El jueves 13 de septiembre, en la segunda fecha del ciclo Laptra, Las Ligas Menores, Antolín y Javi Punga compartieron el escenario del Club Cultural Matienzo.
Por Emmanuel Patrone
Fotos de Matt Knoblauch
Hablemos de reuniones familiares. No pretenderemos trazar una radiografía exhausta de cada tipo de familia existente sobre este extenso planeta, puesto que esto realmente no es un ensayo sobre las relaciones con lazo sanguíneo, sino una crónica de un recital (o, en realidad, una fecha de un ciclo de recitales). De todos modos, haremos un pequeño esfuerzo. Hay gente que, llegado el momento de (re)encontrarse con aquellos seres con los que de alguna forma están emparentados, particularmente en efemérides especiales o celebraciones típicas (la cena de Navidad suele ser un buen instante para participar del ritual), choca con la realidad de estar cara a cara con la incomodidad de tener que relacionarse con individuos que, a la vez que cercanos, resultan ser completamente ajenos a la vida de uno, ya sea desde el plano de la cosmovisiones como del modo de vida. Es razonable, entonces, que mucha gente evite o por lo menos mire con desgano este tipo de reuniones.
Hay muchas otras clases de reuniones de índole familiar, pero vamos a concentrarnos en una más, que se podría plantear como una especie de antítesis de la anterior: las reuniones en las que el encuentro reaviva o potencia el lazo sanguíneo y afectivo entre los participantes. Las que permiten, en definitiva, que la unión familiar se mantenga en un nivel casi indestructible. El sello independiente de La Plata, Laptra, es una gran familia de éstas. No lo decimos sólo aquí, el mismísimo Javi Punga lo declararía al cierre de su set en la segunda fecha del ciclo que el sello lleva a cabo en el Club Cultural Matienzo todos los jueves de septiembre.
Las Ligas Menores fue el grupo que inició la agitada noche en el club del barrio de Colegiales. Con un EP de apenas unos meses de edad (El disco suplente), el quinteto (cuatro chicas y un chico) desparramó si encanto casi amateur sobre el escenario, dejando algunos comienzos en falso pero que conecta con la ingenuidad y la frescura melancólica de sus melodías y letras, caracterizada por tres cantantes, muchas canciones en las que los acordes cambian en el momento justo y voces que no revisten ningún tipo de inflexión no genuina. En ese entorno, durante 40 minutos, Las Ligas Menores, hasta cerca de la medianoche, dejaron canciones como “Accidente” y “El baile de Elvis” flotando en el aire del Matienzo, el cual, al pasar los minutos, entre el calor, el aroma a cigarrillo y el amontonamiento de cuerpos, se volvía cada vez más espeso. La banda aprovechó para dejar un guiño a sus compañeros de sello y de cartel esa noche: arrancaron con un cover de “San Antonio” de Punga y luego remataron con una versión de “Vigilante de la oscuridad” de Antolín. El final del set estuvo a cargo de “Crecer”, que despertó el que fue quizás el primer gran pogo de la velada.
Entre la canción soñadora juvenil y el ambiente surrealista que suele decorar su lírica, Antolín y su banda (con Reno, otro protagonista de la escena musical independiente, en batería) fueron los encargados de continuar la segunda noche del ciclo. Su lista se compuso de esos temas que marcan a Antolín como un compositor especial en el universo platense, anclado en la simpleza que disfraza, sin embargo, algo de profundidad. “Días del futuro”, “Anti el oso” o la celebrada “Asalto comando” llevaron a que su público más cercano gatillara cantos a los gritos. Además, Antolín (“el poeta de La Plata”, como vociferó un pibe del público) devolvió gentilezas y obsequió una versión potente de “Crecer” de Las Ligas Menores.
Luego de que el DJ musicalizara con una seguidilla de temas de los Redondos, lo cual consiguió –previsiblemente- alterar el estado de una cantidad importante de asistentes, Javi Punga, junto con sus compañeros de banda (Reno nuevamente encargándose de los parches), le puso la nota final a la fecha.
Repasando gran parte de su último disco, Rock ‘N’ Roll Punga (sonaron “The Cure”, “Brilla y sueña” y “Rock de la china”, el cual fue recibido con un pogo que llevó a uno de los asistentes de cara contra uno de los parlantes frente al escenario), como de trabajos anteriores (“Amaramar”, “Nena Stone”, “Ahora soy vegetariano”), el ex Ned Flanders y compañía, a puro ruido desprolijo y con alguna que otra sorpresa (el reemplazo de Reno por Tom de Go-Neko! en batería, otra versión fuera de programa de otro de los participantes de la fecha, en este caso “Asalto comando” de Antolín) culminó con sus melodías a prueba de balas otra reunión de la familia Laptra. Una sin peleas, sin rencores, sin caras de incomodidad: sólo puro rock de alcurnia alternativa de tono risueño y en la que el público también tuvo su merecido lugar en la mesa.
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