Campeones del Mundo: Lo contracultural puede ser popular

A tres meses de la consagración eterna en Qatar, analizamos los orígenes de La Scaloneta y de las escuelas futbolísticas de Argentina. ¿Por qué ganamos la tercera? 

Por Bernardo Diman Menéndez

Hablar de la Selección Argentina recientemente campeona en el mundial de Qatar, implica indagar en la resignificación de valores dominantes dentro de un deporte que resulta inherente al imaginario de la cultura popular y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de intentar refundar numerosos lugares y espacios vitales de la misma

Un concepto clave para comprender la lucidez, garra y talento del juego del seleccionado argentino es el de orgánico. En la actualidad el fútbol como nunca antes en su historia es dependiente de la tecnología, la cual tiende a generar una confusión entre la afectividad de lo atlético con la esencia misma del fútbol y básica y preponderantemente es tener la mayor destreza y astucia posible en los pies para manejar el balón.

Durante los últimos 6 años, la fisonomía del fútbol fue modificándose hacia un lugar, dónde la potencia física cobró una importancia desmedida. Esto produjo que la fisonomía de la mayoría de los jugadores profesionales resultase una combinación de atletismo y rugby, cuando históricamente la fuerza y velocidad del deporte más popular del mundo estuvo orientada al trabajo en las piernas.

Esta nueva filosofía de la híper-velocidad y vigor físico se observó en la Francia campeona del mundo durante el año 2018. Con el tiempo su estilo fue pregonado y acentuado en todo el mundo (especialmente en Europa), lugar dónde se encuentran los mejores jugadores del mundo, dado el poder económico del Viejo Continente.

El resultado es un fútbol vertical, en dónde las pausas son poco frecuentes y el ritmo del partido está determinado por el vértigo y la velocidad que le imprimen los equipos a partir de los pases en diagonal o el desborde por los laterales. El clásico 4-3-3 (4 defensas, 3 mediocampistas y 3 delanteros) dominó el fútbol de los últimos años con un juego vertical, en dónde la pausa y el toque para generar espacios quedó sepultada bajo el nuevo canon táctico que llevó al fútbol, (especialmente el que pregona el seleccionado francés de Didier Deschamps), a una suerte de atletismo con pelota.

El fútbol de estos últimos cuatro años pareciera ser una suerte de síntesis metafórica, de las narrativas efímeras que se pregonan mayormente en Twitter o Instagram. El desarrollo del relato histórico del deporte (basado en la destreza con el balón), sólo descansó en la figura extraordinaria de Lionel Messi, seguido por un par de jugadores que aún exaltan la importancia del dominio del balón como Neymar, Modric y Cristiano Ronaldo y otros pocos.

Romper con todo

El mundial de Rusia de 2018 dejó a los argentinos con un sabor amargo, que más allá de la pérdida en lo deportivo, simbolizó una suerte de derrota cultural. Menciono esto con la idea comprender dos motivos fundamentales de decepción y tristeza que nos dejó aquel evento mundialista:

La primera fue la falta de idea de juego del equipo dirigido por Jorge Sampaoli. Su propuesta táctica nunca dio resultados, ni convenció al fan futbolero argentino. La segunda fue quizás la más dolorosa tanto cultural como sentimentalmente para un pueblo tan futbolero como el argentino:  ver que nuevamente un talento extraordinario como Lionel Messi, se quedaba una vez más sin la posibilidad de ganar un Mundial que lo hubieran consagrado, más que ante al mundo el cuál, ya lo idolatra hace tiempo, como el heredero perfecto del legado futbolístico que nos regaló a todos los argentinos Diego Armando Maradona.

Con 31 años y 4 finales pérdidas con la Selección Argentina, su futuro y permanencia en la misma fue cuestionado por la siempre infame prensa deportiva de los grandes medios.

Dentro del cuadro general de pesimismo muchas veces surgen personas inadvertidas que con el correr del tiempo, terminan siendo premonitorias de un futuro próspero. En el excelente documental acerca del ciclo de Lionel Scaloni de la Televisión Pública, el primer integrante de aquel plantel de jugadores y cuerpo técnico del mundial de Rusia, que baja del micro para disputar el partido inaugural fue casualmente el mismo Lionel.

Scaloni era un desconocido para el fan promedio del fútbol argentino. Apenas unos pocos memoriosos futboleros recordaron su gol contra Brasil en los cuartos de final del Mundial Juvenil de Malasia de 1997 y también su “tribunera” pelea con David Beckham cuando jugó en la Liga Española para el Deportivo La Coruña.

