Santiago Capriglione cuenta cómo fue grabar su primer disco solista, una de las joyitas de 2011 y nos habla de cómo el mercado discográfico atenta contra los artistas.

Por Martín Barraco y Joel Vargas
Fotos de Pablo Lakatos

“¿Dónde carajo estaciono?” Es la pregunta que sale disparada del Renault 6 que conduce Santiago Capriglione una tarde de sábado en la intersección de Avenida Córdoba y Julián Álvarez. Autos por todos lados, gente que aprovecha la tarde agradable para pasear en familia o en pareja y ver vidrieras de comercios. Tras varias idas y vueltas, logra estacionar y posa divertidamente para nuestra sesión de fotos, tan colorida como la tapa de su disco Subibaja, cuyas once canciones son una bocanada de aire fresco, un sonido personal, distinto y atrevido, que lo pone por primera vez al frente de un proyecto con un futuro prometedor.

Nuestra misión con el bajista es otra: hablar con él sobre su carrera y proyectos, sobre su primer álbum Subibaja y sobre su rol dentro de la movida musical de la zona oeste del Gran Buenos Aires. “La verdad que cuando lo grabé no pensé demasiado en la repercusión porque lo quería hacer, era una cuestión personal. Era como dar el primer paso y ver de qué se trataba”, comenta ya sentado en un bar, recordando los primeros pasos allá por 2009 en el subibaja que es sacar un disco solista. “Lo empezamos a grabar con Leo (Ghernetti) en el 2009, me parece. Tardamos un montón por tiempos de ambos. Después hubo un impasse muy grande de mezcla, y debo decir que Leo me colgó un tiempo largo”, dice entre risas, haciendo más distendida la charla.

AZ: Lo ponemos de título: “Leo me colgó”.

SC: Me colgó, sí. Está bien, tuvo un hijo en el medio, entonces no lo terminábamos de mezclar más y empezó a salir mucho laburo. Cuando empezamos estaba con mucho menos trabajo, pocos discos y después hizo veinte discos. Y después el mastering… todo es largo, todo es un proceso sobre todo cuando hacés todo vos solo. Yo no había armado banda. El disco lo armé yo, demié yo, todo en casa. Terminé llegando a Leo y empezamos a grabar entre los dos, invitamos a músicos y así fue. Todo hecho en casa.

AZ: ¿Por qué justo en esa época? ¿Por qué no lo sacaste antes el disco?

SC: Porque te cuesta mucho abrirte y enfocarte a hacerlo. Yo muchos años toqué con mucha gente, con Shambala y todas las bandas Yatay, y ese tiempo dejé de hacer canciones. También me puse a estudiar música y dejé de escribir, y hasta de escuchar música cantada. Fue como un proceso personal que te pasa. Escuché mucho Jazz y Piazzolla. Era fanático de eso, me encantaba y un par de videos musicales son de ahí. O sea, no tiene nada que ver con lo que hago pero como que me parece increíble.

AZ: ¿Vos ves algo de eso en el disco o es puro Capriglione?

SC: No, nada que ver, hacían otra música. A mí parece raro cuando preguntan cuáles son tus preferencias y dicen Debussy, Bach, Ravel, un poco de los Rolling Stones… y vos escuchás, decís “nada que ver”. Sí, a mí me encantan y está todo bien, pero no. Me parece que no tiene nada que ver (risas). Ellos nunca enchufaron una (guitarra) eléctrica. Piazzolla alguna vez pero haciendo otra cosa, otro mundo musical. No sé, te lo dejo a vos…

AZ: Recién mencionabas la movida Yatay, que tocaste con Shambala, con Guille Beresñak, y tu disco se escapa de lo que es el sonido que envuelve a esas bandas y es una sorpresa, teniendo vos tanto contacto con esa escena. ¿Cómo viviste vos el proceso de colaborar con ellos y cuál fue la reacción de ellos con Subibaja?

SC: Por eso yo siempre me fui de las bandas, porque tocaba cosas que del todo no me cerraban, no me gustan del todo. Me gustan de otro palo quizás. Me sorprende más otra cosa.

