La banda del colorado Homme y la de Grohl y compañía se unieron en una mini gira que los traerá en marzo al estadio de Vélez. El año pasado, siguiendo cada una con su impronta pero dándole espacio a la innovación, editaron dos discos que mantienen vivo su sonido.
Por Pablo Díaz Marenghi y Matías Roveta
El diablo se mueve
Villains (2017) – Queens of the Stone Age
Por Matías Roveta
“Me gusta bailar”, le dijo Josh Homme –cantante, guitarrista y líder de Queens of the Stone Age- a la edición norteamericana de la revista Rolling Stone a raíz de Villains, el séptimo disco de estudio de la banda. Y el álbum deja las cosas en claro desde el principio: una intro amenazante con coros y sintetizadores ominosos, guitarras marciales y una marcha casi industrial, que da paso a un ritmo dance marcado por las guitarras – si bien potentes y reforzadas por el golpe granítico de la batería- que parecen deberle tanto a LCD Soundsystem como a Franz Ferdinand. Homme canta que nació “en el desierto, mayo del ‘73”, y que apenas la aguja (del tocadiscos) golpeó el surco, él comenzó a moverse. “Oh, oh, oh, pies no me fallen ahora”, dice luego en el estribillo de “Feet Don’t Fail Me”. Enseguida sigue “The Way You Used To”, un rock and roll con guitarras procesadas ideal para mover el cuerpo. No es muy difícil entender este giro en la música de QOTSA cuando se leen los créditos del disco. El productor no es otro que Mark Ronson, el cerebro detrás del súper hit retro “Uptown Funk” que reivindicó la música negra de Estados Unidos en el corazón del mainstream. Una reinvención más que interesante para una banda asociada al pulso guitarrero en plan hard rock, pero que cada vez tiene menos que ver con las distorsiones pesadas de bajo y los riffs apabullantes que remitían al stoner de los comienzos. Queens of the Stone Age es una banda creativa, inquieta y decidida a seguir probando nuevos caminos, y si la vara había quedado muy alta con …Like Clockwork (2013), solo basta con escuchar Villains para comprobar que quizá no sea exagerado decir que QOTSA está en el mejor momento de su carrera.
Además de poner el acento en el groove, Villains sitúa a los teclados en un plano de relevancia en los arreglos. “Fortress” respira sobre una velocidad crucero marcada por la convivencia entre las guitarras -cargadas con una distorsión leve- y los teclados (el leit motiv de la canción, de hecho, es un riff de sintetizador). Lo mismo ocurre en “Un-Reborn Again”, una canción larga (más de seis minutos y medio) y punto alto del disco a partir del maridaje entre los sintetizadores y las violas distorsionadas, y que incluye un puente con arreglos de cuerdas del que nace el mejor solo de Homme en todo el álbum y un cierre con orquesta de vientos incluida. “Domesticated Animals” tiene una letra que parece poner el foco en la búsqueda de libertad por sobre los compromisos (“Las mascotas bonitas una vez eran salvajes / Domesticado, esclavo del amor, danos una sonrisa”, canta Homme y luego pregunta, ¿A quién pertencés?”) y cuenta con otro ritmo irresistible, acentuado por una línea de bajo sintetizada y la arquitectura perfecta a tres guitarras. Homme, Troy Van Leeuwen y Dean Fertita se reparten el espacio para alternar entre el machaque minimalista de sus violas (con mucho más sentido rítmico que melódico, una marca sonora del disco) y los punteos sutilmente ubicados. Incluso la punkie “Head Like a Haunted House” invita a mover los pies: el uso de los teclados, la batería frenética y el bajo penetrante sugieren el momento justo en el que el punk empezó a convertirse en algo más en los ’80.
