Manza: “Cada vez me siento más lejos de la industria del rock”
Pauta 2021

Hoy se estrenó “Retrovisor”, el tercero de una serie de singles solista de Mariano “Manza” Esain. Esta faceta de Manza lo acerca a la etiqueta de experimental a la vez que presenta ciertas huellas con su extensa trayectoria.

Por Ilan Kazez

Uno de los recursos sonoros que tiene Mariano “Manza” Esain es una colección de ruidos. “Son grabaciones que fui coleccionando a lo largo de los años, ya sea con un grabador estéreo o con el teléfono. Siempre que tengo algo de eso encima y voy a un lugar, me gusta grabar un poco del sonido. Son grabaciones del campo, de la calle, del agua”, cuenta sentado en un bar de Villa Ortúzar. A priori, el destino de cada grabación es incierto, pero sabe que lo tiene disponible para cuando necesite crear un ambiente o una textura.

Desde finales del 2020 esa colección está en uso. Manza viene estrenando una serie de singles solistas marcados, precisamente, por un trabajo de experimentación con samplers, ruidos, guitarras y teclados. El primero fue “Miniaturismo”, una pieza ambient sin voz de casi trece minutos atravesada por unas notas de piano que apenas llegan a formar una línea melódica. Luego estrenó “Hoteles en Silencio” y la flamante “Retrovisor”, ambas con letras, pero también construidas desde las texturas y los climas. Estos dos temas serán parte del disco solista que saldrá a la luz durante 2021.

Cada single, además, se estrenó con su respectivo lado B: “Miniaturismo” tuvo una versión alternativa solo de piano; “Hoteles en Silencio” cuenta con una versión despojada de “Si pudiera”, clásico de su ex banda Menos Que Cero. Y “Retrovisor” vino con un homenaje a Rosario Bléfari a través del cover de “La ciudad más austral del mundo” de Los Mundos Posibles.

Manza es un referente indiscutido del rock independiente argentino. En treinta años de carrera fue parte de bandas claves como Martes Menta, Menos Que Cero, Flopa Manza Minimal y Valle de Muñecas. También fue productor de un centenar de discos de bandas como Coiffeur, Pez, Acorazado Potemkin, Marco Sanguinetti, normA y un largo etcétera y habitué de cuanto recital under había en la Buenos Aires pre pandemia.

Ahora, por primera vez, Manza sale a la cancha con su seudónimo a secas. Esto, sin embargo, no implicó abandonar el espíritu colectivo de la autogestión: para el proyecto decidió asociarse con Fuego Amigo Discos, sello independiente clave de la última década. En esta entrevista habla sobre los límites de la experimentación, la elección de trabajar con un sello discográfico, la crisis que atraviesa la música independiente y por qué hoy los adolescentes no se sienten interpelados por el rock.

ArteZeta: ¿Cómo te llevás con la etiqueta de experimental para describir este nuevo proyecto?

Manza: A mí no me molesta. En general, todos los músicos solemos negarnos a las etiquetas, pero todas las etiquetas tienen algo de verdad. Creo que nos negamos porque nos gusta pensar que las excedemos, y en general lo hacemos, pero no quiere decir que no haya algo de verdad en eso. Si yo estuve “experimentando” con algo que no había “experimentado” antes es difícil no sentirlo real. Después, alguien que toda su vida hizo música experimental puede escuchar lo que hago y decir “no, pará, experimental es otra cosa” (risas).

AZ: ¿Cuál es el límite de la experimentación?

M: No hay límite. Todo el tiempo estoy buscando formas de traducir una sensación, que me parece que está presente en este conjunto de canciones. Y a lo largo de todo el proceso fui encontrando distintas maneras de hacerlo: a través de los instrumentos, de distintos procesos sobre los instrumentos, o distintas maneras de tocarlos. Hay un montón de sonidos que estoy usando que expresan sensaciones similares, aunque la manera de llegar a ellos fue distinta. Puede haber sido con una guitarra, con un teclado, grabando un sonido de un grabador viejo, reproduciendo ese sonido con otra guitarra, o pasándolo por un pedal, o por un plug-in de Pro-Tools.

AZ: Lo que llamó la atención de “Miniaturismo” es que te fuiste hacia un lado ambient que no habías explorado hasta ahora.

