Diálogo con la escritora y periodista a propósito de la reciente edición de Aparecida (Sudamericana), en el que relata un mundo de reflexiones respecto al descubrimiento de los restos de su madre desaparecida durante la última dictadura militar.
Por Clara Sirvén
“Cuando tenía 18 años encontré el nombre de mi madre en el Diario del Juicio, que transcribía los testimonios de quienes se habían sentado frente al tribunal en la causa 0, la que juzgó a los comandantes de la dictadura a principios de los años 80, apenas comenzada la democracia. Una y otra vez releí el párrafo ‘una médica, Elena de la Rosa, y una abogada, Marta Taboada’. Era ella, sin duda, la profesión y el nombre. No retuve más del testimonio, salvo la prueba de la existencia de mi madre, la ratificación de que no había ido a ningún otro lado más que a las orillas de la muerte, que su desaparición no me pertenecía del todo sino que era parte de algo grande, algo de lo que se hablaba en la esfera pública aunque no en su familia”.
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Marta Dillon es una sorpresa constante. En su haber tiene ser feminista, hiv positivo, haber festejado uno de los primeros matrimonios igualitarios del país, su hijo es el primero del país con los apellidos de las dos mamás y el papá, es abuela y madre a la vez, es hija y miembro de HIJOS, es hermana, es escritora, es editora, es periodista y es una pluma envidiable.
Aparecida es el último libro que escribió, que fue publicado recientemente por editorial Sudamericana, en el que cuenta lo que fue el proceso de encontrar los huesos de su mamá, desaparecida por la dictadura militar en 1976 y aparecida en 2010. Es una obra que viaja por el tiempo, por su vida y su persona, haciendo al lector partícipe de la historia. Un relato conmovedor y humano, una historia de resistencia, madurez, sentimentalismo y resolución.
AZ: ¿Cómo empezaste a escribir Aparecida?
M: Empecé a escribir cuando ya no daba más de postergar ese trabajo. Y empecé en cuadernos, en papeles sueltos, hasta que me senté y me dejé llevar por lo que proponía el texto y todo lo acumulado en tantos años de memoria, olvido, ausencia y lucha también. Estuve un año metida en el texto, casi no hacía otra cosa, aunque seguí con mi trabajo cotidiano en Las12 y los que se fueron presentando, siempre tenía ahí, como en un lugar de mi cabeza, ese texto. Como nunca en mi vida tiré páginas y páginas, reescribí, descarté, corregí, me peleé con María Moreno, que fue quien me leía paso a paso y me alentó siempre a seguir derecho, como le gustaba decir a ella, con paciencia, culo y pasión.
AZ: En una entrevista hace poco, dijiste que lo mejor que escribiste fue este libro. ¿Por el tema, por qué? ¿Fue un cierre para vos?
M: Fue lo mejor que escribí porque creo que trabajé mucho, porque ya soy una mujer madura y eso se nota, porque es lo último que escribí. Si es un cierre, lo es porque creo que ahora puedo dedicarme más livianamente a otros temas, porque me abre paso a la ficción, porque de alguna manera dejé por escrito cosas que quería decirles a mis hermanos, porque fue parte del duelo que finalmente he completado.
AZ: En el libro contás la historia de tu madre, la tuya, cómo se llegaron a reconocer los huesos de tu mamá pero también toda tu evolución como mujer, como madre, como esposa. ¿Aparecida es una forma de saldar deudas con vos misma? También hay mucho de mostrarle a tus hermanos cómo era tu mamá sin que ellos se acuerden, ¿Cuántas cosas saldaste con este libro?
M: No es una forma de saldar deudas conmigo. Sí creo que no es posible hablar de la madre sin hablar de una misma, que aún cuando se pueda tomar distancia, lo que se aprende de ella está en el cuerpo, en mi cuerpo y porque su vida fue breve pero su ausencia larga y con esa ausencia es como aprendí a vivir.
AZ: “Desbolada, sexy, corazón generoso, súper mamá en el sentido de estar pegoteada con sus hijos, sin interesarse demasiado en las comidas por ejemplo, pero sí estar siempre cerca”. ¿Sos como tu mamá? Tenés una hija grande, un hijo chico, una nieta. ¿Dónde encontrás semejanzas?
M: Creo que tengo muchas cosas de mi mamá y creo también que elegí hacer pie en mi vida en las cosas que más me gustan de ella. Pero ¿cómo saber qué es primero? ¿Cómo tener la certeza de que no he construido una madre a mi medida? Es un ida y vuelta, lo que aprendí de ella vive en mí y soy la mujer que soy porque ella estuvo un tiempo y otro más largo, no. Mi maternidad, con la mayor y con el menor, me remite a mi tiempo con ella. Creo que supo imprimir en mi cuerpo el lenguaje del amor y eso es lo que intento con mis dos hijos. También intento vivir mi propia vida, algo que también ella hizo; en eso encuentro semejanzas.
AZ: ¿Llegás a naturalizar en algún punto tu madre desaparecida? ¿Todavía te preguntás por qué? ¿Tuviste esperanzas de que haya estado viva en todos esos años?
M: No entiendo bien qué quiere decir “naturalizar”, nunca me pregunté por qué porque siempre supe o creí saber por qué: por las razones políticas que conocemos, porque ella tenía un corazón generoso y no le dio la espalda a sus compañeros, porque el plan de exterminio fue meticuloso. No creo haber tenido esperanzas de que estuviera viva “todos esos años”. Al principio tal vez, no sé en qué momento dejé de tenerlas, creo que también al principio. La esperanza de que estuviera viva no es real, es un rayo de locura que aparece a veces. O que aparecía. Y es algo que nos ha pasado a todxs lxs HIJOS.
AZ: Encontrar los restos de tu madre te hizo cerrar algo. ¿Publicar el libro también? ¿Sentís un “y ahora qué”?
M: El libro es el cierre del duelo. Yo necesitaba darle cuerpo, poner palabras donde hubo silencio, construir un epitafio que me sobreviva, darle su lugar en la historia de nuestra familia y en la historia de todos y todas. Y eso es el libro. Ahora siento que tengo que seguir escribiendo, que tengo que volver a ese estado ideal de escritura -el placer por la soledad, porque el texto se muestre, por encontrar la frase justa- pero todavía no sé cómo hacerlo ni sobre qué exactamente quiero escribir. Todavía estoy disfrutando de haber podido terminar, cosa que a veces dudé, así que me voy a dar mi tiempo para ver “y ahora qué”. Además la vida te va llevando por caminos múltiples y siempre estoy escribiendo algo, sea periodístico, militante, guiones o qué se yo. Creo que lo próximo es una porno, con eso te digo todo.
AZ: ¿Imaginás a tu mamá hoy?
M: La verdad es que nunca me detuve a imaginarla, pero es una linda propuesta- A la vez me llena de una nostalgia que no se acaba. Me encantaría verla en la cabecera de la mesa los domingos, sacándose de encima a los nietos y a los bisnietos, diciéndome por qué no me cuido un poco más la cara y me pongo cremas, que me estoy arrugando toda, con largas polleras de colores y una vida intensa más allá de su familia.
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En Aparecida se encuentran la duda, la bronca, la fuerza, la resistencia, la perseverancia y finalmente el alivio. Es un retrato de cómo una hija reconoce a su mamá, la imagina y la recuerda. Es, además, una muestra de lucha y compañerismo entre todos los hijos de desaparecidos. Y es también una manifestación política y social que después de años sigue pidiendo justicia. //∆z