AZ: No te convence el reggae, el tropi-core latino…

SC: No me copa mucho, no. Bob Marley lo escuché mucho en su momento, y cuando empezaba a tocar reggae, que después toqué mucho y que me gusta tocar mucho, ya no lo escuchaba más. Después toqué todo Shambala, después en Tamarisco… y ya casi estaba escuchando bandas nuevas. Me decían “salió el disco nuevo de Aston Barrett”, y yo decía “ah bueno”. Como que ya estaba en otra música, porque lo que me pasa con el reggae es que escucho y los discos nuevos tienen sus cosas buenas pero siguen siendo muy similares a otros en muchas cosas. Entonces me sorprende menos y me aburre… como que todo el tiempo estoy buscando, ver qué cosa nueva escucho y que me cope.

 

AZ: ¿Te sorprende la explosión del reggae que hay acá en Argentina?

SC: Justo ahora no estoy metido. Mi cuenta bancaria lo lamenta (risas). No sé, acá todo explota tarde en comparación a otros lados. Por ese lado, sería como razonable también, porque el reggae en el resto del mundo pasó hace veinte años y ahora acá… y así varias cosas. Es algo que también tenía que pasar en algún momento porque hay muchas bandas buenas que tocan bien y que suenan bien, que están buenas, y hay mucha gente escuchándolas. Y las grandes compañías dijeron “vamos a apostar acá”. Y con eso, bueno, las revistas… Sumo vuelve a ser una banda de culto, se vuelven a vender discos o iTunes, o lo que sea y, bueno, son todas estrategias comerciales. Acá nada parece auténtico cuando viene del mercado porque es como… los productores que laburan mucho no son tipos que te cambien, no te hacen flashear con lo que hacen. No son, este…

AZ: Danger Mouse, Pharrell…

SC: O Nigel Godrich, el de Radiohead… esos tipos que siempre están buscando una. Te puede gustar o no, algunos son buenos o malos, pero acá es como que va la receta, lo que funciona. Y si escuchás la radio te das cuenta.

AZ: Más que sorprender, van con un plan…

SC: Parece un plan. Yo lo veo y para mí es un plan, sin dudas. Es una cuestión de marketing.

AZ: También fijémonos cuando explota el reggae acá. En una escena post Cromañón, y era un ritmo más tranquilo y no tan de agite como el rock chabón o de bardo. Si lo mirás de ese lado…

SC: Eso es más sociológico, más profundo. Puede ser.

AZ: Volviendo un poco más a tu carrera. Vos tocaste y tocás en diferentes proyectos. ¿Cómo es acoplarse a esos proyectos y estar a la vez en todo, tocando con diferentes personas?

SC: Es re difícil. Estás rebotando… está bien, está buenísimo, pero llega un momento que te cansa, y aquí mi cara (risas). Porque tenés que ensayar, tenés que tocar… yo cada vez pongo un poco más de límites porque no te queda otra. Si pudiera lo haría todo el tiempo, pero también hay que laburar, pagar las cuentas, todo y muchos proyectos no te dan plata. Tocás porque sí prácticamente, porque la plata que ganás no te sirve para nada, más como está hoy todo. Es a puro huevo.

AZ: ¿En cuántos proyectos estás ahora?

SC: Estoy tocando con Guille Beresñak, con mi proyecto, con Palo Pandolfo y con Marcelo Ezquiaga.

AZ: Si tuvieras que describir a los jefes de cada proyecto, Guille, Palo, Marcelo y vos como jefe de tu proyecto. ¿Qué podrías decir de cada uno de ellos?

SC: ¡Todos dictadores! (risas). Y cada uno tiene su particularidad. Es todo un tema estar ahí adelante, ¿eh? El músico en general es medio trabado y con su ego… todos tenemos un ego ahí y en la sala con el instrumento es como que no te podés meter. Es como si fuera “a mi novia no la mires”,  y a veces se pone medio así en la sala. Te ponés así. Y es como rarísimo. Lo pensás de afuera y es erróneo, estás haciendo algo para compartir, para que circule, y estás como encerrado. Es un problema de los músicos creo. Capaz que en otras estructuras pasa, pero en los músicos es muy claro. La vía comunicativa vertical puede fluir o no, depende de cada uno, pero solamente esa. El resto, la mayoría son todos trabados, increíble… complicadísimo.

AZ: Pero estando vos en las dos veredas, ¿entendés vos decisiones que capaz fueron en tu contra y ahora como cabeza de proyecto ves las decisiones que tenés que tomar vos?