Luego de la destitución de Sampaoli y con una AFA en serios problemas económicos, debido a diferentes deudas contraídas y agravadas por la difícil situación económica del país en los últimos 10 años, Lionel Scaloni (que era integrante del ex cuerpo técnico de Sampaoli), le pide al presidente de la AFA Claudio Tapia, continuar trabajando con los juveniles de la selección argentina. El “Chiqui” Tapia lo confirma teniendo en cuenta que los juveniles, a tan sólo un mes de la eliminación del mundial de mayores, debían disputar el Torneo Internacional de L’alcudia en España. Un elemento clave para su confirmación fue que el juvenil estaba siendo dirigido por Pablo Aimar, ex compañero y confidente de Scaloni desde la época que salieron campeones mundiales juveniles dirigidos por José Néstor Pekerman.

Haciendo historia, el inicio de refundación del seleccionado argentino fue similar a lo que sucedió con el comienzo del ciclo de César Luis Menotti cuando en 1975, a meses de haber asumido, ganó el Torneo Internacional Esperanzas de Toulon en Francia.

En la final del primer torneo del interinato de Scaloni la selección Sub 20 se impuso por 2 a 1 a Rusia. El antes mencionado Pekerman junto con César Luis Menotti, son personajes claves para comprender el proceso de segunda refundación del fútbol argentino, liderado por Lionel Scaloni, que hasta el año 2021 no cosechaba ningún título en mayores desde la Copa América del 93′, disputada en Ecuador.

César Luis Menotti fue el gran pionero como refundador de la escuela del fútbol argentino. Desde su esquema táctico, pasando por los títulos logrados en 1978 con la selección mayor y con la increíble selección juvenil de 1979 en Japón comandada por un Maradona de sólo 19 años, Menotti fue clave para que el fútbol argentino vuelva a ser considerado potencia mundial y la misma sea el sueño máximo de todo jugador nacido en suelo argentino.

Luego del campeonato y subcampeonato mundial obtenido por Carlos Salvador Bilardo que inmortalizaron para siempre a Diego Maradona y su relación a sangre y fuego con la bandera argentina, el país futbolísticamente entra en una etapa de transición que culmina en una primera instancia con la mezcla de tristeza y decepción que fue el mundial de Estados Unidos de 1994. Más allá del resultado en la Copa del mundo del 94′, es importante mencionar que  a nivel juvenil entre los años  84´-94´ Argentina solo había destacado en juveniles con un tercer puesto obtenido en el  mundial juvenil sub 17 de Italia (equipo que integraron Marcelo Gallardo y  Juan Sebastián Verón como su futbolistas más destacados).

A partir de esto, Julio Grondona promovió separar el cuerpo técnico de los juveniles del de mayores. Así en septiembre de 1994 el recordado “Don Julio”, decidió que José Néstor Pekerman asumiera la dirección de los seleccionados juveniles.

Pekerman iba a resultar un hombre clave en la historia del fútbol argentino. Llevó a la primacía absoluta a los seleccionados juveniles ganando los títulos Sub 20 de 1995, 1997, 2001 y su legado fue continuado por Hugo Tocalli en el mundial sub 20 de Holanda en dónde Lionel Messi hizo su primera aparición relevante.

Leo arrancó como suplente y terminó consagrándose como el mejor jugador de aquel torneo. La identidad futbolística del legado de Pekerman culmina en el Mundial Sub 20 de Canadá en 2007. Dirigidos por Hugo Tocalli aquella selección promovió futuros jugadores claves para el fútbol argentino como Sergio Agüero y Ángel Di María.

Si bien José sufrió el trago amargo de la eliminación en cuartos de final la Copa Mundial de Mayores de Alemania 2006, dónde quizás cometió mayor error de su trayectoria como entrenador cuando reemplazó a Juan Román Riquelme, uno de los jugadores que mejor representó su idea futbolística, cuando Argentina estaba al frente en el marcador.

Meses después la devastadora crítica de la prensa hegemónica argentina hizo que José Pekerman con sólo un año y medio en el cargo de la selección mayor dimitiera.  Con el tiempo se ratificaría su legado, cuando en 2014 llevó a Colombia a un histórico cuartos de final en la Copa Mundial de Brasil.

