Living Things es el quinto disco de estudio de los californianos Linkin Park. Aquellos que vieron sus años dorados pasar a principios de milenio, vuelven con la promesa de que “en este álbum no hay tanto ruido pero sí muchas buenas canciones”. Acordando en lo sonoro pero desconformes en lo cualitativo esta es la reseña del nuevo y pequeño hijo del Nü Metal.
Por Estefanía Lestanquet
Luego de probar suerte con las mezclas y los sonidos más electrónicos en A Thousand Suns (2010),Chester y equipo pretenden retomar las raíces de su exitoso comienzo. Ya desde su gestación, Living Things, pintaba ser una segunda parte del aclamado Hybrid Theory (2000), o al menos esta era la meta que la banda y su productor, Rick Rubin, ansiaban alcanzar. “Burn it Down”, primer sencillo de la criatura, hizo creer, por momentos, que la promesa de un excelente disco podría hacerse realidad. Pero el todo no es más que la suma de las partes, y a estas piezas les faltan creatividad, potencia y poco nos llegan a deslumbrar.
No se puede juzgar sin entrar en detalle, de manera expeditiva, en la primera mitad exacta del disco se encuentran las mejores composiciones, o tal vez las más arriesgadas y las que da más gusto escuchar. El podio lo ocupa, la ya mencionada, “Burn it Down” junto con “I´ll Be Gone” y “In My Remains”, este potente trío que resalta y gusta tanto a los incondicionales fans y a los traicioneros críticos, reúne a la frescura de Linkin Park del año 2000 potenciados por la experiencia de la actualidad. Por otro lado un buen comienzo con “Lost In The Echo” y un excelente primer cierre con “Castle of Glass”.
En la segunda mitad del álbum la historia cambia. Una olvidable “Victimized”, se convierte en una bola de ruido sin sentido, mucho menos, eficacia y no se acerca al punk rock, como alguno dicen. Todo lo demás será balada, en el sentido redundante y aburrido de la palabra. “Roads Untraveled”, “Skin To Bone” y “Until It Breaks”, rondan entre lo monótono y aburrido, llegando a no ser reconocidas y confundidas una con otra al hablar de ellas. Y al final, las pegadas “Tinfoil” y “Powerless”, hacen honor al nombre de esta última, canciones sin gracia, sin energía, sin madurez.
Cuando uno cita un pasado brillante a comparación con un presente chato, no lo hace por inmadurez o deseo eterno de tener diecisiete años, edad que a más de uno le gustaría nunca abandonar. La crítica a Living Things no es una falta de aceptación al paso del tiempo o a la evolución musical de Linkin Park, es justamente eso lo que no ponemos en tela de juicio. El sexteto de más de quince años de carrera y decenas de melodías maravillosas, tiene todas las herramientas para crear y darnos ese disco que tanto nos prometieron, sólo que no será en esta oportunidad.//∆z
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