Hablamos con el ganador del premio Rómulo Gallegos sobre su influencia tomada de la música y la pintura, el reflejo en su obra de la violencia en su país, la figura de García Márquez y sus críticas a Fernando Vallejo y Roberto Bolaño.

Por Alejo Vivacqua
Fotos de Florencia Alborcen

Desde que a mitad de 2015 el jurado del Rómulo Gallegos, uno de los más importantes de la literatura hispanoamericana, lo anunciara como nuevo ganador, el colombiano Pablo Montoya ha tenido que dejar su vida tranquila como profesor universitario en Medellín para volverse una figura requerida por la prensa cultural.

Montoya -que pasó a integrar la nómina de ganadores junto a gigantes de la talla de Roberto Bolaño, Mario Vargas Llosa y Enrique Vila Matas- logró el reconocimiento por su novela Tríptico de la infamia, en la que se cuenta la historia de tres pintores europeos del siglo XVI que presenciaron el choque cultural en plena conquista de América.  En una mezcla de violencia y aventura, el relato, dividido en tres partes, sigue las vidas de Jacques Le Moyne, François Dubois y Théodore de Bry en su viaje por el nuevo continente.

triptico

Con más de diez títulos publicados, entre novela, cuento, ensayo y poesía, la obra de este autor nacido en 1963 en Barrancabermeja toma ahora notoriedad con el espaldarazo obtenido. De paso por nuestro país para presentar su novela en la Feria del Libro, charlamos con él en un hotel céntrico de Buenos Aires, ciudad a la que le tiene un gran afecto:

“Me gusta mucho. Es mi quinta vez aquí. Como soy profesor universitario, estoy pensando, porque tenemos la posibilidad de hacer un año sabático, en venirme aquí para escribir. Estoy entre Buenos Aires o Montevideo, que es más tranquilo”

AZ: ¿Cómo surgió la idea de contar la vida de tres pintores? Ya habías escrito antes novelas históricas.

PM: Esta es la cuarta novela, y las cuatro son, de alguna manera, históricas. Las otras son como reinvenciones del pasado. No reproduzco ni me interesa reproducir arqueológicamente el pasado. Simplemente lo investigo, lo abordo, y, si puedo viajar, viajo. Siempre hago eso con las novelas. La primera novela, que es sobre París, que salió aquí, se llama La sed del ojo. La sacó una pequeña editorial de Mar del Plata. Es una novela sobre París, sobre el nacimiento de la fotografía en el siglo XIX. La segunda, Lejos de Roma, es sobre el exilio del poeta romano Ovidio. La tercera (NdR: Los derrotados) es sobre un sabio naturalista colombiano del siglo XIX. Y esta cuarta es sobre estos pintores franceses protestantes.

AZ: ¿Y ese interés de dónde viene?

PM: Yo creo que viene desde que comencé a escribir. Lo primero que hice fueron cuentos musicales. Cuando empecé con los relatos de música comencé a documentarme, a leer sobre los compositores. Sin saber que luego iba a escribir novelas históricas, desde el principio tuve esa inquietud por investigar el pasado. Estos cuentos de música están en La sinfónica y otros cuentos musicales, que es sobre compositores, estudiantes de música.

AZ: Porque tu primera formación fue como músico…

PM: Sí, yo fui músico. Primero estudié música en Colombia y después fui a París a estudiar literatura. Llego a la literatura a través de la música. Y muchos de los textos míos intentan registrar estos lazos.

AZ: ¿Por qué elegiste en particular a Le Moyne, Dubois y de Bry?

PM: A esos pintores los descubrí en París en la década del ´90. Porque los académicos franceses han indagado mucho en esos pintores que representaron la conquista de América en la pintura del siglo XVI. Me interesó mucho Le Moyne porque es, quizás, uno de los primeros artistas que pintan al indio in situ. Viene aquí a la Florida, y después de un año él se interesa por ellos, por pintarlos. De los tres, es el que más interactúa con ellos. Dejó varias láminas y varias pinturas. La primera parte del libro, la de Le Moyne, sigue varios acontecimiento reales, como las batallas que hubo, las luchas con los indios.

