Antes de su 96ª edición, comentamos las películas nominadas a Mejor película y un bonus track
American Fiction, de Cord Jefferson
En su debut como director, Cord Jefferson nos presenta American Fiction, una película que se sumerge en las profundidades de la psique humana con la maestría de un novelista consumado. Sin embargo, detrás de cierta fachada grandilocuente y actuaciones magistrales, se esconde una narrativa que, para algunos críticos, deja mucho que desear.
Jeffrey Wright brilla en el papel principal de Thelonious “Monk” Ellison, llevando al espectador en un viaje emocional a través de los altibajos de la vida del protagonista. Sin embargo, la trama, aunque ambiciosa, parece perderse en un mar de metáforas y simbolismos, dejando al público preguntándose si realmente hay algo sustancial detrás de la pomposidad visual.
Aunque la película aborda temas importantes como la identidad y los estereotipos raciales, su ejecución deja mucho que desear. La crítica a la corrección política y la cultura “woke” parece superficial y desprovista de verdadera profundidad, dejando al espectador con la sensación de que se están tocando temas importantes de manera demasiado superficial.
Además, la película adolece de una falta de coherencia en su mensaje. Mientras intenta desafiar los estereotipos raciales en la cultura popular, cae en la misma trampa al representar a los antagonistas como figuras blancas de clase alta. Esta contradicción, lejos de enriquecer la narrativa, parece socavar su mensaje y diluir su impacto.
Esta película divide a la audiencia. Si bien algunos elogian su ambición y su visión audaz, otros la encuentran grandilocuente y superficial. En última instancia, la película deja entrever que detrás de la fachada de pomposidad y simbolismo, puede que no haya mucho más que una narrativa vacía y superficial. Ana Chávez Bressan.
Anatomy of a Fall, de Justine Triet
El caso de la directora francesa Justine Triet es particular o, por lo menos, llamativo. Empezó su carrera realizando filmes cómicos con una pequeña dosis de tragedia como La batalla de Solferino (2013) y Victoria (2016). Sin embargo, a medida que pasaron los años el drama empezó a ocupar un mayor lugar en su producción hasta llegar a abarcarlo todo. Este vuelco hacia lo trágico comenzó en Sybil (2019) y logró su mayor potencial con Anatomía de una caída.
Triet hizo una de las mejores películas del año. Un largometraje de suspenso donde hay una muerte, un juicio y su veredicto. Con esas tres simples instancias de todo proceso judicial, la historia logra una reflexión más profunda sobre diversos tópicos. Se ponen en cuestionamiento ciertas nociones como las de verdad y justicia así como también problemáticas de parejas. La muerte destapa cosas, el tema es que esas cosas ya no son las mismas después de la muerte.
Las actuaciones de esta película son espectaculares. El dúo que hacen Sandra Hüller y Milo Machado Graner como madre e hijo tiene un carisma especial. La familia está unida por la tragedia y eso se puede ver en las miradas y los gestos en la manera en que los afectos y el cuidado son fundamentales para la resiliencia. De vuelta, la muerte destapa cosas. Hay que saber convivir con ellas.
Anatomía de una caída es una gran película porque es ingeniosa. No deja las cosas servidas y hace pensar al espectador. Uno sale de la sala de cine como un detective privado pensando qué es lo que verdaderamente pasó ¿Cuál es la verdad? Porque ese es el punto de la obra. La pregunta que subyace en las peleas de parejas, en la relación con los hijos: ¿Hay una sola verdad? Ignacio Barragán.
Barbie, de Greta Gerwig
Lo primero que habría que señalar es que Barbie (2023) no es una película para niñas y niños. Es un producto para adultos o adolescentes. La historia puede estar disfrazada de fábula infantil pero esto no es más que una pantalla. Los chistes y guiños feministas que se suceden a lo largo del filme sólo son comprensibles en la medida que uno se ve envuelto en la sociedad y reconoce el machismo explícito en el que vivimos. Las infancias a las que supuestamente esta dirigida la obra no entienden el chiste del varón blanco heterosexual que toca la guitara para seducir. Tampoco la tristeza existencial en la que se ve involucrada Barbie luego de preguntarse por la muerte. Por más tonta que parezca la película, la problemática que aborda es profundamente seria.
Dicho esto, el último largometraje de Greta Gerwig es un acierto. Estamos frente a una obra divertida, fresca y combativa. Lo que parecía una obra infantil insertada en la espectacularización del entretenimiento deviene en un tanque rosa de guerra. Detrás de cada diálogo entre los personajes se esconden Judith Butler, Virginie Despentes y Paul Preciado
Es por eso que Barbie, en este caso, no es un juguete más de la empresa Mattel. Es lo último de la directora de Lady Bird (2017) y esto implica cierta garantía de calidad. Es la visión de una directora que se aposenta en los huecos que libera el capitalismo para realizar un contraataque frente a la realidad injusta que viven todas las mujeres. Es un acto de resistencia que se agradece y festeja. Ignacio Barragán.