Su manera de sentir el fútbol se vio reflejada en la cantidad de jugadores vitales que fue promocionando primero como DT y luego a través de su colaborador Hugo Tocalli. Entre 1995 y 2007, jugadores que tuvieron o tienen un rol preponderante en la selección mayor de los últimos 20 años como Juan Pablo Sorín, Esteban Cambiasso, Pablo Aimar, Javier Saviola, Diego Placente, Walter Samuel, Juan Román Riquelme, Lionel Messi, Lucas Biglia, Pablo Zabaleta, Sergio Agüero, Ángel Di María, Fernando Gago, Ever Banega, Sergio Romero, Gabriel Mercado, Nicolás Burdisso, Maximiliano Rodríguez, Fabricio Coloccini.

Cuando hablamos de la identidad futbolística de Pekerman, habría que buscar la raíz en sus orígenes como coordinador de las inferiores de Argentinos Juniors (club que no por nada es definido como “El semillero del Mundo”) y la relación de formación y promoción de jugadores que tuvo históricamente el “Bicho de La Paternal” con el Club Parque de fútbol de salón. Entre ambos clubes lograron formar los mejores jugadores argentinos de los últimos 40 años. Si bien Maradona, fue moldeado por los “Cebollitas” de Francis Cornejo, debutando en primera de Argentinos Jrs cuando Pekerman aún era jugador profesional, futbolistas de la talla de Fernando Redondo, Claudio Borghi (campeón del mundo en México 86), Fernando Cáceres, Lionel Gancedo o Federico Insúa o el reciente campeón del mundo Alexis Mac Allister, se desarrollaron mediante la conexión “Parque-Argentinos Jrs.” desde inicios de los años 80’s.

En referencia a esto último, podríamos detectar tres escuelas futbolísticas claves que resultaron vitales en la historia de la selección argentina de los últimos 45 años. La primera es la escuela rosarina que va de Renato Cesarini a Jorge Griffa. Desde la idea de juego de César Luis Menotti, pasando por los inmensos equipos que tuvo Newell ‘s entre fines de los años 80’ s y comienzos de los años 90 ‘s (cuya dirección técnica estuvo a cargo del “Piojo” Yudica y luego un joven Marcelo Bielsa).

La búsqueda de combinar la velocidad en ataque y cierta dosis de polifuncionalidad de los jugadores fue un sello distintivo de la escuela rosarina de fútbol. Jugadores como Mauricio Pochettino, Walter Samuel, Gerardo Martino, Abel Balbo, el legendario “Galgo” Dezotti o incluso Maximiliano Rodríguez fueron desarrollando su fútbol a partir de esta idea de juego. Como detalle vale la pena mencionar que más allá de que Messi se fue a muy temprana edad al Barca, tiene en sus genes esta identidad, de hecho la escuela del Barca de velocidad y destreza en ataque explotó siempre la polifuncionalidad para desbordar al rival  como sello distintivo de su escuela futbolística que fue definida por Johan Cruyff a mediados de los años 70’s, (cuando el holandés arribó al equipo catalán proveniente del Ajax).

Tampoco fue fortuito, que a la hora de elegir por aquel año 94’, el nuevo director de selecciones nacionales Jorge Griffa (director de las inferiores de Newell’ s durante los años 80 ‘s y 90’s) disputó palmo a palmo el puesto con Pekerman.

La segunda escuela futbolística clave fundamental para el fútbol argentino es la de Estudiantes de la Plata, conocida popularmente como “Bilardista”.  Al mismo tiempo aguerrida y modernista, sus orígenes se remontan a los equipos de Zubeldía de fines de los años 60′ s y comienzos de los años 70′ s. Estudiantes de la Plata fue el primer rey de copas que tuvo Argentina, ganando tres Copas Libertadores y una Copa Intercontinental (actualmente Copa Mundial de Clubes) entre 1968 y 1970.

Carlos Bilardo fue partícipe activo de aquel recordado Estudiantes multicampeón. El legado “zubeldista” de que la base del fútbol se define a partir de la solidez defensiva, aprovechando la subida de los laterales y  los centrales pasando al ataque y sumando la marca hombre a hombre fue recogida por Carlos Salvador Bilardo. Este trasladó todo lo aprendido con el “Maestro” Zubeldía, saliendo primero campeón con Estudiantes de la Plata en 1982.

Luego con Argentina en 1986, de la mano de un iluminado Diego Maradona. Si uno mira con detenimiento a la Argentina Campeón del Mundo del 86’, más allá de las proezas de Diego Armando Maradona, puede observar como el pase por sorpresa de los laterales y los volantes al ataque fueron un factor desequilibrante en la victoria argentina.

