Diez años y siete discos después, The Black Keys se muestra en su mejor momento y nos ofrece El camino, uno de los mejores discos del año.

Por Gabriel Feldman

Hay bandas que no descansan. Bien podrían haberse quedado con el dulce sabor de los elogios resoplando en sus oídos, pero un año después del exitoso Brothers, Dan Auerbach y Patrick Carney salieron al ruedo de nuevo. Supongo que debe ser muy difícil plantearse nuevos desafíos después de un éxito aplastante. Tanto la crítica como el público se rindieron a sus pies tras este trabajo e incluso los premiaron con un Grammy a mejor disco de rock alternativo. Pero no se conformaron. Al contrario, se ajustaron los cinturones (¿de seguridad?) y a rodar de nuevo.

Ya alejados un poco del blues que impregnaba las canciones en sus comienzos, una catarata bailable asalta en El camino. Si con Brothers se consolidaron como una de las bandas más destacadas en el globo, El camino lo revalida. ¿Quién dijo que el rock no se podía bailar? Como un pirata del asfalto, la guitarra de Auerbach te atraca para moverte a su antojo. Si no lo viste en su nuevo single, “Lonely Boy” te invita a efectuar los pasos más insospechados como aquel oficinista inquieto que no puede quedarse en su silla y se sumerge en la música de turno. El blues sigue presente en la melancolía que contrasta el baile con las palabras. Entre nah nahs (lease na-nas), yeahs y oh ohs (lease oós) Aueberbach se desploma en estribillos que, sí, los vas a terminar cantando en todos lados. Las dudas constantes. El amor que no está. El amor que se fue. El amor que hay que esperar. Se alza entonces “Gold on the Ceilings” con un beat estático made in Carney, unos coros femeninos a tono como el mejor pop de los sesenta y Auebarbach en todo su esplendor.

Aunque son un dúo guitarra-batería, destacan los arreglos de teclado y las frases de bajo que realzan canciones que de lo contrario sonarían un tanto escuetas. Cuando se piensa en dúos guitarra-batería los White Stripes son una referencia obvia. Pero a diferencia de los de Detroit, que ya se separaron incluso, The Black Keys rodea al dúo principal con instrumentos soportes que le dan otro vuelo a sus interpretaciones. ¿Qué sería de “Run Right Back” sin esa dulce línea de bajo?

Cada track se erige como canción confeccionada para ser éxito. No sé si esto se puede planear de antemano. Once canciones con una matriz similar, pero que nunca pierden frescura, se suceden una a una. Sólo queda sentarse y disfrutar. “Hell of a Season”, con una impronta similar a la recordada “Tighten Up”, deja resoplando en el aire ese “no sé qué” que la distingue del rebaño. No por nada, aquél hitazo de Brothers fue la única colaboración entonces con el reconocido productor Danger Mouse y es él quien trabajó junto a los Keys en este disco, no solo aportando en el sonido sino también en las letras. “Hell of a Season” reúne todos los condimentos. ¿Será el detalle del piano? ¿Será ese bajo que tan bien fluye junto a la batería? ¿Será ese beat que destaca las virtudes de lo que lo rodea y genera el contratiempo en el que cada palabra cobra mayor peso? ¿Será la guitarra de Auerbach o esos agudos que se van colando entre el tono cansino de su voz? ¿O será ese solo que también reclama más explicaciones y excusas para que el amor perdure? In this hell a season/ Give me more other reason/ To be with you/ Say you’ll be better/ I’ll keep waiting forever/ You know I do.

Pero entre tanto melancobailoteo se cuela “Little Black Submarines”. En el mismo campo fértil donde guitarras vivaces llenaron nuestros oídos, está esta gema zeppelinesca que reclama un ADN a “Stairway to heaven”. Hasta uno se puede confundir e intentar cantar ‘cause you know sometimes words have two meanings’. No caben dudas, una introducción en guitarra acústica partida al medio por un riff suntuoso y una batería glotona que se quiere comer el mundo. Seguida por “Money Maker”, otra de estirpe más rockera, de los grandes valores de El Camino.

El dúo de Ohio se las trae y ya sobre el final del año consiguieron lanzar uno de los mejores discos de este 2011; ¿o ya cuenta para el 2012? Ah, pero ni idea. Ahora más sintéticos: once canciones sin desperdicio para el disfrute de la dama o el caballero. Sólo le queda disfrutarlo.