SC: Depende para qué. Si vos me decís “hago esto para pegarla”, es decir, si lo hacés con un objetivo, está bien. Hay veces que la música la hacés porque sí. Entonces como medirlo de ese lado cuesta. Después a lo que pregunta sobre cómo es ese rol, cuando yo empecé a armar la banda, al principio dije “de los que grabamos el disco, acá en la sala no hay ninguno. Por distintos motivos no hay ninguno, entonces hagamos las canciones como querramos”. Pasaron seis meses, y no había nada. No había nada. Y todos decían “¿Qué onda boludo?” O sea, todos tocan fenómeno, todos tocan en otras bandas y no podemos sacar un tema que ya está? De última, esto está bueno, sale y lo tocamos así, esto no… no pasaba nada.

AZ: Alguien tiene que ponerse en ese rol…

SC: Sí. Nos pusimos a charlar y dijeron “está bueno que vos nos digas…”. Hay que ponerse la cinta de capitán y levantar los brazos como Roger Waters, y así. Me sorprendió en su momento, porque además ponerte ahí cuando estuviste del otro lado, es como raro. Porque ves eso que decís si les molestará o no sé qué. En definitiva cuando estás en esa gimnasia, empieza a fluir. Y eso que nosotros somos un grupo de trabados importantes.

AZ: ¿Por qué los invitados, esos invitados? Porque hay varios, especiales…

SC: Preguntame cada uno y te digo.

AZ: Por ejemplo Artifex. ¿Lo invitaste porque iba para esa canción?

S: Sí. yo te diría algo así. Fuimos, vinimos que no sé qué, iba a venir algún amigo mió, más amigo. A Artifex lo conozco hace mucho pero nunca fui amigo. Está todo bien, pero no soy amigo así que me junté con él toda la vida. Me lo crucé en alguna fiesta. Y un día apareció porque Leo le hizo los discos. Entonces apareció ahí, le dijimos, se copó, le gustó y tiró unas cosas así, ligado a la temática. Fue más por Leo que por mí. Lo hizo Leo eso. Y todo el zapeo que hizo es absolutamente de ahí, de zapeo. De él, lo cual para mí es buenísimo. No le dije nada. O sea, tiró algunas ideas primero por un lado. Al escuchar la canción tiró una idea por un lado y le dijimos que iba más para otro lado. Tiró otra, armamos ahí y quedó eso que cierra. Me re copa. Así, fue casual. Yo estaba abierto a que venga y toque gente con la que no solía tocar, para que no me suene como sonaba todo, ¿entendés? Sino suena todo igual siempre.

AZ: Más allá de eso, también está Juanito…

SC: Juanito está…

AZ: ¿Está Guille Beresñak?

SC: No, Guille no está. En un momento lo iba a hacer cantar algún tema y las voces las terminé grabando yo en mi casa, solo. Porque estábamos ahí medio trabados con Leo, no avanzábamos nunca. Él había empezado a laburar y dije que las grababa yo así nomás y me puse a grabar solo, que fue un laburo… yo no había cantado nunca en la vida y grabar solo es peor, porque no hay nadie que te aprete rec. ni que te dé una indicación. Entonces era grabarte, escuchar, decirte “esto está bueno… esto es un garrón, es una mierda… Esto va por acá, vamos de nuevo”. Terminás eso, la primer voz, y después los coros… días en un cuartito. Yo vivía en Caballito, tenía un cuartito, la típica piecita de arriba. Ahí con la compu, un mic para grabar y ahí dándole en el cuartito, horas. Y me quemé el bocho. Además tuve que elegir después. Tenía tres tomas por cada uno… y estás todo el día. Deben haber sido dos o tres meses de eso y de pulir otras cositas, y solamente yo haciendo eso. Creo que fue un verano. Además me cagué de calor… enero, febrero de 2010. Sin aire, sin nada, durísimo. Era prender el ventilador, apagar, escuchar, Rec.! (risas) Terminabas la toma y gotas. Gotas y gotas de sudor, en cuero… durísimo.

AZ: Y las letras… se refieren a la vida en general ¿Las letras del disco son auto referenciales?

SC: Sí, muchas son auto referenciales. La mayoría es auto referencial. De un momento x. Alguna no… alguna quedó afuera. Tampoco pensaba… son cosas que tenían que ver conmigo, no fue como cuando contás una historia de otro. En algunas sí.

AZ: ¿Y cómo fue el proceso de escribir?

SC: Estuvo bueno. Lo empecé a hacer antes… creo que en 2005 o 2006, en esos momentos en que se te cruza todo. Yo siempre de chico… Me gusta leer mucho, libros de toda índole.

