En Polvo, su nuevo disco, la cantante se hace cargo de lo que siente y dice todo lo que piensa: “En este momento de mi vida elijo pararme de otra manera”.

Por Lucas González

Fotos por Pablo De las Mercedes

Por poco Ojos que ladran queda como el primer y único disco solista de Paula Maffia. Y la bala picó cerca. “Podría haber debutado y muerto ahí: lo hice con la cola entre las patas, con timidez”, se sincera acerca del material que salió en 2015. En su fuero interno, la cantante entendía que se trataba de una producción caprichosa y que por ello corría el riesgo de que pasara desapercibida. Consideraba que pedía perdón por alejarse de los lugares que había construido colectivamente a través de los años, primero con La Cosa Mostra y después con Las Taradas.

De igual forma, estaba convencida de que era algo que debía realizar, aunque no sea con los fines de apuntalar una carrera individual. “De pronto me animé a ejecutar un rol distinto y a abrirme, no en contraposición sino para genera una diferencia en una obra mía”, recuerda. Y mal no le fue: obtuvo el reconocimiento de la escena, el respaldo del público y el aval de la prensa. “No me basta solo con componer canciones, subirlas a Spotify y cobrar los míseros céntimos de dólar que te quedan por cada reproducción. También quiero conocerme por medio de esta experiencia, ya que crezco, discuto conmigo, me expando, me nutro, se me parte la cabeza y trasciendo como persona”.

Menos de un lustro después, y con un talante diferente, analiza el flamante Polvo (2019), un álbum que bien podría ser abordado conceptualmente por su título (“es la totalidad y la nada a la vez”) y al que define como agresivo. Es, dice, un disco con el que da un paso al frente y se hace cargo de sus sentimientos: “Me la banco y digo todo lo que tengo para decir. Elijo ser una persona que se auto valora más. Es una pequeña lucha personal”.

La gesta de la trovadora se inicia a fines de 2016 y coincide con un punto (de quiebre) en el que sus compañeras de Paula Maffia Orgía, banda con la que se presentaba en vivo, empezaron a rechazar sus letras nuevas. El motivo fue claro: no se identificaban. La primera que corrió esa (mala) suerte fue “Caballito”. Le siguió “Peces muertos” y “Corazón licántropo”, aunque para ese entonces Paula Maffia Orgía ya era historia.

Sin un grupo que la respaldara, y con una fecha por cubrir, tuvo que recurrir a dos viejas amistades, Lucy Patané y Nahuel Briones. “Tocar con ellos fue la experiencia más ecuménica que tuve en la vida. Después del show, pensé: ‘esto no lo dejo de hacer más’ ”, dice sobre la formación (Paula Maffia & Son) con la que en junio del año pasado registró Polvo.

De hecho, fueron ellos quienes le pusieron la fecha para entrar al estudio. Ocurrió luego del primer ensayo que tuvieron, en 2018, al que ella llegó con dos canciones que terminó durante el verano: “Otros animales”, que salió enseguida (“fue muy sencilla, casi no le hice cambios, imprimí un blues sobre un poema”) y “La espesura”, en la que invirtió todo un año de laburo.

AZ: ¿Por qué te tomaste tanto tiempo?

Paula Maffia: La tenía casi toda compuesta, pero me faltaban dos versos, la parte del zorro que queda enceguecido cuando se le revela algo. Era un capricho que quería poner: había escrito un cuento en mi cabeza y quería hacerlo canción.

AZ: ¿Y qué les pareció a tu compañeros/as?

PM: Cuando empecé con la introducción, ambos agarraron sus instrumentos (ella el bajo y él la guitarra) y, mientras la pasé por primera vez, hicieron los arreglos. La tocamos dos o tres veces más y quedó así, sin cambios. Ahí dije: “Si esta canción los movilizó, a ellos, que son críticos, exigentes y tremendos productores, evidentemente tenía algo”.

AZ: Finalmente fue uno de los adelantos del disco, al igual que “Corazón licántropo”. En el caso de esta última, ¿de qué manera la analizás?

PM: Es una canción neurótica, con una letra muy larga y difícil. Cuenta con todo un imaginario melódico y un par de frases que apuñalan el corazón y desmantelan un poco el amor romántico.

AZ: Tanto “Corazón licántropo” como “La espesura” son los cortes indiscutibles de Polvo. Pero, ¿percibís cuándo tenés un hit entre las manos?

PM: Sí y no, depende. Todavía me sigue sorprendiendo en algunos casos. “Polvo”, por ejemplo, que si bien tiene un par de dogmas bastante universales (‘No hay virtud en saber aguantar/ Sino en poder renunciar’, o ‘En épocas de lágrimas/ Decidir es amar’), no deja de ser un relato muy personal, hermético. Y jamás pensé que podría interpelar a alguien, pero fue un hit, por así decirlo. Lo mismo ocurrió con “Córcega”, que está en Ojos que ladran y que surgió a partir de un sueño.

AZ: La idea de que atraviesa cierto hermetismo se confirma con la cantidad de notas que salieron a partir de la publicación del álbum.

PM: Ocurre que esta fue la primera vez que saco dos simples y por último el disco. Con lo cual, generé polvareda (para hacer un chiste conmigo misma) durante muchos meses. Por otro lado, dentro del ojo público está todo lo que podemos meter dentro del concepto verde: feminismo, lucha por el aborto legal, seguro y gratuito y ley de cupo femenino. Es algo de lo que se está hablando ahora. En consecuencia, hay un interés, lamentablemente muy reciente, por la producción musical de las mujeres.

AZ: ¿Y cómo te encuentra este presente artístico?

PM: Bastante agotada, pero entusiasmada. Porque hay una finalidad, un motivo. Soy una persona con suma energía. Me animo, pruebo. Disfruto el vértigo de estar a mil. No conozco el aburrimiento. Siempre estoy en una y eso puede significar llevar la obra a lugares, presentarse en vivo, cerrar fechas, comunicarse en redes, hacer centenares de trámites. Representa ser tu propia productora, prensa, gestora de carrera. Ahora bien, están quienes solo quieren generar discos extraordinarios y no les importa si van un millar de personas a verlos. Cada uno tiene su búsqueda.

AZ: Te iniciaste en esto con quince años, ¿cuál era tu finalidad?

PM: La autosatisfacción. Calmar una necesidad que me ahogaba y que de niña me agarró atravesando otras disciplinas artísticas, porque tenía más a mano el dibujo, que no requería estudios ni de instrumentos. Poseía un deseo profundo de comunicar, de expresarme, de desagotar la leve insoportabilidad del ser.

AZ: Tras veinte años de aquel comienzo, ¿hacia dónde viró la búsqueda?

PM: De la autosatisfacción primigenia pasé a querer gustarle a otros. No sé si necesariamente a muchos. Tampoco sé si la cantidad es lo más importante. Hay algo de la masividad que me parece un tanto superficial, porque es muy difícil tenerla y que haya profundidad, una escucha sensible, un feedback considerable. Los públicos multitudinarios, por lo general, son un más errantes, están un poco acá, un poco allá.

AZ: ¿Vos a cuál apuntás?

PM: A uno más estable, que desee seguir mi carrera durante las décadas que quiera tocar. Que tolere mis cambios, que no sea inclemente. Además, no me interesa satisfacer a la gente, prefiero generar un diálogo. //∆z