Killers of the Flower Moon, de Martin Scorsese
“Los Asesinos de la Luna”, la última joya fílmica de Martin Scorsese, despliega un tapiz narrativo tan rico como las tierras petroleras de Oklahoma en las décadas de 1920. En esta epopeya cinematográfica, Scorsese, magistralmente respaldado por un elenco estelar encabezado por Leonardo DiCaprio y Robert De Niro, nos sumerge en una vorágine de corrupción, violencia y ambición desenfrenada.
La película, basada en la obra literaria de David Grann, nos transporta a un escenario donde la opulencia de los Osage, proveniente del petróleo que yace bajo sus tierras ancestrales, se convierte en un imán para la codicia y la perfidia. Scorsese, maestro consumado del séptimo arte, nos guía a través de un laberinto de intrigas y traiciones, donde cada personaje es una pieza en el juego mortal del poder.
Con su característica elegancia narrativa, Scorsese no solo nos ofrece una mirada crítica sobre la naturaleza humana, sino que también nos invita a reflexionar sobre la eterna lucha entre el bien y el mal, la justicia y la injusticia. ¿Acaso podemos escapar del destino que nosotros mismos tejemos con nuestras acciones? ¿O estamos condenados a repetir los errores del pasado una y otra vez?
En medio de esta oscuridad, emerge la actuación magistral de Lily Gladstone, quien infunde a su personaje una dignidad y entereza que trasciende la pantalla. Su interpretación nos lleva a cuestionar nuestros propios prejuicios y nos recuerda que, incluso en los momentos más sombríos, la humanidad puede encontrar la luz.
Con un final apoteósico que rompe la cuarta pared entre la ficción y la realidad, Scorsese nos brinda una despedida que trasciende lo cinematográfico. ¿Es este el adiós de un titán del cine, o simplemente el inicio de un nuevo capítulo en su legado? Solo el tiempo lo dirá.
Esta película es una obra maestra que no solo honra la trayectoria de uno de los más grandes directores de todos los tiempos, sino que también nos recuerda por qué el cine es una de las formas más poderosas de arte. No sería sorprendente ver a esta película coronada con el codiciado premio Oscar, como un tributo merecido a la genialidad de Martin Scorsese. Ana Chávez Bressan.
Maestro, de Bradley Cooper
Uno de los momentos más emblemáticos de la vida de Leonard Bernstein y su esposa Felicia Montealegre fue la cena que brindaron en honor a los Panteras Negras en solidaridad tanto con la población afroamericana como con la causa revolucionaria que ellos propugnaban. Corría el año 1970. Días después de tal acontecimiento, el escritor mercenario Tom Wolfe publicó un artículo en el New York Times donde hacía una descripción de la velada y arremetía contra la pareja describiéndolos como unos frívolos burgueses que se sumaban a la izquierda porque estaba de moda pero que en verdad era solo una cuestión estética y no política. A partir de ese artículo se empezó a acuñar el término radical chic para desmerecer los lazos de solidaridad entre la élite intelectual neoyorquina y las manifestaciones de izquierda.
Este momento ejemplar de la biografía del compositor no aparece en Maestro (2023) de Bradley Cooper. Lo que amerita pensar que su ausencia revela la parcialidad con la que se ha retratado a Bernstein.
Es más, toda la película de Cooper parece ser un solapamiento de momentos que se pisan unos sobre otros no dejando que nada se asiente y que todo valga lo mismo. ¿Descubrimos que Bernstein era bisexual? Bueno, pasemos rápidamente a otra cosa ¿Lo discriminaban por ser judío? Tomá, acá tenés una función de West Side Story que nada tiene que ver con lo anterior. Esta película típica de Netflix es una montaña rusa de Disney que va a mil por hora donde los colores estridentes y la velocidad imperiosa aturden al espectador que luego se baja de este delirio para preguntarse qué fue lo que realmente pasó.
La última obra de Bradley Cooper después del éxito de A Star is Born (2018) no es ni buena ni mala. Es la nada misma, lo peor que le puede pasar a un filme. Lo único verdaderamente rescatable es la actuación de Carey Mulligan. Su rostro refleja el dolor en la pantalla, hay algo en esos gestos que la trasciende. Todo lo demás es un desierto. Ignacio Barragán.