AZ: ¿Por ejemplo?

SC: Kundera. Es un ídolo. La Insoportable Levedad del Ser es de los libros que más me gustaron en la vida. Y La Risa y El Olvido de Kundera también es increíble. Y después leí una bocha. No sé… García Márquez, de chico lo leí una bocha, todo lo que había sacado… de Borges leí un poco. No me gusta tanto Borges, pero leí bastantes libros. Sábato… cuando los leí a los dieciocho me encantó, leí tres libros y un par de ensayos. Dostoievsky… Escribía cosas de chico. Cuando empecé a tocar dejé de escribir, viste que te decía antes…

AZ: ¿Escribías letras o cuentos?

SC: Escribía letras antes de dedicarme a esto. Yo tocaba la guitarra de fogón y había hecho alguna canción (risas). Y me copaba, pero no… yo me dedicaba a otra cosa. Después de años, ser músico, sacar un disco. Abrís la puerta y decir “bueno, este soy yo” es difícil. Es muy difícil.

AZ: Es complicado poner el nombre también. Si es una banda es otra cosa, pero acá es Santiago Capriglione.

SC: Sí, sí. Poner el nombre fue… no sabía que nombre poner. Nico Pulso me decía “¿Por qué no ponés tu nombre?” La primera vez que toqué, tocamos con él y él me decía. Le hice caso a él creo. Tenía alguno que podía ser pero como que no me terminó de cerrar, de crear ese personaje.

AZ: ¿Salir con otro nombre es construir una nueva identidad?

SC: Puede ser. Hay algunos que tienen otro nombre y… Guille (Alonso) es Coiffeur y también… el primer disco son canciones auto referenciales, pero él decidió salir como Coiffeur. Le cerró por otro lado, yo capaz que no encontré algo que me cierre así o no busqué tanto quizás, no sé. En un momento dije “bueno ya fue”. Aparte no es tan importante de última, ya fue…

AZ: Las que hablan son las canciones digamos…

SC: Sí, es así. Si fuera tan importante ponerte un nombre, Soda Stereo no hubiera existido como la banda increíble que es. Rolling Stones, Redonditos de Ricota… Cualquier banda, vos ves los nombres y decís “¿Qué es esto?”. Los nombres son patéticos. Entonces ya fue.

 

En la televisión del bar, River intenta vulnerar el arco de Ferro y mientras tanto Santiago Capriglione nos habla de la vida del músico como laburante, de lo difícil que es hacer lo que amás y no ser respetado por ello. La lucha del músico por tocar en lugares apropiados, el rol del Estado para garantizar condiciones y posibilidades, las enseñanzas de Los Redondos y la experiencia propia con su grupo Shambala y la comunidad Yatay en zona Oeste.

Santiago se abre al diálogo relajadamente: divertido, irónico y amando lo que hace. Se muestra tal cual es, sin complejos, y entrega sus pensamientos en una charla ya entre amigos.

 AZ: ¿Cómo forma la banda?

SC: La banda ahora, hoy en día es Gabriel Santamarina, Fede Chiclana, Gaby García Marín y yo. Por ahora hay computadoras y demás, hay un par de percusionistas ahí que pueden estar tocando y estamos un formato medio electro-no-sé-qué. Tocar batería un poco me rompe a mí los huevos más que a todo el resto porque es difícil tocar con batería en los lugares. Hay pocos lugares, y conseguir un batero que garpe y que tenga las pilas… estuve tocando con Polo, él volvió a Ojas ahora. Andaba medio en otro canal y quería hacer otra cosa y nosotros estábamos ahí medio en otra y terminó volviendo… además Polo puede tocar cualquier día.

AZ: Por ahora te arreglas con la computadora entonces.

SC: Por ahora sí. Quiero que tengo un poco más de vivo… pero mas allá de eso, yo vi mil bandas que tocaban así con compu y ya fue. Acá no lo toleramos pero ya fue. Vi un video de Phoenix que está en una radio con un iPod, ahí estaba la bata y suena increíble. Y es Phoenix. Después estaba con un batero que tocaba una electrónica y esta buenísimo. Ves a Hot Chip y está buenísimo, y ves Massive Attack y también está buenísimo. A mi me gustaría tocar con una batería electrónica. Lo haría por la practicidad y por ver cómo es.

AZ: ¿Está preparado el público local para ese tipo de cosas?

