Los californianos Allah-Las visitaron nuestro país por primera vez el pasado domingo para presentar su segundo disco Worship The Sun con toda su artillería psicodélica y garagera.
Por Matt Knoblauch
Fotos de Flor Videgain
Un domingo por la noche puede no ser el momento más feliz para ir a un recital, y si a media hora del comienzo del mismo hay como mucho treinta personas esperando para entrar el panorama se hace aún más desalentador. Pero el revival del garaje y la psicodelia están a la orden de la hora, por lo que todavía quedaban esperanzas de que el show de los californianos Alla-Las no se perdiera en el eco del frío Lado A de Niceto cuando asiste poco público. Pero a muy pocos minutos de la hora señalada para que subieran al escenario a modo de primer banda soporte los noveles locales In Corp Sanctis se sintió una ola de calor humano repentina que logró exorcizar toda la pesadumbre previa. Mientras el ahora quinteto se terminaba de acomodar en sus puestos de largada, entre el público se hicieron carne las comparaciones entre estos muchachos y Tame Impala que se pudieron leer los días previos en las redes sociales. Por suerte la música cortó con toda la cháchara y tanto partidarios como detractores de los que presentaron su disco El Magistrado se entregaron a un viaje placentero y cómodo. Chicanas residuales aparte, la banda demostró estar a la altura de las circunstancias y entregó un repertorio muy adecuado al clima esperado.
Más discutible fue, quizás, que The Tormentos tocara en una noche en la que la propuesta principal pasó más por el lado de los almohadones del sudeste asiático, los narguiles y los sahumerios. No quedan dudas, al margen de lo anteriormente dicho, de que el show de los mayores exponentes nacionales del surf rock fue divertido y vertiginoso –como ya es una sana costumbre suya-, pero quedó al borde de sonar fuera de lugar y de opacar lo que vendría, que era lo que todos estábamos esperando.
Dichoso sea el espacio temporal que se prolongó unos buenos minutos entre los segundos teloneros y el ansiado encaramamiento al escenario del cuarteto de Los Ángeles. Si bien Miles Micheaud –cuya voz ha tenido, seguramente, mejores noches- y compañía llegaron a Buenos Aires dentro del marco de la gira de presentación de su segundo disco Worship The Sun, lanzado en septiembre pasado, su invitación al baile comenzó con “Busman’s Holiday”, de su primer y homónima placa. Raro aunque festejado. Luego, sí, una seguidilla de apenas dos registros de su último álbum de estudio, compuesta por “Follow You Down” y “Buffalo Nickel”.
Mientras tanto, abajo, las manitos de la mayoría de la concurrencia subiendo y bajando alternadas como si se estuvieran ejercitando con mancuernas, caderas jugando con hulla hullas invisibles y algún que otro encuentro entre nalgas que ni cortó con la vuelta a su primer disco que fue invocado con “Sandy”, tal vez su canción más melancólica -si es que es posible elegir una- ni con “Catalina”, que sonaría unos cuatro o cinco temas más adelante luego de una sucesión de canciones e instrumentales de ambos larga duración. Pero el punto de ebullición llegó con “Tell Me (What’s On Your Mind)”, su primer single y corte con el que se ganaron el afecto tanto de la prensa como de los eternos buscadores de nuevos hits que salen al ruedo, y tuvieron lugar el pogo y los cantitos acompañando el estribillo, toda una fiesta. La fiebre recién adquirida siguió hasta el final con perlitas tales como la campirana “Better Than Mine”, el cover de los míticos The Human Expression “Calm Me Down” y la inextinguible “Catamaran”.
Casi, sino todos los presentes esperamos una segunda ronda de bises que nunca ocurrió ya que, al final de la noche, parecía más temprano que cuando se esperaba afuera. Toda esa energía proyectada desde y hacia el escenario hizo olvidar que al otro día era lunes, pero principalmente que las bandas garageras apenas suelen tener discos que superan los cuarenta minutos, algo bastante difícil de subsanar con poco más de una docena de selecciones para tocar en vivo.
Queda claro que la psicodelia y el garage, en varias de sus formas, gozan de buena salud y que cada vez hay mayor calidad además dentro de la cantidad de bandas que la revisitan. Allah-Las se merece un párrafo aparte por no encasillarse en los clichés de las etiquetas que les pegan. Su acercamiento al género desde su costado climático, relajado y melancólico es algo que no se escucha muy a menudo y la inclusión de percusiones latinas para adornar las influencias de la costa oeste estadounidense y de la british invasion –que hacen recordar a las bandas de matiné peruanas y a la música easy listening centroamericana de los años sesenta- da muestra de una apuesta que puede llegar a abrir nuevas puertas para la inspiración tanto para ellos como para que las bandas que los sigan eviten el estancamiento y continuen evolucionando.//∆z