M: Cuando saqué “Hoteles en Silencio” quedó claro donde se junta “Miniaturismo” con las canciones que yo hice siempre. También es cierto que cuando uno empieza un proyecto nuevo, lo primero que sale a la vista es probablemente lo que nunca pudo llevar a cabo con otro proyecto. Me parece que no tenía mucho sentido enmarcar a Valle de Muñecas en una cosa así. En estas canciones hay un montón de información que siempre manejé y por ahí estaba en pequeñas dosis en las cosas que hice. En el Final de las primaveras (de Valle de Muñecas, 2015) hay momentos así: “Esta vez” se parece bastante a lo que estoy haciendo. O en La autopista corre del océano hasta el amanecer  (2011) todo lo que pasa detrás de un tema como “Mapas”. En “Zig Zag” (de Flopa Manza Minimal, 2003) está bastante claro que hay una ligazón entre lo que venía haciendo y lo que hago ahora. Sé que hay rastros de eso, no súper explícitos, pero forma parte de un conjunto de información que tengo, de músicas más experimentales o cosas que estaban por fuera del formato canción. Yo siento que están conectadas con la cultura rock, o que el rock se hizo permeable a eso. El rock es una forma de cultura que siempre fue permeable a todo lo que le era ajeno: a las músicas del mundo, a las vanguardias, el free jazz, a las formas más artísticas de la cultura. Siempre me gustó ese diálogo con otras formas de arte.

AZ: Hay en estas nuevas canciones cierta tensión y fragilidad. ¿Cuántas huellas de la pandemia hay ahí?

M: El concepto precede a la pandemia. Puede ser que haya un par de letras donde se cuele la pandemia. Igual siempre me gustó que las letras sean lo suficientemente abiertas como para no tener una sola interpretación. Justo el concepto de fragilidad no está muy presente en Valle de Muñecas y soy bastante consciente de que era un lugar por el que quería transitar.

AZ: Cuando escuchás estos temas en parlante o en auriculares la experiencia es distinta. Pasa especialmente en “Miniaturismo”. ¿Grabás en función de cómo va a ser escuchado?

M: No. Si pienso eso no hago nada. La manera de escuchar de casi toda la gente es en el parlante de la computadora o dándole veinte segundos de chance a un tema. Si es así, tengo que pensar en temas que arranquen directamente en el estribillo o tengan un beat marcado. Precisamente, “Miniaturismo” requiere concentración. Requiere que hasta el minuto y medio no pase nada (risas). Hay notitas sueltas del piano, que incluso el que está acostumbrado a escuchar las cosas que yo hice toda la vida llega al segundo cuarenta y dice “bueno, pasemos a otra cosa”. Requiere la paciencia y la voluntad de ponerse a escuchar. Si eso es bueno o malo, lo decidirá cada uno. Lo único que puedo decir es que yo tenía ganas de hacer eso y a mí, que estuve metido en la pieza, me suceden cosas. Sé que cuando lo escuchás con atención se construye de a poco, que pasa por distintos estados, que hay un momento más emotivo y que pasa algo al final. Y sé que el que le dé un minuto de chance o lo escuche en el parlantito de la computadora…y, no va a llegar a eso. Bueno, lo siento (risas). Que espere a escuchar lo que hice siempre o que escuche otra cosa.

AZ: En algún punto estás desafiando al público.

M: Sí, es un desafío. La verdad es que me gustaría pensar que puedo hacer que gente que escucha otra música logre meterse en esa. Como también me gustaría pensar que gente que entró a mi música vía “Miniaturismo”, y que está acostumbrado a escuchar músicas más cercanas al ambient o al experimental, pueda escuchar cosas anteriores y encuentre algo que le gusta. Me gustaría ser una puerta hacia los dos lados.

AZ: ¿Cómo surgió la alianza con Fuego Amigo?

M: Desde hace años que me gusta mucho lo que vienen haciendo. Me gustan muchas de las bandas que ellos apoyan. Algo que puse en un post de Facebook fue que así como la palabra “indie” es algo diferente para cada uno, yo sentía que para Fuego Amigo esa palabra significaba lo mismo que para mí. Los grupos con los que ellos trabajaban podían decirse “indie” sin temor a que nadie confundiera lo que estaban haciendo. Hay gente que reniega de esa palabra, yo no tengo ningún problema. Ellos empezaron a sacar cosas más experimentales: el disco de Pablo Reche, las cosas de Entidad Animada, tienen a Luis Baumann, que siempre me gustó porque tenía un costado de canciones y otro costado más instrumental. Me parecía un lugar donde mi música quedaba bien. Y me parecía que, más allá de la necesidad de hacer un proyecto unipersonal, aún me gusta la idea de pertenecer a algo mayor. No necesariamente la idea del sello como el que te paga una grabación, sino la idea de estar con gente que te acompaña en el proceso.

