La maquinaria sonora de Rage Against the Machine se fusionaba con Chris Cornell, una de las voces emblemáticas del grunge, y daban vida a un súper grupo que se debatía en pos de su propia identidad. Una década después, ArteZeta reflexiona sobre un álbum que no pasó desapercibido en los 2000.
Por Pablo Díaz Marenghi
Ilustración de CJ Camba
¿De qué exilio hablaban los Audioslave cuando pensaron en el título de su disco? Luego de la separación de Rage Against The Machine y por sugerencia del siempre innovador productor Rick Rubin, la base instrumental de RATM —Tom Morello en guitarra, Tim Commerford en bajo y Brad Wilk en batería— se uniría con Chris Cornell (Soundgarden) para dar vida a uno de los supergrupos más recordados de la escena rock contemporánea. Su primer registro, Audioslave (2001) dejaría un gran hit radial —“Like a stone”— y poco más. No alcanzó para disipar las dudas de la crítica respecto al grupo: el tándem de nombres prometía más de lo que sus canciones expresaban: una aceptable fusión entre grunge y hardrock pero que aún no conformaba un sonido único. Esto llegaría recién con Out of Exile (2005) que le traería a la banda la consagración: sonidos demoledores, letras existencialistas, texturas guitarreras y distorsiones que rompían el cerco de lo hecho hasta entonces. Vale la pena recordar un disco que dejó pilas de hits, como “Be Yourself” o “Doesn´t Remind me”— y llevó a la banda a la cima de los rankings internacionales.
El comienzo es demoledor. La guitarra de Morello serpentea durante el riff de “Your time has come” mientras los pulsos del bajo de Commeford marcan los tiempos de una canción inicial que no da respiro. “Out of exile”, con sus guitarras bien zeppelineanas, es la muestra más clara del exilio. Un Cornell abatido, herido y apesadumbrado le canta al desamor desde una isla bien delirante en donde solo se escucha rock. Luego, el turno de “Be yourself” uno de los hits del disco y quizás una de las canciones más perfectas en cuanto a lo armónico: guitarra/bajo/batería/voz se ensamblan de una manera que difícilmente la banda volvería a repetir. Todo esto coronado con una letra cruda cuyo estribillo en castellano dice algo así como “Ser tu mismo es lo único que puede hacer” y deja en claro que en un mundo cargado de odios, rencor, envidia e incertidumbre tan solo le queda al ser humano el mandato de ser uno mismo como mejor mecanismo de defensa. “Doesn´t Remind me”, con momentos folk, es otra de las canciones más simpáticas y menos heavy del disco, con un estribillo bastante power pop y un fraseo de Cornell casi susurrado que termina en un solo hendrixiano de Morello que vuelve a lucirse.
Promediando el disco, “Drown me slowly” llega alto en la escala de richter metalera y uno se imagina a Cornell con la garganta hinchada, las venas reventando y dejándolo todo hasta en el último alarido. De pronto, el escucha se sienta en el piso, mueve sus manos de lado a lado y prende un encendedor pidiendo bises con “Heaven´s dead”, un punto de calma que demuestra que los pesados de Audioslave también pueden ser romanticones y dejan en evidencia el costado más baladista del ex Soundgarden. El andamiaje musical demuestra nuevamente estar a la altura y la letra es otra de las más melosas: “El cielo está muerto cuando estás triste / veo tus deseos volar / a destiempo / por los mejores tiempos que tuviste”.
Metaleros, a no asustarse: la potencia demoledora y distorsionada del supergrupo vuelve al tema siguiente, “The worm”, que profundiza en las reminiscencias de RATM/Soundgarden al máximo con una estructura que se asemeja a “Black Dog” de Zeppelin pero en versión stoner, con un tempo chicloso y distorsionado. “Man or animal” salda deudas con las huestes de las camperas de cuero y tachas ya desde el comienzo: pedal acelerando, motor rumiando y un rock bien valvular para dar vida a una de las piezas más altas del álbum. “Yesterday to Tomorrow”, en cuanto a rítmica y armonía, es otro de los fieles exponentes del sonido Audioslave. “Dandelion” —otro hitazo— vuelve a exponer a un Cornell romántico que le canta al amor y al romance con algunos tintes de rock fuerte en el estribillo.
Hay espacios para la crítica también en este texto. Es cierto que Out of exile (2005) es EL disco de Audioslave pero también es cierto que se diluye un poco sobre el final. “Number 1 Zero”, repitiendo formulas ya hechas, y “The curse”, otra rockbalada más, se vuelven un poco monótonas en comparación de otras piezas del disco más logradas. Sin embargo, el todo prevalece ante la suma de las partes y la obra puede ser bien valorada dentro de los panteones del rock del nuevo milenio. El experimento de los supergrupos no suele salir bien y siempre han sido más propuestas de marketing con aspiraciones de venta de discos y tickets que otra cosa. Sin embargo algunos como Them Crooked Vultures, Velvet Revolver y el propio Audioslave, han dejado grandes canciones y grandes discos cuyas distorsiones aún zumban en los oídos de los melómanos más nostálgico.//∆z