Oscars 2022: las nominadas son...

Antes de su 94ª edición, comentamos las películas nominadas a Mejor película.

Por Ignacio Barragán, Edu Benítez, Pablo Díaz Marenghi y Joel Vargas.

The Power of The Dog, de Jane Campion

Todos los géneros cinematográficos que, en su momento, forjaron la edad de oro en Hollywood, evidencian renovaciones. A lo largo de la historia, el western se revisó desde distintas perspectivas. Fue evocado en modalidad casi paródica (desde Sergio Leone hasta Tarantino), se lo emuló en las claves de la nostalgia postmoderna (Open Range de Kevin Costner) y se desmitificaron algunos de sus motivos temáticos. Esta última vía es que la asume The Power of the Dog, candidata a llevarse varios de los doce Oscars para los que está nominada.  

Dirigida por la neozelandesa Jane Campion, la película tiene lugar en Montana en 1925. Allí los hermanos Burbank llevan adelante su negocio como rancheros: crían y venden ganado, entrenan caballos y demás actividades de la vida entre praderas. Ambos están delineados psicológicamente a partir de características subrayadamente antagónicas. Phil (Benedict Cumberbatch) es un muchacho a la vieja usanza del universo cowboy: ultraviril, pendenciero, vengativo. George (Jesse Plemons) está construido desde un verosímil imposible, como si fuera un flogger dubitativo e hipersensible preocupado por el machismo que ejercita su hermano. La  disputa entre ambos escala con la llegada de Rose (Kirsten Dunst) y su hijo adolescente a la casa familiar. En un género cuyo atractivo y vitalidad radica en figurar la ambigüedad e indefinición de límites entre lo civilizado y lo salvaje, la ley y su impugnación, la inocencia y su corrupción; El poder del perro prefiere hacer una pedagogía sobre los modelos de masculinidad en la segunda década del siglo pasado. La película está más enfocada en ser un alegato edificante que una obra de cine potente. Moralista, maniquea, programática, de una belleza estéril. El tipo de películas que la academia hoy ama premiar. Edu Benítez

Drive My Car, de Ryusuke Yamaguchi

La última película de Ryusuke Hamaguchi genera la sensación en el espectador de estar sentado en el asiento trasero de un auto, a lo largo de una ruta, escuchando historias, casi que mirando la nuca del conductor. Se podría disfrutar de la película solo escuchando sus diálogos, con los ojos cerrados. No sorprende, entonces,  que esta obra sea una adaptación de un cuento de Haruki Murakami.

Ahora bien, esto no desmerece el trabajo audiovisual. Las imágenes proyectadas son de una enorme belleza. Japón es de una enorme belleza. El problema radica en que es demasiado perfecto. Los encuadres están diseñados milimétricamente por un jefe de área de marketing, lo que le quita potencia al relato. Quizá este conjunto de historias ásperas necesitan de cierta porosidad y no del brillo de la fotografía fácil para subsistir. De todas maneras, este filme es un producto refinado, programado para cierto éxito y disfrutable en su justa medida.

Así como las películas argentinas tienen que lucir estadounidenses para llegar a los Oscars, los filmes orientales deben pasar por occidentales para que les den bola. El caso de Drive My Car no es la excepción. Se trata de algo lindo y accesible aunque plagado de lugares comunes que, al fin y al cabo, entretienen. Ignacio Barragán

