Museos es una película que sirve para reflexionar sobre la función de estos espacios en la sociedad. En esta nota la analizamos y, como yapa, repasamos algunas actividades virtuales de los museos en el contexto actual.

Por Omar Sisterna

 Museo, la película

Museo es una película mexicana dirigida por Alonso Ruizpalacios y protagonizada por Gael García Bernal. El largometraje de 2018 obtuvo distintos galardones en el Festival  Internacional de Cine de Berlín y en la 15. ª Edición de los Premios Canacine.

Inspirada en hechos reales, el disparador es el llamado robo del siglo en México. En la víspera de Navidad de 1985, Carlos Perches Treviño y Ramón Sardina García, estudiantes de veterinaria, decidieron concretar lo que habían planeado durante seis meses: robar piezas arqueológicas invaluables del Museo Nacional de Antropología de México. El robo duró tres horas, tiempo suficiente como para desmantelar siete vitrinas en las salas de los Mayas, Mexica y Zapotecas.

La fuga de uno de los jóvenes duró cuatro años. En junio de 1989, Carlos Perches fue detenido y, con él, la mayoría de las piezas robadas. Su compañero, Ramón Sardina, sigue prófugo hasta la fecha.

La audacia de estos personajes inspiró a Ruizpalacios a materializar este proyecto cinematográfico protagonizado por Gael García Bernal, que encarna a Juan Núñez, el autor intelectual del robo. En Museo, dos jóvenes residentes en Ciudad Satélite -un pequeño centro poblacional en las afueras de la Ciudad de México- aprovechan la Noche Buena para robar en el Museo Nacional de Antropología y darse a la fuga. Con este hecho, Juan Núñez y Benjamín Wilson (Leonardo Ortizgris) nos introducen en el drama para acompañarlos durante los 128 minutos restantes. La dupla, sofocada por diferentes situaciones familiares, presenta personalidades opuestas. Wilson es introvertido y dubitativo pero siempre leal a su amigo de toda la vida, Juan Núñez, que lidera la historia con atisbos de anarquía.

Núñez es un estudioso de la historia Mesoamericana y también sabe cómo se beneficiaron los descubridores de las piezas arqueológicas. Por eso, durante la primera hora de la película, parece estar guiado por un espíritu de justicia. La complejidad de su personaje está construida por el juego de planos que nos acerca a sus pensamientos y emociones. El ritmo de la trama es envolvente, con intensidad y adrenalina, pero con el correr de los minutos todo se desvanece.

Los jóvenes llegan a Palenque, sitio arqueológico Maya, para encontrarse con un guía turístico que los contacta con un comprador británico. Las piezas arqueológicas robadas son invaluables. La indignación pública ante semejante golpe al patrimonio cultural mexicano, junto al mercado negro del arte, dejan a los delincuentes inexpertos en un callejón sin salida.

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Institución Arte

El botín de los “ladrones de Antropología” consta de más de ciento veinte objetos. Entre ellos piezas de oro, obsidiana y todo el ajuar funerario de Pakal, gobernante Maya, incluida su máscara mortuoria de jade. Sin embargo, este conjunto de piezas cumplió en las sociedades mesoamericanas una función más ligada a lo ritual-social que a lo meramente artístico. “¿Cómo sé yo que tales o cuales objetos son obras de arte?”, se preguntaba el profesor Eduardo Grüner en alguna de sus clases teóricas de Sociología y Antropología del Arte en la Universidad de Buenos Aires. Y respondía: “Parecería que hay una manera muy segura que, paradójicamente, implica un criterio extra-artístico. Y es que puedo estar seguro de que son obras de arte todos esos objetos que estén dentro de un edificio que se llama museo, colgados en las paredes o descansando en pedestales. Pero ese criterio es absolutamente extra-artístico, no tiene intrínsecamente que ver con la esencia o la ontología del objeto, sino que tiene que ver con que hay un poder social, cultural, político, que ha empezado por definir que esos objetos merecen estar, a diferencia de otros, adentro de ese edificio que llamamos museo”.

