El sábado se presentó en Niceto Club Los Ellos, el disco homenaje a El Eternauta, con las actuaciones de Shaman y Los Hombres en Llamas, El Perrodiablo, Mostruo! y Pommez Internacional.

Por Gabriel Feldman

Fotos de Emilia Cappellini

Para hacer un homenaje a la obra de Héctor G. Oesterheld y Francisco Solano López, el sello platense Concepto Cero se embarcó en la realización de un proyecto multidisciplinario denominado Los Ellos: un compilado musical que cuenta con la participación de dieciséis bandas y diez artistas visuales. Durante el año pasado el disco se presentó en el Trimarchi de Mar del Plata y en el Centro Cultural Islas Malvinas de La Plata. Por su parte, también hay que decir que para dar cierre al proyecto, Pi Producciones realizará un documental con material obtenido durante el proceso creativo y lo mejor de las presentaciones en vivo.

Como no podía faltar, era el turno de presentar el disco en la ciudad porteña. Barrio de Palermo, Niceto Club, sábado 24 marzo, Día Nacional de la Memoria y la Justicia y no se me ocurre un mejor homenaje a Oesterheld, desaparecido el 27 de Abril de 1977, que el que iba a llevarse adelante con las actuaciones de Shaman y Los Hombres en Llamas, El Perrodiablo, Mostruo! y Pommez Internacional.

Dentro de Niceto, el telón cubría al escenario y la pista estaba vacía a excepción de algunos asientos de la barra y algunos recovecos que eran ocupados por fotógrafos y cronistas que venían a cubrir el show, gente de la producción del evento y algún que otro inquieto que se acercó temprano sabiendo que a los primeros cien asistentes les obsequiaban el compilado que esa misma noche se estaría presentando. En la pista central, en el ‘balconcito’ que está sobre la barra, se podían ver todas las ilustraciones que formaron parte del disco. Se lucían en lo alto a pesar de la oscuridad del lugar.

Pasadas las nueve y media, y luego de que en la pantalla se proyectaran las escenas del proceso de grabación de Shaman y Los Hombres en Llamas para Los Ellos (imágenes que se pueden ver aquí y formarán parte del documental), Shaman Herrera y su banda salieron a escena. Con su característico bombín en la cabeza y guitarra en mano, Shaman fue el encargado de dar comienzo a la presentación del compilado en la ciudad de Buenos Aires: “La casa en llamas” y “El primero Color”, fueron las elegidas para empezar. A pesar de estar sobre un escenario, que en primera instancia impone una distancia irrefutable frente a las primeras personas que fueron entrando, el oriundo de Comodoro Rivadavia se las ingenia para crear un ambiente íntimo y cálido. Dueño de una voz pausada y profunda, nos invita en cada canción a ser partícipes de sus palabras. Logra hacernos formar parte de todo aquello que canta llevándonos en un trip fuera de todo a tierras inhóspitas, en dónde estamos solos frente a una fogata y este extraño con su guitarra nos relata sus historias. Entonces ¡zas!, sus historias cobran vida al calor de los repiques de la batería, las notas de la trompeta y el galopante bajo. De vuelta en Palermo, sus interpretaciones crecen en intensidad, convirtiéndose en poderosos mantras, y lo que parecía una simple interpretación folk se convierte en algo épico; o heroico como un viejo western. “Nos vemos volando”, “Llegamos tarde al funeral”, “Cristal” y “Casi Llorando” fueron la antesala perfecta para escuchar “el tema que venimos a presentarles a ustedes en realidad. De los otros se pueden olvidar, de éste no”, sentenció Shaman antes de entonar “Son nuestros”, aquél que forma parte del compilado. Luego de cumplir con lo que había que presentar, se despidieron con “El árbol”, otra maravillosa muestra de la capacidad de estos hombres que parecen haber caminado por el infierno, conocido al diablo, y vuelto para contarlo.