Dune, de Denis Villeneuve

Hay algo de maldito en la saga creada por el escritor de ciencia ficción Frank Herbert y sus adaptaciones cinematográficas. Primero, con aquella incursión quijotesca a cargo del chileno Alejandro Jodorowsky que pretendía entrecruzar a Orson Welles, Salvador Dalí, Mick Jagger y Moebius, que terminó allanando el terreno para películas como Star Wars y Alien. Todo esto se narra con belleza y nostalgia en el documental Jodorowsky´s Dune (2014), de Frank Pavich. Luego, con la malograda versión de David Lynch, un fracaso rotundo. Con esos antecedentes cargaba sobre sus hombros el consagrado Denis Villeneuve (Incendies, Enemy, Prisoners, Sicario, Arrival, Blade Runner 2049) ante la chance de dirigir una nueva versión de este clásico espacial. El resultado fue más que digno. Con un presupuesto de 165 millones de dólares y un elenco de figuras rutilantes (Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Oscar Isaac, Josh Brolin, Stellan Skarsgård, Dave Bautista, Zendaya, Jason Momoa y Javier Bardem) logró recrear la atmósfera de una historia que entrecruza mitología, misticismo e intrigas políticas. Aquí hay castas y familias que disputan poder y recursos económicos. Como una suerte de The Lord of The Rings pero en el espacio. Pese a los 156 minutos de duración y el ritmo algo lento en algunos pasajes, el filme se sostiene y deja la puerta abierta para su segunda parte que ya está confirmada y en proceso de producción para estrenarse en 2023. Allí se verá si, al fin, luego de varias décadas esta saga, la más vendida en la historia de la literatura de ciencia ficción, obtiene su émulo digno en la pantalla grande. El comienzo es esperanzador. Pablo Díaz Marenghi

King Richard, de Reinaldo Marcus Green

¿Will Smith ganará el Oscar a Mejor Actor de una vez por todas? ¿Será que la Academia le dará el premio tan ansiado a uno de los grandes héroes del cine contemporáneo?  Ojalá que sí, Smith tiene grandes películas y King Richard no se queda atrás. En la cinta dirigida por Reinaldo Marcus Green le da vida a Richard Williams, padre de dos de las tenistas más grandes de la historia: Venus y Serena Williams.

King Richard es la historia de cómo una familia de clase media afroamericana conquistó un deporte de élite. Gran parte de ese éxito fue por la tenacidad de Richard Williams y él modo de entrenar a sus hijas: estricto y perseverante. 

Durante la película vemos cómo Williams padre se enfrenta a pandillas, lo subestiman empresarios y Servicios Sociales lo acusa de someter a sus hijas a entrenamientos abusivos. Pero él una y otra vez logra imponerse para ayudar a convertir a sus hijas en leyendas. Joel Vargas

Coda, de Sian Heder

A sus 17 años, Ruby (interpretada con pericia por Emilia Jones) tiene una rutina desgastante. A la mañana trabaja pescando en el mar para colaborar con el negocio familiar. A la tarde intenta no quedarse dormida para terminar la escuela secundaria. Y durante todo el día ejerce como traductora de sus padres y su hermano, sordos, ante el resto del mundo. Pero se suma otro condimento: descubre que su pasión es el canto y decide unirse al coro escolar. Así, la cantidad de líneas argumentales que despliega Coda (Child of Deaf Adults) hace un coctel emocional que, como mínimo, empalaga: los compañeros le hacen bullying, tiene que lidiar con unos padres simpaticones, necesitados y descarados además de la comunidad pesquera de Gloucester; un profesor de música la incita a seguir su vocación y dejar el trabajo, inicia un romance iniciático con su compañero de canto. Muchos frentes abiertos para Ruby, muchos desafíos para la actriz inglesa sobre la que pesa la totalidad de la historia y que sobrelleva con confianza, credibilidad y cierto brillo. Se trata de un coming of age que se ocupa de describir los vínculos de una familia particular. Una película menor, sin muchas innovaciones narrativas que va al Oscar de relleno pero puede sorprender llevándose algún galardón. Edu Benítez

Licorice Pizza, de Paul Thomas Anderson

A esta altura, no es necesario ahondar respecto a los vericuetos que se pueden encontrar en la última película de Paul Thomas Anderson. Mucho menos apreciar los paralelismos con otras obras de su filmografía. Licorice Pizza es todo goce y eso es lo que la engrandece. No hace falta intelectualizar el amor. Está ahí, en la pantalla, sin interpretación alguna.