Jugadores como el lateral José Luis Cuciuffo (lamentablemente fallecido) o volantes como el Negro Enrique desbordando por los laterales generaron situaciones claves a favor de Argentina (como sucede en la final del Mundial contra Alemania). Ambos al pasar por sorpresa al ataque producen espacios para que Maradona tenga más opciones para jugar con pelota al pie y elegir con más eficacia cuando ceder la pelota.

Jugadas claves como el segundo gol de  Maradona en la semifinal disputada contra Bélgica, la infracción a Cuciuffo previa al tiro libre que culminaría con el gol del “Tata” Brown en la final del mundial o incluso el pase del “Negro” Enrique a Diego en el segundo e histórico gol a los ingleses surgen del pressing de los volantes y laterales que pasan rápidamente al ataque y descompensan a la defensa rival .

Por último, la tercera escuela clave es la antes mencionada conexión entre el club de fútbol de salón Parque y la Asociación Atlética Argentinos Juniors. La genealogía de fútbol del bicho de La Paternal comenzó a definirse a partir del trabajo que realizó Francisco Cornejo con el equipo infantil denominado “Los Cebollitas”. Desde fines de los años 60 ‘s el equipo de Cornejo ofició de cuna futbolística de Diego Armando Maradona, que entre 1973 y 1974 llegó a ganar 136 partidos seguidos. En aquel año Maradona se iniciaba en las inferiores de Argentinos Juniors, saltándose dos categorías y logrando debutar en la primera del club con sólo 15 años el 20 de octubre de 1976.

La escuela de Argentinos Juniors, que José Pekerman coordinó desde 1981 y dónde a partir de entonces comenzaron a salir jugadores de la talla del “Bichi” Borghi, “El Checho” Batista, Fernando Redondo, siempre tuvo un especial enfoque por el valor e importancia de la tenencia de la pelota, pero combinando las características de sus jugadores con la escuela rosarina de habilidad en velocidad y la polifuncionalidad táctica de la escuela platense de Estudiantes de La Plata.

Una postal de todo lo mencionado anteriormente se puede rastrear en la vibrante final de la Copa Intercontinental de Clubes (actual Mundial de Clubes) disputada en diciembre de 1985 entre Argentinos Juniors y Juventus. El partido da cuenta del enorme poder de fútbol del Argentinos Juniors de aquella época y como pregonaba el juego asociado y la tenencia del balón.

La idea mencionada anteriormente de de que la escuela futbolística de Argentinos Juniors conecta con la escuela rosarina y al mismo tiempo la platense de Estudiantes, se reafirma al observar que el inolvidable Argentinos Juniors subcampeón mundial de clubes de 1985 fue dirigido por el “Piojo” Yudica. Este años más tarde refundó la escuela rosarina de fútbol al coronarse campeón de Argentina con Newells Old Boys en 1988 y subcampeón de América de 1989.

Años más tarde Marcelo Bielsa recogería parte de su legado y con el aporte de numerosos jugadores de las juveniles formados por Marcelo Griffa, llevaría a Newell ‘s a obtener los campeonatos locales de 1991 y 1992 para terminar perdiendo la final de la Copa Libertadores de 1992 contra el San Pablo de Brasil.

Messi y otros menores que jugaban al fútbol fueron permeados por la identidad futbolística y la euforia triunfalista que se vivió en Newell’s Old Boys entre 1988 y 1993, dónde además de los títulos logrados, Diego Armando Maradona vistió la casaca del equipo durante el segundo semestre de la temporada 93′.

Al momento de pensar en el estilo de juego de la selección campeona del mundo recientemente en Qatar es importante tener en cuenta los siguientes ítems:

  1. Lionel Scaloni se formó futbolísticamente siendo adolescente siguiendo la escuela rosarina de Newell´s Old Boys, siendo más tarde influenciado por la identidad futbolística de Pekerman quién lo dirigió en la selección juvenil campeona de Malasia de 1997.
  2. También conoció la importancia de la polifuncionalidad y la táctica de la escuela de Estudiantes de La Plata, ya que antes de pasar al fútbol europeo jugó en el club “pincharrata” de la Ciudad de las diagonales.
  3. En su exitoso paso por Deportivo la Coruña, dónde obtuvo dos campeonatos de España de la mano del técnico Javier Irureta, fue clave a la hora de identificarse con un fútbol moderno dónde la clave pasaba por la tenencia de la pelota y el paso rápido a posiciones de ataque, (algo que la denominada “Scaloneta” cumplió a la perfección durante todo el mundial y legó como rúbrica perfecta el segundo gol marcado en la final por Ángel Di María).