AZ: Te interesaba el período de la Conquista…

PM: Sí, ¿sabes qué me interesaba mucho? Que cuando tú ves las novelas sobre ese período, en todas los protagonistas son guerreros. Entonces a mí me interesaba la mirada de los pintores.

AZ: ¿Cómo te cambió la vida el premio?

PM: Me he vuelto más visible, pero bueno, yo no tengo vínculo con el periodismo. Yo soy un profesor universitario, y de pronto me han sacado de ese nicho. Estoy tratando de resolver este tema de las entrevistas. Lo bueno es que el año que viene se entrega el próximo Rómulo Gallegos y ya le tocará a otro estar en mi lugar. Por el momento sí, abordo las entrevistas, hay que dar la cara. Generalmente no era invitado a las ferias del libro. Ahora me invitan a hablar sobre Tríptico de la infamia. Soy una persona un poco oculta. No tengo correspondencia con otros escritores, ni me carteo con ellos. En las ferias me angustio un poco porque no soy un tipo sociable. La consecuencia de los premios es que te dan notoriedad, pero lo importante es que las editoriales se interesan por tu obra.

AZ: En tu discurso de agradecimiento del premio dijiste que “la búsqueda de la belleza es una de las características medulares de tus personajes”.

PM: Siempre los protagonistas de mis novelas son poetas, o pintores, o fotógrafos, sabios naturalistas, hombres del conocimiento que van buscando esa capacidad de perplejidad y asombro que da la belleza, y que terminan topándose con grandes conflictos.

AZ: ¿Creés que los artistas de las nuevas generaciones, a diferencia de lo que pasaba quizás en otras épocas, no reciben tanta influencia de distintas disciplinas? Es decir, por ejemplo, un escritor joven no toma influencias del cine o de la pintura o del teatro…

PM: En ese sentido yo recibo influencias de los escritores del pre-boom, de Carpentier, de Borges. Es esa idea de apoyarme en esos escritores en relación a otras disciplinas del arte. Eso es algo que he hecho desde el principio, cuando empecé a escribir esos cuentos de música. Siempre he relacionado literatura y pintura, o fotografía. Lo que veo en los escritores de ahora es una relación muy fuerte con el periodismo, con lo audiovisual, con el cine, la televisión. Esas son disciplinas que alimentan mucho la escritura de ahora. Pero en menor cantidad sucede eso con las otras artes. Yo he apostado por ese camino. Casi todos los protagonistas, decía, de mis libros, de mis ensayos, de mis cuentos… Mira, yo escribo ensayos dedicados únicamente a escritores, a cineastas, fotógrafos, pintores.

AZ: Con respecto a tu estilo, estás influenciado, como vos dijiste, por los escritores que vos nombrás, con un estilo más suntuoso.

PM: Me han influenciado mucho los escritores franceses. La escritura mía, sobre todo en Tríptico… y en Los derrotados, aborda un poco la cuestión barroca, porque se ocupa de la naturaleza y de la historia de América, y son temas que se han reflejado generalmente a través del estilo barroco, suntuoso, como tú dices. Pero al mismo tiempo trato de hacer frases cortas, concisas.

AZ: ¿Leés mucha historia?

PM: Sí, me gusta mucho leer novelas históricas, pero no los bestsellers que leen los gringos, me gustan con contenido literario, como los de Marguerite Yourcenar.

AZ: ¿Cómo es tu trabajo previo a la escritura de novelas? ¿Cuánta importancia le das a la reescritura?

PM: Mucha. Digamos que hay siempre un proceso de lectura previo muy largo. Trato de ir haciendo bocetos. Y cuando me siento a escribir, digamos que es un proceso intenso. A Tríptico… la escribí en cuatro meses, la primera versión. Me gané una beca en Medellín y me encerré a escribir. Tenía todo claro de antemano cómo iba a estructurar la novela. Luego me gané otra beca para viajar a Alemania.

