Hablamos con el músico sobre su trabajo al frente del Pipi Piazzolla Trío y como miembro del sexteto Escalandrum, el cruce de géneros en el que se mueve dentro del jazz contemporáneo y el puritanismo de ciertos sectores en torno a fenómenos como el trap. 

Por Rodrigo López

Fotos gentileza de prensa 

Hace mucho tiempo que “Pipi” Piazzolla dejó de ser el nieto de. Excelso baterista y defensor acérrimo del llamado “jazz argentino”, el integrante de Escalandrum y el Pipi Piazzolla Trío nos recibió en su hogar y habló, entre muchísimos temas de actualidad y relevancia, sobre las dificultades para triunfar artísticamente en nuestro país y lo que significa llevar su apellido.

De paso reciente por el Lollapalloza Argentina, también hizo hincapié en la relevancia de la formación musical a la hora de alcanzar los niveles más altos y se refirió a la conexión entre el jazz y el fútbol.

AZ: Comencemos por lo biográfico, lo más personal, por los recuerdos de la infancia y lo que fue para vos crecer siendo nieto de tamaño prócer musical y cultural como Astor Piazzolla.

Pipi Piazzolla: Bueno, la infancia fue más bien tranqui, fue normal. Siempre muy ligado a la música, porque mi papá cuando yo tenía tres o cuatro años ya empezó a tocar con mi abuelo en el octeto electrónico, por lo que yo iba a los ensayos y veía cosas que son difíciles que a uno le pasen, cosas increíbles. Fue una infancia normal, tranquila, feliz y muy musical por suerte.

AZ: Te lo han preguntado varias veces, pero es un tema ineludible: ¿cuánto peso tuvo el apellido a la hora de realizarte como artista?

PP: No sé, en primer lugar yo no sabía que alguien se cambiaba el apellido por eso de que “era una carga” (risas). Nunca entró en mi cabeza. Le di siempre para adelante y por suerte desde el primer día supe dónde me estaba metiendo, y supe qué era lo que tenía que hacer para poder salir adelante: practicar mucho, estudiar con los mejores, escuchar buena música y hacer músicas nuevas siempre. Mantener la llama prendida, básicamente fue eso. En el único momento en el que tal vez se pudo haber puesto un poco pesado era en la escuela de música, donde todos mis profesores pretendían que me sacara un diez. Y yo, muy orgulloso, quería sacarme el diez también. Y me lo sacaba, así que listo.

AZ: Hablando de esta llama, de la idea de crear música nueva de forma constante, de no perderle el paso a los sonidos nuevos, tu abuelo fue pionero dentro del ambiente clásico. Desde la actualidad, ¿cómo recordás aquella polémica que generó la revolución de Astor Piazzolla?

PP: Yo no sé si me acuerdo directamente de haberlo vivido o percibido, son todas historias que me fueron llevando. Era una época en la cual todo era más chato, era difícil mover un mueble de lugar y eso lamentablemente se trasladaba al arte. Pero mi abuelo era un tipo al que le gustaban los desafíos, le encantaba provocar, molestar, hacer bromas pesadas, él estaba muy cómodo con eso. Defendía lo suyo a muerte, obviamente, pero le gustaba pelear y qué mejor para un peleador que el que le busquen roña. Tal vez lo único que lo ponía triste era el hecho de no poder hacer más de dos teatros seguidos porque ya al segundo no iba nadie, eso es lo único.

Pero después, él navegó muy tranquilo, la rompía afuera, todo bien, y lo demás es como las estructuras que estamos tratando de cambiar hoy día: el patriarcado, por ejemplo, esas antigüedades que sucedían y que eran así. Por suerte este mundo nuevo es más abierto, y musicalmente, dentro de lo que me corresponde hablar a mí, los músicos nos sentimos muy libre de hacer lo que queramos. ¿Quién te va a decir que algo no es música? Tenés que estar muy al pedo. Me parece que vivimos una época maravillosa, se puede mezclar, hay diversidad de estilos, hay una cosa medio global que te permite ver y escuchar cosas que antes eran imposibles. Es algo muy lindo, aunque lamentablemente… Bueno, no sé si lamentablemente, porque cuando apareció Charlie Parker fue un quilombo, lo mismo John Coltrane y Miles Davis, que son íconos. Se habrán tenido que inmolar por la causa.

