La escritora chilena vuelve a trabajar el tema de la memoria en su ensayo novelado Voyager. En esta entrevista, habló de su libro, las huellas del Terrorismo de Estado en su país y las demandas de justicia social tan vinculadas a ese pasado oscuro reciente.

Por Pablo Díaz Marenghi

Fotos: gentileza Prensa Random House

La literatura narró la memoria desde diferentes ángulos. Dejó preguntas en el aire, fue negacionista, condescendiente, revisionista y revolucionaria. Los cuentos de 76, de Félix Bruzzone, muestran las secuelas del horror en hijos de desaparecidos sin lugares comunes. Otra autora que exploró esto es Laura Alcoba con su trilogía de novelas La casa de los conejos, El azul de las ballenas y La danza de la araña. A quien corresponda, novela descarnada de Martín Caparrós, evita cualquier tipo de romantización nostálgica. Lola Arias, desde su escritura y su dramaturgia, también apunta a explorar las heridas aún sangrantes por la represión militar. Y, sin dudas, la escritora, actriz y guionista Nona Fernández (1971) se ha consagrado como una de las principales referentes a la hora de escribir en torno a la memoria. 

En sus cuentos, como en los relatos de El cielo, o en sus novelas, como Chilean electric, Space Invaders o La dimensión desconocida, Fernández se hace preguntas sobre las huellas de la dictadura en la sociedad chilena y en ella misma. Para narrar, recurre a elementos de la cultura pop y a un registro híbrido que toma recursos de diversos géneros como la crónica o la prosa poética. Su último libro, Voyager (Literatura Random House, 2020) es un ensayo que indaga en torno a la memoria desde una perspectiva más íntima. ArteZeta habló con ella acerca de esta nueva obra que la posiciona, de nuevo, como una de las voces más frescas, sinceras y desgarradoras de las letras latinoamericanas cuya lectura se vuelve ineludible para pensar el presente y el pasado como dimensiones imposibles de disociar.

ArteZeta: Voyager es en términos formales un ensayo. Pero su prosa es híbrida. ¿Cómo lo definirías?

Nona Fernández: Es un ensayo literario o una novela ensayística. Es un libro muy híbrido. Pero siento que más que un libro es una constelación temática. Me gusta pensarlo así. Tal cual como uno piensa en las constelaciones estelares, que son luces del pasado que un ojo de la antigüedad arbitrariamente les dio una forma y una historia. Creo que Voyager es, también, un poco eso. Son distintos temas sobre la memoria neurológica, familiar, del país, histórica, en relación a la memoria que mi ojo arbitrario decidió juntar, darle una forma y un sentido. Así como antes veían la forma de un cangrejo en un conjunto de estrellas, le ponían un nombre y le daban una historia, creo que este libro es un poco eso: juntar temas que mi propio ojo les da una unidad, los hilvana.

AZ: ¿Cómo surgió la idea del libro? 

NF: Es un libro que partió por un encargo. Luego de La dimensión desconocida (2017), mis editores en Random me propusieron la idea de trabajar un ensayo sobre la memoria. No pensaba que La dimensión… había cerrado un ciclo sobre la memoria histórica de mi país que, en realidad, es toda mi obra. Porque desde que partí a escribir he escrito sobre eso. Indagué por distintos puntos pero siempre allí, insistiendo en el tema de observar ese pasado reciente desde el presente. Eso es muy claro. Siempre observar desde el presente hacia atrás. Revitalizar los recuerdos. Cuando ellos me hicieron esta invitación pensé que iba a escribir otra cosa y me iba a escapar del tema. Les dije que escribiría algo pero que quería pensar, más bien, la memoria desde el lugar más íntimo y científico. ¿Cómo funciona la memoria? ¿Qué pasa neuronalmente ahí adentro? Y el texto partió con la imagen del cerebro de mi madre, el examen neuronal. Me gatilló la posibilidad de asociar las neuronas a las estrellas y ahí se armó esa asociación que da vida al libro y me permite profundizar en la memoria desde distintos ángulos. 

AZ: Aparece el tema de la dictadura militar chilena y sus secuelas. Un tema recurrente y casi estructural de toda tu obra.

