Diálogo con la escritora, ganadora del Premio Sara Gallardo, en donde repasa sus libros más recientes, analiza su proceso de escritura y sus búsquedas que oscilan entre el terror y los cuentos de hadas.
Por Walter Lezcano
“Cuando tenés un hijo te das cuenta que no existe la gilada esa de la página en blanco”, dice la escritora Marina Yuszczuk (Buenos Aires, 1978) para explicar el caudal de historias que guarda una mente humana. Lo suyo en estos momentos pasa por ahí: entregarse a contar historias cada vez más ambiciosas. La última, por ejemplo, es de terror (vampiros en plena Capital Federal) y llamó la atención del campo literario argentino. En el 2021 ganó el Premio Sara Gallardo, otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación, por su excelente novela La sed (Blatt & Ríos). Una distinción que llega en un momento muy especial de la autora: “Tengo tiempo para escribir por primera vez en mi vida y eso cambia mucho las cosas. Me parece algo lujoso”. Luego de publicar poesía (Madre soltera –Premio Indio Rico 2014–, La ola polar y Lo que la gente hace), cuentos (Los arreglos y ¿Alguien será feliz?), y la novela La inocencia, Yuszczuk se encuentra con un presente entregada totalmente a la narración. “Siempre tuve desesperación por escribir. Ahora también. Me parece muy importante no perder eso. La literatura para mí tiene que ver con la urgencia”, explica.
ArteZeta: Estás en un momento muy atractivo para alguien que escribe que es con un camino ya hecho pero donde se vislumbra mucho por delante.
Marina Yuszczuk: Pienso que estoy en el momento en el que soy una narradora o tratando de serlo. No solamente por los libros que salieron sino porque tengo ideas para escribir novelas. Como que estoy pensando en esa dimensión. Hace muchos años que no escribo poesía y no sé si alguna vez voy a volver a hacerlo. Uno va por donde siente que tiene algo para descubrir, es como intuitivo. La sensación cuando empiezo a escribir una novela es de desesperación porque no tengo idea de cómo voy a hacer para terminar ese libro y esa es la razón para escribirlo. Ahora terminé de escribir una novela. La siento muy cercana a La sed porque es, de alguna manera, un relato de terror. De hecho se desprende un poco de ahí, son dos caras de la misma moneda.
AZ: ¿Qué era aquello que quisiste explorar desde la poesía y ahora sentís que se agotó?
MY: Cuando empecé a escribir estaba en un ambiente de poetas en Bahía Blanca. Entonces fue medio natural escribir poesía, si bien yo escribía desde antes de conocerlos. Había algo con el lenguaje que me atraía. Cuando escribís una novela no puede importarte cada palabra, es más un trabajo de construcción a gran escala donde vos querés contar varias cosas a la vez. Ahora estoy fascinada con eso, con las posibilidades de la narrativa. Estoy explorando cómo pueden funcionar determinadas ficciones en la vida real. De todas formas, son exploraciones estéticas más que narrativas. No sé la historia que quiero contar pero sé que me quiero meter con esa materia. De todas maneras, me da la sensación de que ese impulso de escritura es de poeta.
AZ: ¿Ves al libro Madre soltera como ese pasaje que va de la poesía a este presente con la narrativa?
MY: Lo siento como una especie de cuaderno donde fui anotando distintas cosas, metiendo distintos tipos de texto. Un libro que me encanta es Once sur de Cecilia Pavón, leí todo de ella. Me gusta mucho apostar a lo inacabado, lo experimental. En Madre soltera aparece algo de eso. Pero también con eso surgen preguntas: ¿Para contar qué tipo de cosas sirve lo testimonial, lo confesional o lo escrito desde un yo? ¿Cuál es el límite y cuándo necesitas recurrir a la ficción? Pasa que a mí no me parece interesante esa contraposición que hacen ahora entre ficción/autoficción. Es muy superficial anular a un bloque de escritura o a un género, es ridículo. Hay libros buenos en cualquiera de las dos facciones. Lo importante, creo, es ver qué material te sirve para ir para un lado o para el otro. Cuando escribí La inocencia, con Madre soltera lo mismo, me parecía que esa primera persona era importante porque eran voces infrecuentes para ese momento: una chica que dice que le gusta coger, masturbarse o una mujer que habla de su maternidad, de su cuerpo, dice que le tienen que crecer garras. Ahí me parece que tiene un valor la autoficción. Porque no es solo contar tu historia, sino que dialoga con algo de afuera.
AZ: Algo que se lee en La inocencia también es la posibilidad de encontrar desvíos a la estructura tradicional. Como si quisieras priorizar la libertad por encima de cualquier marco que tenga la historia.
MY: Pasa que la escritura empieza a imponer su propia lógica y su propia materialidad. Es inevitable que una historia se transforme a medida que la escribís. Cuando estás escribiendo vas sintiendo esa distancia que se empieza a generar con la historia y pensás en cómo potenciarla y sabés que te estás alejando del plan inicial. En ese momento lo que están construyendo entonces ya no es la historia, estás construyendo una voz que no es la tuya, es una voz narrativa. También está la cuestión que esa historia que escribís juega en la literatura, ya no está en tu cabeza. Por eso la conectás con otros relatos. Yo trabajé mucho tiempo como crítica de cine y ciertas cosas que están en mis novelas las vi más que leerlas. Me interesaba escribir La inocencia porque veía la historia como algo generacional.
AZ: La voz que construís tensiona el desarrollo de la historia.
MY: Me interesaba generar cierto ruido, que se generara eso en la lectura. Una interrupción incluso. Me parece interesante ver cómo queda cuando decís algo de forma muy directa, no sé si decir que es violento, tal vez es excesivo.
AZ: Pero también hay frases que te sacan de la historia. Cosa que me encanta pero no sé cómo te decidís a dejarlas si quizás parecen desenfocar de lo que se está contando.
MY: Es divertido porque yo soy editora también y son ese tipo de frases las que recomendás al autor que las saque porque están fuera de registro y no tienen nada que ver. Pero, a la vez, me parece que es ahí donde uno se la tiene que jugar un poco por cosas que no sabés muy bien por qué las decís y qué función tienen en tu libro. Me gustan esas irrupciones.
AZ: También en tus libros hay un trabajo con la memoria y el presente. Y la posibilidad, o no, de transmitir hechos que se percibieron de manera particular.
MY: Para mí no existe el recuerdo de la infancia. Lo único que existe es el mito. Ahora que tengo un hijo lo veo re claro. Es el momento en el que se está gestando un mito que no es lo que pasó pero no importa, y tiene sentido. Uno escribe desde ahí lo que pueda decir sobre la infancia y sobre otros momentos de la vida también. Siempre se escribe con un material que se volvió algo mítico.
AZ: ¿Existe la evolución cuando hablamos de literatura y escritura?
MY: A medida que me hago más grande me pasa que me gusta más conectar con cosas antiguas de la historia de la humanidad. Creo que eso se despertó con La inocencia. Cuando sos joven te interesa la vanguardia. A mí ahora me obsesiona escribir un libro que parezca un cuento de hadas. Para mí, de algún modo, La sed es La bella durmiente. Últimamente me están gustando escritores que tienen el cuento infantil muy presente. Mi novela favorita de los últimos años es Siempre hemos vivido en el castillo de Shirley Jackson. //∆z