AZ: Me gustó mucho la anécdota sobre la relación entre tus inicios en la batería con los bombos de la hinchada de River Plate. ¿Esa pasión que vos tenés por la música tiene relación directa con lo que se vive a flor de piel dentro de una cancha de fútbol?

PP: Puede ser. Primero, yo soy de sangre italiana, por lo que tengo una visceralidad importante. Pero en la cancha encontré eso a la máxima potencia, y también lo que me gusta mucho de ese ambiente es que es muy popular y por completo social. Estamos todos abrazados ahí y tirando para el mismo lado, algo que me parece mágico. Y un poco a la música la vivo por ese lado y otro poco el jazz es justamente eso: una música popular que te une las razas y religiones, cosa que tal vez en otra música no pasa tanto. El jazz fue la primera, ahí se mezclaron los negros con los blancos, los italianos con los judíos… Es un estilo mágico, es increíble e integrador. El jazz es anti-racismo.

AZ: En algunos círculos el jazz todavía está erróneamente asociado con sectores mucho más elevados y exquisitos. ¿Vos encontraste dificultades en Argentina a la hora de bajarlo de ese pedestal y tratar de llevarlo de vuelta hacia su origen popular?

PP: No, para nada, fue más bien natural. Los muchachos de Escalandrum tenían músicas compuestas que sonaban de acá y las interpretamos de manera jazzera. ¿Qué quiere decir de manera jazzera? No que hacíamos “tin, chi, ti, tin”, sino que el concepto era del jazz. No hacíamos un groove de rock tampoco. Hacíamos uno que acompañase los acentos de una música mucho más cercana a la argentina que al jazz americano. Pero es jazz, porque hay improvisación y armonías jazzeras y la orquestación también pertenece al jazz.

AZ: ¿Y qué sería entonces el “jazz argentino”? ¿Cómo describirías su esencia?

PP: Jazz hecho por argentinos. Básicamente es eso. Las reglas del fútbol argentino… ¿Dónde se inventó el fútbol? En Inglaterra, el córner es córner en todos lados. ¿Por qué entonces se lo llama fútbol argentino?

AZ: Porque tenemos una manera distinta de jugarlo, de vivirlo, de sentirlo…

PP: Es justamente eso. ¿Y el rock nacional? ¿Dónde nació el rock? En Inglaterra, entonces a veces al jazz hay gente que lo mira mal porque nació en Estados Unidos. Pero ahora es nuestro, el que está acá es todo nuestro. También hay gente que, como tiene onda con todo lo que sea de Norteamérica, dice que no existe el jazz argentino. Yo los respeto a ellos porque todo el mundo es libre de hacer y pensar lo que quiera, pero el jazz argentino existe: está tocado por argentinos, que viven en su país y que hacen composiciones que fueron creadas en la Argentina. Y si te llaman de un festival en Holanda, por lo general es para que toques un jazz diferente al que contratan al costo de 150 euros el pasaje. Por lo tanto, ellos también saben que el sonido es muy distinto.

Foto: Luis Suárez

AZ: En la Argentina es muy complicado vivir de la música, ni hablar el hecho de triunfar, aunque la constancia sea más difícil que ese éxito…

PP: Pasa que no tenés que tener ganas de triunfar para vivir de la música. Tenés que estudiar para poder tocar en el foso de un teatro, dar clases o tocar salsa en un casamiento si es que realmente querés vivir de la música. Porque la música es una profesión, no es una cosa que nos divertimos, vamos con los amigos, tocamos un rato y soñamos con ganar un Grammy. En primer lugar, para ser músico te tenés que sacar de la cabeza que vas a triunfar, porque ninguna profesión se piensa desde esa idea, sino más bien desde la necesidad de tener trabajo y de si vas a ser el mejor en lo tuyo para tener más trabajo. Para mí, el concepto es ese.

AZ: La formación académica suele estar en la lista del “debe” en nuestra música, sobre todo dentro de los sonidos que dominan la escena emergente y mainstream desde hace ya una década. ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Creés que aún en géneros no ligados a lo clásico mejoraría sustancialmente la calidad de la música?