A partir de estos tres ítems, podemos intuir que parte del gran mérito de Scaloni fue desarrollar una suerte de síntesis de las tres escuelas argentinas que más influenciaron el fútbol argentino en los últimos 40 años. Así logró que el equipo tenga una identidad definida de juego planteando la estrategia de cada partido, según las características del rival de turno. El equipo de Lionel Scaloni conecta en su juego con todo lo que universalmente hizo de Argentina una potencia dentro del fútbol mundial. Desde el fútbol y el toque del baby de Parque y Argentinos Juniors de los años 80’s, pasando por la habilidad en velocidad de la escuela rosarina de Renato Cesarini de los años 70’s y Newell’s de fines de los años de los ochentas hasta llegar al legado platense de Zubeldía y Bilardo de fines de los años 60’s y comienzos de la década alfonsinista.

La potencia de esta síntesis permitió que más allá de los jugadores que entran y salen, exceptuando siempre la figura superlativa de Lionel Messi, el equipo detente una manera de jugar que recupera la identidad histórica del fútbol argentino y al mismo tiempo utiliza como principal herramienta de resistencia frente a la potencia física y atlética del fútbol europeo. Goles como el de Julián Álvarez contra Polonia (en dónde hubo más de 40 toques seguidos sin que los polacos interrumpan el destino del balón) o las jugadas de la final que desembocaron en el penal y el segundo gol son producto de la recuperación de memoria histórica de lo mejor del fútbol argentino. “La Scaloneta” es un equipo contracultural desde la perspectiva que su idea de juego genera una resistencia cultural frente a la línea dominante que propone el homogenizado fútbol de potencia física del presente.

Messi, el legado del éxtasis que provocan los talentosos inolvidables

El ícono es aquel que trasciende su propio campo y desarrollando con su talento una suerte de relato de épica y mística que logra conmueve por igual al ser humano, más allá de raza, género, color o religión. Su historia de vida salpicada de sabiduría, destreza y superación trasciende cualquier frontera, logrando empatizar con el universo de valores que despiertan el sueño, la admiración y afecto de todos los seres vivos del planeta. No es casualidad, que su figura iconoclasta sea comparable con los grandes mitos del fútbol y la música que surcaron la cultura popular de los últimos 70 años. Su talento e historia de vida genera un vínculo con la humanidad que va mucho más allá del fútbol. Desde el tratamiento hormonal que padeció como niño, pasando por su decisión de no traicionar jamás sus raíces argentinas, sumado a su simpleza retórica, son cuestiones que permiten situarlo dentro del “Panteón del Bien” como ser humano, más allá de su condición de futbolista. Su figura y destreza impactaron al fútbol de manera tal, que el mismo tuvo que adaptarse a su inusitada habilidad en velocidad. modificando así la estrategia de este deporte que se jugó durante los últimos quince años, antes de su fulgurante aparición.

Si hablamos de jugadores claves en modernizar el fútbol podemos mencionar a Pelé como el primer jugador en modernizarlo. “O Rei´ generó que los jugadores rivales comenzaran a trabajar la “marca personal” y la necesidad de adecuarse al estado atlético del astro brasileño.

En los años 70 ‘s fue el turno de Johan Cruyff quién a partir de la idea de “Fútbol Total”, (que desarrolló con el Ajax y luego con la selección holandesa de 1974), dió cuenta de la importancia de la polifuncionalidad de los jugadores que resumía la idea de “todos los jugadores de pueden jugar de todo”.

Llegados los años 80’s Maradona fue otra figura clave y elemental a la hora de pensar la evolución del juego en el fútbol moderno. Su habilidad determinada por un dominio absoluto del control del balón y su privilegiada visión periférica, sea para colocar pases o sorprender al arquero con tiros libres o disparos desde cualquier sector de la cancha. El fútbol comenzó a jugarse con la importancia de los líberos y stoppers para pasar al ataque y sorprender, momento histórico dónde dejaron su huella la Argentina campeón del mundo 86’ y la Alemania de Lothar Matthäus del mundial de Italia 90’, (es importante mencionar que Lothar Matthäus comenzó jugando de líbero en la copa del mundo de 1982 y terminó jugando de volante ofensivo en la Alemania campeona del mundo dirigida por Franz Beckenbauer).

