De cómo un film controversial catapultó a la fama a dos jóvenes directores argentinos y supo mostrar a flor de piel una década de crisis social y apatía crónica. Pizza, Birra, Faso, aquella película de Bruno Stagnaro y Adrián Caetano que ya es un clásico de cancha.

Por Ignacio Barragan 

La ciudad de Buenos Aires es un infierno. Un caos, una orgia de cuerpos arrastrándose por las calles con sus sacos y corbatas para dejarse caer en cubículos individuales con sus jornadas de ocho horas diarias. Mientras tanto, nada esta bien, son los años 90’ donde unos viajaban a Miami a regocijarse con el “déme dos” mientras miles de empleados estatales se quedaban sin trabajo debido a el avance sanguinario del neoliberalismo en toda Argentina. Se acentúa la brecha social entre pobres y ricos, las calles están repletas de desocupados y las plazas son el epicentro de aquellos locos que necesitan darle una vuelta de tuerca al asunto. Aquellos muchachos que piden una moneda para la birra o el pan, aquellos chicos que no creen nada mas que en el barrio o en los amigos, aquellos pibes que son la materia prima de Pizza, Birra, Faso (1998), esa película hito del Nuevo Cine Argentino.

Parece ser que casi sin proponérselo, Adrián Caetano y Bruno Stagnaro no solo hicieron una película sobre la juventud descarrilada de los años noventa y su relación con la sociedad sino que además lograron un excelente testimonio documental sobre la década infame de los dos gobiernos de Carlos Saúl M.. Esta película ha sobrevivido al paso del tiempo, eso es indudable. No es tarea fácil lograr una empatía con el espectador mediante personajes como el Cordobés o Sandra, que a la vez son aquellos mismos actores sociales lo que son repelidos, es decir, aquellos de los que la sociedad no quiere saber nada, aquellos a los que prefiere lejos de sus casas, sus autos e inclusive de sus propias familias.

Pizza Birra, Faso entonces es una película sobre un grupo de jóvenes que se ganan la vida con lo que pueden y la transitan como pueden. Una historia de amor y muerte, un filme de iniciación y sobre todo, una gran película del cine argentino. Sus actores jamás fueron muy conocidos y la mayor parte quedo en el olvido pero eso no significa que podamos olvidarnos de los diálogos elocuentes entre el Cordobés y Pablo interpretados por Héctor Anglada y Jorge Sesán respectivamente o del amor sutil y sincero que Sandra (Pamela Jordan) le brinda a ese morochito cordobés que la quiere. Es justamente la validez del análisis social lo que le brinda emoción a esta historia, la idea de que Sandra puede ser una vecina de Haedo o de que Pablo aun esta cagandose de frío en la calle para poder afanarse unos mangos para el fin de semana.

Es por eso que es inevitable pensar en esta película como una idea generacional propuesta por Kids (1997) de Harmony Koriney y Larry Clark, llevada a cabo en la Argentina no como una puesta en escena de pibes de los suburbios que garchan, fuman y se cagan a trompadas sino como la consecuencia real de una generación de muchachos que sufren el desequilibrio económico y la falta de oportunidades para salir adelante. ¿Por qué Pizza, Birra, Faso de todas maneras? Por que es la que hay y no queda otra. Ugui’s vende la pizza barata, una birra bien fría nunca puede faltar y un faso para calentar la noche no se le niega a nadie. Es lo que hay y no queda otra, nunca sobra un mango.

Tenemos la suerte de haber comprendido que la nostalgia del uno a uno de los dorados años noventa no es solo un sentimiento egoísta y desagradable sino que por fin hemos comprendido que todo lo que brilla no es oro. Por eso, Pizza, Birra, Faso es oro puro debido al simple hecho de que no brilla sino que oscurece aquellas facetas del ser humano que fueron iluminadas con luces de neon baratas que jamás sobrevivieron. No como esta película de Caetano y Stagnaron que aun esta presente en nuestras retinas.//z

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