PP: Pero todos los que están en las orquestas sinfónicas están muy bien formados. Los mejores músicos de tango, los que tocan el contrabajo, el violín, están todos formados en la academia. No hay manera de tocar bien ese estilo de otra manera. Lo clásico te da una base técnica que no te da otro instrumento, si vos querés ser buen músico y tenés esa formación, después hay que sumarle el hecho de hacer lo que te gusta. Pero, por lo general, esos músicos son los mejores. Yo tengo gran admiración por ellos y por esa formación, hasta inclusive por cualquier tipo de instrumento, hasta los de viento. Después tenés que hacer lo que te gusta, obviamente, pero quienes estudiaron con formación clásica tienen muy alto nivel. Me parece copado, pero no creo que eso haya sido para mí. No lo hice ni creo que lo hubiese pasado bien, tengo otra visión, pero es algo que me parece muy bueno. Hay gente que necesita ese orden, yo soy ordenado y muy estudioso motu proprio. Me armo la rutina sin ningún problema.

AZ: Vayamos directo hacia los veinte años de Escalandrum. ¿Podrías explicarnos la evolución en el sonido y en la búsqueda sonora de la banda a lo largo de todo este tiempo?

PP: Al principio creamos el proyecto entre un grupo de amigos para hacer la música que nos gustaba. Teníamos muchas coincidencias: jazz, latin jazz, funk, buscando mezclarlas siempre con la impronta de que fueran temas propios. Muchas veces uno forma un grupo de jazz para tocar standards, pero Escalandrum nació directamente con música propia. En el segundo disco (Estados Alterados, de 2002), la crisis del 2001 hizo que mirásemos hacia adentro, algo que se reflejó en su título. Era lo que estábamos viviendo en esa época. Aquí es donde empezó a sonar todo mucho más argentino, había una milonga en 5×4, también algunos ritmos folklóricos que en vez de 3×4 estaban en 9×8, buscábamos romper un poco con esa rigidez tradicional.

Después, como nos dimos cuenta de que sonábamos más de cámara, más acústico, decidimos hacer un disco que se llamó Sexteto en movimiento (2003) en el cual tenía una suite que llama “Suite del Sur” con cuarteto de cuerdas. Eso tenía algo más clásico sin perder la esencia de lo argentino. Uno de los movimientos de esa suite se llama “Suite del Sur: Chaca-Bop”, una chacarera bebop… Y después comenzamos a focalizarnos bien en lo que era la composición, en ir mezclando lo que eran nuestros ritmos pero de manera mucho menos implícita: que no se notara tanto que es un tango, pero que sientas que es argentino. Luego hicimos el disco de Piazzolla, donde descubrimos un mundo nuevo. A partir de allí, el grupo se transformó en uno mucho más urbano, apuntando a la milonga y al tango moderno, más allá de que no se note a veces que están allí presentes. Hoy día seguimos desarrollando eso, la búsqueda de tocar jazz, de hacer la música que nos gusta, pero siempre intentando que suene autóctona, sin jamás forzarlo. No tenemos ganas de tocar un swing, no se nos ocurre siquiera. Si surge, surgirá, pero queda medio a contrapelo de nuestra propuesta.

AZ: Siguiendo por el hilo de la fusión y de la experimentación sonora, ¿sentís diferencias entre el estudio y el vivo a la hora de interpretar esas canciones?

PP: No, no, para nada, es la misma impronta. Nosotros grabamos todos juntos, por ende pasa lo mismo que en el vivo. Te diría que hasta grabamos sin auriculares, nos escuchamos de aire, así que es como tocar para la gente pero grabando. Tal vez algunas cosas que tenemos en cuenta es que los solos no duren veinticinco minutos (risas). Pero nada más que eso. Algo pasa en el estudio: vos tocás una toma y cuando la vas a escuchar te das cuenta de que cambiarías un montón de cosas. Entonces hacemos la segunda toma teniendo en cuenta todo eso a variar. A veces uno toca y lo que escucha no es lo mismo. ¿Viste cuando grababas la voz en el contestador telefónico y después te querías morir cuando la escuchabas porque no era la misma? Bueno, a veces pasa eso en el estudio.

