A través de historias de colegas, periodistas y amigos, recordamos  a uno de los artistas más emblemáticos de la cultura popular argentina.

Por Pablo Díaz Marenghi

Fue criado entre talleres mecánicos y cuerdas de guitarra, entre la distorsión y el rugido de motores V8. Parte del grupo de bohemios habitué de Plaza Francia y La Cueva, que consolidó el rock argentino en los sesenta, conformó un estilo propio nutrido del más puro blues y el hard rock. Sucio y desprolijo era famoso por sus bromas, su estilo irreverente ante la prensa y su casi nula preocupación por agradar. En los setenta, con Pappo’s Blues y otras bandas paralelas, dejó canciones que se convertirían en himnos. Héroe de la guitarra, en los ochenta creó Riff y volvió a marcar el tempo rabioso de la época: camperas de cuero, tachas y música pesada como banda de sonido de la todavía encorsetada Argentina de la postdictadura. A catorce años de su muerte en un accidente en la Ruta 5, un balance sobre la historia y el legado de Norberto Aníbal Napolitano, aquel que supo tocar tanto en sótanos como en el Madison Square Garden junto a BB King.

A dónde está la libertad

Cuenta la leyenda que a los quince años, Norberto Napolitano, eternizado como Pappo, se le plantó a su padre y le dijo que quería dedicarse a la música. “Muy bien -contestó este-, pero si no te hacés famoso antes de los 20 te ponés a estudiar para contador”. Quizás fue la tenacidad de cumplir con sus objetivos, la terquedad o el talento, pero cuatro años después el Carpo estaba tocando con Los Gatos -banda furor de la época y pionera del rock en la Argentina-, y brindándole su impronta blusera a un conjunto que era más cercano al folk y a la balada. Antes, en 1967, participó del primer simple de Los Abuelos de la Nada tocando la guitarra en “Tema en flu sobre el planeta”. Pappo comenzaba a imprimir su marca en la música popular y, como afirma el historiador y crítico musical Sergio Pujol: “ocupa en la historia del rock argentino el lugar del gran solista. En un panorama dominado por el sonido grupal, Pappo destacó por su precisión, su swing, su delicadeza para hacer de su fraseo un relato interesante. Fue un campeón del riff, lo que es decir un virtuoso de lenguaje acotado. El único guitarrista del rock argentino que encendió pasiones.”

Su primer proyecto propio, que continuaría -con idas y venidas- hasta 1999, fue Pappo’s Blues. Con cambios de formación casi constantes, grabaría nueve discos en ese formato. El primero, Pappo’s Blues Volumen 1 (1971), contendría canciones que se convertirían en hits como “El hombre suburbano”, “El viejo” o “Algo ha cambiado”. El Volumen 2 también aportaría gemas como “Desconfío de la vida” y “El tren de las 16” con un solo que, según el periodista Claudio Kleiman, es “como un libro de texto para los guitarristas. Si lo sabés tocar es como que te graduaste.” El Volumen 3 -el mejor para gran parte de la crítica y de los fanáticos- contó con Pomo Lorenzo en batería y Machi Rufino en bajo. Sería la futura formación de Invisible junto a Luis Alberto Spinetta, quien los convocó después de haberse quedado extasiado tras un recital del trío.

Machi recuerda a Pappo con mucho afecto y cree que “quizás le debo mi carrera musical. Antes de tocar con él yo era un desconocido.” Luego de zapar junto con Black Amaya, el Carpo, y Héctor Starc, su amigo en común, surge la propuesta de grabar juntos; allí se gestaría el Volumen 3. “Sucio y desprolijo”, “Caras en el parque” o la hilarante “Sandwiches de miga” son algunos de los temas que consolidaron a una formación que tocaba, según Machi, “entre cuatro y cinco veces por fin de semana.” El bajista justifica el peso del legado musical de Pappo en la invitación que le hiciera BB King para tocar junto a él en el Madison Square Garden en 1993: “Un tipo con tanta trayectoria no necesitaba invitar a un argentino por ninguna razón que lo beneficiara a él. O sea que si lo hizo era porque consideraba que estaba a la altura. Eso creo que define lo que significó Pappo como músico.” También recuerda anécdotas: “A veces compraba un helado en el kiosko de la esquina de la casa, lo tiraba al piso, lo pateaba hasta llegar, lo levantaba y se lo comía. También se pegaba en la frente las milanesas que le cocinaba la mamá. Muchas no se pueden contar.”

Mural en el barrio de La Paternal, por Alejandro Amaro

No detenga su motor

En los ochenta, luego de viajes por Europa y bajo la influencia de bandas pesadas como AC/DC, Pappo fundaría Riff junto con Vitico, Boff Serafine y Michel Peyronel. En tiempos en donde la definición de rock en la Argentina giraba en torno a Serú Girán, Pappo arremetía con camperas de cuero, tachas, cadenas y melodías pesadas lindantes al hard rock y al metal, aunque ellos preferían llamarlo “rock metálico”. Ruedas de Metal (1981) sentaría un antecedente para el crecimiento de grupos como V8, Horcas, Logos y Hermética. Peyronel, baterista de Riff y compositor de gran parte de sus temas, sostiene que la banda “tenía un sonido muy poderoso y un tipo de música que no existía en el país.” Convocado por el Carpo para sumarse al proyecto, lo conoció en los setenta cuando este tocó la guitarra con la banda Conexión N° 5 en el Liceo Naval, donde Peyronel estudiaba.

