El Teatro de Flores se volvió punky una vez más gracias al show de Stiff Little Fingers. Ellos arriba del escenario saltaron, festejaron y sudaron.
El público abajo armó el ritual: pogo, mosh y slam.
Por Joel Vargas y Gonzalo Penas
Fotos: Pablo Lakatos
Que el Reino Unido fue un gran nicho de bandas punks en la época en que este género surgió, y no cuando ya era una simple moda, no es novedad. En el mismo año en que The Clash, The Buzzcocks y Sex Pistols salieron a provocar al mundo de la música británica, hubo cuatro amigos de Irlanda del Norte fanáticos de The Vibrators -otra mítica banda punk- que decidieron armar un grupo cuyo nombre llevara el título de una canción de su banda favorita. Así fue como nació Stiff Little Fingers (SLF).
De aquella anécdota de 1977, solo queda el vocalista y guitarrista Jake Burns. Ni siquiera tiene como acompañante a Henry Cluney, quien fuera su mano derecha en gran parte de la trayectoria de la banda como segunda guitarra. Sin embargo, hace más de 15 años que está junto a Ian McCallum como guitarrista y siguen manteniendo viva la llama de una de las bandas más legendarias del punk rock. Desde el 2006, el cuarteto lo completan Ali McMordie (bajo) y Steve Grantley (batería).
Muchos conocerán a esta banda por el cover que Attaque 77 hiciera en Otras Canciones (1998) de “Listen” (Escucha tu corazón). Más aun, en el año 2000 la banda se presentó por última vez en nuestro país dando un recordado show en Cemento. Desde Inflammable Material (1979) hasta Guitar and Drunk (2004) pasaron 8 discos que la banda repasó en El Teatro de Flores el sábado 13 de Agosto.
Fue justo en la noche anterior a las elecciones primarias nacionales, por eso la fiesta tuvo que terminar temprano, en horario ATP.
Todo arranco a las 18 horas, para amenizar la velada tocaron La Conexión, The Johns y Explenden, bandas en ascenso de la escena under argenta que precalentaron al publico y sobre todo al escenario.
El plato principal de la noche, Stiff Little Fingers, llegó pasada las nueve la noche y se hizo presente luego de once años sin visitar nuestro país. “¡Buenas Tardes!”, exclamó amablemente Jake Burns mientras empezaban los primeros acordes de “Roots, Radicals, Rockers and Reggae”, y la gente se acercó al escenario bailando tímidamente. No faltó mucho para que todos y todas se encendieran con “At the Edge” y “Nobody’s Hero” pegados uno atrás de otro.
“Perdón por no venir hace mucho”, expresó Burns y la gente lo perdonó cantando “Ole ole ole cada dia te quiero más, soy de Fingers es un sentimiento no puedo parar…”. Las sonrisas inundaron el escenario y se expandieron cuando sonó “Silver Lining”.
A esta altura la batería filosa de Steve Grantley era dueña del lugar, la puta ama. La voz perversamente dulce de Burns invitaba a prenderse fuego al son del pogo, mientras el pequeño gigante, Ian McCallum, hacia de las suyas con su histriónica viola y el correcto Ali McMordie lanzaba cataratas de graves desde las cuatro cuerdas. El desfile siguió con “Straw Dogs” y “Just Fade Away”. Justo en este último tema se le escapan los palillos a Grantley. Los revoleó para arriba en el final, pero rápidamente sacó otros y terminaron riéndose junto con McCallum. Todo esto pasaba al mismo tiempo que Jake presentaba “Listen” y la gente se volvía loca. ¿Qué más se puede decir de una canción con una melodía muy pegadiza? La palabra hit le queda corta. El estribillo cantando a coro por todo El Teatro demuestra que es un clásico de culto: “Oh Oh Oh Oh Why don’t you listen to your heart/Listen to your heart…”. Hermoso.
En “Doesn’t Make It All Right” el olor a porro colmaba todo acompañado de una luz verde que enceguecía al publico mientras los punteos de McCallum iluminaban el reggae-punk cantado a gritos. Con un final digno de círculos en medio del público lleno de patadas rabiosas. Pegadito sonó “Barbe Wire Love”, una canción de amor en tono punk elegante.
“Pan y vino. Pan y vino. El que no canta los Fingers ¿para qué carajo vino?”, fue el cántico general en ese momento del show, la ofrenda de amor ideal para los irlandeses.
“Gracias, muchas gracias”, dijo Burns, y pasó a explicar: “muchas veces uno está influenciado por alguien o por algo. Esta canción se la hicimos a Joe Strummer”. Estalló una ola de aplausos mientras Strummerville empezaba. Uno de los momentos más memorables del show. Pogo, mosh y slam por cudriplicado. “Clash City Rockers” fue el grito de guerra del final de la canción que hizo que la voz perversamente dulce de Burns se quebrara mostrando el oxido de todas la batallas libradas arriba de los escenarios.
El final fue a puro machaque: “Wasted Life”, “Fly the Flag”, “Tin Soldiers” y “Suspect Device”. Una tras otra contagiaron patadas, pogo y gritos. Cuando terminó la avalancha sonora se fueron por unos minutos, dejando a todos y todas con ganas de más. Pero la espera valió la pena: Grantley salió solo a escena para hacer vibrar a los parches con el comienzo de “Johnny Was” y otra vez el pogo, el mosh y el slam reinaron en Flores. Una locura exacerbada digna de una recital punk que duró como diez minutos. Y se volvieron a ir nuevamente pero para salir rápidamente y tocar “I Fought the Law”, creando un pequeño terremoto donde cientos de cuerpos se agitaban al instante. El show terminó con “Alternative Ulster” y el aguante más grande de la tarde/noche: un pelado en el medio del círculo prendió un encendedor y paseó de manera triunfal la antorcha por casi todo el Teatro mientras se abrazaba con mucha gente. Corrijo lo dicho párrafos atrás: esta fue la mejor ofrenda de amor de toda la noche para los irlandeses.
Con el último golpe de la batería y la última nota, los Fingers se despidieron prometiendo volver pronto. A todo esto Grantley se despidió haciendo el signo de la victoria con los dedos. Y sí, fue una victoria punk.
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Agradecemos a AW SHOWS por facilitarnos las acreditaciones al evento. AZ.