Por Agustín Argento

En 1996, en el barrio de Flores, existía una disquería llamada El Acertijo. Estaba sobre la calle Lautaro, a unos 30 metros de Avenida Rivadavia. Yo, para esa época, tenía 12 o 13 años y solía buscar discos de Hermética, Megadeth y Ozzy tanto en el Parque Rivadavia como en los locales de las galerías Zeta y Boulevard.
El Acertijo no era, justamente, un negocio que apuntara hacia el rock pesado, pero los muchachos que atendían (recuerdo a uno rubio de pelo corto) eran muy buena onda. Cada tanto entraba a revisar las remeras que vendían y, sinceramente, no recuerdo si llegué a comprar alguna; pero en una de las visitas me llamó la atención el cartel que invitaba a pintar las remeras con aerografía. Los ejemplos eran con caras de Jim Morrisson o el logo de AC/DC, y como estaban muy bien hechos me animé a preguntar si hacían a pedido. La respuesta fue positiva. Así, empecé a buscar entre las revistas Madhouse alguna foto de Dave Mustaine que valiera la pena; hasta que encontré, en una de las tapas, la clásica postal del Colorado tocando la Jackson Doble Cola de Tiburón con la estética del disco Countdown To Extintion.
Ya tenía el modelo, ahora necesitaba el dinero para el arte ($30 convertibles) y la campera de jeanconseguida en un local de ropa barata de Camacuá y Rivadavia a $35. Entregué la campera y a la semana tenía lo que más tarde se convirtió en un símbolo de los tantos recitales a los que fui.
Hubo gente que le sacó fotos; algunos cuchicheaban con sus amigos a mis espaldas y otros tantos me preguntaban dónde la podían conseguir. Años más tarde, amigos que no vivieron esa época conmigo, me pedían que se las muestre o que les enviara fotografías.
La campera pasó a retiro cuando cumplí, más o menos, los 18 años y fue desempolvada para el Obras Sanitarias de Megadeth en 2005, cuando filmó su DVD. Para esa época yo ya escuchaba otra música (inclinación al brit pop y sus derivados, la escena Madchester y algo del rock industrial) y no me sentí tan identificado como durante todo el secundario, cuando la llevé no menos de 20 veces a Cemento, Cromagnon, los diferentes Marquee, Curly Pub de Casanova y tantos otros boliches de Laferrere, Florencio Varela, Virreyes, Bernal, Moreno y Maquinista Savio.
La campera vivió shows como el de Deep Purple con la sinfónica en el Luna Park, la vuelta de Dickinson a Maiden, a David Coverdale con Whitsnake y a una bandita que en 2001 andaba presentando su segundo disco y que al grito de “fukcing heavys” brindó un gran set en Velez Sarsfield: Queens Of The Stone Age.
Por supuesto, también, siguió a su querido Racing Club a lo largo y ancho del país, dándome el apodo, dentro del colectivo 134 que me llevaba de Flores al Cilindro, de “el chico de la campera”.

Agustín Argento es periodista multifacético, produjo para deportes, escribe sobre política nacional, internacional, economía y música. Como músico formó parte de Octavio Sendero y está pronto a lanzar su nuevo proyecto Weimar. Como escritor, participa en una revista de narrativa, tiene una novela a punto de salir y participó, con un cuento, de una antología homenaje a Julio Cortázar organizada por el Municipio de Lomas de Zamora. Socio de Racing e hincha de la Nationalmannschaft.//z

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