AZ: Entonces, la decisión de trabajar con sello tuvo que ver más con lo estético y lo colectivo que con un carácter más práctico de la edición de un material

M: Me encantaría pensar que en algún momento vamos a hacer ediciones físicas, quizás cassettes, que es un formato que me encanta. Me gustaría fabricar un vinilo, pero en este momento los costos son bastante difíciles. Pensar un proyecto como el que estoy haciendo, con la música que saqué hasta ahora, desde el lado de la industria, es ridículo. Si bien entiendo que el rock está a medio camino entre el arte y el entretenimiento, la verdad es que cada vez me siento más lejos de la industria del rock.

AZ: ¿Alguna vez estuviste metido de lleno en la industria?

M: No, pero a lo largo de los años uno va conociendo distintos lugares de la industria y vas diciendo “acá podría estar y no me molestaría” o “acá podría estar pero esto no me copa ni medio”. Siempre está la tentación de llegar a corromper la industria desde adentro (risas). Soy consciente de que hice canciones que podrían haber sido difundidas en medios mucho más masivos que a los que llegaron y, por ahí, si alguna de esas canciones hubiera tenido un poco de popularidad podría haber dinamitado un par de lugares (risas). Pero, qué se yo, no ocurrió y tampoco me va a cambiar la manera de pensar la música. Estoy cada vez más lejos de que me importe.

AZ: ¿Le ves en el corto plazo alguna salida a la crisis que se vive en la música independiente?

M: (Piensa) Hay tantas crisis juntas que no sé. Desde la cuestión de los lanzamientos, hasta la cuestión de la financiación de las grabaciones, o la cuestión de los shows. Pasa por tantos lugares diferentes y, encima, con esta situación de pandemia, todas se agravan. Me cuesta mucho imaginar una salida que no sea volver a lo más pequeño: a los shows pequeños, a los lanzamientos pequeños. En los últimos años, con la democratización de los medios de producción, muchísimos músicos tienen maneras de grabar en sus casa y en este momento todo confluye para que haya un montón de proyectos así: unipersonales o colaborativos a distancia. Y que haya shows en situaciones más íntimas. Ojalá pueda haber manera de hacer shows más grandes. Pero al no haber lanzamientos físicos, hay pocas posibilidades de recuperar la inversión de una grabación. Ya era complicado para una banda abordar una grabación. Antes podías hacer un disco físico y venderlo en los shows, pero ahora ni existen los shows. Ni siquiera podés vender el disco como souvenir.

AZ: ¿Recordás en tus treinta años de carrera una crisis como la que se está viviendo ahora?

M: No, porque en esta se suma un montón de cosas. Y también se suma que el rock ya no interpela a la gente menor de veinte años. El rock va a seguir existiendo como forma de cultura, como forma de arte, como forma de entretenimiento, pero es cada vez más difícil que interpele a los más jóvenes. Es lógico: el rock arrancó en la década del ‘50. No puede durar sesenta años. Digo, puede durar como forma de arte, pero no como forma de canalización de las inquietudes y rebeldías de una persona de entre quince y veinte años. Es ridículo. Todo el mundo necesita matar a su padre en algún momento. Mi viejo no escuchaba rock, quizá algún contacto con los Beatles y Almendra. La gente que tiene diez años menos que yo tienen padres que escuchaban a Led Zeppelin o a los Sex Pistols. El pibe que hoy tiene quince años tiene padres que escucharon a los Pixies, a Sonic Youth o incluso a Él Mató. Tiene que haber algún lugar de rebeldía, es natural, y me parece perfecto. Y eso no significa que el rock deje de existir: todos los meses siguen saliendo discos que me gustan, incluso discos que digo “acá hay algo novedoso”, pero me sentiría muy extraño si una persona de quince años me dice “yo solo escucho rock”. No, dale, nene, escuchá también otra cosa. //∆z

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