AZ: Has viajado mucho…

PM: Sí, en general, para las cuatro novelas que he escrito, traté de viajar. Con Tríptico… me gané una beca para viajar para Alemania, y aproveché para conocer los sitios de donde salen estos pintores. Estuve en Diepa, Frankfurt, Amberes, Lieja, París…Yo viví once años en París, así que ya la tenía bastante en mi cabeza. En la novela está el París que yo conocí a fines del siglo XX y principios del XXI. El del Barrio Latino, el de Notre Dame, que es el centro histórico. Digamos que la investigación de la novela me llevó unos quince años. Estaba dándole vueltas y de pronto me gané una beca que da la alcaldía de Medellín. No pensé que iba a ganarla, porque generalmente se la dan a novelas de sicarios y esos temas…

AZ: Al respecto, Leonardo Padura dice que a él, por ser un escritor cubano, siempre le preguntan por la política en su país. Y dice que, por ejemplo, a Paul Auster no le preguntan por los demócratas o los republicanos. Lo dice a modo de condena. Lo mismo pasa con los escritores colombianos, y en especial de Medellín. Les preguntan siempre por la violencia. Pareciera que uno está condenado a escribir sobre eso. Y vos te abstraés en parte de eso, porque hacés novelas históricas.

PM: En Los derrotados sí me ocupo de esa violencia. La violencia que tiene que ver con las revoluciones, con los guerrilleros, los paramilitares. He abordado esos temas, pero no son los únicos que me interesan. Y como he sido siempre un artista, que ha estudiado música y al que le gusta la pintura y la fotografía, pienso que hay que traer estos temas a la literatura, pero nunca me alejo de esos temas de violencia. Es por eso que Tríptico…, o al menos así ha sido leída por algunas personas en Colombia, es como una reflexión sobre la violencia mucho más universal, pero que tiene que ver con nuestro país. Es un ejercicio de memoria, sobre qué hacer con las grandes violencias. En Colombia me han agradecido que haya abordado tangencialmente el tema. Es como si yo me retirara un poco e hiciera esta historia sobre la religión y la conquista y en esa novela se reflejara un poco lo que está pasando en Colombia.

AZ: Hay muchísimas novelas sobre la violencia colombiana…

PM: Sí, ése es el pan de todos los días de la literatura colombiana. Es de lo que escriben casi todos los colombianos. El problema es que, como allí no se ha cerrado un período, no se ha cicatrizado, los escritores ven una herida que echa sangre y sangre, y eso nadie lo para. Ven que hay una impunidad impresionante, que hay una criminalización de la sociedad a niveles escandalosos. Los escritores, pues, necesitan curarse y escriben sobre eso. Yo leo algunas de esas novelas. Me cansé un poco, pero por supuesto, como muchas veces soy jurado de concursos, estoy leyendo ese tipo de cosas todo el tiempo.

AZ: Y llegamos inevitablemente a Fernando Vallejo, a quien le has dedicado un ensayo.

PM: Lo que pasa es que Vallejo aborda ese conflicto de una manera muy particular. Muy personal, siempre en primera persona, usa mucho la ironía, la diatriba, eso de despacharse contra todo el mundo…

AZ: Lo has tratado de reaccionario.

PM: Sí, porque su obra es profundamente reaccionaria. Es antipopular, linda con ciertas ideas fachas. “El pueblo es feo, el pueblo es bruto, hay que acabar a todos esos hijueputas”.

AZ: ¿Cuánto de eso es provocación?

PM: Es una provocación, sí, pero igualmente eso está dicho en las novelas, y hay un narrador en primera persona que siempre está despotricando y que está fundado en ciertos principios ideológicos. Me parece que sus principios ideológicos son profundamente conservadores y recalcitrantes. Entonces eso es lo que he dicho, que es un reaccionario. Pero es un gran escritor, es un gran estilista. Es un hombre que se repite mucho, vuelve siempre sobre lo mismo.

AZ: Es inevitable preguntarte por él.

PM: Sí, como con García Márquez. He escrito sobre ellos, los he leído. Primer reconocimiento que les he hecho: los he leído. Los he estudiado, los he criticado y los he admirado también.

AZ: ¿Cómo es visto García Márquez en Colombia en líneas generales?

