El músico galés tuvo esa premisa cuando decidió componer y grabar su tercer disco de estudio solista tras su salida de The Velvet Underground, que se volvió con los años una de las obras artísticas del siglo XX más perfectas para la educación sentimental, cultural, histórica y humana de quien esté dispuesto a abrirse a ella. A 46 años de su salida, una lectura personal.

Por Esteban Galarza

“Solo en los primeros años de juventud identificamos el azar con el destino. Más adelante sabe uno que el verdadero rumbo de la vida está fijado desde dentro; por intricado y absurdo que nos parezca nuestro camino y por más que se aleje de nuestros deseos, en definitiva siempre nos lleva a nuestra invisible meta.”

Stefan Zweig – El mundo de ayer. Memorias de un europeo

“Era un verano espléndido como nunca y prometía serlo todavía más; todos mirábamos el mundo sin inquietud. Recuerdo que en mi último día de estancia en Baden paseé con un amigo por los viñedos y un viejo viñador nos dijo:
– No hemos tenido un verano parecido desde hacía mucho tiempo. Si sigue así, tendremos una cosecha nunca vista. ¡La gente recordará el verano de1914!
Aquel viejo con delantal blanco de tonelero no sabía qué verdad tan terrible encerraban sus palabras.”

Stefan Zweig – “Las primeras horas de la guerra de 1914”, de El mundo de ayer. Memorias de un europeo.

 

In Memoriam Leonardo Giaudrone

John Cale a mediados de 1972 quería explorar viejas inquietudes personales, homenajear a viejos compatriotas (no sería la última vez) y desprenderse de la fama de músico avant-garde que había ido ganando progresivamente. Sabía que enquistarse en ello sería un callejón sin salida y el galés desde sus inicios siempre tomó riesgos en su sonido.

Para ser exitoso en tal empresa Cale tuvo que aprender mucho, casi como nacer de nuevo en la música. Dar vuelta de un plumazo lo aprendido hasta entonces significaba para el multi instrumentista dejar atrás sus primeros años neoyorquinos junto a La Monte Young y la estela de John Cage; la influencia artie de Andy Warhol, el White Sound y el estilo avant-garde de The Velvet Underground, la crudeza detrás de la producción del primer disco de The Stooges y sus dos primeros discos solistas, Vintage Violence (1970) y The Academy in Peril (1972). El hombre adecuado para enseñarle nuevos pasos fue el productor Chris Thomas.

The Velvet Underground

Thomas es uno de esos nombres oscuros para el melómano ingenuo y una leyenda viva para el que quiera ahondar en la génesis de sonidos que marcaron épocas. Produjo y co-produjo discos como The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd; For your Pleasure, de Roxy Music; Never Mind the Bollocks…, de The Sex PistolsPretenders y Pretenders II, entre tantos otros. A fines de 1972 y principios de 1973 Thomas estaba sumido en la producción y el sonido intimista y melancólico de Procol Harum. Era el tipo de despojo que necesitaba Cale para limpiar de su proyecto musical el ruido innecesario. Por esos días gozaba de pleno presupuesto, dado por el sello discográfico Warner Music.

El resultado final fue un disco minimal con luminiscencias varias dadas por orquestaciones y silencios que exponen la fragilidad de la condición humana. Lo que hace al disco uno de los mejores que se hayan grabado es la capacidad de ser abordado por diferentes ángulos y sentires. Detrás de las orquestaciones está la voz del artista, y lo que canta tan bellamente el galés es la mayor tragedia europea del siglo XX. Son canciones dedicadas a una Europa que dejó de ser hace mucho tiempo.Paris 1919 es un manifiesto de principios: “quise poder contar del modo más bello algo horrible”, había dicho en varias entrevistas Cale tras la edición del disco. La elección del lugar y la fecha no es casual, ya que en París en 1919 fue la convención de posguerra en la que las potencias de la Entente victoriosa sellaban la suerte de Europa en un tratado de paz que fue el germen del nazismo. Sin embargo Cale no se queda en un momento ni lugar determinado, sino que los temas que despliega a través de nueve tracks abarcan infancias previas al estallido de la guerra de 1914 en Gales, la Guerra Civil Española sin la gesta combativa, espías gentiles, regicidas históricos y los deseos de posguerra de los sobrevivientes de la primera contienda bélica. Un breve repaso por los 31 minutos que dura el disco dará cuenta de lo épico de la gesta de John Cale, efímero y eterno al mismo tiempo.

