Un ser único, una historia irrepetible, aquí van algunas consideraciones a la hora de pensar la leyenda infinita de Diego Armando Maradona.
Por Bernardo Diman Menéndez
Dentro de las milenarias imágenes que recorren nuestra memoria cuando oímos la palabra Diego Armando Maradona, nos surge la pregunta inconsciente e inmediata. ¿Por qué un jugador de fútbol trascendió tanto el imaginario de todos los argentinos y de millones de personas en todo el mundo?
Para comenzar a responder parte del interrogante es importante situarnos en el contexto del cuál surge Diego Armando Maradona. Diego aparece como figura pública hacia fines de los 70’s, época en dónde la narrativa de las historias dentro del deporte y el arte, permitían relatos y personajes fuera de la estricta disciplina comercial que fue determinando el neoliberalismo de los últimos treinta años.
Esto implicó que numerosas estrellas del deporte y del arte socialicen compartiendo espacios en común con las personas ordinarias. Lejos del hermetismo que guardan hoy en día las grandes estrellas de diferentes ámbitos, ese contacto diario con la cotidianidad ejercía invisiblemente sobre nuestros ídolos una consciencia, guiños e ideas que los emparentaban con los sujetos comunes y corrientes. En el caso de Maradona, luego de su llegada al barrio de la Paternal y cuando su carrera iba en ascenso, era común verlo junto a los vecinos de su barrio jugando a las cartas, paseando en su auto, caminando sus calles o incluso yendo a comprar al almacén. No existía el VIP social y el diferencial de las estrellas del deporte provenía únicamente del talento de sus actos.
Lo artesanal era de vital importancia y servía como espejo de lo que pasaba en el barrio. De este modo, aparece uno de los motivos principales para intentar concebir la genialidad inigualable de Maradona: Diego era “Dios de la Vecindad”. Un ser prodigioso venido de otro mundo, pero que construyó su identidad en el mano a mano diario con los seres anónimos y pictóricos que cualquier mortal puede cruzarse barriendo la vereda, tomándose el transporte público o caminando por el barrio. Su personalidad aflora ahí, en la vereda de enfrente, en la esquina de tu casa, en la cerveza o el asado con los amigos, lo que además de par del pueblo, lo convierte en típica y únicamente argentino
Luego de obtener el campeonato mundial juvenil de 1979 y el campeonato argentino con Boca, se produce su debut mundialista en España’82, con solo 21 años. Maradona convertido en icono mundial a través de la creciente injerencia del mercado publicitario en el deporte, llega al fútbol europeo de la mano del Barcelona. Su figura apoyada por una perfecta iconografía que va desde su abundante cabellera ondulada hasta la perfecta sinergia que hay entre el porte de su cuerpo y el balón, comienza a atraer la atención de personajes del ambiente del poder. Sin embargo, Diego no se siente amigo de la Burguesía, y a los burgueses no le gusta Maradona.
Esta dicotomía irreductible que atraviesa su vida hasta el final, podría explicarse de la siguiente manera: a los ricos nunca le gusto perder a nada y mucho menos si estás jugando bajo las reglas que ellos mismos dictaron. Diego es consciente de su superioridad como jugador en el fútbol pero al mismo tiempo comienza a conocer el cinismo del sistema que regula al mundo de la pelota. Esta dualidad entre el ambiente que lo consagra y al mismo tiempo lo explota, será con el paso del tiempo uno de los pilares para la gestación de la leyenda de Maradona. Una similitud de aura poética y actitud anti-sistema que solo puede encontrarse en personajes históricos como el “Che” Guevara o John Lennon, y que da cuenta de la relevancia mundial cultural y contracultural de Diego Armando Maradona.
Primero la hepatitis y luego la fractura del tobillo, comienzan a marcar el declive de su estadía en Cataluña. Cuando finalmente la burguesía mediática lo tilda burdamente de “sudaca”, Diego se termina de convencer que llegó la hora del adiós por aquellas tierras mediterráneas Así el preludio de sus futuros días dorados en la caliente y caótica Nápoles, será cuestión de meses
Hacia mitad de los años 80’s, el mercado publicitario y su lógica financiera comienzan a perfeccionarse dentro del deporte, para terminar de afianzarse a comienzos a de los años 90’s. Esto genera la eliminación de la mayoría de historias y personajes que no cumplan con los preceptos banales del neoliberalismo cultural. Sin embargo a mitad de los años 80’s, estamos en un punto de encuentro y equilibrio entre el negocio del deporte y las figuras que lo componen, cuya formación ideológica y profesional se había desarrollado en los confusos y contraculturales años 70’s. De este modo, personajes del mundo del deporte como Ayrton Senna o Diego Maradona, cobran una vital importancia por haber sembrado el último legado de fantasía dentro de la narrativa del deporte moderno, fuera del determinismo tecnológico que impera hoy en día en la mayoría de las disciplinas deportivas.
Retomando su paso napolitano, el sentir y el aura que detentan la ciudad y sus habitantes va a resultar de vital importancia a la hora de potenciar el talento y la mística de Maradona. Nápoles es la ciudad que siente vergüenza de sí misma, la ciudad que nunca gano nada y siempre fue sometida cultural y económicamente por el norte rico de Italia. El carisma de Diego tiene ángel popular, por lo que va a captar inmediatamente la energía napolitana y con su destreza y orgullo lograr cambiar el ánimo de toda la ciudad del Vesubio. Nápoles cambia oprobio por amor propio y Diego en su papel de “Robín Hood moderno”, tuerce la balanza hacia el lado de la justicia divina. Deslumbrados por la figura inigualable de Maradona, los ricos del norte italiano se irritan pero ya solo les queda rendirse y observar la magia de su talento. En tan solo un par de años Maradona era el napolitano perfecto , el que encarnaba el sentir de la ciudad y al mismo tiempo la hacía soñar noche y día sin cesar.