Oppenheimer, de Cristopher Nolan
Ante una nueva película de Nolan el espectador avezado ya está advertido: obtendrá grandilocuencia filmada en cámaras sofisticadas (en este caso IMAX), sofisticación que algunos tildarán de innecesaria impostura y alguna cuestión con la narrativa y la temporalidad. Obsesión que viene de larga data, desde Memento, una de sus primeras obras. Se encontrará también con una fila cada vez más larga de detractores. Lo cierto es que no encontrará delante de sus ojos, adormilados de tanta película de superhéroes y saga pochoclera, con un filme que le pase desapercibido. Oppenheimer no es la excepción.
“Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”, declaraba Julius Robert Oppenheimer en la televisión abierta. El fragmento puede encontrarse fácilmente en YouTube. La mirada triste, gris, casi alienígena. El rostro de un hombre que lo vio todo y lo supo todo. En la fisión del átomo de uranio en aquella primera explosión experimental en Los Álamos, Nuevo México, supo ver todos los árboles de navidad muertos del mundo.
La película de Nolan, la doceava en su haber, cuenta el camino que catapultó a un físico teórico de Nueva Jersey, de coqueteos con el comunismo en pleno Macartismo yanqui y obsesión por el cálculo, a desempeñar un papel crucial dentro del proyecto Manhattan que derivaría en las dos bombas atómicas detonadas sobre Hiroshima y Nagazaki. Interpretado de manera magistral por un cadavérico Cillian Murphy, el filme muestra los claroscuros de un hombre que por medio de su genialidad científica generó la pérdida de cientos de miles de vidas desatando una carrera armamentística sin precedentes. Poniendo en riesgo al planeta Tierra en su conjunto.
La película posee una narrativa compleja, para variar en el estilo de Nolan. Sin llegar a la rareza casi incomprensible de Tenet o a la triple temporalidad de Dunkirk, aquí hay escenas en blanco y negro intercaladas con color en donde se cuenta, por un lado, el camino hasta la bomba y, por otro, el proceso judicial al cual fue sometido luego Oppenheimer al acusarlo de comunista y depositarlo en el ostracismo.
Si bien hay clichés de por medio y hay escenas en donde Oppenheimer es casi retratado como un genio torturado o una pobre víctima, la película sale airosa en sus casi tres horas de duración. Es un retrato complejo de una de las historias más incómodas de la humanidad. Con grandes actuaciones, se destaca también en un rol poco habitual Robert Downey Jr., el filme posee escenas notables en cuanto al montaje y el tratamiento del sonido. Allí se luce la banda sonora del sueco Ludwig Göransson logrando un clima perturbador y ominoso.
Con trece nominaciones en su haber, ¿Será Oppenheimer quien finalmente le de su primera estatuilla a Nolan en los rubros Mejor Película o Mejor Director? Solo resta esperar. Pablo Díaz Marenghi.
Poor Things, de Yorgos Lanthimos
Para hablar de Poor Things, primero hay que hablar de Yorgos Lanthimos. Este director griego tiene como punto fuerte lo que podría llamarse una estética de la rareza. Toda su filmografía se encuentra atravesada por una idea de extrañamiento que sugiere mundos enrarecidos y algo sociópatas. Desde Dogtooth (2009) hasta The Favourite (2018) pasando obviamente por The Lobster (2015) nos encontramos con narrativas distópicas y personajes que parecen cotidianos pero que ocultan fuertes desequilibrios mentales.
Poor Things es una versión hollywoodense del estilo de Lanthimos. Un cuento de hadas que conjuga la fantasia, el humor negro y una suerte de feminismo algo edulcorado y poco disimulado. Es la historia de Bela Baxter (Emma Wattson), una mujer monstruo a lo Frankenstein con cerebro de bebé que sale a descubrir el mundo por cuenta propia. Su trayectoria termina siendo la de una Ulises que después de diversas batallas vuelve a su casa más sabia y victoriosa. En el medio del camino hay infidelidades, prostitución, pobreza, aristócratas y comunismo.
El mundo de Bela no es el nuestro aunque se le parece. Es un lugar hermoso y terrible a la vez. Lleno de colores pero distorsionados por un filtro de Instagram. En la historia destacan tres componentes: la escenografía, la música y la dirección de fotografía. Los escenarios son espectaculares, una mezcla de viaje de ácido lisérgico y cuadros de Dalí. La música original es sublime, una polka griega que parece tocada por un borracho y es tan experimental que a veces recuerda a la dodecafónica de Schönberg. Por último, la estética liminal del filme roza lo profesional: la sucesión de diversos ángulos de cámara que van desde el ojo de pez al zoom clásico son disparos efectivos para el espectador atento.