AZ: Antes de pasar al trío quería focalizarme en Studio 2 y Sesiones ION. ¿Cómo recordás la experiencia grabando Studio 2 en Abbey Road? ¿Y cómo surgió la idea de reinterpretar en Sesiones ION las canciones clásicas de Mozart y Ginastera?

PP: Mirá, lo de Studio 2 (2018) fue increíble, una idea de nuestro manager, por la que prácticamente lo tratamos de loco (risas). Se le ocurrió cinco años antes de grabarlo y en medio de una gira reciente por Europa vio la oportunidad de contratar el estudio y llevar a cabo su sueño ¡El sueño de él! (risas). Fanático terrible de los Beatles, Horacio… Entonces, cuando fuimos a grabar, no tenía mucha expectativa, no quería desilusionarme. Ya últimamente no tengo expectativa de nada a esta edad, más que nada para no desilusionarme, pero desde que pisé el estudio hasta que me fui fue lo mejor que me pasó en la vida. La técnica, cómo se escucha, la acústica, el trato, el olor… Todo, la verdad. Londres, que yo no conocía y me pareció espectacular. El ambiente futbolero que hay, me sentí muy identificado. Nos encantó, fue mágico para el grupo.

Lo de Sesiones ION (2017) fue así: ¿viste que nosotros hicimos un disco que se llama Piazzolla Plays Piazzolla (2011), donde hacemos música de Piazzolla pero a nuestra manera? Bueno, hace un tiempo me llamó Luis Ovsejevich, presidente del Konex. Él te llama por teléfono, no te manda un Whatsapp. Teléfono de línea. Creo que la última vez que llamó alguien fue él (risas). Me saluda y me cuenta que va a haber en el Konex un festival de música clásica y que tiene ganas de que interpretemos a Mozart. Mi reacción fue la de decirle que no nos daba para hacer ese tipo de música y él me pidió que sea a lo Piazzolla Plays Piazzolla, es decir a nuestra manera con solos en el medio y demás. Lo hablé con los muchachos y les pareció re bien. A los diez días se cumplían los cien años de (Alberto) Ginastera, nos llama otra gente exactamente por lo mismo, en un evento a realizarse en el barrio donde había nacido él, y ahí la verdad es que cambia todo, porque lo podés hacer a tu manera. Una vez que hicimos ambos shows, nos quedamos con un repertorio que no íbamos a grabar, pero en el medio surge la invitación de Osvaldo Acedo a grabar con dos micrófonos en el medio de la banda. Él quería probar ese tipo de sesión, que era como se hacía antes: sostenía que Escalandrum es el único que puede hacer eso acá y que por eso quería hacerlo solo con nosotros. Entonces les dije a los muchachos que aprovechemos la movida para grabar toda esta música que nunca jamás íbamos a tocar en vivo.

AZ: Vayamos al Pipi Piazzolla Trío. ¿Cómo describirías tu rol como compositor en el nuevo disco, Rata? ¿Cómo explicarías la química que hay entre ustedes tres arriba del escenario?

PP: Bueno, yo elegí a Damián Fogiel y a Lucio Balduini justamente por la química que tenemos ya desde antes. Con Damián toco desde el año ’94 o ’95, empezamos tocando juntos en la Giusti Funk Corp y después en Latinaje, para luego pasar a Escalandrum. También tocamos en un octeto en el que hacemos música de Piazzolla, que nos tuvo de gira un mes por Japón. Y con Lucio Balduini nos conocimos tocando con Guillermo Klein. Después del primer show nos juntamos a charlar de música y de todo un poco, y pegamos muy buena onda, hubo mucha interacción. Los elegí porque son rítmicamente muy sólidos y a su vez muy creativos. Yo quería armar un grupo sin bajo, y para ello necesitás sí o sí dos tipos que tengan un control del ritmo muy importante. En cuanto a la sinergia que se da, la realidad es que tocamos muchísimo, ya tenemos tres discos encima y se siguen sumando presentaciones en vivo. Ya cada uno sabe lo que tiene que hacer, hasta dónde puede crear.