PM: García Márquez es una institución. Es el gran escritor. Acaba de salir un billete con su rostro, imagínate. Es un ícono, es el premio Nobel, sí, pero esto le ha llevado a decir a algunos críticos que antes de él no había nada en la literatura colombiana, que él es el origen, que es el único grande. No, antes de él hay muchos. Él pertenece a una tradición colombiana también. Porque se ha dicho siempre que él bebió de Faulkner, de Virginia Woolf. Él también es hijo de la tradición literaria colombiana. Hay que releerlo, estudiarlo y volver a situarlo dentro de la tradición colombiana. Él es el cánon de la literatura colombiana. La diferencia con ustedes, los argentinos, es que ustedes tienen muchos escritores. García Márquez está en todos lados. Atraviesa la literatura, la política, a la sociedad entera.

AZ: También a Bolaño le has dedicado unos artículos críticos.

PM: Lo que pasa es que los medios inflan tanto a los escritores. A mí de Bolaño hay cosas que me gustan mucho y otras que no.

AZ: Decís que Los detectives salvajes se vuelve engorrosa.

PM: Es maratónica. Mira, en esa novela hay mucho semen. Es como una novela para jóvenes, donde todos tienen ganas de tirar y coger. Pero cuando uno pasa los cuarenta años… Es lo que me pasó con Los detectives salvajes. La leí a los treinta y me fascinó. La leí a los cuarenta y cinco y me pareció todo tan vertiginoso. Pero hay cosas que me gustan mucho. “Una novelita lumpen”, “Estrella distante”, algunos cuentos son formidables, algunos ensayos que tiene son extraordinarios. Pero lo que hago es poner mi punto de vista. La valoración literaria siempre es considerada como algo peligroso, tú no puedes decir “esto es malo o esto es bueno”. Puedes hablar de literatura en otros términos. Cuando tú dices “esto es bueno por esto, esto es malo por esto”, ahí se genera la crisis.

AZ: ¿Hay discusión literaria de ese tipo en Colombia?

PM: No, hay muy poca. En Colombia muy poca gente lee. Hay un gran índice de analfabetismo literario. Colombia tiene 50 millones de habitantes, y parece que se lee sólo un libro por habitante por año. Y la gente que lee esos libros, ¿qué tipo de libros lee? Autoayuda y eso. Muy poca gente lee literatura, y muy poca gente lee crítica literaria. No hay debates, no existen. Son completamente subterráneos. Hay revistas que hacen crítica, por supuesto, como El Malpensante, el Boletín Bibliográfico del Banco de la República, que es una revista que sale cada tres meses y que aborda la crítica. También alguna revista universitaria, pero no hay casi. Y a mí me preocupa mucho eso, porque pienso que, si en un país no hay crítica literaria, esa literatura no va a llegar nunca a una madurez. Cuando hay crítica hay debates, hay polémica, hay distintas interpretaciones de un libro.

AZ: Quizás es una percepción mía,  pero los colombianos que he conocido, y en general aquellos que son figuras públicas, suelen ser críticos muy feroces con su país. ¿Hablás con frecuencia de política, te preguntan por eso?

PM: Colombia da muchos motivos para criticarlo. Es un país muy descompuesto. ¿Sabes que en Colombia el 97% de los casos de justicia están en la impunidad? Cómo uno no va a criticar a un país que tiene esas cifras. Es un montón de criminales en la calle, en los altos puestos gubernamentales también. Y eso significa que hay un montón de víctimas que están intranquilas, que están en un tormento interior porque no han hecho duelo. Jamás se les ha dicho, a los que han matado, a los que han golpeado, “éste es el que lo mató a usted, éste es el que tiene que ir preso”. Pero no, yo no soy analista político. Siempre me preguntan por esto. Siempre estamos de alguna manera…bueno, yo leo la prensa todos los días, estoy informado de todo lo que allí sucede. Es un país de una gran crueldad, pero es un país también alegre. Es un país donde hay mucha vitalidad, donde hay mujeres muy bonitas, mucha diversidad cultural. Pero es un país gobernado por unos criminales. Son unos facinerosos. Pero ahí vivimos, ahí trabajamos, ahí amamos y tenemos hijos. Y ahí morimos.//∆z