Si bien se han generado controversias en torno a lo que significa la película y sus interpretaciones, no hay que olvidar que estamos frente a una ficción. Una narrativa que por supuesto tiene implicancias políticas pero que se discuten en el plano de lo ficcional, en el terreno de las artes. Poor Things es una historia más, una forma de hilar escenas y darle forma a la belleza. Denigrar la obra si es o no feminista resulta básico y reduccionista. Parece una estrategia a la que un votante de Milei apelaría para desprestigiar al cine argentino.
La última película de Lanthimos es una obra digna, algo que se mantiene al margen del mainstream cinematográfico estando de todas maneras ya implícito en él. Recuerda a los comienzos de Tim Burton y a lo mejor de Terry Gilliam. Si somos un poco generosos podemos decir que tiene algo de Luis Buñuel. Más allá de todo el azúcar que tiene la mezcla, Poor Things es un buen postre para el cine contemporáneo. Ignacio Barragán.
Past Lives, de Celine Song
“A veces esperando las oportunidades / no se ven y se tira todo a la marchanta”, cantaba Andrés Calamaro. Algo resuena en el argumento de esta película que hace eso que debe hacer cualquier buen guión: plantear una regla de funcionamiento del mundo y retorcerla a lo largo de la trama, trabajarla. Para no spoilear acá no se dirá cuál es esa regla, pero aparece enunciada pronto.
Otro ambiente de privilegio (escritores en Nueva York) cruzado por la mitificación del pasado ante este presente tan desértico. Moraleja: el deseo tiene muchas formas y nunca se lo apaga, hay que aprender a convivir con él. Sebastián Rodríguez Mora.
The Holdovers, de Alexander Payne
Un nuevo clásico para recomendar. Personajes prototípicos -el estudiante rebelde roto por dentro, el docente exigente que desespera por ser querido- dentro de un ambiente privilegiado de escuela pupila en un pasado no muy lejano en el tiempo pero donde todo parecía todavía posible.
Actuaciones muy destacadas de Paul Giamatti y el nuevo galán-medio-darkie Dominic Sessa (porque si vas a hacer un drama que te haga reír, metele tanos, como bien sabe el también nominado Scorsese). Para pensar que quizás el viejo choto de Lengua que tuviste en segundo año de la secundaria en realidad era un copado y tenía la edad que vos tenés ahora. Sebastián Rodríguez Mora.
The Zone of Interest, de Jonathan Glazer
Cuando uno dice nazis hay que hablar con propiedad: nazi en serio fue Rudolf Höss, el jefe del complejo de campos de concentración, trabajo y exterminio de Auschwitz. Eso se ocupa de mostrar esta película, basada en la novela de Martin Amis, un logrado intento por tratar el Holocausto desde el extremo narrativo opuesto a La lista de Schindler.
Acá los golpes bajos no son efectistas, lacrimógenos. Todo lo contrario, violentan, rebelan y revelan las bajezas de las que está hecho todo autoritarismo. Tal vez sea demasiado exigente para públicos sin tanta literatura acerca de la Segunda Guerra y, en general, de derechos humanos. Pero clava la duda en el costado: ¿qué precio pagarías por lo que siempre soñaste? Sebastián Rodríguez Mora.
Bonus track: La sociedad de la nieve, de Juan Antonio Bayona (Nominada a Mejor Película Internacional)*
El cineasta catalán J.A. Bayona se obsesionó con la historia del avión que se estrelló en plena Cordillera de los Andes en 1972 luego de leer el libro homónimo de Pablo Vierci. Aquellos dieciséis rugbiers uruguayos –representados en dos películas anteriores, Supervivientes de los Andes, de 1976; y ¡Viven!, de 1993– eternizados por haber derrotado al hambre, el frío, la muerte y la antropofagia.
El amplio conocimiento de esta historia por parte del público no impidió la creación de La sociedad de la nieve, la adaptación más humana y artística de todas. Esta película, triunfadora en San Sebastián y candidata a los Oscars, es una narración fiel con la dosis justa de crudeza.
La banda sonora de Michael Giacchino, plagada de sofisticados arreglos de cuerdas a la John Williams en Star Wars, aportó el tono épico necesario. La dirección se luce por medio del recurso de la voz en off, un delicado montaje que llevó más de un año de trabajo y delicados planos detalle que apuntan a la contemplación.
Bayona, quien contó en entrevistas que les pedía permiso a los actores para pasarles cubitos de hielo en la nuca intentando subrayar el frío, logra con el relato de esta historia real su film más personal. Sabiendo que su próximo film volverá a tocar un hecho verídico cargado de muerte y dramatismo –adaptará un libro de relatos sobre la Guerra Civil Española– se consolida como un realizador capaz de brindarle un tratamiento poético a la tragedia humana más desgarradora. Pablo Díaz Marenghi //∆z
*Una versión más extendida de esta reseña se publicó en Revista Ñ.