Por Malén Denis

La tenías puesta la primera vez que te vi, fue en un recital de El Otro Yo en Haedo, en el 2002. Azul marino con un corazón finito en blanco que decía “SP”. El blanco era tan finito, tanto que parecía gris, parecía plateado. Brillaba el corazón. Hay gente que viene con banda de sonido incluida. Cuando veo el trailer de tu vida yo escucho “1979”, el principio hasta el “shakedown”, en loop.

Eras el chico de la remera de los Smashing Pumpkins, te reconocían por eso y te llamaban por tu nick de ICQ: Infinite Sadness. Antes no teníamos más que una remera para mostrar quiénes éramos, a lo sumo una mochila, un corte de pelo. No teníamos redes sociales; teníamos un chat cutre y las remeras, y vos tenías la de los Smashing Pumpkins, y en mi mente yo nunca te la saqué.

Siempre quise para mí misma tener un símbolo así de fuerte, ser la chica que alguna cosa. Quería tener un distintivo, así como ahora son los poemas; yo también quería tener una remera. Es más, intenté convertir en mi emblema ese moño rosa que usé durante todo un año. Pensé que lo iba a poder llevar para siempre con dignidad y ser la chica del moño rosa. Pero no fue como con tu remera, no me pude convertir en el moño ni en lo rosa. Lo guardé un día y sigue ahí archivado, con otros intentos simbólicos por ser identificada por algo ante los demás. La adolescencia es eso: intentar justificar tu existencia ante los demás mediante estandartes.

Me pregunto si la remera la tenés, ¿la usarás para dormir? Tu intimidad me la imagino tan prolija que me asusta. No siento que guardes cosas por mucho tiempo como para que te lleguen a dar ternura. A simple vista parecés tan frío últimamente, con el ánimo chato y las expectativas elevadas, tenés la vacía la mirada. Es por eso que no te imagino sintiendo nada por esa remera que fue tu identidad.

Igual yo tengo pruebas de que fuiste sensible porque te gustaban los Smashing Pumpkins. Te gustaban tanto que usabas la remera todos los días, te dormías escuchando Mellon Collie o Machina y en las fiestas siempre intentabas hacerlos sonar; te gustaban tanto que decías que Ava Adore era medio bailable. Es que sabías que eran imposibles de hacer sonar en una fiesta sin justificarse, son depre. Y nos encantaban por eso mismo, por tristes.

Me gusta fantasear que en un cajón de un departamento posiblemente inmaculado de Palermo, descansa la remera azul, hoy arratonada, se le gastó el algodón y quedó de esa textura ideal que sólo tienen las remeras viejas. Si lo nuestro hubiera durado lo suficiente quizás de vez en cuando la usaría para ir a pilates o para estar en casa. Pero soy la chica que guarda moños que usó por un año, tiene souvenirs de todos los estados pasados, sin novio y sin el departamento inmaculado. Además no voy a pilates. Al final sí soy la chica que algo.

A veces cuando nos cruzamos y eso que pasaron años. De repente te veo y te veo con tu remera de los Smashing Pumpkins, con el pelo peinado con jabón, achatado adelante y un poco más inflado atrás. Estás borracho, bailás medio espástico a los saltos, te empujan los otros chicos y medio que te estás por caer pero siempre te quedás parado, sonreís. El pogo nunca fue lo tuyo, yo tampoco. Igual nunca me voy a olvidar de tu remera, ni de tenerla entre las manos.//z

Malén Denis tiene 25 años. Nació en Buenos Aires, Argentina, donde reside actualmente luego de una estadía en New York. Estudió fotografía y producción audiovisual, con algunas cursadas esporádicas en la facultad de Filosofía y Letras. Recientemente fue seleccionada para asistir a la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad de Tres de Febrero. Es poeta y trabaja como traductora. Entre sus publicaciones se encuentran el libro de poesía Con una remera de Sonic Youth (2009, Nulú Bonsai), una plaqueta llamada Ciencias Naturales (2014, La fuerza suave) y participaciones en diversos medios online. Tiene un libro inédito, Buscar drogas en Wikipedia aún sin fecha prevista para publicación.

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