AZ: Si tuvieses que diferenciar en cuanto a lo sonoro a tres discos tan diferentes como Arca Rusa, Transmutación y Rata, ¿cómo lo harías?

PP: Mirá, es una evolución. El primer disco (Arca Rusa, 2012) fue bien contemporáneo, teníamos muchas ganas de explorar, tocamos todos los temas seguidos, hay muchas transiciones en las que tocamos free y con algunas señales enlazábamos las canciones. Después, el segundo (Transmutación, 2015) es más experimental, buceando un poco entre la polirritmia, grupetos artificiales… Métricas irregulares no te voy a decir porque ya lo hago en todos lados (risas). Y finalmente este nuevo disco (Rata, 2019) es una síntesis de los otros dos: es uno en el que hay más canciones y no tantos solos largos, sino más bien una improvisación a nivel grupal mucho más pareja. Y también con dos o tres años más de bagaje, por lo que estoy muy contento con el resultado, me parece que está bien sólido el disco. Eso es algo que no pasa siempre.

AZ: Tanto en Escalandrum como en el trío, ¿tomás al cine como una influencia estético-sonora?

PP: ¿Al cine? No, no, yo toco música nada más. Es en lo único que pienso, no me inspiro en nada (risas). Es trabajo y es muy directo. No requiero de cosas extra, por suerte. Cuando voy a ver a River pienso en River nada más, y cuando voy al cine pienso en la película… Soy muy directo (risas).

AZ: Estamos ante un renacer del jazz a nivel masivo en nuestro país. ¿Cómo vivieron la experiencia reciente en el Lollapalooza Argentina 2019? ¿Qué opinás del rol que tienen tres artistas globales como Kamasi Washington, Kendrick Lamar y Thundercat en este nuevo posicionamiento del jazz bajo los grandes focos?

PP: Con Kamasi lamentablemente ni nos vimos en el Lollapalooza. Hay una combi enorme que te lleva de un lado al otro y estás a tres kilómetros del escenario (risas). Es muy grande todo y pasa muy muy rápido. Cuando nosotros terminamos de tocar, faltaban cuarenta y cinco minutos para que tocara Kamasi, con lo cual él no estaba ni cerca, seguro estaba comiendo unos fideos con tuco. Te lleva la combi, no sé, nosotros nos subimos al escenario sin probar sonido. Nadie prueba sonido, ni Kamasi, así que armamos todo así rápido diez minutos antes de tocar. Por suerte llevamos a nuestro técnico Facundo Rodríguez que es el que grabó Studio 2, Piazzolla Pre-Piazzolla, Rata, Transmutación, Arca Rusa. Por suerte lo llevamos a él y es tan groso que en dos minutos logró que sonase todo como si saliese de un disco. Muy difícil de lograr, es un festival de gran magnitud que está acostumbrado a un tipo de audio perjudicial para el jazz porque, por ejemplo, un contrabajo no puede ser amplificado de esa manera.  La experiencia fue espectacular, tuvimos muy buena recepción y algo llamativo, que es que la prensa nos hizo muchísimas notas y que muchos periodistas a los que respeto mucho nos pusieron en el Top 5 del festival. Mis respetos y mi agradecimiento para ellos.

AZ: Eso es algo que está bueno, porque más allá de la especialización de algunos colegas en el género, hay una gran recepción y difusión del jazz en los medios.

PP: Eso está bueno, es muy buena noticia que el jazz empiece a estar en estos ámbitos. Te hace descansar un poco la oreja en el mejor sentido: es una música muy espiritual que con su experimentación te hace abrir los sentidos. Llega un punto en el que sin dudas hace falta eso. No sé si en el main stage como nos tocó a nosotros y a Kamasi, pero debería haber un escenario solo de jazz en algún lugar con sombrita y algo rico para comer. Es necesario, me parece que esto fue una prueba y que funcionó. Así que ojalá sea de esta manera. Yo he tocado en festivales en todo el mundo y el jazz siempre tiene su carpita y no precisamente para veinte personas. Pero bueno, U2 toca donde tiene que tocar. A nosotros acá nos dieron el main stage, cosa que me parece re copado, más allá de que no pretendíamos tanto (risas).

