The Mars Volta vuelve a sorprender con su nuevo disco Noctourniquet. En él tejen la frágil telaraña donde se columpian lisérgicos elefantes. Y encima lo subieron a Internet, ¡belleza nene!

Por Gabriel Feldman

Vieron como es la Internet, ¿no? La salida oficial del disco era el 26 de marzo, pero como ya ha sucedido en infinidad de ocasiones, se terminó filtrando y estando a disposición de cualquier ávido escucha a un click (dos o incluso tres como mucho) de distancia. Los Mars Volta, ningunos boludos (después de todo, el que quiera el disco lo va a comprar y los demás ya lo habían bajado o no), terminaron compartiendo su nuevo disco en Internet. No sé si para el mundo, pero para mi era uno de los discos más esperados. Después de Octahedron (2009) la sociedad compuesta por el guitarrista Omar Rodríguez-López y el vocalista Cedric Bixler-Zavala, nos traen Noctourniquet. Casi una regla: si se puede pronunciar fácilmente no es un disco de los Volta.

En una nota de hace algunos días Bixler-Zavala hablaba acerca del nuevo sonido del disco y decía que iba a tener el espíritu de la música krautrock alemana. Un movimiento contracultural que surgió en la Alemania de la post-guerra debido al hartazgo de un grupo de jóvenes que no podía soportar ver cómo su cultura era desgarrada lentamente por la influencia externa – tanto EE.UU, Inglaterra y otros – que imponía una música de mierda (entre otras cosas). Estos pibes que llevaron al rock a otro plano y luego formaron bandas que hoy en día, o son bandas de culto, o son bandas que dejaron una huella indeleble en la historia del rock, se pararon en su tiempo y decidieron crear una escena musical que les pertenecía; algo propio frente a la mierda que se les imponía a través de los medios. El carismático y mestizo Plant hablaba de pararse en ese grado cero donde hay que empezar de nuevo e ir por más. Fiel a sus palabras así lo hicieron.

Un año después que Octahedron saliera, don Omar (Rodríguez-López, no la aberración esa que canta reggaeton) afirmaba ya tener terminada la música del nuevo disco. Sin embargo, esperaba a que Bixler-Zavala pusiera las palabras para que el proceso concluyera. Recordemos que la sociedad entre Rodríguez-López, quien es el director del grupo y el que compone la totalidad de la música, y Bixler-Zavala, encargado de las voces y las letras, es íntegramente The Mars Volta (los demás músicos, que interpretan la música, forman The Mars Volta Group). Así que, mientras el mandamás esperaba a que su compañero termine, el tipo ni lerdo ni perezoso seguía componiendo discos y discos. Compuso mucho y variado, pero hay uno en particular en el que me voy a detener. En septiembre de 2010 (un año después de la salida de Octahedron), Omar Rodríguez-López y su grupo se presentaron en vivo y grabaron un disco titulado “Gracias”. Usted claramente se preguntará “¿¡¡¡¡¡y loco, que tiene que ver!!!!!?” En ese disco está el germen o propiamente el sonido de Noctourniquet. “¿Y por qué?” y porque en ese disco tocan los mismos que actualmente componen The Mars Volta Group (Deantoni Parks, batería; Juan Alderete, bajo; Marcel Rodríguez-López,  teclados y Lars Stalfors, aquí como el operador del sonido). No me sorprendería que ahí descanse alguna primera versión de alguna canción que finalmente vio la luz en el sexto disco de los Volta (tomemos el caso de “Rapid Fire Tollbooth” que salió en el disco en solitario Se dice Bisonte no Bufalo (2007) y “Goliath” incluida en The Bedlam in Goliath (2008) de TMV)

Noctourniquet, con sus trece canciones, abre otra puerta en la discografía de los Volta. Es verdad que siempre coquetearon con los efectos y la electrónica, pero en esta nueva entrega hay un pacto indisoluble, redondeando así un disco más electrónico que eléctrico. “In Abstemia”, un viaje intergaláctico de corte industrial es un buen ejemplo. Mucho de este nuevo sonido también se debe al reemplazo del baterista Thomas Pridgen, un demonio de tasmania dándole a los parches, por la variedad rítmica y más metódica de Deantoni Park.

Olvidémonos de las largas improvisaciones que los han caracterizado. Por supuesto que se siguen yendo a la mierda cuando aprietan el acelerador psicodélico (“The Malkin Jewel”), pero las canciones tienen límites más definidos; cierran por donde las mires. Olvidémonos también de solos de viola que nos dejan sin aliento. Aquí la guitarra parece tejer la frágil telaraña en donde se columpian los elefantes (¡y qué elefantes!). Además, Rodríguez-López baja un poco la intensidad y el resultado es soberbio (“Empty Vessels Make The Loudest Sound”, “Imago”, “Trinkets Pale of Moon”).  A excepción de “Molochwalker”, que te parte la cabeza con electricidad pura y “Aegis” en donde Bixler-Zavala descontrola todo, el disco tiene un tono más oscuro e introspectivo. Incluso el vocalista alcanza un registro más melódico, dejando de lado su costado más chillón. Tal vez se estén guardando toda la fuerza combativa para el regreso después de once años de At the Drive-In (banda hardcore que integra el motor creativo de TMV). Como habrán visto, los nombres de las canciones todavía conservan su distintivo exótico que pone a prueba a nuestras lenguas. Distintos a todos, los Mars Volta están de regreso. Dueños de una capacidad creadora que hoy en día no abunda, nos ofrecen este viaje electrónico-espacial para nuestro disfrute. Si querés podés escucharlo a continuación haciendo click aquí y desacordar en todo lo escrito.//z

AZ Recomienda: “The Malkin Jewel”, “Lapochka”, “Molochwalker”, “Zed And Two Naughts”.

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