Reagrupados tras la salida de Frusciante, con nuevo guitarrista e influencias, los Peppers volvieron al estudio y concretaron su décimo disco tras cinco años fuera.

Por Gabriel Feldman

Finalmente uno de los discos más esperados salió al mundo. Así es, llegaron los Red Hot Chili Peppers con canciones nuevas. Cinco años pasaron desde su último trabajo, el disco doble encarnado en Stadium Arcadium y sin lugar a dudas I’m With You es especial, no necesariamente por el contenido como por el contexto. Una vez más John Frusciante dejó la banda, esta vez no por el mainstream o por las drogas, sino por una decisión personal y lo reemplazó Josh Klinghoffer, un amigo de la familia podríamos decir. Compañero de Frusciante en muchas de sus aventuras en paralelo y acompañante de las últimas giras de la banda en calidad de guitarrista, un desconocido para muchos pero con un curriculum bastante impresionante: Bicycle Thief, Ataxia, además de colaboraciones con Perry Farrel, PJ Harpey, Bob Forrest y Beck, entre muchos otros. En fin, un tipo muy apto para calzarse la guitarra principal en los Peppers.

Y hay que decirlo; no es ninguna novedad: con otro guitarrista es otra banda. No es sólo un intercambio de piezas. Los mismos integrantes de la banda no se han cansado de repetirlo. El sonido que transformó a los Red Hot Chili Peppers en una banda de dimensiones mundiales mucho tiene que ver con la dinámica de la guitarra de John. Pero listo, se fue. Los otros no se iban a quedar de brazos cruzados llorando, y nuevamente con la producción de Rick Rubin, los Chili Peppers se embarcaron en este nuevo proyecto. De casi una setentena de canciones que habían compuesto, catorce pasaron el tamiz y se convirtieron en el contenido de I’m With You. A lo largo de los años ya habían demostrado su capacidad para transitar diferentes estados, y en estos nuevos temas pasamos de la fiesta y el baile a la melancolía e introspección casi de canción en canción (cada dos canciones quizás sería más acertado decir). A no dejarse engañar, los dos cortes de difusión, “Monarchy of Roses” y “The Adventures of Rain Dance Maggie”, eran y son de lo más flojo. Igualmente es cierto que el disco al principio te deja dubitativo: ¿Son estos los Peppers? Hace falta escuchar un poco más para dejarse convencer.

Acordes dispersos y baterías random nos introducen a “Monarchy of Roses”, y cuando uno empieza a preguntarse qué carajo está pasando, la voz de Anthony nos recuerda que estos son los Red Hot Chili Peppers. Ah, sí, bien: “Factory of Faith”, estamos bien, ahí está Flea despotricando con su bajo; son los Peppers entonces. Pero donde Frusciante hubiera partido todo con un riff de la concha de la lora, Klinghoffer envuelve con los sonidos de su guitarra. Nuevo guitarrista nueva banda, he dicho. Máxima que los Red Hot conocen muy bien.

Flea había dicho que la vida y la muerte eran el main theme del disco. “Brendan’s Death Song” no hace más que ratificar las palabras del desquiciado bajista y junto a “Annie Wants a Baby” el ciclo de la vida y muerte está más que acentuado. Después del réquiem para Brendan Mullen (amigo fallecido en el 2009 que en los ’80 les facilito a los Peppers su club para tocar y apoyó a la banda en sus comienzos), de nuevo a la fiesta en “Ethiopia”. Es imposible no pensar que se convertirá en uno de los cantos de batalla en los estadios. Ya lo visualizo a Anthony moviéndose como un robot semidesnudo al pronunciar “E-I-o-I-e-I-a”. La influencia de ritmos africanos es una nueva inclusión que introdujo Flea al coctel groovie-funkie de los Peppers luego de su paso por el aquél continente. “Did I Let You Know” no hace más que confirmarlo: ritmos étnicos, percusión, líneas de bajo vibratorias, sutilezas de la guitarra y trompeta que acentúa el espíritu festivo. Bien lo canta Anthony: “I wanna dance to every day’s occasion”, así que dance maderfacker. Además, nadie es capaz de hacer rimar “cheeky” con “mozanbiquey” de esa forma particular que lo hace Anthony Kiedies.

Lo que más se luce a lo largo del disco es la sección rítmica compuesta por el dúo de Flea y Chad Smith. Qué novedad, ¿no? No hay con que darle. Pongan a cualquier guitarrista o cantante que ellos hacen el resto. Sí, definitivamente los cortes de difusión eran una mierda. Obvio que el sonido es distinto, pero además hay un magnetismo que tiene sobre todo el bajo y la voz de Anthony que hace que uno confíe ciegamente. Son una marca registrada después de tantos años.

“Look Around”, seguramente el próximo single, rememora las viejas épocas: ¿un tributo a “By the way” incluso…? Sí, ¿no? Ese beat-box que hace Kiedies es bastante similar a lo que hacía en el hitazo del 2002. Pero de nuevo, donde antes seguramente hubiera habido un solo terrible, Josh da pinceladas. Ese es su estilo y así es la cosa. En fín, cuando la alegría-disco-pop (un poco artificial quizás) hacía un poco de corrosión y cansaba, al rescate un poquito de violencia con “Goodbye Hooray”. La efervescencia se disipa en un estribillo muy melódico, pero con el arranque estruendoso, una guitarra más endemoniada, Flea más Flea que nunca y un final bien potente, contenta a los corazones más aguerridos. De lo mejorcito del disco, sin lugar a dudas.

Siempre la sensibilidad en los Peppers está a flor de piel, sobran los ejemplos: desde “I Could Have Lied”, “Dosed” hasta “Wet Sand” o “Hey” de su último disco. “Police Station” con un Kiedies reflexivo y Klinghoffer haciendo las segundas voces se inscribe en esta lógica. La fusión entre el piano, el bajo, la batería, el paisaje de la guitarra y las armonías vocales hacen uno de los mejores momentos del disco. En “Even You Brutus?” Anthony retoma su costado más rapero para escupir las frases, pero nuevamente en el lado sensible suena otro de los puntos altos con “Meet Me at the Corner”. Hermosa. La canción que próximamente se dedicarán los enamorados en primavera. Y si alguna vez te preguntaste quién cantaba con Frusciante “Omission” (no, no es una minita) en “Meet Me at the Corner” vas a encontrar la respuesta con un Klinghoffer inspirado. Para finalizar el disco nuevamente volvemos a la fiesta con “Dance, Dance, Dance”. Aunque, al contrario de lo que sugeriría su nombre, no termina de ser tan festiva como otras del disco y termina aburriendo un poco.

La última vez que los Peppers habían vuelto de un hiato fue con “Californication” allá por 1999. Luego de la salida de Dave Navarro por diferencias musicales, volvía Frusciante a la banda y hacían, también con la producción de Rick Rubin, uno de los discos más emblemáticos de su carrera y representativos a nivel mundial. Lo nuevo de los Peppers no está a esa altura. Definitivamente es un giro, demasiado bailable y un poco artificial vale decir. Algunos seguramente disfrutarán volver a escuchar a estas bestias haciendo canciones nuevas y suenan muy bien (son los Peppers después de todo) pero es imposible no pensar en lo que fueron y en esta encarnación más popera que son ahora modelo 2011.

AZ Recomienda: “Etiophia”, “Look Around”, “Did I Let you know”.

VerMás desdeVídeos relacionadosComentariosCompartirSendFavoritoTwitterFacebook