Antes de su fecha del viernes 23 en Capital, hablamos con el líder de Hiroshima Dandys sobre el tecnopop, género en ascenso y a la vez lleno de historia de la mano de su instrumento primordial: el sintetizador.

Por Gabriel Feldman

El tecnopop es un género subestimado. Se lo mira de costado, con dudas, y desde la doctrina rockera se lo descarta como un género menor, superficial, edulcorado Mucho de esto se debe a que las canciones que se presentan como sencillas y enamoradizas, privilegian el baile como respuesta y no la escucha/contemplación maravillada o el choque de los cuerpos pero en forma de pogo.

Paradójicamente, el rock en su intento por seguir avanzando (nunca en línea recta) muchas veces termina siendo un turista en territorios colonizados por el tecnopop y la electrónica. Pablo “Mambo” Rivas, además de diseñador gráfico y melómano, es un work class hero del tecnopop. Al frente de Hiroshima Dandys ha demostrado ser uno de los compositores más lúcidos que se pueden encontrar en esta ciudad. Le propusimos algunas preguntas sobre su oficio y una de las armas indispensables, el sintetizador.

AZ:¿Qué es lo que te gusta de su sonido? ¿Cuál te gusta, cuáles usás?

Mambo: Creo que mi debilidad son los sonidos de la Roland cr78. Si bien nunca tuve una, uso sampleos de esa máquina de ritmos siempre que puedo. Creo que me enamoré de ese sonido con “Heart of glass” de Blondie, que lo tenía en un  compilado de un amigo en magazine y de mocoso lo escuchaba una y mil veces en una camioneta rota que tenía mi viejo juntando mugre. También me vuelven loco los leads de Arp Odyssey y los pedales de flanger.

AZ: ¿Cómo creés que acompañaron tus composiciones? ¿Te convertiste en mejor intérprete? ¿Te convertiste en mejor diseñador?

M: Sí, a full, pero la verdad creo que lo que más me acompañó es la computadora. Como nunca supe tocar ningún instrumento, con los trackers y más adelante los sintes virtuales, los secuenciadores y los multipistas me acerqué a la música, pero más como compositor de prueba y error que como músico. En los primeros ‘90s, cuando empecé a trabajar y contar con una mini plata, los instrumentos me resultaban carísimos y estaba más preocupado por patinarme la mayor parte de mi sueldo en discos. Si me hacen mejor o peor no sé bien, pero los discos, sus músicas, sus letras y sus portadas, son de las mejores cosas que me pasaron en la vida.

AZ: ¿Notás alrededor, en bandas de conocidos, amigos y cosas que escuchan, que ahora se aceptó cierta estética y se utilizan más?

M: En bandas de amigos siempre estuvieron presentes los sintes, los samplers y las máquinas de ritmo. Y en bandas de las que era público, básicamente porque es un palo que me interesa. Noto que ahora sí, hay bastantes bandas de gente que viene de otros rocks y tal vez por gusto sienten que dentro de lo que venían haciendo están estancados, o porque algunas bandas de afuera también están pasando por ese camino, se les da por usar sintetizadores. Igual, en algún punto te das cuenta cuando alguien es farsante o es genuino aunque estén usando el mismo preset. Es algo que ya pasó también, en nuestro rock y en todos los rocks. Que alguien me explique qué necesidad, qué búsqueda tenían los de Suéter o los Starship en la música de sintetizadores. Se hacía porque había que hacerlo. Suena medio a talibán del tecnopop, pero no lo soy ni ahí. Me caben las canciones y lo más genuino que el artista pueda ser.

AZ: ¿Hay un límite donde el sintetizador ya atenta contra la canción? ¿Es como los condimentos por ejemplo, que le podés poner un poco a gusto pero si te pasas queda algo incomible?

M: No sé si límites pero sí son casos a tener en cuenta, a los que tenemos que estar atentos: la banda de rock con tecladista; la banda electrónica con mucho músico de rock; la banda electrónica que hace canciones pero a la que le interesa el sonido y la canción le chupa un huevo; y la banda que hace música para garchar o ser amigo de grosos. Creo que en mí caso lo incomible es el músico, el músico como deportista del instrumento, el que pela los noventa acordes raros o se hace el Rick Wakeman. Si está bien o mal es una discusión de sobremesa. A mí hoy no eso me interesa. Ahora, si no hay canción y te tocás todo, para mí sos el campeón de jueguito con la pelota.

AZ: ¿Es complicado lograr encontrarle la personalidad a un sonido que cuando se escucha está más fechado y quizás ya directamente remite a, por ejemplo, los ’80? ¿Se piensa en eso para no caer en un sonido más homogéneo que se parezca mucho a otras cosas?

M: En mi caso, creo que la personalidad la encuentro en lo que te decía antes, el no tener formación como músico y sí como enfermo que compra discos. Yo no puedo tocar en directo sin confundirme o aburrirme más de cuatro o cinco acordes seguidos. Ahora, ¡yo toco como el culo pero hace como 15 años! ¡Si no le encuentro la vuelta a esas limitaciones me mato!

Lo de estancarse en un sonido o ir a algo nuevo, no sé si responde la pregunta pero me viene a la cabeza algo que creo que es piola. Un amigo, Julián Martí de Hotel Casino, sostiene que en lo instrumental son los ‘80 la última década que miró hacia delante, que creó un sonido nuevo con el sampler y los sintes digitales. A partir de ahí todo fue revisitar y reinterpretar para hacer algo nuevo.

AZ: ¿En las nuevas canciones que estás haciendo también le das un lugar importante? ¿En el proceso de composición funcionan como el lugar inicial para jugar?

M: Sí, a full, sigo usando el método de usar compu y sintetizadores para demear, y algo que también uso son los instrumentos que se pueden cargar en el teléfono o en la tablet. Tener un secuenciador y un par de samples en el colectivo o en la cama antes de dormir es algo genial.

En algo que disiento acá es en lo de jugar. Me molesta mucho la gente que llama a los instrumentos juguetes. Que se junta a hacer música para joder o pasar el rato. Tal vez de envidia, como trabajador con ingresos de mierda desde que me hice señorito no suelo contar casi con tiempo para jugar. Me rompen un poco los huevos los que piensan que lo lúdico tiene una magia o un valor importante. Perdón, pero para mí las artes, al saberme sin muchas armas, sin tiempo y sin banca son sentarme y laburar, aburrirme, seguir laburando hasta que lo que hice llegue a algo lo más parecido a lo satisfactorio, cerrarlo y empezar de nuevo con otra idea. //∆z

Hiroshima Dandys se presenta el viernes 23 de septiembre en Espacio Cultural Mi Casa (Agüero 787, Abasto, CABA).