En ArteZeta conversamos con el Secretario de Gestión Cultural de la Nación sobre qué planteos y desafíos le esperan al sector.

Por Carlos Noro
Foto gentileza del Ministerio de Cultura

Desde el inicio de la pandemia, el desafío más concreto del sector cultural tuvo que ver con la posibilidad de generar recursos para mantener las fuentes de trabajo y los espacios físicos. Esta tarea se lleva a cabo en un entorno digital que reemplazó terminantemente el contacto cara a cara.

La defensa de las fuentes de trabajo es, más que nunca, un tema recurrente. La composición heterogénea del sector demanda políticas públicas que contemplen las diversas realidades, con el desafío que ello implica y las preguntas lógicas ligadas al presente y al futuro de un contexto tan difícil como incierto.

ArteZeta: ¿En qué afecta principalmente la pandemia al sector cultural?

Maximiliano Uceda: Lo primero diría es que la situación es dramática. Lo segundo, que la respuesta es multidimensional. La pandemia y el aislamiento desnudan una precarización que se hace visible a la hora de pensar el sector. Eso puede nombrarse como precarización laboral, como falta de constitución de un mercado privado que se rentabilice de manera justa y equitativa en todo el territorio argentino o, también, como concentración en la Ciudad de Buenos Aires de ciertas oportunidades en contraste con el resto del país, solo por mencionar algunas. A toda esa base que ya está precarizada, distorsionada, que es desproporcionada en relación a las oportunidades que hay en algunos lugares en desmedro de otros, se le suma que, en este contexto, lo que alguien puede suplir gracias al cuentapropismo, como funciones de fines de semana, clases, ventas de artesanos en ferias, entre otras cuestiones, hoy está imposibilitado.

AZ: ¿Qué dimensiones toma entonces esta cuestión?

MU: Se produce un deterioro importante que tiene que ver con la posibilidad de generar relaciones interpersonales junto con la posibilidad de reproducir la fuerza laboral. El deterioro es dramático como en todos los sectores de la economía. A esto hay que sumarle que el sector de la cultura va a ser uno de los últimos en reactivarse de una manera que permita ser rentable, porque lo que uno empieza a ver con la puesta en funcionamiento de los protocolos es que, hipotéticamente, una sala de quinientas personas podría abrir, por ejemplo, para doscientas cincuenta personas y, con eso, los números no dan. Hay una realidad de la situación que nos obliga a pensar al sector cultural en términos de creación de riqueza, creación de sentido y de creación artística. Esto nos tiene que poner a todos en una mesa a proponer discusiones para lograr que estos problemas se resuelvan.

AZ: Esta situación debe haber generado demandas concretas del sector. ¿Qué formas tomaron?

MU: Las demandas fueron acordes a las necesidades. Creo que fueron prudentes porque el sector cultural ha entendido que es momento de acompañar la posición solidaria que proponen las políticas públicas. Es parte de lo que caracteriza al sector. Entonces, vinieron por el lado de sumar gente al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), sumar programas de sostenimiento de la cultura de comunitaria, poder sostener la capacidad instalada de los centros culturales que tienen la inversión hecha para que puedan seguir abiertos, poder generar un sistema de becas o de estimulación de compras de instrumentos de artesanos y de lutieres, entre otras cuestiones.

AZ: ¿Cómo se transformaron en políticas públicas?

MU: Hay varios ejemplos. Con Puntos de Cultura sostuvimos la cultura comunitaria, que es la base de la producción cultural del país, inyectándole un dinero histórico de cien millones de pesos. Se pudo sostener a todo el entramado del Teatro Independiente a través del Instituto Nacional del Teatro con el Plan Podestá. Lanzamos el programa Desarrollar para sostener centros culturales. Licitamos la compra de instrumentos que incluía a los artesanos y lutieres con el fin de equipar a las orquestas infantojuveniles del país. El Fondo Nacional de las Artes salió con un plan de becas y el Instituto Nacional de Música hizo lo suyo. Siempre pensando que va a ver un día después de la pandemia y va a haber que salir a reconstruir las redes, que estarán rotas por el aislamiento y por estar distanciados. En definitiva, hemos tratado de salir con medidas muy concretas y muy focalizadas en las demandas, sin dejar de tener en cuenta que hay sectores a los que llegamos un poco más tarde, pero que se está trabajando en la manera de ayudarlos. Hay sectores que pertenecen a la industria musical como, por ejemplo, los técnicos, que pronto van a tener una respuesta. La sensación es que las demandas que hemos recibido han sido muy lógicas, entendibles, y tienen que ver con la imposibilidad del desarrollo económico. Esto también nos genera la angustia de saber que no podemos llegar a todos, pero lo importante es que el diálogo está abierto con todas las organizaciones que conforman al sector cultural en su complejidad.

AZ: A raíz de esa desigualdad de recursos y accesos mencionada, ¿cómo están pensando las distintas escalas de ayuda en el caso, por ejemplo, de los Centros Culturales?

