Guided by Voices edita su tercer disco de 2012 y se muestran más vigentes que nunca.

Por Damián Jarpa

Se denomina hiperactividad a un comportamiento que se caracteriza por la actividad excesiva y fuera de lo normal. A los Guided By Voices, emblemas del Lo-Fi, se los podría etiquetar de está manera ya que están de vuelta con The Bears for Lunch, su decimoséptimo trabajo de estudio y ¡su tercer disco en lo que va del 2012! (Let’s go Eat the Factory salió en enero y Class Clown spots a UFO en junio). Y eso que todavía no mencionamos la proactividad de Robert Pollard, líder y fuerza creativa de la banda desde 1983, que se despachó con dos discos más como solista este año, y además editó con su banda paralela, Boston Spaceships, un compilado de grandes éxitos de la agrupación.

The Bears for Lunch reúne a la formación dorada de la banda, aquella de los años ’93-’96 que se juntó hace dos años para el Festival del 21º Aniversario del sello independiente Matador Records, y que fue la que grabó Under the Bushes,Under the Stars (1996), un clásico del rock independiente americano. El disco comienza con la rabiosa “King Arthur The Red”, un tema que respeta la tradición de Guided by Voices: una canción grabada con micrófonos baratos y guitarras distorsionadas al por mayor para complacer a los más obtusos y acérrimos fanáticos de la banda. La acústica “Have a Jug” es una perlita del disco encapsulada en solo un minuto y su cruda simpleza conmueve por todos lados. Por su parte, “The Corners Are Glowing”, se destaca por la incorporación de violines y por la sensibilidad pop hasta casi folkie, que extrañamente caracterizaría a una banda como Band Of Horses, y en la conmovedora “The Military School Dance Dismissal”, Pollard juega a ser Tony Bennett por dos minutos y deja ver su perfil más vulnerable. Increíble.

Uno de los primeros cortes de difusión, “She Lives In An Airport” (el otro es “Everything Is Miles From Everywhere”), es una sólida demostración de irreverencia, y es donde Pollard se despacha con su retorcido sentido del humor: “Ella vive en el Aeropuerto/ Así puedo viajar gratis/ El mundo es más pequeño para mi”. En “White Flag” futuro single del disco, Mitch Mitchell sigue demostrando sus cualidades a la hora de componer, con sus riffs que rinden tributo al mejor Cheap Trick o a un distorsionado Ray Davies, y es sin dudas el mejor socio que puede tener Robert Pollard a está altura.

Lo más importante -más allá de que el disco no vaya a enamorar por completo a los fanáticos ortodoxos de la banda y difícilmente sume nuevos adeptos al quinteto de Ohio- es el hecho de que continúen juntos batallando frente la moda o contra todo aquello que se considera como cool y aún así se mantienen vigentes, además de ser punto obligado de referencia para generaciones más jóvenes, ya que editan y distribuyen sus propios discos bajo el sello Rockathon Records, que tras veintinueve años, se erige como una victoria silenciosa del rock independiente.

Entre tantas bandas nuevas que se ahogan en un vaso de agua para llegar al difícil segundo disco, ellos representan lo que la música debería ser: cinco amigos tocando por diversión. Y su incesante insistencia, es digna de admiración.//z

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