SC: No, acá no, pero qué voy a hacer, qué me importa. Si lo que no quiero es llenarme de guita (risas). Sí, quiero llenarme de guita con cualquier cosa, pero con esto lo quiero hacer porque me gusta. Ese es el punto. Sino sería abogado o contador…

AZ: Es la maldición de ser músico, ¿no?

SC: en este país es raro, más que en otros. En Brasil hace años que existe una ley que en cualquier bar que contrata gente para tocar, pagan impuestos. Acá cualquier bar para tocar tenés que sacar permisos, tenés que habilitar, todo el revés, es una cuestión cultural. Yo estudié bajo con gente que toca increíble y la sigue remando a los cincuenta años, cuarenta y pico. Dan clases acá, allá… es gente que tocó con zarpados, gente de afuera, no sé… pero que la tienen que recontra remar y digo, “¿qué onda?”

El otro día con lo que iban a hacer de la ley en Capital, la pensión para músicos… la vetan porque compromete el presupuesto. Y la guita que iba destinada para eso era el 0, 01 por ciento. Era como… no te da la cara, cómo podes decir eso? Además fue a hablar Leopoldo Federico, que es un músico del carajo. En otro país sería otra cosa… ¡le dijeron eso, que no podía ser porque comprometía el presupuesto! Que lo pague Macri, a él no lo compromete esa plata. Y hay ciento cincuenta mil bandas en cada esquina.

AZ: Igualmente estamos en una época en que se está discutiendo mucho esto: más allá del veto está la Ley de la Música… hay una discusión de estos temas.

SC: Por suerte sí, pero todo llega tarde acá. En Brasil, que es un país mucho más grande, con mucha más gente y muchos más problemas, esto existe desde hace mucho tiempo. Es una cuestión política, ¿no?

AZ: Es entender que se trata de un laburo…

SC: Es un laburo, es una cuestión cultural, es educativo, es todo. Bueno, el rock tiene su costado oscuro siempre, ¿no? El quilombo, no se qué… Cromañón después, que juega en contra… en algún momento hay que empezar a hacer esto pero bien. Que exista un lugar como Cromañón, pero que tenga sus temas legales revisadas y que atrás de eso no haya sesenta policías coimeando ahí, el inspector también. El dueño del lugar que traba las puertas porque se le colan, que haya una bengala en un lugar cerrado… es todo educativo. Hay que empezar a hacerlo.

AZ: ¿Creés que de Cromañón a esta parte se aprendió algo?

SC: Ojalá que sí. No sé…

AZ: Volviendo a lo que es el comienzo de la comunidad Yatay… ¿Creían que iba a explotar como lo hizo?

SC: Eso explotó muy en cuanto lo hicimos. En ese momento hacíamos fechas en la Unión Ferroviaria, en la Sociedad Italiana. No sé si eran una por mes, mes y medio e iban quinientas personas siempre, ¿entendés? La primera vez que tocamos con Shambala fueron cien personas a un barcito de Ituzaingó que no existía. Estaba a un toque de Bahiano, se llamaba Blackbird, no sé como era… tocamos ahí y explotó. Y así fue, con Shambala tocábamos y llenábamos todo. También laburábamos una bocha, pegábamos mil carteles cada vez que tocábamos, que los hacíamos ahí en Yatay. Después había que pegarlos… pegar mil carteles, te la regalo (risas). Tipo comando, salíamos a las diez de la noche y volver a las siete de la mañana. Pegamos todos los carteles por todos lados, hechos mierda. Tenías veinte años pero terminabas hecho mierda. A puro huevo, gran recuerdo… no lo quiero volver a hacer (risas).

En su momento fue muy grossa la movida que hicimos. No había nada en el Oeste. No había bandas tampoco. Veníamos de los Caballeros de la Quema que había sido la última por allá en los noventa. Y en el 2000 no había nada. Nosotros empezamos a tocar mucho, en todos lados y estaban un par. También surgió La Manzana (Cromática Protoplasmática).

AZ: Fue un poco la chispa de todo.

SC: Sí, fue como una bisagra.

AZ: Y empieza una etapa más autogestiva por parte de todas las bandas. La comunidad Yatay es como ese primer fuego. ¿Creés que fue un grupo de artistas, una nueva generación que prescinde del mercado y toma control de lo que es su arte, la distribución, con la premisa de hacer arte por el arte en sí mismo?