NF: El de la memoria histórica y la memoria reciente de mi país fue un tema del que no pude arrancarme. Orgánicamente aparece en mí. Es una de mis obsesiones. De mis demonios. Probablemente también porque los chilenos y chilenas sabemos que todavía estamos un poco instalados en la dictadura. No hemos logrado escapar. Esta revuelta social en la que estamos de alguna manera lo devela. Por lo tanto, la memoria histórica aparece de manera bastante fuerte también. Es un libro que recorre muchas miradas sobre la memoria. Qué y cómo recordamos. Por qué recordamos lo que recordamos. Cuándo olvidamos. Cuánto nos pautean los recuerdos. Cómo de pronto vivimos guiones que pautean nuestros recuerdos sin darnos cuenta todo lo que nos hacen olvidar. Y también entendernos desde un lugar que es el lugar astral, por decirlo así, que proponen las Voyager: observarnos con mucha distancia. De ahí el nombre del libro. Observar nuestros conflictos, nuestra realidad, con la distancia que propone una sonda estelar para así entender lo pequeños que somos. Que a veces nos enredamos en cosas tan tremendas como el poder, la violencia y, finalmente, somos tan pequeñitos.

AZ: Estuviste muy involucrada en las revueltas sociales que comenzaron a vivirse en Chile a partir del año pasado en protesta a la creciente desigualdad social y al neoliberalismo. ¿Cómo es la situación hoy en medio de la crisis por la pandemia del Covid-19? 

NF: Estamos en una revuelta social muy intensa que no quedó detenida por la pandemia. El 18 de octubre, sin que nadie lo planeara ni se pusiera de acuerdo, la ciudadanía chilena salió a la calle y se unificaron todas las grandes demandas que circulan desde hace décadas: salud, educación, pensiones, por el trato al pueblo mapuche, de género, feministas. Salimos a la calle a reclamar y a decir basta de este neoliberalismo desatado, abusivo. Queremos una vida más digna. Hasta que la dignidad sea costumbre fue un poco el lema. Chile despertó. Hemos tenido que trasladar, de alguna manera, el movimiento de la calle al mundo de la intimidad. En este minuto nuestras redes, el contacto virtual, nos mantienen unidos en asambleas, cabildos y organizaciones colectivas. Hemos generado y movilizado la agenda del Gobierno a partir de nuestros reclamos en redes. Desgraciadamente la pandemia, que es una crisis mundial, por supuesto, ha mostrado la precariedad en el mundo. Acá en Chile ha develado todo aquello que ya estábamos reclamando. La pobreza y la miseria quedaron de manifiesto. Si alguien no quería ver el estado de este país, ahora es imposible no verlo. 

AZ: ¿Cómo continúan las manifestaciones hoy en día, obligadas a trasladarse a la virtualidad permanente?

NF: En este momento estamos sosteniéndonos unos a otros a punta de ollas comunes y fondos solidarios. Tenemos un Estado debilitado que no dio abasto. Hemos tenido hambre. Yo soy una privilegiada pero hablo en el colectivo, en el nosotros. Sectores que han estado muy mal. Develar eso ha sido un golpe tremendo porque muchos no lo imaginaron. De alguna manera vivíamos un poco hechizados por esta imagen de un Chile que tenía logros económicos importantísimos. Que sin duda los tiene, pero son logros que solamente benefician a un sector muy pequeño de la sociedad. La desigualdad es tremenda. Tiene al ochenta por ciento del país en muy mala situación. Gente que solamente puede comer en la medida que sale a juntar algunas monedas al día a día. Por lo tanto, todas aquellas demandas que estábamos enarbolando entre octubre y marzo siguen vigentes. Estamos esperando salir de nuestras casas para volver a tomar la calle y seguir pensando un Chile distinto. 

AZ: Una de las principales demandas de las protestas en Chile es el tema de una reforma constitucional ya que la Constitución vigente fue hecha en dictadura, en 1980.

NF: Ahí puedes entender la obsesión que tenemos con la dictadura. Seguimos navegando bajo esa carta. Desde ahí en adelante todo nuestro sistema de vida está anclado en ese espacio de la dictadura. Necesitamos hacer un cambio tremendo y una nueva Constitución. Esa ha terminado siendo la gran consigna de todo: entender que hay un modelo económico que está avalado por una Constitución que se escribió en los ochenta y que tenemos que cambiarla si queremos tener un sistema de vida más justo, digno y democrático para todos y todas. //∆z