MU: Está pensada fundamentalmente en impactar en aquellos que no tienen capacidad de sostenimiento. Hay ciertos centros culturales que tienen un acompañamiento económico, como el financiamiento a través de fundaciones, que otros centros culturales del interior no. De por sí, estos centros culturales más chicos no tienen la capacidad de producción y venta de tickets que otros tienen. En este punto también aumenta la complejidad, porque es desigual tanto el mercado como el circuito económico. En algún punto, el conflicto relacionado a los centros culturales es de características urbanas, porque aquellos que tienen capacidad de auto sostenerse son los de los grandes conglomerados urbanos del país. Ahí apareció con fuerza la presencia de la Ciudad de Buenos Aires, por la cantidad y la envergadura de los mismos y por lo que significa ese sostenimiento. Para nosotros, sostenerlos es fundamental porque ahí está la capacidad instalada que posteriormente va a dar trabajo a los artistas. No podemos perder esas unidades de trabajo. En realidad, las políticas están pensadas de esa manera. Lo comunitario está para sostener el entramado de los barrios y, respecto a los centros culturales, lo productivo sostiene el trabajo. El volumen de actividad que generan los centros culturales en los centros urbanos del país es gigantesco. Las políticas están pensadas en distintos niveles porque hay distintos niveles de desarrollo y distintos niveles de entramado económico.

AZ: Pareciera que el desafío es federalizar el acceso a las propuestas culturales. ¿Cómo lo encaran en este momento?

MU: En este momento cambió mucho el esquema que veníamos pensando, que tenía un objetivo bien claro relacionado a la idea de territorializar la cultura. De repente, nos encontramos con una situación de virtualidad donde no hay un territorio, sino miles de territorios que tienen que ver con las distintas virtualidades. Entonces, tenemos que pensar este objetivo desde esta nueva realidad. Para nosotros, la idea de descentralizar es tanto un desafío como una convicción política y moral. Al no descentralizar el aparato productivo y los recursos que están en manos de la Ciudad de Buenos Aires y obligan a recurrir a ella, no podemos federalizar el país. Tenemos que empezar a revertir esa matriz que es injusta. Es necesario ponerlo en práctica. En este sentido, estamos pensando nuevas líneas de acción donde los fondos sean concursables por regiones, porque las condiciones de desarrollo son distintas y los sistemas de producción de sentido son distintos. No son ni mejores ni peores, sino que algunos están más concentrados y legitimados y otros tienen que ver con un territorio, una historia, con un lugar determinado. Hay que pensar en cómo regionalizar las políticas para sostener las actividades instaladas que tienen las regiones y no querer incorporar conceptos de la ciudad central en las provincias porque no funcionan, no dan resultado, y porque las provincias necesitan desarrollar su propia cultura.

AZ: Los sistemas de producción de sentido debieron transformarse forzosamente y le abrieron el juego al crecimiento de herramientas como el streaming. ¿Qué nuevas discusiones te parece que se inauguran?

MU: La de la renta. Aquí hay una realidad: los que hacen un streaming por Instagram no reciben una remuneración por derechos de autor. Ahí hay una discusión que dar. No es descabellado decir que durante el aislamiento las personas consumieron alimentos y datos. Todo el consumo simbólico aumentó. La cantidad de personas que se acercaron a plataformas de consumo cultural fue muy grande, por lo que se hace necesario discutir esa renta para definir de qué lado queda. Muchos de esos contenidos son argentinos y deberían dejar un proporcional en el territorio nacional de alguna manera. Luego, tenemos que pensar cómo fomentamos la producción de productos exportables. Hay un montón de datos que dan la pauta de que el negocio de la cultura es creciente, que el consumo es creciente y que, por lo tanto, tiene que ir acompañado de políticas que lo sostengan y que generen la riqueza para que ese dinero se redistribuya y genere más producción, más desarrollo.

AZ: Según lo visto hasta ahora, ¿qué te parece que va a cambiar de ahora en más?

MU: No quiero hacer futurología, porque tal vez desde el rol que ocupo puedo llegar a generar angustia en algunos sectores. Creo que hay algo de lo virtual que se va a instalar, pero también creo que la normalidad que venga a posteriori va a necesitar mucho de la vieja normalidad. Principalmente, porque el hecho artístico es un hecho social. No me imagino que los festivales de música pasen al consumo virtual y que la gente deje de ir a esos encuentros. No me imagino los cines con menos gente, o tal vez sí en una primera etapa. Me parece que hay algunas cuestiones que van a pasar a la virtualidad, algo que tiene un aspecto positivo, ya que nos permitirá estar en contacto con el territorio federal. Eso sí lo celebro y pienso que, incluso, lo podríamos haber hecho antes. Creo que además el Estado deber fomentar que el esquema del arte en vivo y en comunidad se siga fortaleciendo y se siga haciendo. Me parece que eso, que genera el vínculo de una comunidad en el espacio público, debe ser sostenido por políticas públicas. Creo que esas cosas no van a cambiar. La gente está esperando que esto pase para volverse a encontrar.//∆z