Desde mediados de los años 90’s el fútbol comenzó una etapa que salvo por jugadores como Zidane o Riquelme o Ronaldinho entre otros, priorizó la velocidad y potencia por sobre la técnica. Recordemos que el mundial del 2002, (quizás el peor mundial de la historia), tuvo como mejor jugador del torneo al arquero de Alemania Oliver Kahn.

Con la irrupción de Messi en el fútbol mundial a partir del año 2006/2007 y del Barcelona de Joseph Guardiola, el fútbol vuelve a tener en cuenta, que la velocidad en ataque debe estar acompañada del buen dominio del balón y la posibilidad de sorprender al rival, generando espacios para el  buen juego asociado.

 

Durante el período que va del 2008 al 2012 Barcelona se impuso como el mejor equipo del mundo y España fue un reflejo de la escuela que generó el Barca, al consagrarse por primera vez en su historia campeón del mundo durante el torneo disputado en Sudáfrica durante 2010.

Messi fue evolucionando en su juego, equilibrando siempre la velocidad con su destreza innata para dominar el balón. Además de terminar de convertirse en un gran pateador de tiros libres, Messi fue modernizó al fútbol. Esto lo mencionó observando cómo fue potenciando un dominio en velocidad nunca visto antes en la historia del mismo. Esto llevó a que el fútbol europeo y luego mundial comience a desarrollar jugadores de un nivel atlético y una velocidad, nunca antes visto en la historia de este deporte, para poder intentar ponerse a la par del “fútbol-dinámica” de Lionel.  Jugadores cada vez más cerca de la potencia del atletismo de distancias cortas que poco tenían que ver con la tradición histórica del juego asociado de toques y habilidad, impusieron un nuevo estilo de fútbol. Como síntesis de este proceso, quizás podríamos mencionar a la Francia campeona del mundo en Rusia 2018.

Durante todo este proceso de hipervelocidad y potencia que vivió el fútbol en los últimos 4 años, Messi ya con más de 30 años, realizó algo que ni Maradona, Pelé o Cruyff pudieron:  readaptar su forma de jugar comprendiendo que la clave para poder hacer frente a esta nueva manera de ver y jugar al fútbol, se basa en la importancia del toque asociado manteniendo siempre el control de la pelota y esperando el momento del partido para sorprender al rival.

Esta re-adaptación progresiva de Messi en el fútbol de los últimos tres años, fue clave a la hora de comprender el porqué del triunfo de la selección argentina de Fútbol en la Copa de Qatar.

Goles como el que Lionel le convirtió a México, el de Nahuel Molina ante Holanda o el gol de Di María en la final, hablan de cómo el equipo argentino se adaptó a esta resignificación del talento que Lionel desarrolló en los últimos tres o cuatro años.

La consagración de Messi en la Copa del Mundo abraza el concepto de justicia divina y como con su talento, personalidad y figura iconoclasta, trasciende fronteras comparables a lo que hicieron numerosos talentos en el mundo del arte. No es casualidad que reemplazada la cultura rock, como un motor de emancipación de la cultura popular mundial, por la cultura pop del fútbol, los jugadores de hoy ocupan un lugar de similar influencia a la que tuvieron figuras de la cultura rock de antaño como Lennon, McCartney, Jagger, Richards o Morrison. Estos artistas más allá de su pertenencia a países cuyas políticas no fueron condescendientes con la mayoría de los países del tercer mundo, siempre fueron aceptados por los pueblos de estos países, al conectar con su arte las emociones y pasiones que hacen de la cultura popular una herramienta vital a la hora de elevar el imaginario universal.

Ver a los hijos de David Beckham vestidos con la remera de la selección argentina u observar como en Bangladesh dicho país salía a festejar por las calles los triunfos de la selección nacional, como si se tratara de un logro deportivo propio, dan cuenta de ese poder intangible pero que todo lo atraviesa de aquellos seres humanos que con su talento lo iluminan todo. Como Paul Mc Cartney o The Rolling Stones fueron festejados por el pueblo argentino fanático del rock, (más allá del conflicto de Malvinas), del mismo modo Messi, fue festejado por los fanáticos del buen fútbol de casi todos los países del mundo. Su figura es la de un ser humano que pelota mediante, sintetiza todo el universo de fantasía que conecta con las proezas y pasiones que marcan para siempre a las grandes personalidades de la historia. Si Messi fuera música seguramente sería una gran canción rock: Poética, magnética, hermosa, única e irrepetible, pero por sobre todas las cosas increíblemente humana.