SC: Hay un poco de todo. También tenías referencia de gente que conoces, que venía de algún sello entonces te enganchabas con ellos. Los Redonditos de Ricota… ahora salió que el Indio tiene trece millones en el banco y salió a desmentir… que tenga siete, dos, no importa. Lo hicieron todo ellos. Son un emblema, una escuela increíble.

Y también lo que les decía: que las compañías acá no apuestan nunca, por nadie. No apostaban hace diez años y ahora tampoco. No te dan nada, cuando firmás te cojen, mal… en aquel entonces estaba Árbol, y Pablo (Romero, cantante de Árbol) tenía un contrato que era…estaban siempre debiéndole plata a la compañía. Les iba bien, todo lo que quieras pero era con compromisos, los discos se los quedaban por cien años, como que se adueñan de tu vida y de tus discos. Veías eso y decías “¿Qué onda? ¿Para qué?” A veces firmás con la compañía, pero tratás de atajarte en lo que puedas, porque son aves rapaces. Se quieren llevar cualquier migaja. Son exprimidoras. Sin apostar. Ellos tienen la plata, la ponen y listo. Y uno esperaría que hagan algo más estando en un lugar así privilegiado. Yo siempre digo que en un país como este, Radiohead ya estaría separado, no existiría. Porque ¿quién les va a hacer un disco? Ponele que “Creep”, ese disco y uno más, y después les dicen “flaco esto no va más”, “esto no me vende”. Y así históricamente, con cualquier artista de cualquier género. Yo te dije Piazzolla: Piazzolla se fue del país quebrado… En el mundo es un genio y acá se discutía si hacía tango o qué cosa era.

Hoy hay un bandoneonísta argentino que se llama Dino Saluzzi, que graba para un sello que se llama ECM, que tiene artistas que tocan increíble y que sacan discos de verdad. Está Gismonti, que es un brasilero que toca el piano y la guitarra de forma increíble, está Dino, Keith Jarrett… que son top, y son gente que está buscando todo el tiempo. El dueño es un millonario que puso un sello y les graba discos a esos artistas. Las compañías no te digo que sean almas caritativas, ganan guita pero que hagan algo. O sea, algo copado por el arte. Sino que se dediquen a vender shampoo, no sé… que también lo hacen. Son un monopolio que tiene un poco en todos lados.

Porque después tienen comprados todos los espacios de la radio. Ponele que hoy nos ganamos el Quini 6 y queremos poner en la radio un tema mío. Vamos y te dicen que ya está todo comprado hasta 2025. Los tienen Pop Art y otros. Te dicen que trates de entrar al sello y eso qué significa: regalarles todo. Porque ellos tienen la guita. Es el sistema capitalista: acumular y a partir de ahí… el arte va por otro lado pero bueno, acá funciona así.

AZ: Pero por otro lado tenés todas estas bandas que directamente se encargan ellos de todo con las redes sociales y juntan gente, no es que no hay movida. Hacen cosas y los lugares se copan también…

SC: Un caso clarísimo es Lisandro Aristimuño. Llena el Coliseo y no sale en la radio. Bah, yo no lo escuché nunca en las radios. El chabón toca por todos lados, hace buenos discos, te gusten o no y llena lo que sea. Lo logró él de manera inteligente y remándola, no sé si tenía guita o qué… siempre tenés que tener guita…

AZ: Para invertir.

SC: Para hacer algo. A mi me contaron que compró un equipo de sonido y empezó a tocar por todos lados. Bueno, si vos vivís en la Villa 31 comprarte un sonido es como comprarte un auto. Tenés que ahorrar siete años seguidos para ir a tocar la guitarra… hay gente que no puede. No sé a qué iba con esto boludo (risas).

AZ: Volvamos al Oeste, a Yatay. Ya pasaron diez años desde que se instalaron, ¿sentís que ya se llegó a un límite? Varios ya están haciendo otras cosas y como que las bandas de esa época perdieron terreno…

SC: Mirá, si yo estuviera en esas bandas y me gusta el sonido que tengo, yo creo que lo mantendría por una cuestión de gusto y convicción, y si no me aburro. Yo me aburro. Pero las cosas siempre vuelven, acá y en todos lados. Quizás con el tiempo sos de culto o te va bien… el Cuarteto de Nos toca hace setenta años en Uruguay y ahora le va bien. Y con una temática divertida que está buenísimo. No sé eso de “si se agotó, cambio porque el mercado me lo dice”.

