En otra prueba de su creciente localía, Peter Hook se presentó en Niceto con un repaso arrasador de su historia en el rock: New Order primero y Joy Division después para un viaje hacia atrás con la vista al frente.

Por  Matías Roveta
Fotos de Candela Gallo

Por más de una razón Peter Hook puede ser comparado con otras figuras enormes del rock inglés -Paul McCartney y Roger Waters, por ejemplo- a quienes no solo los une el hecho de haber sido bajistas famosos sino, sobre todo, el particular proceso a través del cual se esgrimieron, ya como solistas, en defensores absolutos del legado de las bandas emblemáticas de las que habían formado parte en el pasado. Aún hoy Paul, más allá de contar con enormes discos solistas diseminados en varias décadas de carrera, recorre el mundo y llena estadios de la mano de lo mejor de catálogo beatle con pasajes en donde, claro, Lennon y Harrison son homenajeados. Waters, por su parte, también encarnó el aura mítica de Pink Floyd y realizó giras en las que revisitó y tocó completos álbumes maestros como Dark Side of the Moon (1973) y The Wall (1979). Peter Hook sigue esa misma línea: como ex bajista de Joy Division y tras su partida de New Order en 2006 (luego de un show que la banda había realizado en la edición local del Personal Fest), este músico dueño de un sonido inigualable con las cuatro cuerdas se dedicó a curar el pasado y tocar junto a su grupo, The Light, discos enteros de esas dos agrupaciones. También, dejó correr ríos de tinta: editó dos libros –How Not to Run a Club, sobre la historia del club raver de Manchester The Hacienda, y Unknown Pleasures: Inside Joy Division– en los que da su propia versión de los hechos. Como si fuera poco ya tiene listo el tercero, que va a relatar la carrera de New Order.

Resulta evidente que en todo este proceso de reivindicar la obra de la que fue partícipe decisivo y en su personal pelea con sus ex compañeros de banda –en más de una oportunidad Hook dijo que Bernard Sumner y Stephen Morris no tendrían que seguir llamando New Order al grupo en el que siguen tocando sin él- hay una clara disputa por contar lo que cada uno considera su verdad: la elección de The Light (“La luz”) como nombre de banda habla por sí sola y Hook, incluso, se encargó de defenestrar públicamente el libro de memorias de Sumner, Chapter and Verse, en el que el guitarrista repasa su historia.

Pero más allá de las lucha de ego y las rencillas personales de antaño, a Hook lo avalan varias credenciales para hablar en nombre de Joy Division: sus penetrantes y oscuras líneas de bajo en Unknown Pleasures quebraron para siempre la historia del rock, definieron parte de los rasgos estilísticos principales del post punk británico y marcaron un antes y un después al posicionar a ese instrumento por primera vez al frente del sonido de una banda en remplazo de la guitarra: los riffs y las melodías ahora los tocaba el bajista. Ya desde la mítica apertura, “Disorder”, Joy Division formatea a todo el rock anterior: una batería que suena como nunca antes había sonado ese instrumento (el productor Martin Hannett dejó su huella en las sesiones de 1979 al pasar el golpe de los parches por una máquina AMS de retardo digital), la línea de bajo en primer plano e hilvanando todo el armado musical, una guitarra con punteos circulares e hipnóticos junto a los efectos de sintetizadores y una voz sombría y personalísima a cargo de letras cargadas de alienación y belleza poética. Por todo esto es que la cita en Niceto -con la excusa de tocar entero ese álbum esencial junto con el segundo y último de Joy Divsion, Closer (1980)- bien valía la pena más allá de cualquier tipo de revisionismo histórico.

