Netflix recogió el guante que había dejado tirado Starz y fue para adelante con la serie que relata las aventuras del viajero veneciano por el continente asiático.
Por Ale Turdó
Si algo dejó en claro Game Of Thrones, es que hay un público cautivo con ansias de consumir producciones situadas en la época medieval. HBO hizo subir más sus acciones con las peleas entre las familias reales de la tierra fantástica de Westeros, y Starz siguió un camino similar cuando puso en su pantalla Spartacus. Esa dosis perfecta de violencia, sexo, traición y corrupción que suele ser la columna vertebral de este tipo de shows se volvió demasiado tentadora como para no intentar replicarla.
Fue seguramente con esto en la cabeza que la gente de Starz y la Weinstein Company dieron inicialmente luz verde a un proyecto que contara las aventuras de Marco Polo en las lejanas tierras de oriente. Cuando no fue posible filmar en territorio chino los muchachos de Starz se bajaron del tren, y fue en ese momento cuando Netflix –que al día de hoy convierte en oro seriéfilo todo lo que toca- decidió asociarse y coproducir.
La serie original filmada en locación en Italia, Kazajstán y Malasia, cuenta la historia de Marco Polo y su tiempo en Asia, continente regido en ese momento por el reinado Mongol bajo las órdenes de Kublai Khan, nieto del mítico Genghis Khan. El italiano Lorenzo Richelmy le pone el cuerpo al viajero venés, quién llega a esas tierras sin proponérselo y es abandonado allí por su padre. Pero las habilidades innatas de Polo lo convertirán en uno de los súbditos preferidos del Khan y hombre de confianza del reino, cuestión que generará admiración y odio en partes iguales.
Como todas las producciones de Netflix, Marco Polo se destaca por un altísimo nivel de diseño de arte, en particular tratándose de una serie de época. Desde sus locaciones y decorados épicos hasta los vestuarios extremadamente detallados, reflejando con suma realeza el aire medieval y barbárico de aquella era.
Hay ciertos elementos que son infaltables en cada episodio de Marco Polo, a saber:
- Decapitaciones, desmembramientos, harakiris o envenenamientos varios: a la hora de hacer pasar gente al siguiente plano de existencia, la cuestión se vuelve de lo más creativa tanto en la forma de proceder como en el arma utilizada para tal propósito.
- Mujeres livianas de ropa, orgías y harems: al igual que Game Of Thrones y Spartacus, en Marco Polo las muchachitas ligeras de ropa –o sin ropa en absoluto- son moneda corriente en todos y cada uno de los episodios, ya sea justificado o totalmente gratuito y para el placer exclusivo de quien mira.
- Conspiraciones, secretos y planes deshonestos: el que esté libre de ser sospechado de complotar contra el reinado del Khan que arroje la primera piedra. Si algo nos queda claro después de cada capítulo, es que nunca se sabe con certeza de dónde puede llegar a venir la próxima puñalada traicionera.
La crítica en general no ha quedado maravillada ni mucho menos con esta nueva producción de Netflix. La humilde opinión de quien escribe no es tan maliciosa y reconoce al mismo tiempo que este tipo de series épicas que involucran reinos, batallas y complots no suele ser la temática predilecta, pero Marco Polo contiene el atractivo suficiente por tratarse de un personaje histórico que existió realmente, un grupo de actores de muy bien nivel y el valor agregado de una producción que no reparó en gastos a la hora de retratar un época histórica que tal vez sea algo desconocida para nosotros los que vivimos en Occidente.
Habrá que ver si todo esto es suficiente como para garantizar una segunda temporada, o si dejarán de rodar cabezas en la pantalla y empezarán a hacerlo en las oficinas de Netflix.//∆z
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