En el film, Juan entierra parte del botín frente a una de las pirámides de Palenque, aunque nunca sabremos si busca purificarse por el hecho delictivo o si, tal como hacían los Mayas, está ofrendando las piezas a sus muertos. En ambos casos, la escena muestra cómo el protagonista rompe con el valor que el poder de las instituciones le otorgó a estos objetos y, simbólicamente, se da un doble juego: sacar las piezas de las vitrinas del museo para acercarlas a su función originaria.

¿Robo del robo?

Museo inicia con la voz en off de Benjamín Wilson, que relata algunas ideas de Juan Núñez. Entre ellas, el descubrimiento del monolito de Tláloc. En 1964 fue hallado el monolito de esta deidad mesoamericana en la Ciudad de San Miguel Coatlinchán. Los ingenieros encargados del hallazgo y posterior traslado al Museo Nacional de Antropología nunca pidieron permiso ni tampoco perdón ante el sentimiento de arrebato que sintió la población. Para Juan, este acontecimiento que le contó su papá de niño se trató de un verdadero saqueo.

Wilson presenta, de esta manera, un antecedente sobre Juan y deja entrever que el protagonista es consciente de lo que planea: robar a una institución que también ha robado. En este sentido, la película abre el debate, siempre abierto, sobre la ética en cuanto a la exhibición de piezas que no fueron creadas para tal fin.

En Argentina, el Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta exhibe los cuerpos de tres niños incaicos que fueron hallados cerca de la cima del volcán Llullaillaco. El motivo de estos enterramientos fueron los rituales de ofrecimiento o pago a las deidades, donde se entregaba lo mejor que se poseía con la idea de ser retribuidos de la misma forma. En este caso la ofrenda fue la vida de los niños y su acompañamiento mortuorio.

El libro de comentarios del museo salteño expresa, en un gran porcentaje, la sensación de que el visitante contribuye con una profanación. Lo que muestra el film, como el caso del norte argentino, es que los hallazgos poseen un carácter sagrado y están expuestos en una institución que obtiene ganancias a partir de ellos.

El director Ruizpalacios rescata un hecho delictivo de gran impacto para la sociedad mexicana  y, quizás sin quererlo, en la trama subyace un debate sobre el tratamiento de los patrimonios culturales. Un tema candente que, frente a algún hecho esporádico, se reaviva con grietas en la opinión pública. Nunca sabremos las verdaderas intenciones del director, como las del personaje de Juan Núñez cuando toma un giro inexplicable sobre el desenlace de la película. Como si de mecanismos conscientes e inconscientes se tratara, la voz en off de Wilson susurra durante los primeros minutos: “Nadie puede saber por qué alguien hizo lo que hizo, más que la persona que lo hizo. Y la mayoría de las veces, ni ellos”.

Museo, en cuarentena

El Aislamiento Social imposibilita las visitas a lugares como los museos.  Sin embargo, también es cierto que el museo está rodeado por un halo aurático que, en algún punto, lo vuelve semejante a un templo: las personas ingresan y guardan silencio, se movilizan con cierto cuidado y se preservan normas al servicio de la contemplación de las obras de arte. Posiblemente, esta sumatoria de normas de la institución también sea la causa de la habitual distancia de gran parte de la sociedad hacia estos espacios. Paradójicamente, el museo se encierra sobre sí mismo, aislándose de la comunidad a la que se supone que debería heredarle su patrimonio cultural.

Es interesante cómo, en cuarentena, el museo parece zanjar los prejuicios de que está al servicio de personas “entendidas” y busca, con diferentes estrategias, la forma de llegar a un público más vasto, sin distinguir capital cultural o social, con el único requisito de contar con una conexión de internet en el hogar. La Comisión Nacional de Monumentos de Lugares y Bienes Históricos lanzó un curso gratuito online sobre el patrimonio arquitectónico argentino de dos clases semanales durante junio y agosto. El Malba y el Macba ofrecen visitas virtuales. El Museo Nacional de Bellas Artes propone entrevistas y actividades con un enfoque pedagógico. También, las fundaciones de León Ferrari y Clorindo Testa sumaron actividades virtuales para recorrer vida y la obra de estos artistas en el contexto actual.//∆z