Nano Stern en el Teatro Opera: celebremos a Víctor Jara
Por Carlos Noro /// Foto: Cecília Dalla Cia

El chileno, visitante frecuente de nuestro país, vino a la Argentina a mostrar su particular visión de la obra del folklorista chileno asesinado durante la Dictadura Pinochetista

Por Carlos Noro
Fotos: Cecilia Dalla Cia


En la puerta del Teatro Opera hay un afiche que publicita esta nueva visita de Nano Stern a la Argentina. La ilustración lo muestra solo con su guitarra, en una foto fuera de foco. No hay nitidez en esa imagen. Está movida, es urgente y fantasmática. No se ve con claridad su rostro. También es coherente con esta nueva propuesta del chileno: celebrar la vida de Víctor Jara a 50 años de su asesinato en manos de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet que también llega a las cinco décadas de su horror, un horror que merece un Nunca Más contundente como el resto de las dictaduras latinoamericanas.

Nano Stern sabe de la fuerza que tiene la música y la palabra que tiene la historia del folklorista chileno asesinado el 16 de septiembre de 1973. Su coherencia, el valor de su música y su palabra sigue siendo, aún hoy, un ejemplo de compromiso real con los oprimidos. Traer su fantasma al presente  tiene un peso inusitado. La voz y e interpretación de Stern sirven para que esa historia y discurso siga amplificándose, cobrando nuevas formas, generando un eco que sobreviva al presente y al futuro.

El escenario del Opera muestra dos espacios físicos donde Stern se movilizaría a lo largo de un show que puso el eje en el tándem voz y guitarra acústica. Uno es un micrófono y un atril. El otro una mesa con dos sillas. El show comenzó en el primero de ellos.

De pie y con un breve caminar en el escenario que sirvió para ajustar volúmenes, la profunda voz del chileno inició el show con unas décimas recitadas que repasaron brevemente la biografía de su compatriota “Se convirtió en director de gran éxito y renombre y ya vuelto todo un hombre hasta se hizo profesor. Por cultivar el folklor entró al grupo Cuncumén. Y como cantaba bien se ganó el rol de solista, y se volvió comunista, hasta la victoria, amén”; para presentar el primer tema de la noche “Paloma quiero contarte”, una hermosa canción de amor y de lucha que está entra las más reconocidas dentro del repertorio de Jara.

Stern viene de grabar en el Aula Magna de la Universidad de Santiago —antes la Universidad Técnica del Estado, donde Víctor trabajó y tocó decenas de veces— sin público su disco Nano Stern canta Víctor Jara. Más tarde le cuenta al público que había decidido bucear en la discografía del trasandino tratando de encontrar canciones que no fueran tan frecuentes en el repertorio. Así aparecerían conmovedoras versiones de canciones como “El lazo”, en donde Nano supo ponerse en la piel del sufrimiento y la opresión del trabajador del Chile profundo, aquel que vive de la naturaleza y es explotado por un sistema que intenta aún hoy quedarse con todo el fruto de su trabajo.

La potencia y el color de la voz de Stern brilló en canciones como “El Pimiento”, “El Arado” y “Luchin”, cada una presentada de manera particular y mencionadas en conjunto, como parte de “la herencia moral” que dejó Jara. En este punto la habilidad técnica e interpretativa de Stern encontró en cada una de ellas un lugar para potenciarse. No hay dudas que el chileno se sabe deudor de la tradición de cantautores trasandinos (Quilapayún, Inti Illimani, Violeta Parra), pero a eso le ha sumado su extraordinario talento para cantar y tocar la guitarra, que muestra una pericia técnica impecable. Escuchar estas canciones invitaron al público presente a llevar la imaginación a los áridos y desolados paisajes del sur y norte chilenos, aquel que Jara recorrió durante toda su vida trabajando e intentando generar conciencia. En especial “Luchin”, que contó con una larga introducción donde relató la historia del niño de la canción, adoptado en su momento por la familia Jara, luego por un abogado hoy devenido en adulto quien se acercó a Nano a través de las redes sociales. Una versión tan bella como desgarradora y trágica. De eso también se trata la música de Víctor Jara.

A diferencia de otras propuestas que han conmemorado la obra de Jara, la propuesta de Stern estuvo lejos de tener un clima de exagerada solemnidad. Con una copa de vino en la mano, que lo acompañó durante todo el show, Stern invitó a brindar con una sonrisa en los labios, en una clara búsqueda de tratar de descontracturar un clima que de otra manera hubiera tenido otro color. Con el público participando activamente de cada brindis en distintos momentos del show (se mencionó a la democracia, a Salvador Allende, a Rodrigo Rojas, fotógrafo chileno quemado vivo por militares del Ejército de Chile en el marco de protestas contra la dictadura en 1986; a Violeta Parra y Mercedes Sosa, entre otras referencias), la sensación es que en esos gestos simbólicos Stern encontró la manera de comunicarse con su público sin aclarar su posicionamiento político e ideológico entre tema y tema.

La presencia de algunas canciones suyas durante la primera parte del show ( “Inventemos un país”, “Mil 500 vueltas” y “Necesito una canción” con una breve referencia instrumental a “Muchacha Ojos de Papel” de Almendra), junto a  “Agua clara” y “Aún creo en la belleza”, en la segunda (con la presencia de Manu Sija en violín durante “Agua…); generaron un lindo contraste poético entre la intensidad y el dramatismo de la poesía de Jara y la esperanza utópica de la poesía de Stern que seguramente permite que el chileno pueda mirar la realidad con otros ojos y de alguna manera mostrar su manera de pensar y entender la realidad sin que sea necesario explicar y acotar un sentido a cada canción interpretada.

Primero Bruno Arias y más tarde Teresa Parodi fueron dos invitados que se sentaron junto a Stern a la mesa preparada especialmente a la derecha del escenario. Junto a Bruno interpretaron “El cigarrito” luego de que Nano aclarara que Jara jamás tomaba alcohol pero si fumaba mucho, lo que hizo que prendiera un cigarro para homenajearlo. La potencia y el color andino de la voz de Arias le dio un gran contraste a la canción y construyó uno de los grandes momentos de la noche. Parodi, que fue elegida para interpretar la trágica “Te recuerdo Amanda”, definió a Jara como “como alguien que supo retratar la américa profunda y nació para siempre”, le imprimió un conmovedor dramatismo a la canción en unos de los momentos más intensos, generado por el particular encuentro de las voces del chileno y la correntina.

Sobre el final, la instrumental “La partida”, una pieza muy evocativa de la discografía de Jara, destacó el costado instrumentista de Stern. Algo que se profundizó con conmovedoras versiones de “Angelita Huenuman” (inspirada en una tejedora) y la icónica “Manifiesto” ejecutada con flauta y guitarra. La imprescindible “Plegaria de un labrador”, una especie de Padre Nuestro combativo  (Líbranos de aquel que nos domina en la miseria/Tráenos tu reino de justicia e igualdad /Sopla como el viento la flor de la quebrada /Limpia como el fuego el cañón de mi fusil”) dio paso a que Stern tomara la “Caja Chayera” para cerrar la noche con una versión de “Cantores que reflexionan”, una canción de Violeta Parra presentada como “la madre de todos nosotros”.

El cierre, con aplausos y gran parte del público conmovido, dio la pauta de que el gesto de revisitar la obra de Víctor Jara es necesario, presente y urgente. Su fantasma seguramente haya sonreído, gracias a este presente que reivindica su obra y su vida. Algo que sin lugar a dudas merece ser celebrado. //∆z