El legado de la victoria y como intentar trasladar su esencia a la identidad nacional

La hegemonización feroz de la cultura popular es uno de los proyectos más concretos que pregonó el neoliberalismo cultural en los últimos treinta años. En su desarrollo, las identidades culturales nacionales fueron absorbidas por un discurso social que pregona la simetría, más allá del contexto de formación de los sujetos. Un reflejo de esto es el desplazamiento del poder de la heterogeneidad de la música popular hacia una cultura urbana y global, que responde mayormente a la lógica del lenguaje corporativo. Como una suerte de “banner” impuesto por el mercado y las redes sociales, las identidades de los sujetos que participan de la cultura urbana, parecieran condensar una suerte de universo multinacional de slogans y clichés. Esto produjo efectos inusitados como ver a ciertos artistas nacionales imitando el acento puertorriqueño de reggaetón, entre otros estilos. El caso del reggaetón es un ejemplo emblemático, a la hora de medir la pérdida absoluta de injerencia de la contracultura a la hora de influenciar y hacer evolucionar el imaginario de la cultura popular. Desde que el reggaetón se instaló como un fenómeno mundial (a partir del 2008), su longevidad como género mainstream es inusitada en toda la historia de la música moderna, la cual históricamente cada 6 u 8 años modificaba los estándares estéticos y musicales de la industria. Desde su explosión mundial, (paralela a la crisis mundial económica del 2008), las democracias de todo el mundo estuvieron sujetas a una fuerte polarización entre los discursos de derecha e izquierda, generando en la anacronía de la disputa de poder, un lento y paulatino desplazamiento del poder que detentaron la cultura y el medio ambiente como herramientas orgánicas y necesarias para intentar cambiar el actual paradigma sociocultural. El feminismo del siglo XXI que en sus comienzos aparento ser una fuerza revolucionaria, diseminando virtuosamente el derecho a la libre determinación sobre el cuerpo de los sujetos, rápidamente fue absorbido por la lógica de las democracias corporativas. Institucionalizado por estas (debido al temor a perder voto político), en lugar de ir desarrollando el pasaje de su radicalidad a un discurso más universal, potente y emancipador, que conecte principalmente con la cuestión ambiental y cultural terminaron sesgados por el tumulto y la condescendencia disciplinaria castrense del poder económico y político. Su actual visión subjetiva, peligrosa y apresurada sobre lo correcto o incorrecto, (en un lugar tan infinitamente heterogéneo como la cultura popular), está lejos de intentar lo que implicaron las revoluciones culturales de los últimos 200 años. La inmediata cancelación sobre artistas del pasado está creando una meta-historia que carece de la contextualización necesaria para poder tomar un juicio de valor avesado. La institucionalización del lenguaje inclusivo, apostando a la “e” como primacía de los discursos, tiene en cuenta la importancia de la connotación acústica de las palabras y la fenomenología de la heterogeneidad de la palabras masculinas y femeninas. Esta heterogeneidad acústica siempre funcionó como base vital para el nacimiento de subculturas y renovar el lenguaje. Si la metáfora y las palabras del artista pierden su radicalidad su compromiso con el arte disminuye significativamente, debido a que se pierde el necesario folclore de incorrección para poder parodiar o señalar las injusticias del sistema. La “E” pretende unificar de manera homogénea el poder del lenguaje, en una disputa dónde la inclusión está teñida del peligro simétrico de figura, forma y contenido que propone el neoliberalismo cultural.

Si bien el mundo del fútbol no pudo escapar a la lógica impuesta por la filosofía neoliberal, su empoderamiento como principal herramienta de unión de la cultura popular se debe a que lo impredecible de su folclore, aún no puede terminar de ser totalmente docilizado por la tecnocracia corporativa. La tensión entre lo inesperado de su juego y la implementación del control tecnocrático se visualiza fácilmente en la utilización del VAR, acaecida cuatro años atrás.

La selección dirigida por Scaloni más allá de la victoria final, transmitió un valor clave y contundente a través de su juego y filosofía: La contracultura basada en la afirmación de la identidad nacional como un valor de resistencia, frente a la hegemonía globalizante y homogeneizadora que pregona el neoliberalismo.