Grabaron seis discos; canciones como “Susy Cadillac”, “Macadam 3,2,1,0” o “Maquinación” perturbaron a más de uno con un rock rabioso y pesado en pleno contexto postdictatorial. Peyronel recuerda: “Vitico decía que quizás no éramos los mejores amigos, pero que habíamos nacido para tocar juntos. Cada vez que volvíamos a juntarnos, en el primer ensayo, por más que estuviéramos medio oxidados, enseguida estaba sonando algo que te pasaba por arriba. Una aplanadora”. Peyronel revive, masticando nostalgia, la última propuesta musical de Pappo: “Poco tiempo antes de morir me había dicho de ir a su quinta. Teníamos ganas de retomar lo de Riff. Me dijo que tenía unos temas que podíamos terminar juntos, y desgraciadamente no fui. Hasta me había dicho cómo llegar y todo. Y bueno, pasó eso. Una lástima. Siempre me voy a arrepentir de no haber ido. Quizás habría cambiado algo.”

Vamos a buscar la luz

El 25 de febrero de 2005, Norberto Napolitano manejaba su Harley Davidson por el kilómetro 71 de la Ruta Nacional N° 5, a la altura de Luján. Iba junto a su hijo, Luciano, a tocar a un Moto Encuentro. Luciano publicó en su cuenta de Facebook su propia versión del accidente: “Norberto desaceleró bruscamente intentando virar en sentido contrario al que llevábamos, nunca sabré si él quiso volver a la quinta que ya habíamos pasado para cambiarnos (estaba en short y mocasines), si quiso cruzarse al cabaret o qué fue lo que le pasó para hacer esa incomprensible maniobra. Lo que sí sé es que cuando lo estoy alcanzando, el brusco movimiento me sorprende, su moto roza la mía haciéndola cruzarse a la mano contraria (…) Él se cae en el asfalto con su Harley, corro para ayudarlo a levantarse y un auto a gran velocidad con sus luces encendidas golpea primero la moto y luego lo arrolla arrastrándolo y pasando su cuerpo por encima.”El legado de Pappo, como todo músico emblemático y de una trayectoria tan vasta, está en su música, sus letras, su estilo único de tocar la guitarra y también en su manera de cantar. Kleiman afirma que “les enseñaba a muchos que no eran cantantes cómo se podía cantar. Como Bob Dylan o Lou Reed en el rock internacional, fue la tabla de salvación para aquellos que no eran dotados en el sentido ortodoxo para el canto.” Pujol lo describe, en cuanto a las temáticas contenidas en sus letras, como una “especie de ‘Garufa’ en clave rockera: los fierros, la noche, la velocidad. Pero también su recurrencia al barrio y las primeras fidelidades, su identificación con la vida suburbana y la frágil virilidad de la ideología tanguera.”

Emiliano Scaricaciottoli es docente de Teoría Literaria III (UBA) y coautor del libro Las letras de rock en Argentina. De la caída de la dictadura a la crisis de la democracia (1983-2001). Cree que Pappo “era un anticipado a su época y discutía con esa categoría homologadora y falsa de ‘rock nacional’. La aparición de Riff en 1980, o su ruptura con Miguel Abuelo, implicaron la afirmación de nuevas micropoéticas (entiéndase, géneros): pienso en el heavy metal -aunque a Pappo y a Vitico siempre les gustó la categoría de rock metálico– y en el blues”. Coordinador del Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal Argentino (GIIHMA), piensa que el Carpo “repensó el lugar de la mujer en un género que, injustamente, se difundió machista (el heavy metal). Canciones como ‘Susy Cadillac’ o ‘Pueblo del Norte’ no solo reivindican la identidad libertaria de la mujer, sino que también se permiten una crítica social dura.”

Sergio Marchi, periodista y autor de la biografía de Pappo, El hombre suburbano, cree que “fundó dos nuevas dimensiones en el rock nacional. La primera fue la dimensión de lo pesado; el blues argentino ya había sido inventado por Manal. Pappo fue más allá: le agregó distorsión y salió del blues puro por una tangente que lo llevó a crear a Pappo’s Blues. La segunda fue la dimensión de lo metálico; con Pappo’s Blues agotado, cambió de vehículo y formó Riff”.Pappo supo cantar, cual payador perseguido. “Cuando escucho mi guitarra, siento que todo es mejor, y que todo se me aclara, todo a mi alrededor, es como escuchar distinto, es como escuchar mi voz.” Pappo hablaba a través del instrumento y su música no pasó desapercibida por la historia del rock argentino. Pappo era blues, pero también hard rock y heavy metal. Fue el condimento necesario para evitar el ablande en la música popular. La banda sonora de cualquier llamado rutero.

¡Es Pappo Blues la puta que lo parió!

Machi recuerda el momento exacto en el que se enteró de la muerte de su amigo: “Ni bien lo escuché empecé a llorar. Después me fui al cementerio pero no fui por la entrada principal. Me quedé paradito al lado de un árbol esperando que venga el cortejo fúnebre y, cuando pasa, el coche se queda ahí parado. No lo podía creer. Parece que la gente se dio cuenta de que yo estaba y empezó a cantar ¡Es Pappo Blues la puta que lo parió! A mí se me cayeron las medias”. //∆z

*Nota publicada originalmente en el Suplemento Ni a Palos del diario Tiempo Argentino, 22/02/2015