El arte de tapa del disco va en sintonía con algunas de las portadas anteriores: una criatura oscura (en este caso el diablo, que sostiene a Homme por detrás y le tapa los ojos) es representada en forma de caricatura. Tal vez se trate de un giro gracioso o de la búsqueda de jugar, otra vez, con cierta iconografía rockera, pero lo cierto es que Homme durante el último tiempo tuvo que mantener a raya varios demonios. El 13 de noviembre de 2015, durante un recital de Eagles of Death Metal en el teatro parisino Le Bataclan, un ataque terrorista se cobró la vida de 90 personas. Homme, miembro estable del grupo, no estuvo presente esa noche, pero el golpe, claro, le llegó igual. Si bien en las letras no hay referencias directas al hecho, algunas líneas podrían interpretarse desde esa óptica. En la mencionada “Fortress”, Homme habla de dejar un dolor atrás y de buscar enfrentar el sufrimiento como única salida posible: “Tu corazón es como una fortaleza, mantenés tus sentimientos guardados / ¿Es más fácil?, ¿te hace sentir más seguro? (…) Sé que estás asustado, pero tenés que avanzar (…) Toda fortaleza se cae, ese no es el fin”, canta. ¿Le habla a alguien con el corazón roto después de una relación traumática? ¿Está aconsejando a un amigo? Es posible, pero luego se pone más autorreferencial: “No es cómo te caés, sino cómo te levantás lo que dice cómo sos en realidad (…) No quiero fallarte, por eso te voy a contar la horrible verdad: Todos enfrentan la oscuridad por su cuenta / Así como lo hice yo, lo vas a hacer vos”.
¿Y qué hizo puntualmente Homme? Una posible respuesta: “Sé que la vida sigue adelante, eso es lo que me asusta tanto (…) Mejor hago algo, muevo la tierra y el cielo”, dice en la canción que cierra el disco, una balada agria con guitarras abrasivas que se llama “Villains of Circumstance” y que suena luego de la demoledora “The Evil Has Landed”, que, atravesada por un riff alla Led Zeppelin, contiene el sonido arrasador de paredes de guitarras, cambios de dinámica en el ritmo y baterías explosivas de Songs for the Deaf (2002). Y ciertamente Homme se sigue moviendo. Villains no es una obra revolucionaria, pero sí muy distinta a todos los discos anteriores de Queens of the Stone Age. Apostar por cosas nuevas y cosechar buenas canciones es algo que siempre debe ser celebrado.
Un retorno a las raíces con la mirada en el poder
Concrete and gold (2017) – Foo Fighters
Por Pablo Díaz Marenghi
Varios factores confluyen a la hora de analizar la génesis de este disco. Por un lado, el reposo al que se sometió Dave Grohl de manera obligada luego de quebrarse el peroné derecho y dislocarse el tobillo en pleno show, durante la gira de presentación de Sonic Highways (2015). Esto le brindó un periodo de introspección que decantó en nuevas canciones. Así lo cuenta en la Rolling Stone: “Me compré un cajón de vino y me senté en calzoncillos con un micrófono durante cinco días, componiendo. Me inspiraba lo que estaba pasando en el país políticamente, personalmente, como padre, como estadounidense y como músico”. Allí menciona la otra vertiente fundamental en esta obra: los fantasmas del racismo y la xenofobia en tiempos de Donald Trump. Esto fue un caldo de cultivo para los once temas que conforman Concrete and gold, un disco que no iguala a la obra maestra de Wasting Light (2011) pero que los reposiciona como una banda que sigue vigente y que sabe coquetear con subgéneros del rock ajenos al post-grunge y al rock alternativo, tales como el synth pop o el stoner. Con colaboradores de lujo y un hacedor de éxitos pop en la producción (Greg Kurstin) la banda renueva su estilo y se nutre de sonidos modernos y clásicos en partes iguales.
El comienzo, con el tándem “T-shirt” y “Run”, expone la ambivalencia por la que oscila este álbum: lo acústico y lo pesado, el hard rock y la canción despojada se trabajan de forma equilibrada. El enlace entre ambos temas es imperceptible. “Obtenés lo que te merecés”, canta Grohl, y un arpegio de guitarra invita a correr a su lado, como el llamado de un profeta. Su voz se vuelve gutural -casi hardcore- y las guitarras procesadas de Chris Shiflett y Pat Smear se cruzan con una sonoridad valvular y acompañan a una batería machacante. El álbum, influido por el contexto previo a la elección de Trump, trabaja en las letras sobre nociones cercanas al concepto de la post verdad: el supuesto fin de las ideologías, la volatilidad de los ideales o los valores líquidos de la posmodernidad. El mencionado “Run” habla de una “carrera de ratas” e invita a “correr por su vida”. “Sky is a Neighborhood” toca de manera más explícita el tema: “La mente es un campo de batalla / toda esperanza se ha perdido / Problemas a la derecha y a la izquierda / ¿De qué lado estás?”, mientras un pulso de hard rock con arreglos sutiles de teclados deja la voz bien al frente.