AZ: Vos sos un especialista a la hora de responder preguntas acerca de cómo renovar el viejo concepto del jazz. Existen muchos músicos de la rama más clásica y tradicional que están en contra de las aperturas hacia otros sonidos…

PP: Entonces no son jazzeros, porque el espíritu del jazz es abierto: unión de razas, de religiones, espíritu libre. El jazz es libertad, así que no deben ser jazzeros. Yo le tengo mucho respeto a la gente que defiende la tradición del jazz, pero no respeto al que critica otros estilos y al que todo lo demás le parece una mierda. Porque seguro que no va a poder tocar, ya que cada estilo tiene su idioma y su background. Por eso es que los grandes músicos de jazz lo saben, lo entienden y lo dicen.

AZ: ¿Cómo analizas a las escenas indie y trap que actualmente dominan el universo sonoro emergente-mainstream de nuestro país? ¿Creés que hay un purismo excesivo hacia ellos por parte de cierta crítica del rock?

PP: Mirá, yo no escucho trap, pero les tengo mucho respeto. He tocado con FMK, con Agus Padilla y Dak1llah en la presentación de los Premios Gardel y la verdad es que son pibes con mucho talento, pero que en el ochenta por ciento de los casos les falta una banda atrás. Lo único que me gustaría es que tengan gente tocando atrás, eso va a ser mejor para ellos y para que también los acompañe más gente, porque sé que es un fenómeno de las redes sociales también. Para hacer un show en vivo es muy importante tener una banda atrás, sentir esa energía. Pero más allá de esto, todos mis respetos, yo no soy quién para decir nada. También siento que es un estilo que va a determinado público, por lo general a chicos adolescentes, entonces hay muchos que se enojan porque Duki sale en la tapa de la Rolling Stone pero sin saber que cincuenta millones de pibes son fanáticos. Y la verdad es que hoy día veo más a un chico de diecisiete o dieciocho años comprando la Rolling Stone que a un tipo grande que ya está más a full con la lectura digital.

AZ: ¿Cuál es tu opinión y postura acerca de la Ley de Cupo Femenino en Festivales?

PP: Me parece perfecto, me parece que las mujeres estuvieron oprimidas durante los siglos de los siglos y que por ende hay que hacer algo al respecto. Lo veo como algo fenomenal.

AZ: Hace tiempo que estás trabajando en radio y ahora estás en televisión como columnista de jazz en “Re”, conducido por Bobby Flores. ¿Cómo llegaste al programa? ¿Cómo te sentiste en estas primeras semanas de programa?

PP: Bueno, yo estoy trabajando en Radio Nacional hace casi cuatro años. Bobby Flores pasó a ser director de la Nacional Rock, él es un tipo al que respeto mucho, me gusta la música que escucha y a él le gusta mucho lo que hago. Sobre todo porque cada vez que me entrevistó o que charlamos informalmente siempre sintió curiosidad por la música que yo escucho. Él quería eso para la radio, quería un espacio para que hable de lo que escucho y siempre me dice que está fascinado por mi programa, porque cada cosa que paso no la conoce y no lo puede creer (risas). Y cuando decidió hacer este programa de televisión me llamó para que esté, para que haga exactamente lo mismo: hablar de algo que nadie habla. Me siento muy cómodo, sobre todo porque trato temáticas que conozco, nunca podría hacer un trabajo en medios sobre algo que no sé, por ejemplo, un programa de folklore. Eso me parecería una falta de respeto. Pero mientras pueda navegar en las aguas que conozco y en las que me preparé muy fuerte, voy a estar siempre muy contento. Igual, te digo que lo de la radio casi no lo agarro (risas). Vino un alumno que se llama Martín Paladino, que es prensa también, y que apenas le mencioné la posibilidad me dijo que agarre el programa sin dudarlo porque “es el mejor ambiente del mundo”. Y bueno, tenía razón, la verdad que hay una onda espectacular. Lo de la tele surgió de casualidad, Bobby me eligió y da la casualidad que yo no tengo vergüenza en hablar, por lo que me ponés una cámara y arranco con todo. //∆z