Vistas hoy en perspectiva, las imágenes del mundial 86’ parecieran generar una suerte de extraña sensación, donde los sueños se confunden con la realidad. En sólo cinco minutos, Maradona cambia la historia del fútbol mundial para siempre y traspasa las fronteras mismas del deporte, para que todos los seres del mundo que fueron mermados de su felicidad debido al accionar desmedido de un Imperio en decadencia, (como lo era el Británico por ese entonces), vuelvan a conocer el significado de la palabra esperanza. Primero con la “Mano de Dios” y luego con el inigualable “barrilete cósmico”, Maradona sintetiza la aguda viveza del antihéroe junto con la destreza sagrada del héroe. Así atraviesa y representa las profundas sensaciones de miles de millones de habitantes del planeta entero. No solo está interpretando la venganza simbólica de los caídos en Malvinas, sino al mismo tiempo a la mayoría de los sufridos pueblos latinoamericanos, a los escoceses históricamente estafados por Inglaterra, a los Palestinos desterrados de Israel y a todos los marginados y desposeídos del mundo entero por la inmensa injusticia que recorre todo el planeta. Birla simbólicamente el yugo del poder con su talento y vehemencia, otorgando la alegría infinita a los oprimidos, que lo recordarán de manera imborrable y necesaria hasta el final de sus días. Desde ese mismo momento, “Dios de la Vecindad”, termina de transformarse para siempre en leyenda, donde la fuerza y el genio de su propia naturaleza, encarna condiciones que superan el límite de lo humanamente posible, como de igual manera personifica lo genialidad del ser humano. La consagración en México 86’ y los posteriores campeonatos con el Napoli, llevan a cabo la última y predecible transformación de Diego Armando Maradona: la del niño prodigio que por sus acciones se convierte en Héroe, y por el peso y lo inigualable de su obra termina su metamorfosis en leyenda viviente. Un viaje mítico quizás solo comparable al de personajes del mundo de la ficción como Luke Skywalker en la saga de la Guerra de las Galaxias.
Su talento, sus logros y a quienes representa (Argentina, Nápoles) son un inmenso abrazó simbólico con el lado romántico de la vida. Como todo mito se convierte en un pilar esencial en mantener las ilusiones y sueños de miles de millones de seres humanos.
En el pico de la gloria, para que la historia sea inolvidable y profundamente humana, debe existir lamentablemente la tragedia. El origen de los profundos claroscuros de su personalidad, quizá podrían rastrearse en el nacimiento del hijo que tuvo con Cristina Sinagra. Saberse íntimamente padre de ese hijo, (que recién reconocería públicamente treinta años más tarde), genera una profunda confusión en su personalidad, manifestada en un cambio de humor público. Así comienza una disputa verbal con periodistas, rivales del norte italiano y con la poderosa FIFA que tiempo después le terminaría (junto con su adicción a la cocaína), clavándole la espada de Damocles al amor de su vida: el Fútbol.
Frente la perspectiva de futuro caos, Maradona se sigue calzando el traje de superhéroe y consigue en dos oportunidades el campeonato italiano con el Nápoli y una Copa de Europa, mientras se prepara para lo que se convertirá a la postre en el antes y después de su carrera y su vida: el Mundial de Italia 90’.
Declarado enemigo público número uno, por gran parte del poder mediático y futbolístico, la prosa de su vida como jugador de fútbol, adquiere los ribetes de la leyenda de David contra Goliat. Así, en el quijotesco paso de Argentina por Italia 90’, en dónde contra viento y marea, Maradona llega a la final para ser finalmente estafado y derrotado. Diego llora desconsolado públicamente por primera vez. Desnudo frente al mundo, y mientras los poderosos gozan su derrota, Maradona se da cuenta que la impotencia y resentimiento que le genera el descaro del poder va a perdurar hasta el final de sus días.
En el largo opus final de sus últimos treinta años de vida, Maradona recorre un sinfín de experiencias que parecen pertenecer al guion de las grandes películas de Martin Scorsese. Excesos, sanciones, destierros, mitin con líderes políticos, reinvenciones como conductor de tv o director técnico. Lo más importante de todo esto, es que jamás reniega de su amor por el pueblo al que le dio todo y nunca se va a poder olvidar de él. Sus inefables dichos y declaraciones que por sarcasmo y genialidad compiten con los de Oscar Wilde en la literatura, y la capacidad de metamorfosis de su figura pública solo es comparable a artistas de la talla de David Bowie.
Así era Diego Armando Maradona, alguien que vino desde abajo de todo y subió a las alturas y más allá de las mismas. Juglar y artista del cantar popular, experimentó como pocos la “Universidad de la vida”. “Dios de la vecindad” cumplía a la perfección su rol esencial de mantener vivo los sueños de la mayoría de la humanidad, de personas comunes y ordinarias, como el vecino de enfrente, como la chica que atiende el kiosco de la esquina, como el obrero y la obrera que esperan el colectivo para ir a trabajar todas las mañanas, como vos, como yo.
El viaje de su agitada vida, es una profunda lección de amor, acertada y errada, genial y caótica por igual, pero intensamente humana. Te vamos a extrañar para siempre. Gracias eternas y totales.//∆z