores, sin ningún tipo de concesión a fórmulas hollywoodenses (como la apelación al sexo o a las drogas), pero la complejidad de lo simple lo abruma y pronto se ve atormentado por la página en blanco. Es ahí cuando tiene una epifanía: el guion es sobre él, sobre el fat, old, bald, repulsive, Charlie Kaufman, así que decide meterse. Luego de este acto irresponsable no falta mucho para que la trama termine por transformarse en una típica intriga hollywoodense donde, detrás de una bella historia sobre flores, se esconde el negocio de la droga (la merquidia) y la pornografía.
Stranger than Fiction, (2006) de Marc ForsterHarold Crick, un sabueso de la AFIP estadounidense, escucha una voz que relata todo lo que hace, hasta sus más recónditos pensamientos. Luego de quedar descartado el diagnóstico de esquizofrenia, un profesor de literatura le dice que él, Harold, es un personaje de ficción, y lo que escucha es la voz de su narradora. Ahora bien, según la máxima aristotélica, las ficciones se dividen en dos, le dice el profesor: la comedia y la tragedia. Es crucial que Harold averigüe a cuál de las dos responde su vida, pues si se trata de una comedia se enamorará, y si se trata de una tragedia, morirá.
La peli tiene sus cosas buenas; le falta un poco de ritmo como para ser recomendada. Pero, vale la mención, porque calza justo con la temática de los autores que irrumpen en sus películas.
Cache (2005), de Michael HanekeGeorges y Anne Laurent tienen una vida sólida. Son de clase media, intelectuales, tienen un hijo y una buena dosis de amigos que los respaldan y admiran. Un día reciben un video: una filmación de la fachada de su casa. Al día siguiente, reciben otro: una filmación de la granja donde Georges creció. La sensación de ser observado, tras el desaire de la policía, lleva a Georges a dejar su cómoda residencia parisina y salir a responderse la pregunta que también se hace el espectador: ¿Quién envía los videos?
Bonus Track: Niebla (1914), de Miguel de Unamuno.Toda esta lista es una excusa para recomendar este libro. El protagonista es Augusto Pérez, un hombre que parece no haber vivido o haber vivido inmerso en una niebla de confusión hasta que un día sale de su casa dispuesto a zambullirse en las negras aguas del azar. Ve una chica que le gusta y la sigue. Ese impulso lo introduce en una trama que lo construirá y en la cual él creará a otros personajes, en especial, a Eugenia, la chica a la que siguió, a quien —como Don Quijote a Dulcinea— idealizará y de la cual se enamorará. Sin embargo, Augusto Pérez no es lo suficientemente dueño de sí mismo como para sortear los obstáculos que acarrea toda relación humana. La realidad es un sueño colectivo, reflexiona, pero no está seguro de si esa reflexión surgió de su interior o si se generó como epifenómeno del encuentro con los demás. En su confusión, visita a Miguel de Unamuno, que le dice que él, Augusto, es un personaje de ficción creado por él y a quien ha decidido matar. La ironía —contesta Augusto— es que tú, Miguel de Unamuno, también morirás —(y efectivamente lo hizo en 1936)— y, cuando eso pase, yo, Augusto Pérez, tu personaje, gozaré de una existencia más nítida que la tuya. //∆z