Luego de un breve y contundente set con material de New Order que incluyó canciones poco frecuentadas por esa banda en sus shows –“Elegia”, “Sunrise”, “Broken Promise” y “Face Up”, entre otras- un Peter Hook ataviado con la camiseta de la selección argentina con la leyenda “Hooky” más el diez en su espalda inició la andanada de clásicos de Joy Division: al comienzo sonaron “No Love Lost” y “Digital”, dos canciones como prueba sonora palpable de cómo en sus inicios esta banda partió desde el punk hacia algo nuevo y, en el camino, dio con un sonido absolutamente revolucionario: “Joy Division fue la primer banda que usó la energía y la simplicidad del punk, pero para transmitir emociones más complejas”, dice Sumner en el genial documental Joy Division (2007) casi sin saber que está dando la mejor definición enciclopédica sobre el post punk como género. Después, sí, Hook se metió de lleno en los discos: tal vez, como para dejar lo mejor para el final, decidió invertir el orden y arrancó por Closer, ese disco -editado en julio de 1980 luego del suicidio del cantante Ian Curtis- que marcó una clara evolución musical y dio signos de madurez compositiva en la trayectoria del grupo. También, ese álbum anticipó varios de los sonidos por venir en la cultura rock: así pasaron los machaques industriales de guitarras sonando como taladros y serruchos en “Atrocity Exhibition” y “Colony”; el groove bailable y casi de música electrónica de “A Means to an End”; las melodías pop de sintetizadores de “Isolation” y “Decades” y el rock gótico de “Passover”. Los puntos más altos en ese segmento fueron la dinámica con quiebres de velocidad de “Twenty Four Hours”, la frágil balada al piano “The Eternal” y “Heart and Soul”, el clásico cuyo título bien podría definir con exactitud el rol vital del bajo de Hook en el sonido de Joy Division: el problema fue que, durante buena parte de las canciones, Hook casi no tocó y solo intervino en las intros; el resto del tiempo se concentró en cantar para intentar llegar al registro imposible de Curtis y descansar en la destreza de su banda: allí su hijo, Jack Bates, hace los honores con bajos de cuatro y seis cuerdas y rellena el sonido de su padre; David Potts toca la guitarra, Paul Kehoe se hace cargo de la bateria y Andy Poole es un todo terreno de los teclados y las programaciones.

En la segunda parte de la noche, sí, Hook cobró mayor protagonismo desde la ejecución y dejó en claro por qué es uno de los mejores bajistas de la historia. Unknown Pleasures completito y la apertura con “Disorder”, después los mid tempo oscuros y arrastrados “Day of the Lords” (la guitarra sucia y disonante de Sumner calcada a la perfección por Potts) y “Candidate”, otra gran melodía de bajo en “Insight” y luego “New Dawn Fades”: lo mejor de la noche, Hook como consciente de que se trataba de un momento importante fue a la esquina del escenario, se acercó a la valla y disparó ese fenomenal riff con su bajo luego de los efectos de guitarras pasadas al revés. “She’s Lost Control”, con esa gran letra de Curtis que lo desnuda como un ser sensible con el sufrimiento ajeno, tiene otra intro de bajo memorable pero fue tocada, esta vez, por Bates mientras que Hook solo reforzó con su instrumento los estribillos. “Interzone” y “Shadowplay” sacaron a relucir la veta punk que solía ser el fuerte de Joy Division en vivo y “Wilderness”, en cambio, bajó un par de decibeles con su pulso new wave. Antes de los bises sonó “I Remember Nothing” con –otra vez- un sublime sonido de bajo cavernoso y saturado y, luego de una breve pausa, cuatro golpes certeros: “Atmosphere” y esa lenta marcha sufriente que suena a despedida anunciada por parte de Curtis poco tiempo antes de su muerte, “Ceremony” como punto final y comienzo del algo al mismo tiempo (fue una de las últimas composiciones de Joy Division y el primer single editado por New Order), y más melodías icónicas de bajo con “Transmission” y “Love Will Tear Us Apart”: el rol actual de Hook como bajista es casi secundario, pero cuando ese Gibson rojo de cuatro cuerdas suena no quedan dudas que fue el corazón y el alma del sonido de Joy Division.//z