Publicada por la editorial Hotel de las Ideas, esta edición reúne trabajos de ilustradoras, dibujantes y guionistas de nuestro país.
Por Gabriel Reymann
Casi al pasar, como un subtexto ligero, lo deslizó una de las mayores factorías de la cultura popular en una de sus últimas películas. Capitana Marvel habla –además de una raza que se hace pasar por pacifista y empuja a otra de su territorio y la acusa de terrorista– de esta cuestión: no dejes que te veden lugares por tu condición de mujer. Y es probable que, entre tantas otras cosas, eso sea feminismo.
Sea en posiciones creativas o editoriales, ahí están –entre muchas otras– Ann Nocenti, Marie Severin, Karen Berger, Chantal Montellier o Jeanette Kahn para atestiguar que al comic nunca le faltaron mujeres de jerarquía; pero tampoco le sobraron. El tema del acceso restringido es un factor posible a tener en cuenta, pero –sin entrar en sociología barata de café– puede que tanto el retrato de la mujer dentro de las historias como lo narrado específicamente no hayan ayudado mucho tampoco. Traducción: puede ser comprensible si cierto público femenino no llega a coparse mucho con dos chabones en malla cagándose a piñas en cuyo relato mayormente la mujer –si aparece– es para ser rescatada (not to mention stuff like Druuna).
Pero ya lo dijo un tipo con una guitarra hace bocha de años, los tiempos están cambiando y la transición de musas a protagonistas activas por parte de las mujeres en el mundillo del comic es indetenible. Así lo atestiguan Kelly Sue De Connick (autora de la mencionada Capitana) o Joelle Jones, o inclusive teóricas de gran valía como Zainab Akhtar y su Comics & Cola en el exterior, o Laura Vázquez como crédito local.
Maia Debowicz, una de las autoras que participa en la antología que nos ocupa, enumera en el prólogo las influencias a grosso modo comunes entre las autoras: Cartoon Network, Nickelodeon y por supuesto el manga/animé –a grandes rasgos–, un gran responsable de acercar el comic a las lectoras mujeres. Toda esa sensibilidad difiere claramente de la habitualmente vista en el comic. Y si hablamos de sensibilidades, la otra causa común dentro de la antología pareciera ser el lugar de procedencia de las autoras: el diseño gráfico y la ilustración tienen mención repetida en la página de presentación de cada una.
Las malas (quote, unquote) noticias primero: por muy alto que sea el nivel de edición y curaduría, siempre una antología va a gozar de una calidad dispar (¿acaso no obedece al gusto de quien lee, también?). Si, como en este caso, varias de las autoras se reconocen noveles en el lenguaje historietístico (organizar información o ilustrar una historia escrita no es lo mismo que narrar, nunca está de más recordarlo) es inevitable que se trasluzca esa inexperiencia; a veces por el tema elegido, a veces por la falta de oficio a la hora de darle una vuelta de tuerca a ese tópico (y por eso siempre es recomendable para un/a dibujante novato/a trabajar con guionistas que tengan una visión más definida y cohesiva).
Las buenas noticias luego, sin comillas esta vez. Tal vez por todo ese basamento del diseño gráfico y la ilustración, el promedio del nivel gráfico en Pibas es notoriamente bueno. Desde ya que es imposible no mencionar a las profesionales que publican asiduamente, como Paula Andrade (Cría Cuervos) o Sole Otero (quien lanzó hace poco Intensa y no casualmente tiene la historia más redonda del libro), pero antes de meterse en las historias más destacables del tomo hay que mencionar (a vuelo rasante, son veinticuatro colaboradoras) los laburos de Carla “China” Ocho, Valeria Reynoso o Mirita (y destacar la calidad de la edición, de paso: en la historia de esta última se aprecia perfecto la textura del papel de acuarela).
La historia de Jazmín Varela (Tengo unas flores con tu nombre) entra claramente dentro del lote de los trabajos herméticos, o no tanto, porque meramente es un viaje con gotero en la playa: lo acertado es cómo está contado haciendo honor al mood sin desbarrancar en el hermetismo caparazón adentro, y su equilibrio y riquezas cromáticas.
La historia de Lucía Brutta es una de las dos más efectivas a nivel humorístico. Nada demasiado rebuscado: una típica historia de lumpenaje under que cualquiera puede haber vivido o presenciado en Lima o Buenos Aires. Está narrada con solvencia, y la estética cutre, como un Langer de Melonio, apuntala la onda de la historia perfectamente.
La otra historia que mejor explota el humor en la antología es la de Agus Casot. El dibujo es harto sencillo, casi inscripción de birome: lo jugoso es el mecanismo de judo que utiliza para burlarse de aquellos que le piden que afloje un poco con las historias de lesbianas y toda su batería de recursos del más básico denominador común posible para ¿acercarse? a lo que no entienden –o que quizás ni quieran entender.
La ya mentada Maia Debowicz recurre a la autobiografía –denominador bastante común en el libro– para introducirnos en el mundo de los conejos. El tópico es particular y está mejor presentado: de la síntesis depurada del grafismo a la no demarcación de viñetas, pasando por la restricción cromática en pos de una marcada codificación visual. Esto también suena a diseño gráfico en historieta, pero funciona sin fisuras.
Maelitha presenta otra historia autobiográfica, que oscila con buen criterio entre el mundo interior y el contar una experiencia de enfermedad para compartir la vivencia. Es otra de las historias mejor narradas –va de A a B con total claridad– y está acompañada de un dibujo delicado y potente al mismo tiempo.
Y la que cierra el libro –y este repaso pormenorizado– es la de Femimutancia. Una vez más con relato autobiográfico (y familiar) pero con la suficiente claridad para evitar la anécdota de bajo octanaje. El dibujo tiene una calidad muy particular, entre cálido, rústico y extraño.
Las invitaciones a apoyar la escena suelen ser estériles, porque hieden más a corporativismo rancio que a soporte de una potencialidad promisoria necesitada de empuje (no, segundo semestre, no hablo de usted). Más allá de la diversidad de estéticas y calidades, hay en Pibas una multiplicidad de opciones a la cual asomarse y descubrir otras miradas por fuera de lo habitual. //∆z