Hay contracultura deportiva en su juego a contramano de la potencia física y atlética que predomina en el fútbol actual, pasando por la capacidad para rescatar la picardía como una muestra de resistencia al disciplinamiento inhumano que hoy atraviesan los sujetos en la mayoría de sus campos sociales.

También en la identidad de toque y juego asociado (como el segundo gol a Polonia dónde hubo más de treinta pases seguidos), la garra aportada por Dibu Martínez y los jugadores para enfrentar a los rivales, la mirada personal y reflexiva de Scaloni y el cuerpo técnico a la hora de ver y analizar el fútbol, hasta llegar a la figura estelar de Messi, encierran un universo orgánico de relación positiva y humana con lo mejor de la tradición de la identidad nacional.

Algo importante del legado de esta selección descansa en un equipo que representa lo mejor y también el folclore particular que siempre distinguió a los argentinos. Esta relación orgánica, podríamos trasladarla a la necesidad de replantear el esquema político y cultural nacional del presente, desde el lugar que tanto la política como la cultura argentina, están íntimamente relacionadas con el entorno y las necesidades locales que hoy imperan en nuestro país.

La contracultura implica la toma de una posición alternativa frente a lo dominante social, política y culturalmente. Así como el triunfo de la selección argentina responde a una relación orgánica con las raíces, identidad y tradiciones del histórico fútbol argentino, habría que pensar como refundar la económica, la sociedad y política de nuestro país detentando como objetivo final una posición unificadora y orgánica nacional. Dada la importancia de la cultura popular y el medio ambiente. la misma debería desde tener en cuenta los errores y virtudes históricas argentinas desde la fundación del país acaecida 213 años atrás, para lograr primacía en lo referente a lo cultural y medioambiental dentro del contexto actual. La nueva política debe apuntar al cambio del paradigma neoliberal imperante, desde la totalidad de la mirada universal e integradora culturalista/ambientalista.

Argentina es un país cuyos recursos naturales son inmensos, y la única manera de romper con el velo dicotómico de izquierda/derecha de las actuales democracias corporativas, es intentando desarrollar una política tendiente a canalizar la riqueza de esos recursos y cuya evolución política-práctica impacte en el devaluado imaginario de la cultura popular nacional.

Refundar desde adentro (tal como hizo la selección de Scaloni), teniendo en cuenta los principios de bienestar de los integrantes del territorio nacional e intentando concientizar sobre la importancia de cómo el mismo entorno puede generar prosperidad, resulta primordial en la búsqueda de una nueva vinculación cultural y política entre los argentinos, lejos de la anacronía de expectativas que representa el “mainstream” político actual.

El necesario replanteo de la dirección política guarda una clara relación con factores económicos, que afectan directamente a nuestro país. Desde la concentración urbana que atomiza a los individuos y que resulta disfuncional a las dimensiones geográficas de nuestro país, pasando por el agronegocio y la minería intensiva. Estas dos últimas actividades han comenzado a causar efectos tremendos para el motor principal de desarrollo del país que son sus riquezas naturales, tanto alimenticias como minerales. La futura industria pesada va a estar relacionada con las cualidades del hábitat y no tanto con el concepto de explotación de la misma que se tiene desde fines del siglo XIX (sea desde la concepción marxista o liberal). Tomando en cuenta esto, los políticos de cualquier índole ideológica deben orientar sus ideas y accionar a partir de las potencialidades naturales de nuestro país. Su futuro y prosperidad económica, social y cultural dependen del necesario cambio a una política pública orgánica vinculada íntegramente a las necesidades del territorio nacional.

La falta de crítica contracultural al sistema, nos está dejando atomizados ante una globalización en dónde países como el nuestro resultan una presa fácil frente los intereses que representa y al mismo tiempo un serio peligro para todos los habitantes que forman parte del suelo nacional. Sin un profundo replanteo hacia adentro de la función orgánica/política argentina, la actual agenda política está condenada al constante fracaso.

Motivar lo orgánico y la importancia de conceptos o ideas que rescaten las mejores tradiciones de una nación que reafirman sus condiciones históricas positivas y universales, es el invisible legado que esconde el triunfo de la selección argentina. Esto aggiornado a la agenda política de nuestro país, podría ser el puntal para hacer surgir la obligada y necesaria tercera posición política orgánica-cultural, que dé nuevos bríos y expectativas a habitantes de este hermoso país llamado Argentina.