Pez compuso en Pelea al Horror un disco total, con tiempo para volver a las raíces pero también para innovar, homenajear a sus influencias y, como siempre, espantar a la gente de mierda.

Por Pablo Díaz Marenghi

Como en todos sus discos, con Pez es posible leer continuidades y rupturas. Algo lógico, en más de veinte años de trayectoria a un ritmo de casi un disco por año. Si Hoy fue su techo más acústico; Volviendo a las cavernas (2011) y Nueva Era, Viejas Mañas (2013) una vuelta rizomática a sus pesados vestigios; El manto eléctrico (2014) un giro a Los Orfebres (2007); y Rock Nacional (2016) la tradición tecladística de fuerte impronta nacional y popular ochentosa; si todo eso ocurre, este disco es una fusión todavía más particular. Por un lado es un cóctel de todo lo anterior: hay letras que levantan, manteniendo esa esencia de enfrentar sobrio y a las piñas a cualquier monstruo que se nos avecine, ya desde el título. Hay referencias a la Naturaleza, hay arreglos de teclados complejos y minimalistas a la vez, como así también esa potencia tan característica de la banda que estalla en cada show en vivo. Lo viejo y lo nuevo se equilibran en diez tracks que arremeten desde las raíces hacia el horizonte rockero de lo posible.

“Los días poderosos” es un ejemplo de la impronta del disco. Una guitarra que lleva las riendas, la batería de Franco Salvador que estalla en los momentos precisos y el bajo de Fósforo que se mantiene ecuánime, ni más, ni menos. Mientras, Sanzo solea como en los mejores tiempos de Pez, demostrando un tranco inoxidable que evidencia sus dotes en las seis cuerdas. La letra es producto de otra colaboración con Fabián Casas, escritor que supo forjar un imaginario bien nostálgico y urbano. “Vení, acercate que esto es la vida, simple y compleja a la vez”. En “1986” esta línea se profundiza: una oda a la melancolía ochentosa, el Parakultural, Cemento -¿un eco de “Cassette”, tema de Pez (2010)?-: las delicias de un adolescente inconformista que identificará a más de uno. “No me gusta ir a bailar, y no me interesa estudiar, solo quiero ir a ese antro una vez más” dice la letra con una melodía que es casi pop con un aura sinfónica.

Pez supo forjar un estilo que se mantuvo casi a lo largo de todos sus discos. Una guitarra que prevalece ante el resto de los instrumentos y que se nutre del rock progresivo, del stoner, la psicodelia y las raíces del rock nacional (desde Manal a Billy Bond y la Pesada, pasando por Pescado Rabioso, Pappo y Litto Nebbia). La guitarra de Sanzo suena a todo eso y más. Otro ingrediente especial del sonido Pez es la inclusión de teclados. Cobró mucha más relevancia durante la época de Pepo Limeres, hasta que se fue y el sonido mutó a un power trío rockero con mucho punk o, en palabras de su cantante, “una banda punk que se volvió vieja”. “Parte de la solución” es el tema que mejor expone sus influencias. El riff y la base son bien bluseros. Casi que podría ser un tema de Pappo´s Blues, pero allí está la cuarta pata de esta formación, con Juan Ravioli reponiendo el empuje que Limeres supo imponer por diez años. La letra parecería encajar con la crisis a la cual está sometida la Argentina desde el renacer del neoliberalismo más crudo. Transas, bancos sin guita y “el circuito del mal” mientras uno se imagina un asalto a algún banco perdido del interior de la provincia de Buenos Aires pergeñado por laburantes desahuciados. Obviamente, debería terminar mal.

Hay diálogos constantes entre lo viejo y lo nuevo, pasado, presente y futuro. “Carne Roja” dialoga con “Cráneos” en su retórica y su tímbrica, “Pelea al horror” tiene una estructura que Pez repite casi como un viejo timbero que apuesta siempre al mismo número porque sabe que no falla: esa cadencia de un riff aletargado que se mantiene a lo largo de toda la canción e hipnotiza, algo que también supo hacer en “Todo lo que ya fue”y “Os Garcas”, por ejemplo. Incluso en la letra, con  ese guiño a “Para las almas sensibles” con “gente de mierda”. Quizás el easter egg más evidente dentro del multiverso Pez sea “La balada del niño mudo, el perro blanco y la señorita Bettie” (también compuesta con Casas) que fue uno de los cortes del disco y marca el regreso de la Bettie de Hoy (2006). La historia de esta enigmática dama crece, los teclados de Ravioli acompañan a la voz de Sanzo que se quiebra como en sus mejores tiempos, llegando a las notas más elevadas con prestancia. Mientras, una guitarra criolla se engarza y se evapora en un fade out cuasi marítimo. “La voluntad”, que venía sonando en vivo hacía tiempo, también participa de esa vértebra ideológica de Pez: el aliento a ser libre y a quererse, un culto a la autoestima tamizado por power chords. Sentencia: “Estoy donde quiero estar, es sólo cuestión de ejercitar la voluntad, es tu propia acción, de nada sirve esperar”. En “La paciencia de la piedra” (tema que ya circulaba por la web hace unos años) vuelve el Pez más experimental, psicotrópico, el que sabe que le dará vía libre a la zapada en vivo en el interludio de esta canción de 9.55 minutos de duración. El cierre del disco es a todo o nada. No sólo la letra expone al Sanzo más onírico como compositor, sino que hasta se incluyen leves arreglos electrónicos, coros orquestales y una base rítmica que tiende a lo surreal.

El valor agregado de Pelea al horror es, claramente, cumplir con la difícil tarea de satisfacer a ambas tradiciones de fanáticos por igual: los que siguen a Pez desde Cemento se divierten encontrando guiños y diálogos con temas ya viejos; los nuevos fans que van llegando se entusiasman con el mensaje que la banda sostiene desde hace más de 23 años: auto gestión, un culto a la naturaleza. Paz, amor, libertad, respeto. Porque si hay algo con lo que Pez no coincide es con el modelo de banda expulsiva. Es más bien amigable para casi cualquier melómano curioso. Puede inquietar, perturbar o hartar a algún fanático que se esfuerce más en encontrarle el pelo al huevo antes que entregarse a una experiencia artística diferente en cada disco o en cada show. Esta oscilación entre la nueva era, las viejas mañas y todo lo que ya fue es lo que hace a este disco de Pez uno de los mejores. Como canta Sanzo: “no podemos entregarnos sin bancar la posición”. Van más de quince discos y no han retrocedido un metro. Quizás sea “el karma de alguna vida atrás”.//∆z

https://www.youtube.com/watch?v=luUA3idI1pA