En “Happy ever after (Zero hour)”, uno de los puntos más altos del disco, Grohl canta: “¿Dónde está tu Shangri La ahora? / Contando hasta la hora cero / No hay superhéroes ahora/ Están bajo tierra / felices por siempre /contando hasta la hora cero”. Pinta un futuro desolador y retoma un concepto muy presente en la cultura popular, el paraíso ficticio de Shangri La, que en esta canción queda desacralizado, y todo bajo un sonido acústico, casi folk, con armonizaciones vocales pulcras y arreglos de cuerdas que remiten a los Beach Boys. La fibra minimalista toca su punto más elevado en “Dirty Water” -balada mid tempo que culmina sobre el final con climas más densos- y “Sunday Rain”: allí toma la voz cantante, como en otras oportunidades, el baterista Taylor Hawkins, y demuestra estar a la altura. El comienzo suena a Oasis y a los Beatles de Revolver. No por nada es el mismo Paul McCartney quien se sienta en la batería en este tema, dándole vida a una de las colaboraciones más peculiares de los últimos tiempos. La canción se mece entre la sutileza del blues sureño y los acordes densos del hard rock. “No me dejes ahogándome en tu lluvia de domingo”, canta Hawkins en la que podría ser o bien otra canción melancólica en el repertorio de la banda o una proclama de auxilio ante las tinieblas de un futuro incierto.
Llama la atención la elección de Kurstin como productor, alguien que trabajó, por ejemplo, con Kelly Clarkson, Pink, Dido o Katy Perry. Dijo Grohl para la Rolling Stone que “estaba enamorado de su sentido de melodía y armonía. Era claro que el que estaba detrás de esta música no era un charlatán de Guitar Center”. Y dejó claro que quería que este álbum fuera “como si Motörhead hiciera Sgt. Pepper´s”.
Otra característica de Concrete and gold, el que quizás sea el motivo de la gira que realizan junto a Queens of the Stone Age, es la preeminencia de una sonoridad stoner (bajos densos y violas aletargadas) que recorre varias canciones. “Make it right”, con Justin Timberlake en coros, comienza con batería y luego se suma la guitarra con un riff que se repite casi como un mantra. La melodía se vuelve sensual, con un groove más pesado que remite a los QOTSA y se mezcla con el estilo personal de los Foo: prolijidad en las tres violas y una base rítmica de bajo/batería envolvente. “La Dee Da” es un homenaje a las obsesiones juveniles de Grohl (el lider de la secta Templo del Pueblo Jim Jones que indujo al suicidio masivo a 912 personas y la banda inglesa vanguardista Psychic TV) y es, quizás, el track más stoner del álbum. El bajo de Nate Mendel suena más saturado que nunca y se funde en arreglos de sintetizadores y programaciones que ornamentan su pulso rabioso. Luego, un estallido de fibra punk en donde Grohl vuelve a llevar al máximo su tímbrica primal y hace olvidar los problemas recientes en sus cuerdas vocales.
En “Concrete and Gold”, tema que cierra el disco, vuelve a prevalecer el bajo de Mendel mientras Grohl canta en una fibra muy Kyuss, con un tempo canábico. La guitarra está acompasada al comienzo y después arremeten los coros casi de gospel de Shawn Stockman. La canción se vuelve desértica, y los sonidos de viento y cuerdas en plan western le dan vida a uno de los momentos más versátiles del álbum, que cierra con un mensaje esperanzador: “Tengo un motor hecho de oro / algo muy hermoso / El mundo nunca sabrá / que nuestras raíces son más fuertes de lo que conocés / A través del concreto creceremos”.
Dave Grohl, que admitió estar pensando en el futuro de sus hijas a la hora de componer estas canciones, vuelve a las fuentes tanto sonoras como estéticas para reafirmar que los Foo Fighters siguen vigentes, pese a los intentos fallidos del pasado y a las fracturas, literales, sobre el escenario. En una entrevista con la NME, deja en claro sus interrogantes: “Soy padre ahora, tengo que considerar mucho más todo y me di cuenta de que no todos somos tan libres como lo éramos antes. En todos los sentidos. Cuando la arena política comenzó a calentarse en EE.UU antes de las elecciones, se hizo evidente que había muchas más amenazas sobre nuestras vidas de las que había considerado antes. Estoy mirando a un candidato que tiene una flagrante falta de respeto por el futuro medioambiental, los derechos de las mujeres. Tengo tres hijas que me van a sobrevivir durante décadas: ¿cómo van a seguir adelante?”. //∆z