Si bien hay discusiones pacatas que se regodean y se afirman como jueces en cuanto a las edades de Alana Kaene (Alana Haim)  y Gary Valentine (Cooper Hoffman), esta es una historia de amor atemporal. El valor principal de las películas de PTA es hacer creer que hay una pasión única, inexpugnable, por la que se hará todo. El amor, o más bien la pasión que siente Gary por Alana se relaciona fácilmente con el primer enamoramiento. Esas ansias de matrimonio y eternidad que resultan ridículas vistas de lejos. Sin embargo, son sentimientos fácilmente trasladables a otros momentos de la vida, ya que nuestros personajes principales no son unos adolescentes: son adultos hechos y derechos. Esta película no es una novela de aprendizaje. Gary se las rebusca con diferentes laburos como si fuese una peli del Nuevo Cine Argentino y Alana milita para un partido político como en toda buena historia.

La obra también es un compendio de momentos inconexos que avanza con enorme verosimilitud en los recovecos de la vida. Un devenir aireano, por lo intempestivo, que empieza con un levante en la escuela y termina con un beso pero, en el medio, se venden camas de agua y se abren tiendas de pinball. Más que transiciones, hay instantes, detalles. Se subrayan los ojos de Alana cuando le brillan, la versatilidad de los diálogos de Gary, el silencio al teléfono, la voz alcohólica de Tom Waits, el párpado inferior que le tiembla a la señora del casting. Se podrían seguir enumerando uno a uno esos cuadros como si fuese un aleph encorvado sobre sí mismo. Uno termina yéndose de la película con ganas de vivir ahí, no en la historia sino en sus momentos.

Más allá de todo histrionismo, se sabe que los Oscars son una farsa sin un mínimo de legitimación cultural. Ahora bien, revirtiendo la famosa premisa marxista: si esta peli no recibe el premio a Mejor Película, los galardones del 2022 pasarán a la historia como tragedia. Ignacio Barragán

Don´t Look Up, de Adam Mckay

Una de las últimas grietas, entre tantas, del 2021 se marcó con esta película. Su director, Adam McKay, viene retratando en sus más recientes filmes temáticas ligadas a la política e intenta desentrañar con ironía y acidez la contemporaneidad. Eso se vio en The Big Short (2015) y Vice (2018). La comedia suele ser su principal arma y esto se mantiene en este filme cuyo elenco es estelar: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Jonah Hill, Timothée Chalamet, Ron Perlman, Ariana Grande, Cate Blanchett y Meryl Streep, entre otros. La premisa es simple: dos astrónomos, más próximos al ámbito universitario que a los grandes centros de poder, descubren un meteorito gigantesco que se aproxima al planeta Tierra a máxima velocidad y, al parecer, su choque desencadenaría el fin del mundo. Con semejante conocimiento a cuestas, comienzan a advertir a la población. Llegan a los medios —donde son ridiculizados y transformados en memes— y hasta al Presidente(TA, presidenta; en este caso, una maravillosa Meryl Streep que encarna una suerte de Donald Trump femenina).

La película dialoga, bajo un tono de comedia negra, con cuestiones como la post verdad, el negacionismo, las teorías conspirativas y el sensacionalismo. Si bien algunos pasajes se vuelven extensos en exceso y algunas premisas están subrayadas de más, deja abierta reflexiones interesantes en torno a la época. En este sentido, dialoga con series británicas mordaces como Black Mirror o Years and Years. Si bien no deja de ser un producto más dentro de un catálogo de streaming, es un filme interesante cuyo planteo va más allá de lo narrativo y del entretenimiento. Las risas se hacen añicos en los momentos finales del filme donde priman la angustia y la desesperación. Allí se esconde el verdadero núcleo del filme. En aquellas zonas profundas y ocultas  donde el ser humano no se atreve a mirar.  Pablo Díaz Marenghi