AZ: No digo por el mercado, sino por la gente.

SC: Bueno, depende… cuando vos hacés música, lo haces por una convicción propia y creo que es lo que tenés que seguir, fiel a tu convicción y seguir en esa. Si la pasás bien y la disfrutás, tenés que seguir en esa. Quizás haciendo otras cosas, a veces estás haciendo otras cosas, no sé… dedicate a hacer ropa. Si te dedicás a la música… bueno, si uno sigue la moda seguro que la quiere pegar en la radio y ganar su primer millón, que está bien. Yo no me lo planteo así hoy en día. Quizás mañana estás en una compañía, empezás a ganar plata y decís “qué bueno, qué lindo”. Probablemente por otro lado hay otra cosa, pero me aburre.

Hace un tiempo con Juanito hablamos de esto… hace un año, año y medio, y decíamos algo que yo me lo guardé como algo importante: mi intención, con los discos que yo haga, no es ganar guita. Ojalá con algunos me toque, así podría hacer lo que tengo ganas. Yo así puedo grabar discos y mejores producciones, ¿sí? Quizás en menos tiempo… conseguir que los discos me den la guita para grabar mejor la próxima vez. Seguir haciendo música y en mejores condiciones, mejores lugares, con mejores instrumentos y así tocar, obviamente. A veces vas a tocar a lugares que es difícil el sonido y me da un poco de cosa… porque no te suma, ¿entendés? Y la pasás mal. Estás tocando y te escuchás mal en el escenario, la pasás mal. Es como que te estén bailando en un partido de fútbol. Perdemos seis a cero desde el minuto y medio… le pongo huevo pero la estás pasando mal. Va a terminar veinticinco a uno, con suerte. Te vas a acordar que fue el peor partido mal de tu vida. Yo me acuerdo cuando me bailaron así, ¿entendés? (risas). Entonces cuando tocás y pasa eso, no está bueno.

AZ: ¿Y vos ahora tocás tus canciones y qué pasa?

SC: Depende la conexión que tengas ese día. Con ya ponerte a cantar es distinto a tocar un instrumento porque ya tenés el cuerpo en funcionamiento, en pos de algo, entonces ya tenés que conectarte de una manera que con el instrumento podés no hacerlo y puede sonar bien.

AZ: No se trata solamente de poner la voz.

SC: Claro. Tenés que estar conectado con eso, con la voz. Si estás pensado en otra cosa no la pasás bien, sobre todo porque yo no soy un cantante que tenga resto… si sos Frank Sinatra tenés el resto técnico, pero cuando no tenés, si no te conectás, cantás peor. Seguro. Además en algún punto tenés que dramatizar, meterte en la canción para transmitir un poco más. Hay gente que se mete en un personaje para sacar la canción adelante porque lo pide y otros que lo hacen porque sí. Yo trato de meterme en un personaje para poder transmitir algo auténtico.

AZ: ¿Y ya estás escribiendo nuevo material?

SC: Sí, ya estoy escribiendo algunas cosas. Me está costando un poco el tema de los tiempos, por la familia sobre todo y porque tengo tres bandas. Si no estuviera en ninguna ya hubiera sacado otro disco, pero bueno (risas). Si tocás, olvidate. Si tenés que ensayar tres veces por semana y laburás, te mata. Yo ensayo una vez por semana con cada una… no es nada. Ya tengo algunas cositas que quiero demear y sacar un EP. Mi intención era este año. Y quiero hacerlas desde otro lado: antes escribía y hacía la canción. Ahora estoy haciendo la música y viendo por ahí qué le escribo arriba. La mayoría de los temas de Subibaja son letra y después música, salvo “Si Querés”. Y me gustó por dónde me llevaba, y después “Hoy te busqué”. Ir probando maneras de componer, sino siempre pasa lo mismo. Te puede ir fenómeno, miralo a Calamaro. Pero me gusta, prefiero estar buscando.

AZ: Aparte la letra tiene su peso.

SC: Yo trato de sacarle ese peso. Hay veces que te pones una mochila cuando hacés una canción y eso te impide hacerla. Hoy que se puede, que no tenés que ser Bach para ser música, aprovechémoslo. En un momento se me trababan las canciones, y tuve la visión de decirme “bueno, tranquilo. Es una canción”. No es algo tan importante de última, es una canción… está todo bien, no es que es una guerra, y eso está bueno.//∆z