Minutos después, ya proyectadas las escenas que mostraban a El Perrodiablo grabando el disco, estaba el quinteto sobre el escenario dispuesto para comenzar. “Cuando vos digas Joseph, estamos”, fueron las palabras de Doma, vocalista y showman a su baterista. La respuesta fueron unos golpes alternados entre el tambor y el tom, la cuenta pertinente en el hi-hat y “Dios” para empezar. El Perrodiablo es estruendoso y obsceno, un torbellino eléctrico que a puro riff voltea cabezas. Repasando algunas de las canciones de su último disco de estudio, Orgía Políticamente Correcta, se sucedieron, entre otras, “Racional” y “Los amos del boxeo”. Sin importarles algún acople molesto, siguieron a pura potencia contagiando a una concurrencia más numerosa que ya poblaba la pista. Por supuesto, Doma en cuero, (claro, sino no es Doma), moviéndose para todos lados, subiendo y bajando del escenario, bailando cual Iggy Pop sobre la barra o en el medio del público, mientras escupía las letras de turno. Desde abajo del escenario miraba a sus compañeros esperando a que empiecen: “Los voy a mirar desde acá. Como público son una banda de mierda”. Al rato estaba arriba rockeando de nuevo. El muy hijo de puta no para, dándole material al fotógrafo que quiera (y pueda seguirlo). Ya sobre el escenario, un poco más transpirado, y con la presencia de Roy Milan Johansen, cantante de Excusiones Polares, que llevó su armónica (según palabras de Doma: “me lo crucé en la puerta y me dijo que la sabía con la armónica”), pasaron a interpretar “La guerra psicológica”, la cuota garage y estruendosa del compilado homenaje a El Eternauta. Para el final sonó “Carné culpable” y mientras la banda seguía tocando a más no poder, con Chaume y Lea sacándole chispas a sus guitarras, Doma bajó del escenario nuevamente y se puso a bailar entre la audiencia. Se despidieron y quedó dando vueltas en la cabeza ese estribillo estruendoso: ¡DERRIBANDO RASCACIELOS A PATADAS!

Todo muy puntual. Pasados algunos minutos, los necesarios para acomodar el escenario, se subía Mostruo! El cuarteto platense no perdió el tiempo y empezó a tocar sobre las imágenes que mostraban como grabaron “Nunca”, sin lugar a dudas una de las mejores de todo el compilado. Así, sincronizados con ellos mismos, comenzaron con esa hermosa canción. Dueña de un ritmo hipnótico, la misma va cobrando fuerza poblándose de los arreglos de guitarra de Kubilai Medina y Lucas Finochinni. Con Medina comandando las voces, Finochinni y el baterista Fernando Mutellini en los coros, repiten con suavidad una y otra vez: “Mimnio, athesa, eieioioio… Mimnio…”, aquél canto que pronuncia en la historieta el Mano que está muriendo lentamente en la cocina, hasta que finalmente calla y muere. Más que un último suspiro, guarda un dejo de esperanza y se confunde con canción de cuna que quedó resoplando en Niceto. El 24 de marzo no es cualquier fecha en el calendario argentino y Finorchinni comentaba luego de interpretar “Ausencia”: “Hoy es 24 de marzo y es raro estar acá. Tengo una prima que no está y me gustaría saber quién la tiene. Esta canción fuera para ella y mientras cantaba esto yo estaba pensando en cómo era. No la conozco…”. Con su nuevo disco bastante fresco, Perfecto (2011), se escucharon también “La feria jipi”, “El Capitán” y “El más allá”. Influenciados por el rock de los setenta, pero también por el funk, los Mostruo! convidaron a la audiencia mucho groove para masticar, dejando caliente el escenario para Pommez Internacional.

Ninguna excepción a la regla, con el escenario ya dispuesto y luego de la proyección de las imágenes que mostraba a los Pommez Internacional en el proceso creativo, salió el particular quinteto a escena. En línea frente al público, parecían un pelotón esperando el fusilamiento. Pero no, era al revés. Ese grupo comandados por Nicolás Uboldi y Juan Martín Ibarlucía estaban listos para meterse en los cerebros y hacer bailar a una concurrencia que a esta altura ya había aumentado. Luego de dos canciones, como medida incuestionable, le solicitaron al público que se acercara. “Vamos, pueden acercarse un poco por favor. Los del fondo también”. No sé exactamente porqué (¿pudor quizás?), pero cuando las salas no están desbordantes de personas hay una actitud del público a armar una especie de cordón humano bastante alejado del escenario, dejando un vacío, una franja ancha, incluso por detrás de la valla de contención. Conseguido esto, con el público concentrado frente al escenario, el encantamiento iba a poder surtir efecto.

Mezclando la electrónica con el pop, el hip hop y hasta la cumbia dependiendo la ocasión, se las ingeniaron para hacer bailar al público. Con una maquinaria de sonidos espaciales y el uso de percusiones complementarias, Pommez crea un trance intenso que hipnotiza. Encima, desde el escenario se sincronizaron en sus bailes con palmas en los golpes del tambor, y cuando te querías dar cuenta ya te estabas moviendo improvisando pasos. Tampoco hay que dejar de lado a una puesta de luces que se complementó con la música haciendo que su encanto te cautive por todos los caminos posibles. “Rosario de la frontera” fue la elegida para finalizar y romper el encantamiento. Se cerró el telón, se prendieron las luces y finalizó esta tercera presentación de Los Ellos.