Nightmare Alley, de Guillermo del Toro

Con un elenco estelar (Bradley Cooper, Cate Blanchett, Toni Collette, Willem Dafoe, Rooney Mara, Ron Perlman y siguen las firmas) el director mexicano volvió a la pantalla grande con una adaptación de una adaptación. Este filme es una remake de la versión de 1947 dirigida por Edmund Goulding, a su vez basada en la novela de William Lindsay Gresham. Esta historia es un clásico del género negro. Ambientada en los albores de la década del cuarenta, todo comienza cuando Stan Carlisle (Cooper) consigue empleo en una suerte de feria ambulante circense. Allí le impacta la presencia de un hombre atribulado por el alcoholismo que devora animales vivos y se convierte en una suerte de atracción freak. Stan comienza a trabajar como mentalista y ese será tan solo el inicio de un largo camino de peripecias, mentiras, engaños y ambiciones. Con un presupuesto gigante, una producción ambiciosa y los toques habituales ligados al fantástico y al terror que Del Toro suele deslizas en sus filmes, esta película logra algunos momentos atractivos aunque también, otras veces, peca de algo acartonada. Una opción interesante en cuanto a la disputa por la ansiada estatuilla que el director supo conquistar en 2017 con The Shape of Water, la cual también ganó en los rubros de Mejor Director, Mejor Banda Sonora y Mejor Diseño de Producción. Pablo Díaz Marenghi

West Side Story, de Steven Spielberg

Steven Spielberg puede con todo, es el señor Cine. A esta altura no es necesario decirlo pero parece que la Academia se olvidó de él hace mucho. Simplemente lo nominan y hace años pero años no gana nada. Aparecen los y las nominadas a Mejor Dirección y el buen Steven siempre está. Es vitalicio pero siempre pierde con personas de menor talento que él. Este año no va a ser la excepción. 

West Side Story es su última película. Por primera vez Spielberg dirige un musical, género amado por la Academia. Aunque no es un producto original de la maquinaria de Steven se destaca porque todo lo que él toca siempre es bueno. No falla nunca. West Side Story es una adaptación de la obra de teatro homónima de Broadway, que a su vez es una reinterpretación de Romeo y Julieta. ¿No te gustan los musicales? No importa, Steven hace magia. Joel Vargas

Belfast, de Kenneth Branagh

Quizás Kenneth Brannagh te suene de haberlo visto en alguna de las últimas películas de Cristopher Nolan (Dunkirk, Tenet) ya que, también, es actor. O quizás hayas visto alguna de sus adaptaciones al cine de la obra de William Shakespeare, como la celebrada Enrique V. Lo cierto es que este autor, quien últimamente venía haciendo filmes por encargo bastante alejados de sus búsquedas más personales, decidió ir hacia un repliegue en torno a su propia infancia. Un regreso a donde todo comenzó. En una tónica similar a Roma, de Alfonso Cuarón, aquí Brannagh narra, con una fotografía preciosista en blanco y negro a cargo de Haris Zambarloukos, la vida de un niño que vive en Belfast en épocas de pleno conflicto civil en Irlanda del Norte. Eran tiempos del IRA y de luchas encarnizadas entre católicos y protestantes. Ante los ojos inocentes de este jovencito, alter ego del director, se narrarán episodios de violencia e incertidumbre muy crudos. Si bien hay una puesta en escena notable, de alta factura técnica, por momentos parecería ser que el tono se vuelve demasiado naif. Algo que puede resultar un poco ingenuo pero, a la vez, puede seducir al jurado de los Oscars, habituado a premiar películas edulcoradas y políticamente correctas. No por nada esta película es una de las más firmes candidatas a quedarse con la estatuilla más codiciada: la de Mejor Película. Como experimento narrativo se queda a mitad de camino. Pablo Díaz Marenghi