En el Día Mundial de la Poesía compartimos un poema del escritor peruano Mario Montalbetti de su libro Apolo cupisnique (añosluz, 2018).
A comienzos de año escribí un poema que comenzaba
el sol cae, las estaciones se suceden, las nubes flotan
sin dirección. Luego de unos cuanto versos más empleando
ese tono más bien oriental quebré el progreso del poema
y dije cambio todo eso por una sopa dan dan mian
llena de vida mamífera flotando arruinada en su superficie.
El poema era sobre el chifa Hou Wha en Miraflores,
un restaurant elegante en Carlos Tenaud con Paseo
de la República. La elección del local no es gratuita:
es el chifa predilecto del Presidente García. Ahí va
con sus amigos, ahí celebra, ahí se reúne, festivo,
consigo mismo. El proceso retórico que quería emplear
era el de comparar la descuartización de cangrejos,
la ingesta de ostiones, las manchas de sillau en los manteles
blancos, las fuentes de chancho asado devueltas
a medio comer y las risas humanas que emergen
de los apartados, con ciertos excesos que ocurren en el país.
Entiendo que hablar de comida es feo pero a veces
la verdad se dice en listas: nabos fríos, tamarindos,
huesos de pato, té lapsang. Es un poema largo
en el que también hablo de un cuadro que cuelga
sobre una mesa laqueada en el que con un mismo trazo
el artista dibuja los acantilados y la luna. En un pasaje
del poema, a través de una de las ventanas del chifa,
aparece un taxi transitando por Paseo de la República
con una calcomanía del Che en la luna posterior y escribo
que eso (una calcomanía del Che en la luna posterior
de un taxi) es lo más cercano que hemos llegado al socialismo
en este país. El poema acaba poco después con los versos
es inútil, la naturaleza ha muerto. Lo titulé «El Chifa de García»
y no está mal pero no expresa verdaderamente
lo que quiero decir. Se parece demasiado a otros poemas
que he escrito antes, y habla justamente de comida
que es uno de esos excesos en contra de los cuales
apuntan sus versos. Luego de ese poema escribí otro
que lleva por título «Dinastía Wong». «Dinastía Wong»
habla sobre el monumento al Becerro de Oro
que se ha construido en San Isidro y que es un lugar
de peregrinación de agentes de bolsa, administradores, MBAs,
economistas, inversores, expertos en liderazgo, cambistas
de dólares y emprendedores. El poema está situado
en un futuro no muy distante. Hay un par de versos
en los que escribo el emperador y los mineros tienen sus aposentos
en el valle de Pachacamac. La capital ya no existe.
El ambiente es más bien desagradable. Escribo
toda la comida es carne humana y rábanos
que han resultado ser singularmente resistentes.
El poema concluye poco después de esos versos
con la descripción de una camioneta 4×4 estacionada
en doble fila frente a una farmacia en Miguel Dasso.
El poema tampoco está mal pero otra vez se parece demasiado
a cosas que ya he escrito antes y por eso no me agrada del todo.
Luego de ese par de poemas, dejé de escribir y pasó el invierno.
Fue entonces que Nicolás Cabral llamó a invitarme a escribir
en La Tempestad y no sabía bien qué decirle. Por un lado
quería aceptar pero por otro no tenía nada nuevo
que pudiera enviarle y repetir lo mismo me parece
auto-complaciente y finalmente, aburrido.
Los poemas no dicen gran cosa estos días.
Mis poemas no dicen gran cosas estos días.
Resolví entonces hacer lo siguiente: primero, explicar la razón
de mi silencio (que ahora ya la saben: todo lo que escribo ahora
se parece demasiado a lo que he escrito antes) y segundo,
excusarme o tal vez repetir los versos finales
de «El Chifa de García»: es inútil, la naturaleza ha muerto.//∆z