El primer tema es “Child’s Christmas in Wales”. La referencia a su compatriota Dylan Thomas es patente, ya que el poeta escribió un trabajo en prosa con el mismo nombre. Las imágenes idílicas de una navidad infantil en Gales conjuran de algún modo una crueldad futura: “Ten murdered oranges bled on board ship / Lent Comedy to shame” (“Diez naranjas asesinadas continuaron desangrándose en la borda del barco / Presta la comedia para la vergüenza”). La juventud rural previa a la tragedia humana se replica en el segundo tema, “Hanky Panky Nohow”. En este caso conjuga a un hombre que busca un refugio contra la desolación que siente. La crueldad reaparece dentro de una imagen tierna: “There’s a law for everything/ And for elephants that sing to keep/ The cows that agriculture won’t allow” (“Hay una ley para todo/ y para elefantes que cantan para contener/ a las vacas que la agricultura no permite ser”). La primera serie de canciones termina con “The Endless Plain of Fortune”, un tema críptico y proto-nietzscheano con un piano que marca una cadencia cuasi marcial y previene al oyente sobre peligros futuros. Las metáforas son bellas. Suenan a obras a medio terminar de Von Kleist o Klimt, pero no deja de inquietar que se mencione a Segovia alerta y a un tal Old Taylor. El tema se despide con un oboe y un grupo de cuerdas que marcan el descenso al núcleo del disco.

Pero lejos de pensarse un increscendo hacia la violencia, Cale coloca como cuarto tema “Andalucía”, una de las canciones más sensibles y delicadas que haya compuesto jamás. El tema es la primera elegía del disco, poblado de la nostalgia de volver a ver la región de Andalucía en invierno, con sus castillos y cristianos. Elude hablar directamente de los horrores de la guerra civil y solo esboza: “You were lost once before / on a day much like this” (“Estuviste perdida una vez / en un día muy similar a éste”). De algún modo invoca la memoria del oyente por el nombre de la región y hace el intento de purgar el horror transponiendo delicadezas que sanen las heridas del totalitarismo. Como contraparte de los suaves acordes de guitarra española, Cale impone el tema “Macbeth”, el más movido de todo el disco y que coquetea con su formación avant-garde, pero que no logra desligarse del núcleo duro de la idea original de Paris 1919. Un tema breve en el que resume la tragedia del regicida con mucha gracia.

El tema que da nombre al disco, “Paris 1919, no toca temas históricos sino que plantea la épica de aventurarse a la revolución. El piano marcial junto con los arreglos orquestales vuelve a aparecer pero de un modo cuasi inocente. Se escucha como si niños jugaran a la guerra y entonces reaparece la voz de Cale, que se esconde en metáforas heroicas de pequeños humanos. Solo esboza en dos oportunidades la tragedia histórica de los días de París: “The Continent’s just falling in disgrace…” (“El continente ha caído en desgracia…“) y “As the crowds begin complaining…” (“Cuando la multitud comienza a quejarse…”). Entre medio de las dos imágenes plantea un pasaje de aire entre las cuerdas y trinos de pájaros sintetizados.

La siguiente canción, “Graham Greene”, despresuriza el dramatismo epopéyico del anterior y con mucho humor narra un encuentro con el escritor inglés, famoso por haber sido espía en período de guerra.

Lo que queda después es una salida melancólica del disco. “Half Past France” es la segunda y última elegía; un tema que pone al narrador en un lugar y en un momento confuso de su vida: podría ser tanto un soldado que vuelve de las trincheras de la Primera Guerra Mundial en algún lugar entre Dunkerque y París como el mismo Cale sumido en las meditaciones que lo tienen ensimismado. No sabe si está cómodo en este tren y poco le importa la hecatombe histórica: “They said in Berlin they’re all well fed / I don’t care / people always bored me anyway” (“dicen que en Berlín están bien alimentados / No me importa / Las personas siempre me aburrieron, de todos modos”). El narrador solo desea volver a ver a su hijo y salirse de todo.

Paris 1919 cierra con “Antarctica Starts Here”, un tema susurrado con apenas audibles notas de piano a las que se le suman orquestaciones. No debe creerse que vendrá algo grandioso, la voz no sube el tono, la música se apaga. Es como soplar una brasa que deja ver su núcleo candente y que se oscurece cuando los pulmones se vacían. Lejos de encriptarse, Cale busca dar un mensaje claro: “Her heart is oh so tired now/ Of kindnesses gone by” (“Su corazón está tan cansado / de haber dejado ir ternuras”). El tiempo infantil llega a su fin, la referencia fuerte apunta en este caso a la película de Billy Wilder, Sunset Boulevard (1950). El disco finaliza acentuando el mayor don que descubre Cale en el siglo XX: “Where handsome creatures come to watch/ The anesthetic wearing off/ Antartica starts here.” (“Donde gráciles figuras se acercan a ver/ la anestesia esfumándose/ La Antártida comienza aquí”). Tras atiborrar de imágenes del pasado, recuerdos colectivos, la anestesia vuelve todo evanescente. Es un siglo de olvidos, no de memorias.

El disco supuso el comienzo de un diálogo más ameno con quienes buscaban acercarse a su obra. Paris 1919 fue la puerta de entrada a otras formas de hacer música. El disco se editó el 25 de febrero de 1973 y comenzó todo el largo recorrido hasta convertirse en lo que es hoy: un punto de llegada y un punto de partida, depende desde qué momento de la vida se lo escuche por primera vez.

* Texto publicado con anterioridad en Revista Kunst